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Tomás

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Todo lo publicado por Tomás

  1. ¡Cuánta acción! Sólo Lara podría librarse de los rayos y los yakuzas a la vez. ¡Es única, eso lo sabemos todos!
  2. Tomás

    The Book

    Bastante bueno, seguí así
  3. Bueno, por hijos o por amor nadie dudaría que Lara es la protagonista. Por ejemplo, en Dragon Ball trascurre toda la vida de Gokú desde que es pequeñito hasta que su nieta es abuela, él fue entrenado por un gran maestro anciano (como Lara por Von Croy), se casó, tuvo dos hijos varones y una nieta que siguieron sus andanzas, y aún así él es el héroe universal, ellos sólo ayudan. En la serie se ven todas las etapas de su vida, y en el último capítulo pasan 100 años, todos murieron menos la nieta que es anciana y se ve al pequeño tataranieto, o sea, ¡fíjense el paso del tiempo! A Lara ya se la vio de niña y adolescente, ¿no podría pasar lo mismo que con Gokú? Es sólo mi opinión.
  4. Querido Escorpio, tenés razón, lo de Israel fue corto comparado con Egipto, pero ni siquiera llegamos a la mitad de la historia. Cuando lleguemos a la mitad, les voy a avisar . Y a Maggie no la odien, que esta vez no hizo nada y dio un gusto: ¡Cuernos para el viejo crápula ! ¡Muchos cuernos! Y ahora, disfruten de la entrega más grande hasta la fecha. ENTREGA 37 - ¿Tú otra vez? –dijo Lara en voz baja, disimulando su estupefacción. - Así es, maldita yegua –murmuró en su oído-, y no descansaré hasta matarte. - No te será nada fácil, yo no soy Franz Eddinton, soy Lara Croft. - ¡Deja de nombrar a ese tipo! –William ya estaba cansado de que la muy mentirosa lo acusara en su propia cara de algo que no había hecho. - ¡Y tú deja de negar lo que has hecho! - ¡Cállate y ponte de pie! –gritó amenazante. Lara pensó que era mejor hacer caso: jamás acabaría sus días de rodillas, y bajo ningún concepto permitiría que William Rutland fuera el epílogo de su vida. - ¡Mírame a los ojos! –bramó éste, mientras Lady Croft hacía esfuerzos inconcebibles por contener su tremendísimo odio hacia él- Así me gusta, que me mires cuando te mate –sonrió William apuntándole en la nariz-Despídete del mundo, basura asesina. La experta Lara Croft sabía lo que tenía que hacer. Le encajó un puñetazo a William en el estómago, quitándole el aire, desorientándolo unos segundos. Mientras el norteamericano soltaba un alarido de dolor, la inglesa corría lejos de él, pero ahora se veía amenazada por sus disparos. Lara, por su parte, comenzó a dispararle y a esquivar ágilmente sus ataques, llegando a la conclusión de que nunca había tenido un enemigo tan duro: su hermano James, ayudado por el poder del fragmento de Excalibur, había resultado más sencillo de vencer que él mismo, William, que luchaba solo, sin ayuda de ningún poder mágico, ninguno. Se diría que, por sus capacidades físicas, era ella misma en versión masculina. De este modo, Lara y William, a extremos opuestos del monte Moria, batallaban con sus pistolas; ella, buscando salvar su vida, y él, buscando hacer justicia. Pero Lara retrocedió demasiado, hasta el risco, y hubiera caído al precipicio de no haberse aferrado al saliente con las dos manos; William era el primer enemigo humano que la obligaba a retroceder de este modo, y si ella llegaba a soltarse, moriría. William, triunfante, se le acercó lentamente y la contempló como a una mosca en la sopa, como una piedra en el zapato, como caca en el camino. - ¡Así deseaba verte, maldita! –murmuró con odio mientras ella luchaba por sostenerse. Alzó un pie en alto, tal como Ramsinit había hecho antes-¡DESPÍDETE DEL MUNDO! Pero de repente, Gunderson surgió de la nada y le dio un empujón en las costillas, provocando que cayera a un costado. - ¡Sujétate! –indicó a Lara, y estiró la mano para ayudarla a subir. Con dificultad, y aferrándose al calvo, Lady Croft logró subir, y mientras respiraba agitadamente, se dio cuenta de un sentimiento que acababa de experimentar con William: el miedo. Había sentido miedo de él. ¿La Invencible Lara Croft, miedo? ¡No, no, imposible! Ahora ella veía como dos esbirros de Gunderson aprisionaban a William, y el Padre Dunstan, Milca y Jairo, corrían a abrazarla. - ¡Lara, estás bien! –exclamó el pequeño, que se había encariñado con ella. - ¡Le he rezado tanto a Dios! –dijo Milca muy feliz. - Pero yo supe que lo lograrías, no tenía la menor duda –afirmó el Padre Dunstan sonriendo. Conocía a Lara mucho más que aquella aldeana y su hijito, y sabía que no existía ser humano capaz de derrotarla. Bueno, no precisamente humano… A pocas cuadras de la Mansión Croft se reunían aquella tarde los miembros de una fundación en su sede. Hombres y mujeres, en un salón cerrado de color blanco en el que se respiraba aire de paz se sentaban en círculo en sus respectivas sillas. Entre los miembros se hallaba Charlotte, que lucía más triste que nunca. Un anciano portaba un megáfono en la mano con el que se hacía oír. - Buenas tardes, señoras y señores. Para los que no me conocen yo soy Mark Muller y este es un centro de ayuda para todos los padres, hermanos o hijos que perdieron a sus parientes a manos de la Cábala, o que los abandonaron para unírseles. Pero no seré yo quién les hablé del asunto, ante todo yo soy el vicepresidente; así que le cedo la palabra a la señora Julia Boaz, presidenta de la fundación. Un triste pero cortés aplauso fue dirigido a la mujer de pelo negro y alta edad que tomó el megáfono. - Muchas gracias a todos por estar aquí hoy en día. Yo siento la misma pena que ustedes ya que mi hija, Kristina, fue asesinada por el líder de la Cábala: la tiró a una cápsula mutante y tuvieron que matarla para que no lastimara a nadie. Señores, la Cábala es una secta siniestra, integrada por seres perversos, y nuestros hijos están en sus manos. Debemos hacer algo antes de que les ocurra lo mismo que a mi pequeña Kristina. –La presidenta tuvo que hacer un esfuerzo para no llorar allí mismo -¿Alguien quiere decir algo? –Charlotte alzó la mano, y Julia le entregó el megáfono. - Bueno –dijo ella-, yo estoy pasando un momento muy difícil en mi vida. Alguna vez yo tuve dos hijas, pero ahora, como bien saben, una está muerta, y la otra… ¡En manos de esa gente enferma que puede dañarla en cualquier momento! ¡Y yo no sé qué hacer! –Charlotte se largó a llorar, y mientras era consolada por sus compañeros, Julia volvió a tomar el megáfono. - Como algunos sabrán, yo me convertí en presidenta tras la muerte de Suzanne, la fundadora de esta asociación. Lo más terrible es que Suzanne encontró la muerte a manos de su propio hijo, que en la actualidad sirve a la Cábala –Un espasmo de horror se vio reflejado en los rostros de todos-.Por eso, señoras y señores, pido que unamos nuestras manos y recemos un Ave María por ella: por Suzanne. - ¡Por Suzanne! –dijeron todos, uniendo sus manos. Y, mientras Charlotte seguía llorando, comenzaron a rezar. Horas después, por la noche, Maggie y James aguardaban impacientes que Jenny sirviera la comida. La mucama, en efecto, sirvió puchero gallego en una olla blanca de porcelana, la cual destapó con la esperanza de que a sus señores les gustara. - ¿Cómo nos traes este guiso asqueroso, gorda bruta? –espetó Maggie con cara de asco tras echar un vistazo a la olla. - Déjala, querida esposa –replicó el senador con desprecio-Es la servidumbre, ¿qué esperabas? - Estoy de acuerdo –coincidió soberbia. Jenny decidió fingir que no había oído nada. - Lo preparé con mucho amor, señora Maggie –sonrió la anciana con dulzura. - ¡Cállate la boca, vieja horrorosa! –dijo con desprecio James Rutland-Hasta el reverendo imbécil de William prepararía un guiso mejor que tú. - No, tampoco exageremos –contradijo Maggie-En eso si eres mucho mejor comparada con él, querida Jenny –y esbozó una sonrisa falsa como las que hacía en sus entrevistas para las revistas y para el New York Times. - Con permiso, señores –La respetuosa aunque nada respetada mucama abandonó el lujoso comedor. Maggie y James probaron el puchero. - ¡Está riquísimo! –sonrió ella, deleitada-Me recuerda a las comidas de bajas calorías que consumía hace años, para conservar mi figura. ¿No te acuerdas, cuando yo era joven, que gran modelo neoyorquina era? ¡Ganaba todos los concursos de belleza! - Sí, claro –gruñó James mientras comía-. Pero los ganabas porque tu padre sobornaba a todo el jurado, y tu madre tuvo que acostarse con el único juez que no se dejó sobornar. Es más, yo vi cuando tú le descosías la ropa a la modelo rival. ¿Cuántos años tendría ella ahora? ¡Tu edad! ¡Pobre mujer! ¡Qué vergüenza pasó aquel día! - ¡Qué lindos recuerdos! –suspiró Maggie nostálgica- ¡Pobre Jane! ¡Todos se rieron en su cara, quedó desnuda en plena pasarela! Por cierto, James, gracias por no delatarme cuando me viste. - ¿Ya te olvidaste? ¡No dije nada porque me pagaste! ¡Qué joven iluso era en esa época! La cena fue muy animada; ambos reían recordando viejos tiempos, todas anécdotas en las que habían salido victoriosos injustamente y gracias a sus artimañas. Tocaron el timbre de la puerta. - ¡Jenny, ve a abrir! –gritaron Maggie y James al unísono. La pobre señora tuvo que correr hasta la puerta, y al abrirla, se encontró con Gunderson, sujetaba con fuerza los brazos del enfurecido William. - ¡Por Dios! ¡Señor William, es usted! –exclamó Jenny. Curiosos, el corrupto y la vanidosa se acercaron a ellos. - ¡Ah, señor Rutland! Mucho gusto, soy Marten Gunderson –se presentó cordialmente, tendiéndole la mano, gesto que el arrogante político ignoró-Venía a devolverle a su hijo, casi mata a una chica –agregó perturbado por su descortesía. - ¿En serio? ¡William, hijito, mi amor! ¿Qué has hecho? Cuéntale a mamita–Maggie hablaba con esa voz tan cariñosa y tan falsa con la que solía fingir. - Yo les aconsejaría que lo controlen. Y perdón por molestar –dijo Gunderson. - ¡No es nada, señor! ¡Vuelva cuando desee! El mercenario se retiró, y Jenny cerró la puerta tras de sí. Impresionada quedó cuando James propinó un tremendo golpe en la mejilla de su hijo mayor. - ¡Eres una vergüenza! –le espetó, enfurecido-¡Ha tenido que venir un pelado insignificante hasta nuestro dignísimo hogar por tu incompetencia! ¡Mata a quien tú quieras, pero que tu madre y yo no quedemos implicados! - A quién yo trataba de matar era la asesina de James, ¿no quieren ver a su hijo predilecto vengado? –espetó William mirando con odio a su padre. - James murió, querido, ¿para qué gastar energía? –rió Maggie-Mira, hijo, haz lo que se te antoje, mata a Lara Croft y púdrete en la cárcel si lo deseas, porque nos harías un favor, ¡pero nosotros en el medio no! ¡De pequeña fui la hija de un gran empresario, de adolescente fui una modelo famosa, y ahora que soy una señora soy la mujer de un senador! ¡No arruinarás toda una vida de prestigio! ¡Moriré como la viuda millonaria del senador, no como la madre de un convicto. Entre los dos sujetaron a William y lo encerraron con llave en su habitación como si fuera un niño. Pero el sensible muchacho comenzó a sollozar, porque comprendía que su familia tenía razón, él no era capaz de nada. ¡De nada! Su sueño era ser aprobado por ellos; tener a la hermosa y dulce Vivian entre sus brazos y poder besarla suavemente, asesinar y destrozar a Lara Croft y ver a sus padres orgullosos de él por primera vez. Pero no sabía nada de Vivian, Lara había escapado y sus padres lo reprobaban como siempre. Su pequeño hermano descansaría en paz, se pagaría por su sangre derramada, y William no descansaría hasta lograrlo. Mientras tanto, en la base argentina de la Cábala, un grupo selecto de sus miembros se sentaba alrededor de la mesa con una esfera dorada en el centro, en aquel salón decorado con gárgolas de piedra. Y su líder, la Señora Amanda, escoltada por el fiel Gunderson, estaba preparada para dar una nueva reunión estratégica, la segunda de ella como maestra de sus vasallos cabalísticos. Llevaba el pelo rubio más largo y un elegante vestido violeta, además de una cruel sonrisa de suficiencia. - Estimados integrantes de la Organización –anunció con energía-, Lara Croft ya ha conseguido dos de los talismanes que activan el portal de la Tierra de las Hadas y los Dragones, en Grecia. Quedan tres, y ya estará ante nosotros el camino hacia Avalón, y hacia el retorno de la Alta Raza, mis hermanos Nephilim. Por otro lado, sabrán ustedes que esa condenada Asociación de Padres y Madres está en marcha y en nuestra contra –La tensión se reflejó en los rostros de los miembros al oír nombrar a sus propios familiares-.Pero descuiden, tenemos dos espías expertos a nuestro disposición, ¿y en qué lugares? Pues, en la mansión de Lara Croft y en esa cochina asociación –A Clarisa, que estaba vestida muy elegante entre los presentes, se le iluminó la cara de felicidad-. Esas viejas miserables que se hacen llamar madres no representan la menor amenaza para nosotros, creen que estamos locos, pero no es así: estamos iluminados, creemos en un porvenir mejor, concretaremos un nuevo orden mundial. Por desgracia, uno de los espías no pudo venir porque no puede abandonar su puesto bajo ninguna circunstancia, pero nuestra querida Clarisa aquí está presente –Amanda le dedicó una sonrisa maléfica que Clarisa le devolvió-Sólo quería informarles de los acontecimientos y decirles que prosiga cada uno con su trabajo como siempre, todo va de maravillas. Ah, me olvidaba: parece que Gunderson sirve para algo después de todo, ya que gracias a él, William Rutland no volverá a molestar a Croft. Por eso, creo que se merece un aplauso. Todos aplaudieron al sicario, que sintió gran alegría en el alma: “¡Mi amor, estás orgullosa de mí!” - Así es: William está de regreso con sus padres, que hubieran sido mis suegros si esa bruja no hubiera matado a James. Ese comentario ya no le agradó tanto a Gunderson. - Marten, tengo trabajo para ti –La malvada se volvió hacia él-. Ya no es necesario que te ocupes de ella: ve a Turquía, envía a tu mejor equipo de hombres a la necrópolis de Capadocia y llévate los cuerpos de mis hermanos. Recuerda: mata a cualquiera que se interponga. Mujeres y niños si es necesario, pero trae los cadáveres aquí –ordenó-¿Está claro? - Por supuesto, Madame –afirmó el mercenario. - ¡La alabamos, Señora! –gritó Clarisa feliz y emocionada, y todos los malvados prorrumpieron en aplausos. - Gracias, gracias –dijo Amanda cuando ya se tranquilizaron-Ahora, todos fuera de aquí, menos Marten y Clarisa. Muy pronto el salón quedó desierto, sólo la líder, el mercenario y la espía se quedaron allí. Gunderson, por su parte, ya le había contado todo sobre el diario íntimo a Amanda, quien ya sabía toda la verdad. Clarisa, en cambio, no estaba al tanto de eso. - Querida mía –le dijo la rubia-, estoy decepcionada de ti. ¿No lograste acabar con un insignificante viejo? - Ya intenté envenenarlo, Su Señoría –se disculpó-, no me explico cómo no lo logré. - Mira, no importa. Tenían razón todos: eres una excelente actriz, impecable. - No lo dude –sonrió Clarisa-, incluso la idiota ya confía en mí, hasta me dejó salir. - ¡Eres grande! Porque sólo alguien muy astuto puede engañar a esa cerda desgraciada –felicitó Amanda-Y dime, ¿ya has pensado acerca de la estrategia que tenemos para cuando tengamos los objetos sagrados en nuestro poder? - Acepto –afirmó muy convencida la morena. - ¿No te importa hacerle esto a tu madre? Clarisa lanzó una carcajada escalofriante. - Señora, es evidente que no me conoce. ¡YO MATÉ A MI HERMANA! ¡A CINCO BALAZOS! ¡Y le herí el brazo a la **** de Charlotte cuando intentó defenderla! Me tiene sin cuidado que yo haya surgido de su vientre. Lealtad absoluta a la Cábala, a la Gran Obra, a la Organización, a usted, Mi Señora. Amanda quedó admirada. - ¿Sabes qué? Eres mi preferida, Clarisa. Engañas con esa carita de santita, pero eres muy inteligente. - Por favor –dijo humildemente-. No soy más que una humana, usted es un ángel. - Y muy pronto, el mundo estará poblado de ellos. Ahora vete, vuelve a tu trabajo. - Sí, Madame. Clarisa la reverenció como si de una diosa se tratara y, satisfecha consigo misma, abandonó el salón. Amanda se giró hacia Gunderson. - No puedo creer lo que me has contado –manifestó asombrada. - Pues sí, Madame. Karel era algo más que su antepasado: era su padre. - Entonces, yo tendría que llamarme Amanda Karel, no Amanda Evert –murmuró-Mi padre no quiso abrir el diario por respeto a la intimidad de quién lo escribía. Y quién lo escribe resulta ser nada menos que… ¡Increíble! –exclamó feliz-Pasé de ser una pobre hija de hippies a la hija de un ángel. ¡Destruido por culpa de esa rata! –añadió irritada. - Sólo hay un artefacto capaz de provocarle la muerte a un Nephilim sin la ayuda de un Lux Veritatis: el Glifo, y Lara Croft lo utilizó, como ya le dije –explicó Gunderson. - Mi padre nunca supo que yo existía –musitó Amanda-, pero lo sabrá. - ¿Cómo dice? –inquirió Gunderson, perplejo. - ¡No importa, Marten! –le espetó-Y recuerda, no recuperes todos los cadáveres: sólo los de Apolyon, Luzbel y Belzebub. - ¿Tan poquitos? - ¡Fueron los únicos que no traicionaron a mi padre al conocer su decisión! ¡Nadie más merece tal honor! –sentenció-Y ahora vete de aquí. - Sí, Maestra. Amanda esperó a que Gunderson se perdiera de vista y se retiró también. Cruzó un oscuro pasillo y descendió por unas sinuosas escaleras sórdidas, repletas de ratas por el camino. Éstas se asustaron al verla llevar, y Amanda, en cuestiones de segundos, les provocó la muerte con una fría mirada. Aún no dejaba de sorprenderse de sus propios poderes. Ingresó en una tenebrosa mazmorra conocida como El Sótano, sección a la que sólo Karel y Eckhart entraban antes. Allí estaba lleno de libros de ocultismo, decorado con esqueletos y calaveras, y un sapo se posaba sobre una cabeza humana disecada. En aquel lugar los dos Maestros aprisionaban a sus víctimas y las hacían pasar hambre, o aplicaban sus propios métodos de tortura. Y Amanda, como la nueva Maestra, respetaba aquello, ya que, encadenada en un rincón, pálida, sudorosa y muerta de hambre, estaba Putai, la chamán beduina. - Haber, ¿cómo sigue mi prisionera? –rió Amanda-¿Ya pensaste en mejorar tu comportamiento? Porque sólo así te alimentaré. –Putai le dirigió una mirada de profundo odio. - Hace más de tres días que no bebo absolutamente nada –dijo con frialdad-. Además, no tengo nada que perder, ya que mataste a todos: ¡A toda mi gente! - Tienes razón –la rubia, caminando lentamente, acercó su rostro al de la chamán-, después de todo morirás, ante los ojos de tu queridísima Lara. Ella sufrirá viendo como te mato, y luego la mataré a ella. ¡Yo misma! ¡Con mis propias manos! Pero lo tuyo será rápido, te lo aseguro, mientras que lo de ella será lento y doloroso –siseó. La respuesta de Putai fue escupirle en la cara. Amanda, sintiéndose desafiada, se quitó la baba con la mano y le dio una bofetada muy fuerte que la hizo gemir de dolor. - Lara hablaba muy bien de ti, ¿sabes? –decía mientras respiraba agitadamente-En Egipto me dijo que te adoraba y que tú eras su mejor amiga. Ella creía que habías muerto. - ¡No le creas a esa furcia! ¡Se nota que no sabes lo que me hizo! Lo que sí sabrás es lo que haré a continuación. - ¿A qué te refieres? Amanda sonrió perversa y le dio la espalda. Extrajo una llave gris del bolsillo del vestido y abrió las puertas de un gran armario negro que había en la mazmorra. De allí extrajo un cofre rojo de madera tallada y lo tomó entre sus manos, tendiéndolo muy cerca ante Putai. - Míralo bien, beduina, y en los pocos días que te quedan nunca lo olvides: aquí adentro están las cenizas de mi padre, Joachim Karel, y tan pronto como llegue a Avalón, él volverá a mí, y resurgirá más fuerte que nunca. Lo llamaban el Nephilim Marginado, fue cruelmente traicionado por sus hermanos, pero él será el Rey de la Alta Raza, y yo seré la Princesa. ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! Putai, llena de rabia, forcejeó inútilmente para liberarse de las cadenas que la sujetaban, mientras Amanda estallaba en potentes carcajadas que sonaban como el graznar de un centenar de cuervos negros. - ¡Qué extraño lo de Gunderson, señorita! –manifestó Winston desde su cama. - Pero yo le creo –afirmó Lara, que ya de vuelta en el hogar estaba sentada junto a él-, después de todo, todos tenemos derecho a arrepentirnos. - Bien dicho, señorita –afirmó tosiendo el mayordomo. Pero ella se paró en seco: recordó cómo le había ofrecido su amistad a Amanda en Kazajistán y en Bolivia, siendo rechazada y atacada por su antigua mejor amiga, la causante de que ella no tenga madre. Zip irrumpió en la habitación. - Lara, ya hice lo que me pediste. - ¿Qué cosa? ¿Averiguaste quién era Afgani? - No, logré contactar con Larson y con Pierre Dupont, y efectivamente, ellos poseen el casco de Sir Pellinore. - ¡Esos idiotas! –saltó mordaz-¿Y qué dijeron? - Que los llames. Al igual que Takamoto, quieren verte en terreno neutral. Justo entonces sonó el teléfono, y Lara acudió a contestar la llamada. - ¿Buenas noches? - ¡Lara, querida amiga! ¡Cuánto tiempo sin oírte! - ¡Roxie Miller! –exclamó sorprendida-¿Qué quieres? - Oh, nada –respondió Roxie contenta y despreocupada-.Sólo contarte que mañana de noche, en la mansión de mi esposo Alejandro Alonso, daré una cena con todas las ex alumnas. ¿Te gustaría venir? - ¡Ya te aguanté bastante! ¡No te soporto y nunca te soporté, y no pienso ir a esa reunión de serpientes venenosas! –Colgó el teléfono bruscamente. - ¡Lara! –exclamó Alister alarmado-¿Quién es Roxie Miller? ¿Y por qué la tratas así? Roxie Miller era una vieja condiscípula de Lara, habían asistido juntas a la Alta Escuela para Niñas de Wimblendon, y siempre había sido una muchacha vanidosa y aristocrática, al igual que el resto de sus compañeras, y Lara probablemente se hubiera convertido en alguien como ella de no haberse revelado contra el régimen elitista de sus tíos, Lord Errol y Lady Angeline. Lo último que supo de Roxie era que vivía en España, porque había contraído matrimonio con un millonario de Barcelona, pero jamás olvidaría su arrogancia en los años adolescentes. Las niñas estaban rindiendo examen de Biología, asignatura a cargo de la profesora Radcliffe, una mujer alta, delgada y de edad, que llevaba un antiguo vestido negro y llevaba su cabello castaño recogido en un rodete. La mujer era muy severa y estricta, casi nadie se llevaba bien con ella, a excepción de una jovencita esbelta y de pelo negro, quién además era arrogante y presumida. - ¿Alguien podría decirme exactamente lo que es una mitocondria? –La morocha alzó la mano-Diga, señorita Miller. La joven Roxie se puso de pie y recitó con voz dulce y agradable: - Las mitocondrias son los orgánulos celulares que se encuentran en prácticamente todas las células eucariotas, encargados de suministrar la mayor parte de la energía necesaria para la actividad celular, actúan por tanto, como centrales energéticas de la célula y sintetizan ATP por el ciclo del ácido cítrico y la cadena de transportadores electrónicos. La mitocondria presenta una membrana exterior permeable a iones, metabolitos y muchos polipéptidos. Eso es debido a que contiene proteínas que forman poros llamados Porinas o VDAC ( canal aniónico dependiente de voltaje ), que permiten el paso de moléculas de hasta 10 kD y un diámetro aproximado de 20 Aº. - ¡Excelente! –bramó la profesora Radcliffe-Tiene un diez. - Gracias, señora –sonrió la niña, con ternura. - Ahora, ¿quién puede hablar de las células procariotas? –una rubia preciosa levantó la mano-¿Señorita Fuks? Kelly Fuks se puso de pie y comenzó a recitar. - Se llama procariotas a las células sin núcleo celular diferenciado, es decir, cuyo ADN no se encuentra confinado dentro de un compartimento limitado por membranas, sino libremente en el citoplasma. Procarionte es un organismo formado por células procariotas, aunque cada vez más se usa simplemente como sinónimo de procariota. - ¡Brillante! –felicitó la vieja-¡Otro diez! –Kelly sonrió y se sentó en su lugar, intercambiando una mirada cómplice con Roxie. Después de todo, ellas eran las preferidas de la temible mujer -¡Y todas ustedes, niñas ignorantes, aprendan de Miller y de Fuks, que son alumnas excelentísimas! –bramó severamente-¡Señorita Croft! ¡Pase al pizarrón y diagrame una mitocondria! –ordenó. Una hermosa chica de catorce años con dos coletas se puso de pie, asustada debido al miedo que la vieja inspiraba. - En realidad, señora, no nos lo agradezca a nosotras –dijo humildemente Kelly-.Nuestras mamás nos ayudaron a estudiar. - Como sea, hijita. Lo hiciste muy bien –sonrió. Lara temblaba como una hoja en la tormenta, ya que no recordaba cómo diagramar la mitocondria-¿¡Qué espera, señorita Croft!? - Lo siento, profesora –se disculpó, bajando la mirada-, pero no lo sé. - Te comprendo, amiga mía –sonrió Roxie con malicia-.Después de todo, no tuviste una mamá para ayudarte con el tema. Lara enrojeció al instante, captando la indirecta de su venenosa compañera, así que sin más se acercó al escritorio de Roxie y le encajó tan fuerte puñetazo en el ojo que ella cayó del banco y aterrizó en el suelo. - ¡Roxie!-gritó Kelly, alarmada, inclinándose para ver a su amiga. - ¡Me duele! ¡Casi me mata! –aulló Roxie a grito pelado. - ¡Señorita Croft! –gritó escandalizada la profesora Radcliffe-¡No admito marimachos violentas en mi clase! ¡Tiene una amonestación, y llamaré a su padre para que la castigue! - ¡No, por favor no! –suplicó llorosa. - ¡Lo hubiera pensado bien antes de agredir a la santa de su compañera, que es incapaz de pagarla con la misma moneda! La joven Lara comenzó a llorar, y mientras la vieja se la llevaba del brazo, alcanzó a ver como Roxie sonreía y le guiñaba el ojo a Kelly. - ¡Qué malvadas! –se impresionó Alister cuando Lara concluyó su historia. - ¡Malísimas! ¡Una rubia y una morocha! ¡Eran como Barbie y Teresa, cómo odio esas muñecas! De seguro las muy delicadas se casaron y tuvieron hijitos como las muñecas esas, mientras la marimacho de Lara Croft anda dando tumbos por el mundo. ¡Las odio, las odio! –dijo con los dientes apretados –Entonces una idea se le cruzó por la mente y la cara se le iluminó-Ya sé cuál será el terreno neutral para Larson y Pierre, jejejeje ¡La venganza es dulce!–Mientras Alister la miraba desconcertado, Lara marcó un número telefónico y dijo con una voz tan dulce que no parecía ella-¡Hola, Roxie querida! He meditado lo de tu invitación y…
  5. Yo lo haría, pero faltan meses para el final, y es muy largo, todavía no llegué a la mitad.
  6. Bueno, concedo las peticiones de mi AMPLÍSIMO público y cuelgo más. ENTREGA 36 El canto rodado hubiera aplastado a Lara de no haberse ella arrojado al pequeño foso que tenía a continuación. El artefacto, por su parte, siguió de largo hasta dar contra la pared. - ¡Esas enormes bolas nunca traen nada bueno! –refunfuñó Alister, recomponiéndose del susto. - Pues, yo diría que sí –contradijo Lady Croft, tomando entre sus manos la pequeña llave dorada que había en el pozo, llave que por cierto, no hubiera descubierto de no haber sido por buscar evitar la amenaza que suponía el canto rodado. - ¡Hola, preciosa! ¡Que alivio! –saludó Layard en cuanto Lara regresó con él. - Hazte un lado –dijo ella, y utilizó la llave en la puerta dorada, dejando al descubierto la Casa del Bosque del Líbano, nombre que recibía la Sala Hipóstila. - ¡Qué hermosura! Y esta vez no lo digo por ti, querida Lara –farfulló maravillado el criptógrafo. En la Casa del Bosque del Líbano había preciosas esculturas, todas de dorado. Entre ellas, a Zip y a Layard les llamó la atención la de una hermosa reina repleta de joyas, y como Lara explicó, se trataba de la Reina de Saba, mujer riquísima y de buen corazón que había visitado al Rey Salomón en una ocasión, y le había obsequiado enormes cantidades de oro, las cuales ayudaron a la construcción del bellísimo palacio. Sin embargo, a Lara le llamó la atención el resto de las esculturas. - Alister, Rudolf, ¿ustedes saben de quiénes son estas figuras? –A Zip no le preguntó porque estaba segura de que no tenía la menor idea. - No lo sé, Lara. - Ni idea, caramelito mío. - Pues yo sí. ¡Son dioses paganos! ¡Astarté, diosa de los Sidonios! ¡Milcom, dios de los Amonitas! ¡Camos, dios de Moab! ¡Todos dioses paganos! –dijo profundamente asombrada. - Creo que ya tengo la respuesta a eso, primor –anunció Layard-. Según el libro de los Reyes, Salomón, ya de viejo y muerta su esposa, se dejó llevar por sus concubinas y comenzó a adorar a otros dioses. Yavéh le advirtió dos veces que siguiera el camino recto de su padre David y lo adorara sólo a Él, pero fue inútil. - Y por eso el reino se dividió tras su muerte, por un lado Israel y por otro Judá, que era una de sus tribus, y llevaba tal nombre por uno de los hijos del Patriarca Jacob –alegó Alister. - ¡Y miren! –exclamó Lady Croft, que halló inscripciones en hebreo a los pies de la escultura que representaba al Rey Salomón. Así dice Yavéh, ya que yo, Ajías de Silo, profeta de vocación, hablo por su boca. Voy a dividir el reino de Salomón. A ti, Jeroboam de Sereda, hijo del efratita Nabat y la viuda Cerva y sirviente del Rey, te daré diez tribus, y a Salomón sólo le dejaré una, para cumplir mis promesas a David, y porque Jerusalén es la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel. Esto sucederá porque ha adorado a Astarté, diosa de los Sidonios, Milcom, dios de los Amonitas, y a Camos, dios del cerro de Moab. No ha seguido mis caminos ni ha hecho lo que me parece justo ni ha observado mis leyes y mis mandamientos como su padre David. No le quitaré todo el reino, incluso seguirá siendo rey por el resto de sus días, en atención a David mi siervo, a quien elegí y que guardó mis mandamientos y mis preceptos. Pero si tomaré el reino de manos de su hijo Roboam y te daré las diez tribus. A su hijo, sin embargo, le guardaré una tribu, porque quiero que mi servidor David tenga siempre su lámpara encendida en mi presencia en Jerusalén, la ciudad que Yo elegí para poner en ella mi Nombre. Te tomaré a ti y te haré reinar sobre todo cuánto desees y serás Rey de Israel. Si escuchas todo cuanto te ordene, sigues mis caminos y haces lo que me agrada, guardando mis decretos y mandamientos como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré una casa estable como se la edifiqué a David, y te entregaré Israel y humillaré a los descendientes del Rey David, pero no para siempre. - ¡Asombroso! –exclamó Zip cuando Lara terminó de leer-¡De modo que la Tierra Prometida y sus tribus fueron divididas gracias a que Salomón adoró a estos dioses! –Se asustó de repente-¡Oh, Dios mío! ¡Esa estatua parpadeó! - ¿Qué dices? –inquirió Lara, incrédula. - ¡Tal parece que este negro ha bebido demasiada cerveza! ¡Jajaja! –se burló Layard mordazmente. - ¡No estoy loco! –Zip jamás había estado tan asustado -¡Ahora aquella movió la cabeza! - ¡Por favor! Alister, ¿tú que eres inteligente, creerás esta tontería? - ¡Claro que sí, Lara! ¡Mira! Lara y Layard reprimieron un grito de asombro, ya que al girarse vieron a las tres estatuas de dioses paganos fuera de sus pedestales. - ¿Cómo osan profanar el Palacio del Rey Salomón? –se enfureció Camos, alto y anciano, aunque de aspecto vigoroso. - Cada vez que un extraño aparece, nos manifestamos a través de nuestras respectivas figuras y nos encargamos de hacerles pagar por profanar este palacio –añadió Astarté, que era joven, bella y esbelta, pero que al igual que los dos dioses, era completamente dorada, tanto de ropa como de piel. - Y ustedes no serán la excepción. ¡Mueran, mortales! –gritó el apuesto y gallardo Milcom. Los tres dioses lanzaron rayos de energía hacia Lara y Layard; el de Camos era verde, el de Astarté era púrpura y el de Milcom era amarillo. - ¡Auxilio, mami! –gimió el criptógrafo, ocultándose tras una gran vasija del rincón. - ¡Toma esto, viejo barrigón! –chilló Astarté, lanzándole un rayo que destruyó la vasija. Mientras, Lara, como de costumbre, saltaba hacia un lado y al otro disparándoles a las tres divinidades. - ¡Lara, no puedes! –se alarmó Alister luego de un rato-¿No recuerdas a Seth, que casi te mata? ¡Ellos son inmortales, son dioses! - Ya lo sé –murmuró la arqueóloga mientras disparaba-, pero se manifiestan a través de las estatuas. Si las destruyo, tal vez ellos se vayan. Camos lanzó un tremendo rayo verde hacia Lara que, al fallar, destruyó casi por completo una de las paredes. - ¡Cuidado, preciosa! –gritó Layard, que por su parte huía para evitar los ataques de Astarté –Oye, eres una diosa muy bonita, ¿lo sabes? –le dijo muerto de miedo-¿Por qué no me dejas tranquilo? Yo no he hecho nada. - ¡Has osado entrar aquí, gordo sucio! ¡Mereces morir! –gritó la diosa, y siguió lanzando rayos. - Es inútil, no puedes escapar de mí, nefasta mortal –rugió Milcom, que junto con Camos intentaba neutralizar a Lara. - Es increíble –comentó Zip mientras Lara disparaba-Primero Ramsinit, que era un muerto, y ahora estos tres dioses disfrazados de estatuas. Justo entonces, un balazo de Lady Croft derribó la anciana cabeza de Camos, quien lanzó un alarido de derrota. - ¡Has llegado demasiado lejos! –aulló Milcom-¡Astarté, deja de perder tiempo con el gordo y ayúdame con este insecto! - ¡Por toda mi belleza! ¡Le has volado la cabeza! –chilló Astarté. - ¡Sin querer le ha salido un verso a la diosa! –exclamó Zip. - ¡Qué inteligente! –repuso Lara irónica. - ¡MUERE! –gritaron a coro los tres dioses. Aún sin cabeza, Camos podía luchar bastante bien. Con el correr de los minutos, Lara se dio cuenta que si había tenido suerte con él fue porque el dios era un anciano, pero los otros dos dioses eran de apariencia fuerte y joven. Ahora, tres ataques de diferentes colores iban dirigidos hacia ella, quien ya se estaba cansando de disparar en vano. - Todo es inútil –le espetó Camos lanzándole otro rayo. - ¡Somos inmortales! –exclamó Astarté. - ¡Y tú morirás! –gritó Milcom. Ahora, los tres dioses lanzaban bolas de fuego, provocando que la Sala Hipóstila comenzara a arder en llamas. - ¡Lara, creo que de ésta no se salvas! –gimió Zip. - ¿Sabes? Eres la esperanza personificada, pareces Alister. - ¡Oigan, dioses de baja categoría, aquí estoy! –gritó Layard desde su rincón. Los tres suspendieron su ataque y se giraron lentamente hacia él-¡En lugar de hacerle eso a la preciosa muchacha, vengan aquí conmigo, cerdos asquerosos! ¿O qué, tienen miedo? ¡Yo sabía! ¡Son unos cobardes, unas ratas! ¡Especialmente tú, querida diosa! ¡Lara es mil veces más linda que tú, serás inmortal pero eres un asco! ¡Mi abuelita es más atractiva! - ¿Cómo te atreves? –chilló Astarté, fulminándolo con la mirada. - ¡Y tú, viejo sin cabeza, no eres más patético porque no tienes tiempo! - ¿Qué dices? –exclamó Camos, furioso. - ¡Bueno, por lo menos eres más lindo que tu amigo! ¡Eres una vergüenza para los dioses, seguro que los amonitas creían lo mismo! - ¡ACABÉMOSLO! –rugió Milcom. Lara, atónita, comprendió lo que Layard pretendía hacer: distraerlos para que ella pudiera escapar. Los dioses lanzaron al unísono rayos mortales hacia Layard, mientras ella, que no podía soportar el calor del incendiado ambiente, corrió hacia el final de la sala, se deslizó por la rampa que había, y llegó a una estancia oscura y sórdida, desde donde pudo oír el grito desgarrador de Layard tras el sonido del ataque de tres rayos mágicos. Silencio total. - Lo han matado –sentenció Lara, en un susurro-. Mataron a Layard. - ¡Oh, no! –gimió Zip-¡Era un buen hombre, después de todo! Ella estaba completamente de acuerdo con él: Rudolf Layard podría ser un viejo baboso y algo desubicado, pero también un fiel amigo y un gran héroe. - Se sacrificó por mí –murmuró con un hilo de voz. Alister y Zip comenzaron a sollozar, pero Lara no iba a serlo. No iba a dejarse llevar por un sentimiento tan blando como el llanto, ella que era una mujer tan fuerte. Sólo lloró tres veces en la vida: cuando perdió a su madre, a su padre y a sus amigos universitarios; pero no iba a llorar. No iba a llorar. - Prosigamos –dijo con la voz firme, y se abrió paso en la sórdida estancia, sin poder quitarse al valiente Layard de su cabeza. No pasó mucho tiempo hasta que vio una urna tallada en mármol gris, y, sobre ella, una preciosa espada afilada de caballero medieval, con un pequeño artefacto celeste de forma cuadrada. Lara sabía muy bien qué eran: la Espada de Sir Galahad y el Talismán Agua. - ¡Los tienes! –celebró Zip. De pronto, todo se oscureció en la estancia, y una serena voz masculina de hombre joven se hizo oír. - Yo, Esteban, siervo de Jesús de Nazaret, Nuestro Señor el Mesías, te contaré la historia de Moisés, al igual que lo hice ante el Sanedrín, cuyos miembros me asesinaron al oirme hablar, pero me tiene sin cuidado. “Ramsés I, Faraón de Egipto muerto José, hijo de Jacob, esclavizó a nuestra raza y obligó a nuestros padres a que abandonaran a sus hijos recién nacidos para que no tuvieran más familia. Fue en ese tiempo cuando nació el Libertador, Moisés, al que Dios amaba. Su madre tuvo que abandonarlo para salvarle la vida, y al hacerlo, la hija del Faraón lo recogió y lo crió como hijo suyo. Así Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios y llegó a ser poderoso en palabras y obras. “Tenía cuarenta años cuando sintió deseos de visitar a sus hermanos, los israelitas. Al ver cómo uno de ellos era maltratado y oprimido, mató al mayordomo egipcio, y sintió tanta vergüenza que huyó. Se estableció en Madián, donde se casó con Séfora y tuvo dos hijos. “Tiempo después se le apareció Yavéh en el desierto del monte Sinaí en la llama de una zarza que ardía. Moisés quedó perplejo ante esta visión, y al acercarse para mirar, oyó la voz del Señor: “Yo soy el dios de tus padres, el dios de Abraham, el de Isaac y el de Jacob”. Moisés sintió tanto miedo que no se atrevía ni a mirar, pero el Señor le dijo: “Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. He visto cómo maltratan a mi pueblo en Egipto, he oído su llanto y he bajado para liberarlo. Y ahora tú serás enviado a Egipto, como jefe y libertador, y los conducirás a la tierra de los cananeos, donde mana la leche y la miel.” Moisés, quien en sus años jóvenes fuera conocido como el Príncipe de Egipto, en la madurez hizo salir a los hebreos de la Tierra Roja para conducirlos a la Tierra Prometida, realizando prodigios y señales en Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. “Moisés dijo a los israelitas: “Dios les dará un profeta como yo de entre sus hermanos.” Ese hombre, llamado Moisés, fue el Libertador de los Hebreos, el que estaba con nuestros padres en la asamblea del desierto, con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y el que recibió las Tablas de la Ley y las palabras de vida para comunicárselas a todos. Él murió, poco antes de llegar a la Tierra Prometida, y su cuerpo, por deseos del Arcángel San Miguel, reposa aquí, en el Palacio del Rey Salomón, hijo de David, descendiente de Abraham. La oscuridad se disipó y la luz volvió a la estancia. - ¿Ése que ha hablado era Esteban, el discípulo del libro de los Hechos de los Apóstoles? –saltó atónito Alister mientras Lara se frotaba los ojos. - Así es: Esteban. Ni más ni menos –terció. Cuando se hubo recuperado, tomó la Espada y el Talismán y los guardó en su mochila. A continuación echó una mirada a la tumba. - Moisés, Libertador de los Hebreos –dijo con profundo respeto-, siempre honraré tu nombre. Siempre Y recordó la promesa hecha al dios Horus cuando le permitió vivir. De regreso en la Casa del Bosque del Líbano, Lady Croft encontró todo intacto: las estatuas de los dioses en su lugar, ni un rastro de las llamas, y, a los pies de la estatua de la diosa, el cadáver magullado y despatarrado de Rudolf Layard. - Has sido muy valiente. Gracias –murmuró con profundo respeto mientras Zip y Alister se largaban a llorar una vez más. Finalmente, la arqueóloga británica no pudo contenerse y empezó a sollozar. Lara regresó por donde había venido, y al llegar al monte Moria, le hizo una humilde tumba al criptógrafo, y clavó una grotesca cruz que halló entre los restos del Palacio, ya que cuando ella salió, éste había vuelto a sumergirse bajo la tierra. - Si no fuera porque mi madre está en juego aquí, hubiera preferido morirme yo y no tú –dijo arrodillada ante la tumba. - ¿Quieres morir? ¡Pues te daré el gusto! William le apuntaba a la nuca con una pistola.
  7. No comprendo. Hay muchas historias de Tomb Raider escritas por fans, ¿lo que estás queriendo decir es que las adjuntemos en este post o qué? De todos modos yo tengo una, pero quizá moleste que sea tan larga, en el foro ya va por las 9 hojas y no llegó ni a la mitad de la historia. Saludos
  8. ¡Muy buena y con mucha acción! Una observación: ¿Lara llevaba maquillaje en su mochila? ¡Buena idea, no lo hubiera predicho!
  9. No sé como les caerá lo de Maggie, pero muchas mujeres de su edad son así, las divas especialmente. ENTREGA 35 Milca, cortés como solía ser, permitió que el Padre Dunstan permaneciera en su casa aquel día, en agradecimiento por haber liberado a su pequeño hijo de aquel demonio. Y ahora los tres conversaban animadamente sentados a la mesa. - ¿Sabe qué, padre? Me preocupa lo de la señorita Croft. Casi nadie se dirige a ese lugar, por respeto al Patriarca Abraham –dijo Milca. - No se preocupe, señora –desestimó jovialmente el religioso-Voy a contarle algo: cuando Lara era una niña de dieciséis años, me siguió hasta una isla irlandesa poblada por demonios, y solita y sin armas me salvó de que un jinete fantasma de matara –Jairo abrió la boca con un asombro-Así es, niñito, así es, así que ir a la Tumba de Moisés será una tontería para ella. De repente, alguien derribó la puerta de una patada, provocando que la madre y el niño gritaran, poniéndose de pie bruscamente y que el sacerdote se interpusiera entre ellos y el extraño para proteger a la familia israelita. Pero el extraño no era otro que un encolerizado William Rutland, que les apuntaba con una escopeta. Desde luego, no tenía pensado dispararles, él nunca le haría daño a nadie que no fuera la maldita Lara Croft, pero necesitaba amenazarlos para imponer respeto, tal y como siempre hacía su padre, sólo que éste sí cumplía sus perversas amenazas. - ¿Dónde está Lara Croft? –vociferó apuntándoles desde la puerta. - ¡Señor, se lo suplico, hay un niño aquí! –suplicó Milca, de rodillas. Pero el Padre Dunstan, en cambio, estaba de pie, mirándolo desafiante. - Jamás te lo diremos, y no nos harás nada porque nuestra fe en Dios nos protegerá –le espetó. Y la fe del buen hombre dio resultado: un hombre de Gunderson hizo su entrada y aprisionó a Rutland por la espalda. - Tranquilos, todo está bajo control –dijo el calvo, que llegó tras su sicario. Tomó un celular de su bolsillo y comenzó a marcar el número de la Mansión Rutland en Nueva York, mientras el aprisionado Rutland se preguntaba cómo sabían el número. Maggie no dudaba en aprovechar la ausencia de su marido: éste trabajaba desde muy temprano hasta altas horas, mientras ella, que jamás en su vida había trabajado, hacía lo que quería en la casa; y en este caso, lo que ella quiso fue traer a su amante Bob. Bob era negro, alto, extremadamente musculoso, y tenía la edad de William, y ahora, él y Maggie, completamente desnudos, se revolcaban como anguilas en la cama matrimonial. Desde el piso de abajo, Jenny, a quien su señora tenía amenazada para que guardara silencio respecto a sus andanzas, oía los gritos eróticos de los desvergonzados. Después de todo, Maggie era una señora rubia (teñida, por supuesto) cuyo cuerpo esbelto (todo operado) ocultaba perfectamente que tenía más de sesenta años, y aún era una mujer fogosa; por todas estas razones, el joven negro disfrutaba plenamente con ella. - ¡Sigue, sigue, no te detengas! –oía Jenny que aullaba Maggie. - ¡Muérdeme, perra, muérdeme! –gemía Bob mientras la pobre mucama sentía vergüenza ajena. - ¡Así, muy bien! ¡MÁS DURO, MÁS DURO! –Los aullidos de Maggie eran más potentes que el ruido de la aspiradora, y lograban desconcentrar a Jenny de su trabajo -¡Oh, por Dios! ¡Eres un lobo del amor! ¡Grita, grita como Tarzán! - ¡Aaaaaaaaaaaa! –Bob imitó el grito característico del hombre mono en sus películas. - ¡Ahora otro! ¡Superman! ¡El Hombre Araña!! ¡Batman! ¡Robin! ¡El que sea! - ¡Eres lo máximo! “¡Dios mío, la pava está que hierve!” se dijo Jenny horrorizada. Sonó el teléfono y la mujer se apresuró a atender. - Mansión Rutland, buenos días. - Buenos días, ¿estaría la señora Rutland, por favor? –inquirió Gunderson. - Un momentito, señor, no sé si puede. Con el teléfono inalámbrico en la mano, Jenny subió las escaleras en dirección a la habitación, sintiendo los aullidos de Maggie cada vez más fuertes y descontrolados. - ¡Eres mucho mejor amante que mi esposo! ¡Él no me satisface! Sintiendo cada vez más vergüenza ajena, la mucama abrió lentamente la puerta de la habitación, para estrellarse con la cama completamente destrozada y el negro apoyado sobre Maggie besando sus pechos mientras ella gemía acariciándole el pelo. Pero palideció al reconocer a Jenny. - ¿QUÉ HACES AQUÍ, ESTÚPIDA? - Pe… perdón, pero tiene teléfono –tartamudeó. - ¡AL DIABLO CON EL TELÉFONO, DÉJAME GOZAR! –Y arrojó una almohada en su dirección. Jenny se alejó corriendo, sin dejar de oír los retumbantes gemidos de la descarada. - ¡Qué raro! –comentó Gunderson-Aún no me pasan con la señora Rutland, y se oye un ruido muy fuerte… no sé… como un aullido. - ¡Muy extraño! –corroboró el sicario que aprisionaba a William. Era su oportunidad. El ágil muchacho propinó un codazo en sus costillas, le arrebató el arma y le pegó con ella en la cabeza, dejándolo inconsciente. Gunderson se apresuró a darle un puñetazo, pero William, que era más alto, más delgado y menos robusto que él, lo esquivó y lo derrumbó en el suelo de un empujón. - ¡Ahora –exclamó apuntándole con el arma, sintiendo que no era el quien hablaba sino su perverso padre, el senador- me dirán dónde está Lara Croft o juro que lo mato! Los jardines del palacio de Salomón eran impecables, con preciosas plantas cultivadas a su alrededor, y con una fuente plateada en el centro, que representaba al Rey en todo su esplendor, erguido, con su corona real y su brillante túnica. - ¡Maravilloso, Lara! –exclamó Layard-¡Esta belleza sólo se compara a ti! - Los libros bíblicos de Samuel, los Reyes y las Crónicas, se referían a Salomón y al encanto de su época, pero esto es demasiado –comentó sin poder creer que estaba en un sitio tan encantador y legendario. - Precaución –aconsejó Alister-Quizá lo que tenga de lindo lo tenga de peligroso. - Es posible –coincidió Lady Croft sin prestar mucha atención. - ¡Mira, qué ingenioso! –dijo Layard al localizar un pequeño interruptor al costado de la fuente, que accionó sin contemplaciones. - ¡Oh, no! –gritó Alister. No era para menos, ya que el suelo se había llenado de escorpiones venenosos. Lara desenfundó sus armas, pero Layard la detuvo. - ¡Las damas atrás! ¡El caballero se encargará de esto! –Desenfundó una pistola y apuntó a los escorpiones, pero…-¡Maldición! ¡Está descargada! - ¡Qué otra cosa se podía esperar! –resopló Lara. Y, mientras el criptógrafo se subía a la fuente para protegerse, la arqueóloga disparaba a diestra y siniestra, saltando, girando, balanceándose en el aire, evitando en todo momento ser picada. - ¡Huy, estuvo cerca! –suspiró Layard bajándose de la fuente, cuando ya el peligro hubo pasado. - A partir de ahora, mucho cuidado con las palancas o interruptores que pulsaremos –advirtió Lara muy seriamente. - Por supuesto, pimpollito, tranquila –intentó apaciguarla el barrigón. Se abrieron paso a través del hermoso jardín hasta llegar a la entrada principal, cuyas cuatro paredes eran doradas. - En teoría, divina –musitó Layard- deberíamos llegar a la Sala Hipóstila, mejor conocida como Casa del Bosque del Líbano. - La sala debería estar tras esta puerta, pero está cerrada –sentenció Lara tras acercarse a inspeccionar-Yo creo que hay una llave que la abre. Distinguió un pasillo a la izquierda de la puerta cerrada. - Lo intentaré por aquí. Rudolf, quédate aquí por si acaso. - ¿Seguro? ¿No prefieres que este hombre fuerte te proteja? - Por supuesto. Sólo dime dónde está ese hombre. Zip y Alister se echaron a reír, mientras Layard intentaba reprimir su bronca. Así pues, Lady Croft se internó en el pasillo, en el que no tardó en estrellarse con sendas cuchillas giratorias cerca del suelo. Las primeras las pasó saltando, y las segundas, agachándose. Ante ella se extendía un pequeño precipicio, con pinchos en su interior, y una liana en el medio. La exploradora se preparó para saltar y balancearse hasta llegar al otro lado. - Cómo siempre, yo tenía razón –dijo Alister-Este lugar está lleno de trampas. Estoy seguro de que el palacio de la Biblia no era así. - Creo que se debe a la furia de Dios de que este palacio haya sido profanado por Nabucodonosor –aventuró Lara. - De todos modos, no creo que aparezca nada peligroso –opinó Zip, optimista. Un ruido fuerte se hizo oír detrás de ella. Al girar hacia atrás, Lara vio un infernal canto rodado abalanzarse rápidamente en su dirección. - ¡Cuidado! –gritó como siempre Alister, mientras ella pensaba qué hacer para salvar el pellejo, ya que no tenía mucho tiempo.
  10. Un poco de comedia no viene mal, ¿no creen? ENTREGA 34 Rudolf Layard, el criptógrafo, era un hombre de más de cincuenta años, bajito y rechoncho. Lara, como prestigiosa arqueóloga que era, ya había oído hablar de él, y ni bien lo conoció supo que los rumores que corrían entre sus amigos arqueólogos eran ciertos: Layard era un viejo tremendamente verde, sarcástico como ella, que acostumbraba lanzar indirectas sugerentes a las bellas jovencitas. Y una auténtica belleza femenina como Lady Croft no era ninguna excepción. - ¡Vaya, vaya! –exclamó impresionado al verla disparar a un escorpión que amenazaba picarlos -¡Estás en perfecto estado físico, preciosa! ¡Podrías derribar de una trompada a cualquiera, princesita! - Así es. A cualquiera –terció girándose hacia él, secamente. Layard aparentemente captó la indirecta, ya que guardó silencio por un rato. La ciudad de Jerusalén lucía alegre y majestuosa, tanto que Lara comprendió que la influencia del bíblico Rey Salomón había dejado su huella en ella. - ¿Y tú crees que la Tumba de Moisés se halla dentro de las ruinas del templo de Salomón? –inquirió la exploradora con curiosidad. - En efecto, pimpollo, llevo mucho tiempo investigando sobre el tema, y no me cabe la menor duda. - Oye, no quiero ser pesado, pero, ¿qué es este rollo del templo? –interrumpió Zip tímidamente. - ¡Vaya! –exclamó Layard en tono mordaz-¡Este afroamericano tiene de culto lo que a ti te falta de sexy, querida Lara! - ¡Ya escuché a ese gordo baboso! –saltó Zip-¡Cállalo, Lara! - Chicos, parecen niños de cuatro años. Bianca y Peter se portan mejor –dijo Lady Croft impaciente. - ¡Él empezó! - ¡Bueno, ya basta! –Lo que Lara tenía de encantadora lo tenía de intimidante. Layard y Zip se callaron al instante, y la joven, mientras avanzaban a través de la preciosa ciudad, comenzó a narrar:-Salomón fue un gran rey, el segundo de la Gran Dinastía, era descendiente de los Patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. Su padre fue el Rey David, y fue un hombre bondadoso y apuesto según la Biblia. - ¡Qué curioso! –comentó Zip-¿Te has fijado que siempre, en cualquier parte, todos los reyes son apuestos? - No lo creo. Tú eres el Rey de la Ignorancia y no eres ningún príncipe encantador –repuso la irónica chica, despertando carcajadas en Alister y Layard, y rabia en Zip. - Por si no lo sabes, yo soy deseado por muchas chicas… - Zip, si no dejas de presumir hablaré sobre la ocasión en que trajiste una prostituta de lujo a mi casa mientras estaba arriesgando mi cuello en la Selva Amazónica, y para colmo yo tuve que pagarle a esa… - ¡Suficiente! –suplicó el negro, rojo como un tomate. - Bueno, bueno… Como decía, Salomón construyó su palacio, pero muchos años después, muerto él, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se encargó de destruirlo, aunque la leyenda dice que no está realmente acabado. No conozco toda la historia, pero si me lo preguntan, me hubiera encantado convivir en aquella época y ser testigo de semejante preciosura –añadió soñadora. - No comprendo –titubeó Alister-¿Te refieres al palacio o a Salomón? Zip no pudo evitar reírse, y tampoco Layard. - Obviamente, Alister, hablo del palacio –replicó Lara fastidiada. - Bueno, no tiene nada malo que elogies la belleza de un hombre, florcita –añadió sonriente el criptógrafo barrigón-, ya que si así fuera, millones de mujeres hubieran pecado por mi culpa. - Yo pecaré destrozándote la cara si no te callas, hermosísimo –advirtió Lady Croft con una voz extremadamente dulce. - Tranquila, mi reina, sólo bromeaba –Layard intentó apaciguarla-¿Qué tiene de malo que diga la verdad? Soy sensual a los ojos de muchas mujeres. - ¿Sabes qué? –comentó Lara-El otro día estuve mirando “Los Simpson” por televisión y me provocaron la misma reacción que tú con lo que dices –Layard, viendo que no podía contra el ingenio de la arqueóloga, decidió guardar silencio-Y ahora, si no les molesta, basta de bromas. Ya vamos a llegar. Ante ellos se hallaba el monte Moria: el monte en el que Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac, el monte donde se encontraban los restos del envidiable palacio. - En fin, parece que tendremos que escalar. Y sin perder un minuto, Lara comenzó a trepar, seguida por Layard, que pese a ser bajo y de una prominente barriga era un hombre ágil. - Lara, querida, primero en Bolivia, luego en Nepal y ahora aquí en Israel: ¡siempre sin material de escalada! - ¿Sabes algo? ¡Pagaría porque alguien te cierre la boca! –resopló sarcástica. - Yo también –jadeó Layard, que seguía trepando-Por cierto, reina mía, desde aquí se ve perfecto tu trasero. Lady Croft ya estaba realmente irritada, pero de todos modos, ya el Padre Dunstan le había advertido de eso: el hombre era así, esa era su forma de relacionarse con las mujeres bellas. - Oye, deja de comportarte así con una dama como Lara –saltó Alister-¡Sé un poco más caballero! - ¡Sí, claro! ¡Como lo fue Zip con la estúpida pelirroja que trajo a casa! - ¡CÁLLATE! Lara pensó que había ofendido a Zip con su broma, aunque no se lo dijo. Había descargado con él su molestia por el comentario de Layard, aunque, viéndolo de otro modo, ya debería estar acostumbrada a recibir comentarios así. Por un minuto sonrió al recordar al traficante de drogas de París al que había interrogado buscando el paradero de Bouchard, y reflexionó: Layard era un príncipe al lado de aquel atrevido. Un príncipe viejo y barrigón, por supuesto… Arqueóloga y criptógrafo llegaron a lo alto del monte, donde todo el suelo era rocoso y pedregoso. A gatas, se aventuraron a inspeccionar. - ¡Mira, hermosura! –exclamó Layard minutos más tarde-Según estas inscripciones, una palanca cercana atasca el mecanismo del palacio. - Pues hay que encontrarla –sentenció Lara. Tanteó con las manos en el suelo, sintiendo el tacto de las pequeñas piedras. Fue entonces cuando distinguió una diminuta palanca entre ellas, y sin dudarlo tiró de ella. Un tremendo temblor inició en el suelo, provocando que Lara y Layard se apartaran del lugar todo cuanto pudieron, y no salieron de su estupefacción al ver que algo enorme y lujoso surgía de debajo de la tierra hasta imponerse, erguido hacia el cielo como una majestuosa lanza. - ¡Es precioso! –exclamó Lara embelesada. Inmenso, de color dorado e intacto como en los tiempos bíblicos, el Palacio del Rey Salomón había resurgido ante sus propios ojos. Se decía que los lugareños no acostumbraban acercarse al monte Moria por respeto a que era el lugar del sacrificio de Abraham a Yavéh Dios. - ¡Jamás vi nada igual! –farfulló Alister. - Ni lo verás, a diferencia de Rudolf y yo, que vamos a entrar. - Después de ti, ricura de mujer –sonrió Layard, esperando a que se enfadara, simplemente para molestar. Ella no iba a darle el gusto. Se giró y lo miró fingiendo ternura. - Muchas gracias, amable caballero. Nuevamente me equivoqué cuando escribí "templo" en lugar de "palacio". Ese día estaba yo tentado.
  11. Bueno, como dijo Jack el Destripador, vamos por partes (perdón Ana por usar tu frase): 1-Charlotte está en su casa, es una mujer de poco dinero que crió sola a sus hijas, y vive en Inglaterra. 2-¿Por qué Clarisa está ensañada con Tom? Bueno, ya se verá... 3-Lamento decir que me voy hasta el viernes (ningún lugar extravagante, la casa de mi abuelita) pero nos veremos a la vuelta. Les diré algo: en cuanto concluyan los capítulos en Israel, VUELVE AMANDA. Sí señores, luego de un largo descanso, la malvada estará de regreso, y con esto (ya verán por qué lo digo) se dejarán de criticar a Clarisa. Por no mencionar a Maggie y James, ¡les parecerán unos santos! 4-Ésto no lo inventé yo: casi todas las sectas están formadas por gente enferma, por gente que se cree iluminada, y las sectas destruyen familias, influencian a la gente, y la Cábala no es la excepción. Clarisa era tan buena como Charlotte y Carolina hasta que la Cábala le lavó el cerebro. Las sectas son así, más una como esta, que es satánica y busca el retorno de los Nephilim. Es realmente espantoso, la gente no reconoce a sus propios hijos, a sus propios hermanos. ¿Nunca se les ocurrió en AOD pensar cómo estarían las familias de Gunderson, de Boaz o de Muller, ante la idea de que sus familiares sirvieran a un alquimista demoníaco como Eckhart? Es sólo un ejemplo, pero sirve. Saludos, gracias por los cumplidos, espero comentarios y nos vemos pronto.
  12. Bueno, Luciano, reconozco que soy un poco pesado con el tema de los comentarios, pero eso quiere decir que la opinión del lector, ya sea positiva o negativa, es muy importante, demasiado. La misma Ana María lo dijo: "Nada de comentarios como Wow que chulo! porque no aportan mucho". En eso hiciste un excelente papel, me lanzaste un elogio y un tomatazo, pero constructivos. Si no me interesara su opinión no les pediría eso. ¿No crees ? Puede que tengas razón con las descripciones, eso significa que tenés mucho poder de imaginación. Prometo mejorarlo, pero tampoco las esperes tan precisas como las de Tolkien. Si de algo sirve, casi todos los israelitas son morenos, y Jairo no es la excepción. Una vez más, gracias por el elogio Bueno, señores, si bien la obsesión de Cruela Devil era con los cachorritos dálmatas, a estas alturas pensarán que la de Clarisa es con los niños, ¿no? En fin, antes de pasar a la acción en Israel junto a Lara Croft como siempre (próxima entrega) una introducción para conocer más a fondo el entorno de esta mucama morena de 33 años (te estoy describiendo a Clarisa, ¿eh, Luciano?) Consejo: después de leer, vayan a abrazar a sus mamás. Sé lo que digo :cry2: ENTREGA 33 William comprendió de inmediato lo que iba a ocurrir: Gunderson pretendía comunicarse con su madre para avisar que no tardaría en llevarlo junto a ella, aunque por fortuna para él, había contestado el teléfono Jenny y no Maggie. Pero William no podía permitirlo; se levantó de la cama con el mayor sigilo que pudo, hasta situarse justo detrás del matón, y le propinó un fuertísimo culatazo en el pelado cráneo, dejándolo inconsciente. El muchacho americano sabía lo que tenía que hacer: escapar, encontrar a Lara Croft, y matarla de una vez por todas. Pero no lo logró: súbitamente, Clarisa sintió un tremendo mareo, sus ojos se le nublaron, la cabeza empezó a dolerle, y, finalmente, se desplomó en el suelo, desmayada, justo a los pies de la silla de Tom, y con el cuchillo a un costado de ella. Un milagroso desmayo había logrado evitar que la mucama morena acabara con el muchacho castaño. Pero, ¿fue ese un desmayo normal, o había algo más? En el pequeño y cálido hogar de Milca, ésta servía comida a su hijo y sus dos huéspedes. Lara, Jairo y el Padre Dunstan se sentaban en la mesita ratona mientras ella tendía ante ellos platos con cordero. En los antiguos tiempos, Abraham, Isaac y Jacob, sacrificaban corderos en honor a Yavé Dios, y siguiendo esta tradición, el cordero era una comida muy popular en Israel. - ¡De verdad esto es increíble, señorita Croft! –comentó Milca asombrada, sentándose en la mesa junto al Padre Dunstan y enfrente de Lara y Jairo-Bah, en realidad no debería sorprenderme: si mi hijo fue poseído por un demonio del averno, no es extraño que su madre esté atrapada en un mundo mágico, y mucho menos, que dicho mundo exista. - ¡Pero no puedo creerlo! –manifestaba el sacerdote-Hace años yo conocí a Amanda, ¿no recuerdas que tú me la presentaste? Me pareció una chica excelente, nunca pensé que se convertiría en semejante monstruo. ¡Mira que mandar a tu madre a Avalón! - A mí me parece tan increíble como a ustedes –coincidió Lady Croft-A propósito, padre, ¿no sabrá usted de casualidad algo sobre el Talismán Agua? Sólo sé que está en Jerusalén, pero no sé exactamente dónde. El Padre Dunstan titubeó unos instantes. - Tengo una idea aproximada, pero no estoy muy seguro… - No importa, dígala –pidió Lara. La mujer sentía tanto respeto por el hombre que aún luego de tanto tiempo seguía sin tutearlo. Lara, Milca y Jairo se volvieron hacia el cura. - Bueno, pues, se dice que Sir Galahad, tras la muerte del Rey Arturo, se dispersó hasta aquí, hasta la Tierra Prometida, y que halló la tumba de Moisés, el Libertador de los Hebreos. Según el libro de Judas Macabeo, en el Nuevo Testamento Bíblico, Satanás el Maligno, siempre con malas intenciones, buscaba lograr que el pueblo judío pecara de idolatría, y los tentó para que colgaran el cadáver de Moisés en la plaza pública. Logró tentar al pueblo, pero el Arcángel San Miguel le hizo frente y ocultó el cuerpo del Libertador de su diabólica presencia. Nadie sabe dónde está, sólo se sabe que se haya oculto bajo Jerusalén, y que Sir Galahad, ya viejo, logró hallar la Tumba de Moisés. Sin embargo, se cree que la tumba está custodiada por demonios no muy diferentes a los que te enfrentaste tú cuando eras jovencita, mi niña –Lara no pudo evitar sonreír, mientras Milca y Jairo se miraban sin entender-En fin, tal parece que vine a esta tierra santa de vacaciones y estoy en actividad todo el tiempo: desterrando demonios de los cuerpos de los niñitos y ayudando saqueadoras de tumbas –añadió irónico. - Usted no sabe lo agradecida que estoy por ello, padre –dijo Milca con profunda gratitud. - Una cosa -intervino el pequeño Jairo-: el demonio que me dominaba se llamaba Hafgán, ¿no es así? ¿Quién era ese tal Hafgán? El niño había preguntado lo mismo que Lara deseaba saber desde hacía rato. - Buena pregunta, pero no puedo contestarte. Nunca pensé que Hafgán tuviera algo de especial, no tengo ni idea de quién pudo haber sido ese demonio –repuso un poco frustrado el Padre Dunstan. - A mí me suena de algún lado –dijo pensativa nuestra heroína-¡Pero no puedo recordar de dónde! Milca y el Padre Dunstan se encogieron de hombros. - Oiga, señora, la comida estuvo deliciosa –agradeció Lara a Milca poniéndose de pie-Pero ya debo irme. ¡Hay una tumba por descubrir! - Pero no puedes ir sola, querida –intervino el Padre Dunstan-Mira, hay un criptógrafo inglés de apellido Layard instalado aquí en Samaria, ¿por qué no preguntas por él? Yo te acompañaré, si quieres. - Muy amable por tu parte –repuso la exploradora-¡Tumba de Moisés, prepárate para ser descubierta por Lara Croft! Charlotte McClaggen contemplaba silenciosa su hogar, intentando no llorar otra vez. Era una casa común y corriente, digna de una familia inglesa de clase media y trabajadora y nada holgada de fortuna; los muebles eran bellos y antiguos, y por las paredes estaban colgadas fotos familiares en las que sólo se percibía felicidad: una madre y sus dos hijas saludaban sonrientes, y en sus rostros figuraban la franqueza y la inocente dicha. Pero, como bien sabía Charlotte, eran otros tiempos, los tiempos anteriores a que la Cábala destruyera sus vidas para siempre. Charlotte era viuda, rozaba los sesenta y cinco años, y aparentaba ser una mujer de cabello canoso, rechoncha y de constitución debilucha, pero era más fuerte de lo que aparentaba. Su marido, Clark McClaggen, había muerto a poco tiempo del casamiento, y ella había tenido que trabajar duramente y criar sola a sus hijas, Clarisa y Carolina. El resultado fue bueno, ya que nunca les faltó nada, y entre las tres se mantenían muy unidas. Y ahora, Charlotte se encontraba completamente sola, sollozando, rezando y contemplando sus fotos con sus hijas, de las cuales una de ellas había muerto asesinada por su propia hermana, y la otra corría un peligro terrible en manos de aquellos seres repugnantes, de aquella secta monstruosa e integrada por maníacos. - ¡Clarisa, abre la puerta! ¡Te lo ruego! Charlotte lloraba a gritos y golpeaba con todas sus fuerzas la puerta del departamento de Clarisa, que no había tardado en abandonarlas a ella y a Carolina. Su hija le abrió y la observó con la misma mirada fría y pérfida con la que se contempla a un escarabajo venenoso. - ¿Qué quieres, Charlotte? –le espetó despectivamente. - Hija, soy yo, tu mamá. ¡No seas tan cruel! –La anciana estaba a punto de quebrarse. - Tú no eres mi mamá. Fuera de mi casa –y se apresuró a cerrar la puerta, pero su madre la detuvo. - ¡Clarisa, hija mía! ¿Tanto te lavó la cabeza esa sucia Cábala? Vuelve conmigo, por favor, tu hermana y yo te necesitamos –En un intento desesperado, Charlotte acarició el rostro de su hija con todo el amor de una madre. - ¡JAMÁS VUELVAS A TOCARME, SUCIA! –Con profundo asco, Clarisa la apartó de sí misma y la abofeteó descaradamente. Charlotte no podía sentir dolor más grande que el de ser atacada por su propia hija, que ahora le gritaba como si ella fuera un gusano-¡Ya te lo dije cientos de veces! ¡No quiero verte nunca más, ni a ti ni a la zorra de Carolina! ¡Y agradece que no le cuente al Maestro Eckhart que apareciste por aquí, no quiero que se ensucie las manos con una deforme, pobretona e insignificante como tú! –y le escupió-¡Tú ya no eres mi madre! ¿Me oyes? ¡TÚ ESTÁS MUERTA PARA MÍ, IGUAL QUE CAROLINA! ¡MUERTA Y ENTERRADA! ¡Y QUE NUNCA SE TE OLVIDE! –Le gritó bien fuerte. Mientras Clarisa respiraba agitadamente, Charlotte permaneció silenciosa, sintiendo que se le iba a romper el corazón de tanto dolor: ¡Era su hija, su propia hija! - ¡Escúchame muy bien, Clarisa! –La anciana jamás recordaría de dónde sacó tal valor-¡Si tú lastimas a alguien, yo, tu madre, que te di la vida, juro que te la quito! ¡Juro que te la quito! Clarisa cerró la puerta sin más, y su madre continuó llorando, sintiéndose impotente y humillada como nunca antes. Aquel había sido uno de los peores días de su vida: el día en el que comprobó todo lo que la Cábala había influenciado a Clarisa hasta lavarle el cerebro, y trasformarla en ese monstruo; monstruo que, por cierto, ella misma había engendrado, y al que le debía el hecho de tener ahora el brazo enyesado...
  13. Creo que Tihuanaco, es el menos relacionado con la vida de Lara. Por cierto, a mí jamás se me hubiera ocurrido lo de Kurtis y Seth, muy bien hecho.
  14. Lo siento, quise decir Peter, no Alister.
  15. Bueno, hoy decidí darle el gusto a Escorpio: algo gordo y jugoso. Sólo espero que no les parezca cursi el sueño de William, el día que escribí esa escena yo estaba muy inspirado , y tengo mis sentimientos después de todo. ENTREGA 32 Tom, Greta, Bianca y Peter se sentaron a la mesa con total despreocupación, esperando a que Clarisa les sirviera. - Aquí está lo suyo, pequeñuelos –se acercó cariñosamente trayendo bandejas con ensalada y rosbif. – Tom, has sido un niño tan bueno y has trabajado tanto que he decidido hacer el trabajo yo hoy. - Gracias –sonrió mientras ella le servía. Greta también le agradeció, pero Bianca y Peter permanecieron mudos, sin atreverse a mirarla, tal era el miedo que la joven mujer les inspiraba. - Espero que lo disfruten. Está hecho con muchísimo cariño. - ¿No quieres sentarte a comer con nosotros? –le ofreció Greta con su amabilidad tan característica. Clarisa se temía esta pregunta. - No, gracias, tengo mucho trabajo. Ahora vengo, olvidé las bebidas. Se perdió en la cocina, tomó la jarra de jugo de naranja y vertió el líquido en cuatro vasos diferentes, colocando una misteriosa pastilla blanca en cada uno de ellos. Tomó un cucharón cercano y comenzó a revolver la pastilla para que se disolviera en el líquido. - Ya verán que rico está el juguito, niñitos lindos. –dijo con su tierna voz al entregarles los vasos. Se regocijó al ver que los dos adolescentes y las dos criaturitas bebieron el jugo inmediatamente y sin ninguna preocupación, y rió para sus adentros. En muy poco tiempo, la pastilla haría su efecto… Lara se internó en la aldea, donde se vio envuelta en un tremendo bullicio. Todos los aldeanos salían corriendo de sus respectivas casas como si una bomba fuera a estallar en cualquier momento. - ¡Rápido! ¡A la casa de Milca! –oyó gritar a uno de ellos. Un tumulto se armó en la puerta de una de las casas. Hombres y mujeres se amontonaban para entrar, y desde adentro provenían los gritos de una mujer que intentaba ahuyentarlos. - ¡Por favor, déjenme en paz! ¡Dejen de mirar a mi hijo! - ¡No son dignos de estar ante mi presencia, inmundos mortales! La segunda voz masculina, un rugido potente que lograba que se les erizaran los cabellos de miedo a todos los presentes. - ¡Aléjense de aquí, por favor! ¡El pequeño está poseído! La tercera voz, sin duda, pertenecía al Padre Dunstan, el fiel amigo de Lara desde hacía más de diez años, cuando ella, siendo una jovencita de dieciséis años, lo acompañó sin permiso a la Isla Black a enfrentar sola y desarmada todo tipo de demonios y apariciones. De cualquier manera, Lady Croft se amontonó junto a los aldeanos e intentó que la dejaran pasar. Como por las buenas no sirvió, ella tuvo que empujarlos levemente, hasta que logró entrar en la casa. Allí, el Padre Dunstan estaba de espaldas ante ella, contemplando a un niño que desde su cama se retorcía y chillaba de dolor, y a una mujer de treinta y ocho años, pelo negro y algo gordita mirándolo horrorizada. - ¿Qué narices está pasando aquí? –bramó Lara aturdida. El sacerdote giró sobre sus talones lentamente y no pudo menos que sonreír al ver a su vieja amiga. - ¡Lara, eres tú! –y se acercó a abrazarla, olvidando por un momento al niño poseído y su madre desesperada. - ¡Padre, deprisa! ¡MI HIJO! –gritó histérica la aldeana. Lara recordó que, en la Isla Black, había derrotado al demonio Verbelet tan pronto como mencionó su nombre, y en el Bestiario figuraban los nombres de todos los demonios existentes. ¡Ay, si se hubiera llevado el libro consigo! Fuertes disparos resonaron en la aldea, logrando que sus habitantes gritaran despavoridos y se hicieran a un lado de la casa de Milca. - ¡Lara, sal de ahí! –gritó una voz familiar. - ¡Oh, no! –gimió Alister-¿Ese no es William Rutland? - Me temo que sí –repuso Lara con furia, ya que jamás olvidaba una cara, y tampoco una voz-Pero no me explico cómo sobrevivió a los dominios de Nitocris. - ¡Sal de ahí! ¡No lo volveré a repetir! Lentamente y sin mirar atrás, Lara salió de la casa de Milca, ignorando a Jairo, que seguía chillando, y al Padre Dunstan, que le preguntaba quién era aquel hombre. Decenas de mercenarios le apuntaban con francotiradores, y William, al mando de ellos, le apuntaba con una pistola. Los aldeanos, por su parte, retrocedían aterrorizados. - Eres una cualquiera, tal como lo supuse –dijo William con frialdad-Me heriste la pierna y me dejaste sabiendo que la pirámide se inundaba. - Pues tú quisiste matarme. - ¡Tu mataste a mi hermano menor! - ¿Y tú? ¡Eres mucho más asesino que yo, mentiroso! –exclamó con odio-¿Qué hay del profesor Eddinton, por ejemplo? - ¿De qué hablas? –preguntó William sin comprender. - ¡No disimules más! - Ahora –indicó Gunderson desde su escondite, detrás de una de las casas. - Sí, señor –respondieron sus mercenarios, y se lanzaron al ataque. - ¡Aniquílenla! –rugió William a sus hombres. Éstos dispararon a Lady Croft, quien los esquivó ágilmente de una voltereta ante el asombro de todos los presentes. A continuación ella disparaba sin cesar, pero no sólo debía hacer frente a los mercenarios sino también al enfurecido William, que aprovechaba sus distracciones para atacarla. De pronto, un grupo de hombres con uniforme surgieron de la nada y, tras proferir un grito de guerra, dispararon a los mercenarios de William con uzis y no tardaron en liquidarlos a todos. - ¿Y esos tipos? –inquirió Alister con asombro. - Ni idea –repuso Lara, desconcertada. Justo en ese momento distinguió a uno de ellos tirado en el suelo, gimiendo debido al dolor que un disparo, sin duda de uno de los hombres de William, le había provocado en la pierna. ¡Era Marten Gunderson, el pelado sirviente de Eckhart que intentó matarla en el Louvre! Pero no era momento para distracciones: - ¡Mis hombres! –rugió William-¡Ahora te las verás conmigo, desgraciada! Disparó directo a su corazón, pero no atinó. Aún así, provocó que los aldeanos gritaran de asombro. Sin dejar de disparar y comprendiendo que se hallaba ante un enemigo realmente furioso, Lady Croft trepó hasta el tejado de la casa de Milca, en el que aún podían oirse los gritos de dolor del pobre Jairo. William, por su parte, trepó al tejado de la casa contigua y disparó, disparó y disparó. Sin dejar de dispararle, Lara saltó hacia el siguiente techo, conciente de que todos la miraban. Entonces William aceleró la marcha y saltó también. Disparaba a diestra y siniestra mientras la perseguía a través de los techos de todas las casas, y tanto Lara como los hombres de Gunderson le disparaban a él, pero en vano… William era un joven muy fuerte que medía 1.87, y esto, sumado a los deseos de venganza que cargaba en el corazón, hacían que se moviera a la velocidad de un león furioso que busca devorar a su indefensa presa. Pero no todo salió como esperaba… Al girarse para esquivar un brutal disparo de Lady Croft, resbaló y cayó del techo. Lanzó un grito de derrota, acompañando los constantes gritos de asombro de los aldeanos, y cayó inconsciente al suelo. Mientras los israelitas aplaudían, Lara saltó hacia el suelo, dispuesta a eliminarlo. Pero justo entonces… - ¡No! –se interpuso Gunderson, recordando las órdenes de Amanda-¡No lo maten! - ¿Qué haces tú aquí, Gunderson? –inquirió Lara extremadamente sorprendida. - Verá, señorita Croft –intentó explicarse el sicario-: cuando usted mató a ese abominable Eckhart al que yo solía llamar “Maestro” supe el gran error que había cometido al entregarme a esa secta monstruosa, y me juré a mi mismo que si nuestras vidas se cruzaban alguna vez, siempre la defendería. Mis hombres y yo estamos tomándonos unas merecidas vacaciones aquí en Israel, y fue una verdadera suerte que yo estuviera aquí para protegerla. Pero este joven es, ante todo, un ser humano, y no debe ser asesinado. Yo respondo por él. Aún confundida, Lara permitió que Gunderson y sus hombres se llevaran al inconsciente William, y, mientras ellos se alejaban, recibió la ovación de toda la multitud. - ¡Lara! ¡Estás bien! ¡Mis oraciones han dado resultado! –exclamó el Padre Dunstan acercándose a ella. - ¿Qué ocurría en aquella casa? –inquirió mientras él la conducía al hogar de Milca. - Ya lo verás. Y sin más, se aproximó al sufriente y sangrante niño, le tocó la frente con su mano y comenzó a nombrar diferentes demonios, mientras Lara observaba atenta y Milca rezaba en silencio. Finalmente, uno de los nombres hizo su efecto: Jairo se tranquilizó repentinamente, la sangre desapareció de su cuerpo y ahora miraba a su madre con inocencia y desconcierto. - ¡Mami! –saludó dulcemente-¿Quiénes son estas personas? –porque no tardó en reparar en la inglesa y el irlandés. - ¡Hijo mío! –Milca se precipitó en los brazos de su hijo. Lara, entretanto, permanecía silenciosa y pensativa, pensando en el nombre del demonio que había poseído a Jairo: Hafgán, se llamaba Hafgán. ¿Dónde rayos había oído ese nombre antes? William avanzaba a paso firme, con el valor de todo un caballero, luciendo su túnica de príncipe, que lo hacía ver muy elegante y además, combinaban con su cabello negro y prolijo. El ambiente que lo rodeaba estaba plagado de nubes blancas y un bellísimo arcoiris, y a lo lejos, estaba Vivian, la preciosa Vivian, con su preciosa cabellera rubia suelta y usando un vestido rosa que la hacía verse más encantadora todavía. Estaba sentada sobre el césped, sintiendo el aroma de las flores, y suspirando con aire soñador. Por su cándida y dulce sonrisa, el muchacho supo que la joven estaba esperando por él, que por mucho tiempo había guardado que llegara, que se le abrieran los ojos, y que le brindara todo su amor. Con el corazón latiéndole fuertemente, William se aproximó a ella y se arrodilló. Era realmente bellísima, más con esa sonrisa tan cautivadora. - Eres muy hermosa, mi amor –le dijo con ternura acariciando su rostro. Sabía que Vivian había esperado mucho aquel momento, quizá aún más que él. Era su Cenicienta, la que deseaba hacía tiempo que él la rescatara... Y aquí estaba, cumpliendo su sueño, acariciando su rostro, y aproximándose para unir sus tiernos labios femeninos a los suyos, que la deseaban por completo. Pero, de repente. - ¡Apártate de aquí! –gritó la rubia, asqueada, apartando el rostro de William del suyo. Impresionado, el joven echó un vistazo a su alrededor y vio que aquel paisaje tan bonito ahora era un cementerio espantoso y oscuro, repleto de esqueletos putrefactos, sobre cuyas tumbas caían gruesas gotas de lluvia, provenientes de un cielo gris y tormentoso, en el que los truenos y los relámpagos estallaban. - ¿Qué ocurre, princesa? –inquirió William con el mismo tono tierno. - ¡No soy tu princesa! ¡Y jamás pienso serlo! –lo rechazó Vivian, duramente. - Pero, ¿acaso no estás enamorada de mí hace mucho tiempo, tanto como yo de ti? –William la tomó de la delicada mano y la acarició. - ¡Quita sus sucias manos de encima! –se apartó-¡Yo jamás me enamoraría de un repugnante asesino como tú! –Y comenzó a llorar. - ¿Asesino? –inquirió sin poder creerlo -¿por qué lo dices? - ¡POR ESTO! –gritó Vivian, señalando con el dedo. Y al girarse, William vio en el suelo, destrozado y repleto de sangre, el cadáver de Lara Croft. - ¡Tú la mataste! –gritó la rubia-¡Acabaste con la más grande heroína que alguna vez haya existido, y yo no quiero un asesino para mí! ¡Yo me enamoré de un hombre dulce, no de un asesino! ¡Eres una rata, igual que tu padre, William!–y siguió llorando incontrolablemente. Tres ataúdes se abrieron, y tres zombies esqueléticos salieron de ellos y se aproximaron al muchacho, que, horrorizado, los reconoció: ¡Eran su padre, su madre y su hermano! - ¡Felicidades, hijo! –decía Maggie-¡Ahora eres uno más de nosotros! - ¡Asesino como su padre! ¡Bien hecho! –lo felicitó James Rutland padre. - No… ¡yo no soy un asesino! –William retrocedió aterrorizado. - Sí, lo eres –su difunto hermano esbozó una sonrisa cruel-¡Me vengaste! ¡Mataste a la desgraciada que me mató! ¡Bien hecho, hermanito! ¡Ya eres uno más de los Rutland! James padre, Maggie y James junior echaron a reír a carcajadas diabólicas. William vio su túnica de príncipe rasgada, sus manos manchadas de sangre, y luego echó un vistazo, primero a Lara, que yacía muerta y destrozada, y luego a Vivian, que lloraba sin cesar y seguía gritándole que era un asesino. - ¡NOOOOO! Bruscamente, William despertó. Suspiró de alivio unos instantes y se percató de que estaba empapado en sudor. A continuación se echó sobre la cama y se propuso relajarse y volverse a dormir. Volvió a despertar media hora más tarde, pero ya no recordaba nada de ese sueño. Por el contrario, veía que estaba en lo que parecía ser la habitación de un motel, y notó que Gunderson estaba de espaldas ante él, marcando un número telefónico en su celular. - Hola, ¿estaría la señora Rutland, por casualidad? Ya habían trascurrido las horas suficientes, y se produjo el efecto deseado: Tom, Greta, Bianca y Alister yacían completamente dormidos, con medio cuerpo apoyado sobre la mesa. - ¡JAJAJAJAJA! –Clarisa no pudo evitar echar a reír al ver que la pastilla había funcionado-¡Eso es, todos bien dormiditos! Tomó un cuchillo cercano, uno de los más filosos, y se aproximó a Tom. - ¡Por fin te tengo, pendejo maldito! –siseó-¡De esta no te podrás escapar! Alzó el cuchillo en alto, lista para hundirlo profundamente en su cráneo, y eliminarlo…
  16. Bueno, esta vez el honor es para Luciano: algo mediano. Antes un tres cositas: 1-Como verán, a lo largo de la historia Lara a veces parece una mami que cuenta cuentos y Zip un niño, ¿no? 2-Es muy probable que me equivoque en cuanto a fidelidad histórica, así que no sean malos 3-Esto es Tomb Raider, no es El Exorcista, aunque lo parezca. ENTREGA 31 Un sol precioso cubría el verde césped de las propiedades Croft a la mañana siguiente, sol que todos recibieron con aire de optimismo y buen humor, especialmente Lara y Clarisa. La exploradora se encaminaba hacia su próxima aventura, y la espía por fin tendría la Mansión toda para ella sola… Todos, excepto Winston, que no podía moverse de la cama, salieron al jardín a despedir a Lara, que esta vez optó por llevar su traje verde clásico y estaba a punto de subirse a su moto Ducati. Sin hacer caso de las indicaciones de Alister y Greta y correspondiendo a los gritos de ánimo de los niños, de Tom y de Zip, Lara se despidió cariñosamente de todos, exceptuando a Clarisa, que por alguna extraña razón no le simpatizaba. Saludó con la mano y arrancó la moto, perseguida por los gritos de “¡Buena suerte, Lara!”, “¡Tú puedes, pequeña!”, y “¡Cuídese mucho, señorita Croft!”. En cuanto Lara se perdió de vista y el comité de despedida ingresó en la Mansión, Gunderson salió de su escondite, tras una fuente de agua, donde había pasado la noche. Seguro de que nadie podía verlo, echó a correr de los jardines, listo para llamar a su equipo de mercenarios y emprender el viaje. Si bien Egipto era la Tierra Roja, Israel, por su parte, era la Tierra Prometida. ISRAEL A)Samaria El Estado de Israel es un país de Asia que se encuentra en la orilla oriental del Mar Mediterráneo, en la zona conocida como Próximo Oriente. Limita al norte con Líbano y Siria, al este con Jordania, al oeste con el mar Mediterráneo y la Franja de Gaza, y al sur con el golfo de Aqaba (Mar Rojo) y Egipto. Después de cruzar una llanura bastante estrecha se entra en las montañas por malos caminos que suben en áspera pendiente. Se llega a un país pedregoso, todo él erizado de colinas grisáceas con cumbres redondeadas, cuyas escarpadas pendientes cubren tan sólo algunos arbustos. En lo alto de las colinas se han edificado las aldeas y las ciudades, montones de casas sin ventanas que cubre una terraza llana y que parecen cubos de piedra blanca. Era justamente en la ciudad de Samaria donde el helicóptero de Lara estaba aterrizando, y la arqueóloga, allí sentada, respondía a las inquietudes de Zip. - Oye, ¿no me explicarías por qué a Israel se la llama la Tierra Prometida? - Sí, claro, pero es una larga historia. - Pues cuéntala, tengo tiempo. - Como quieras: “Según la Biblia, en Caldea vivía un hombre llamado Abram, cuya esposa, Sarah, no podía tener hijos. Un día Yavé Dios se le apareció a Abram y le ordenó dejar a su familia para establecerse en Canaán, ya que si así lo hacía, lo colmaría con una gran descendencia y su nombre sería honrado para siempre. De modo que tomó a su esposa, a su sobrino Lot y a su rebaño, y se estableció allí, siendo siempre fiel al Señor. Se preguntaba cómo tendría una descendencia si Sarah era estéril, pero en el momento menos pensado, ella quedó embarazada. - ¿Cuántos años tenía Sarah en aquel momento? - Noventa. Zip lanzó una carcajada. - ¿Noventa? ¡Es imposible! - Lo sé, pero la Biblia así lo dice. De cualquier manera, tuvieron un hijo llamado Isaac, y cuando él aún era pequeño, Dios le ordenó que lo sacrificara, por fidelidad a él. Con todo el dolor del mundo, Abram, a quien Yavé cambió su nombre por Abrahám, lo ató a un monte, dispuesto a acuchillarlo. - ¡Yo jamás haría eso con mi hijo, Lara! - Sigamos: justo a tiempo apareció un ángel ordenándole que no lo matara, que aquello sólo había sido una prueba. - ¡Menos mal! - Abrahán murió, e Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Isaac prefería a Esaú, que era más rudo, pero Rebecca, su esposa, prefería a Jacob, que era más precavido. Cuando Isaac estaba viejo y ciego, se disponía a dar su Bendición a Esaú para que continuara con la descendencia prometida a Abrahán. Pero Rebecca y Jacob lo engañaron, e Isaac bendijo a Jacob. Furioso, Esaú se juró matar a Jacob, y él, por indicación de Rebecca, se refugió en Caldea, en la antigua casa del padre de Abrahán, donde vivió muchos años, se casó y tuvo doce hijos. - ¿Doce hijos? ¿No existían los preservativos en esa época? - Zip, o te callas o no te cuento más. - Lo siento. - Así me gusta. Bien, como te decía, Dios le cambió el nombre; desde ahora, se llamaría Israel en lugar de Jacob, y sus hijos serían los doce patriarcas de la Tierra Prometida. El preferido de Israel era José, el menor, y sus hermanos, envidiosos, lo vendieron como esclavo en Egipto. - ¡Qué malnacidos! - Pienso lo mismo, Zip. Pero después de muchos años, todos se reencontraron en Egipto y le pidieron perdón a José, que ya era rico. Israel y sus hijos murieron allí, y con el tiempo, los egipcios esclavizaron a los hebreos. Muchos años después, un hombre llamado Moisés los liberó, iluminado por Dios, y tras mucho tiempo vagando en el desierto, llegaron a la tierra que Yavé les prometió a Abrahán, a Isaac y a Jacob: Israel, la Tierra Prometida, donde estoy por aterrizar. - ¡Que bella historia! –comentó Zip mientras Lara se bajaba del helicóptero-Pero, ¿por qué Samaria? - Porque aquí está instalado un amigo mío que tú conociste en la misa en honor a mi memoria –repuso Lady Croft irónica mientras el helicóptero se elevaba. Samaria estaba edificada en el lomo de una colina, casi enteramente aislada, y por consiguiente, fácil de defender, dominando una gran llanura fértil y bien provista de agua. Y, allí, en una de las casas, alguien llamaba a la puerta. Milca, sudando de los nervios, no demoró en abrir, y no pudo menos que suspirar de alivio al estrellarse cara a cara con la persona que buscaba: el Padre Bram Patrick Dunstan. - ¡Qué bueno que llegó, padre! –exclamó Milca, desesperada-¡Algo le ocurre a mi hijito Jairo! Jairo, un niñito de ocho años, yacía recostado en su cama, retorciéndose de dolor y gritando como si cuchillos candentes le atravesaran la piel. Manaba sangre de su rostro, cosa que su madre, unos años menor que el sacerdote, contemplaba horrorizada. - ¡Padre, por favor haga algo! ¡HAGA ALGO! –gritaba Milca. Pero el Padre Dunstan, inmutable, analizaba la situación con la cabeza fría. Desde luego, este religioso de buen corazón ya se había enfrentado a numerosas criaturas tenebrosas y realizado algunos exorcismos, pero lo que tenía ante sus ojos no se veía todos los días. El cura intuyó que, por lo visto, Jairo sufría los estigmas de Jesucristo en la Cruz, pero rápidamente descartó la posibilidad. Repentinamente, y ante el espanto de Milca, el niño habló con una voz grave y potente, completamente ajena a la suya. - ¡Eres un cura de mie.rda, al carajo contigo! ¿Y tú que me ves, aldeana de porquería? - ¡Hijo, por favor! ¡Soy yo, tu mamá! - Tranquila, señora. Su hijo está poseído por un demonio. - ¡Un demonio! ¡Padre, haga algo ya! –La pobre Milca estaba fuera de control. El Padre Dunstan, acostumbrado como estaba a tales cosas, se acercó delicadamente a la cama del pequeño. - Oye, ¿me dejarías hablar con Jairo, por favor? –pidió con educación. Su respuesta fue escupirle en la cara. - ¡Muy pronto no quedará ninguno de ustedes, humanos asquerosos! –vociferó Jairo ante la impresión no sólo de Milca sino también del sacerdote-¡Nosotros, la Alta Raza, renaceremos y dominaremos el mundo! ¡Si logramos acabar a los inmundos Lux Veritatis, lo haremos también con ustedes, repugnantes mortales! ¡ARRRGGGHH! Impresionado, el Padre Dunstan comprendió que se enfrentaba a un problema poco convencional. Los helicópteros se elevaban en lo alto del cielo, habiendo ya dejado en tierra a un equipo de furiosos mercenarios armados con un apuesto joven moreno al mando de ellos. - Creíste que morí, ¿no es cierto, perra? –murmuraba William con los dientes apretados-Aunque tenga la pierna herida, puedo acabar contigo perfectamente. Prepárate a morir, Lara Croft –y se dirigió a los mercenarios-¡Deprisa, por aquí! Y se adentraron en la ciudad de Samaria.
  17. Bueno, por un lado estoy contento porque hoy cumplo 30 entregas y no hubiera sido posible sin ustedes , pero por otro estoy triste, porque en los últimos días no está viniendo casi nadie ENTREGA 30 - Sé que esto podría habértelo dicho por teléfono, pero no quiero que me escuchen, o puedo tener problemas –explicó Clarisa en voz baja-. Hablé con la Señora Amanda y quiere que acompañes a Lara Croft sigilosamente en la búsqueda del siguiente talismán. Verás, es que el hermano de su novio intentó matarla en Egipto, y quiere que tú te encargues de protegerla. - Ya me lo temía –resopló Gunderson, molesto-, me lo dijo en Argentina, que si pasaba algo debía cuidar de ella. Es que William Rutland también quiso matarla en el Museo Británico, Clarisa. La mujer bebió un sorbo de su capuchino antes de contestar. - ¡Qué ingenuo! –rió-¡Movido por la venganza! Es increíble que algunas personas caigan tan bajo. - Bueno, pues tú hiciste lo mismo con tu hermana, ¿recuerdas? –señaló el mercenario alzando una ceja. - Carolina se había trasformado en una molestia –replicó con los labios fruncidos-, no me quedó más remedio que liquidarla: o era ella o era la Cábala. ¿No recuerdas cuando conocí al Maestro Eckhart? ¡Juré servir en la Organización hasta la muerte! - Y por si esto fuera poco, casi te deshaces de tu propia madre –continuó Gunderson mientras bebía capuchino. - ¡Esa tonta! Trató de defender a la estúpida de Carolina, me pregunto cómo seguirá del brazo –añadió esbozando una sonrisa mezquina-Además, Gunderson, querido, tú traicionaste a tu mejor amigo para entregarte a la Cábala. - Kurtis Trent no era mi amigo, era un imbécil –repuso un poco enojado. - ¿Enserio? –se burló Clarisa-El Maestro Karel decía que tú le tenías mucha envidia, porque era mejor que tú en la Legión. - ¡Tonterías! –le espetó-¿Qué tal si mejor, en lugar de hablar de Kurtis y de Carolina, no hablamos de la tarea que la Señora Amanda te asignó? ¿Cómo vas con eso? - Maravillosamente –respondió sonriendo-Ya me he ganado la confianza de todos, excepto de la idiota –agregó disgustada. - ¿No te has ganado la confianza de la idiota? –saltó Gunderson-¡Eso es lo primordial! - Ya lo sé. Es que no le caigo bien, la conocí hace poco y me miró con desconfianza. - Bueno, lo importante es que hayas logrado matar al vejete… - ¡Tampoco! –Clarisa ya se veía parcialmente frustrada. - ¿No liquidaste al viejo desgraciado? - No. La Señora Amanda ya está al tanto de que fracasé al matarlo, pero sabe que lo volveré a intentar. –Con esa afirmación, Gunderson se tranquilizó-Oye, perdón por hacerte venir de tan lejos, pero como verás, no puedo moverme de mi sitio de trabajo, por órdenes de la Señora. - Te comprendo, Clarisa –Echó un vistazo a la oscura calle, sumida en el silencio-, después de todo, estamos a sólo unas cuadras. Clarisa y Gunderson rieron a carcajadas. - Recuerda –dijo ella entonces-, sigue a Lara Croft sigilosamente, y ayúdala. Pero intenta no deshacerte de William Rutland, o la Señora Amanda te despellejará vivo. Después de todo, es el hermano de su difunto novio. “Todo el tiempo James, siempre James” pensaba Gunderson, “¡Ay, Amanda, si pensaras en mí tanto como yo pienso en ti!” - ¿Te pasa algo? –inquirió Clarisa, al verlo distraído. - No, no nada –Gunderson se apresuró a volver a la tierra, por decirlo de una forma. - Bueno, querido amigo, estoy muy cansada, así que me voy a dormir –Clarisa se puso de pie. - Espera –dijo Gunderson-¿Quién pagará los capuchinos? - Pues tú –le espetó burlona-¿Acaso no eres el hombre aquí? Se alejó, perdiéndose en la oscuridad, y regresó a la Mansión Croft tan sigilosamente como salió de allí. Como verás, Ana María, hoy te doy el gusto: una entrega breve
  18. Simplemente me preguntaba si hay un lugarcito para mi relato en la revista. Es sobre la posible continuación de TRL mezclado con otros TR, especialmente AOD. No sé quién sea que se encargue de esta sección y estoy seguro de que estoy tras una gran lista de espera, pero igualmente me preguntaba eso. Saludos y espero la respuesta
  19. ¿Les cuento algo? Hoy amanecí de muy buen humor, así que a pesar de que ninguno de mis 4 lectores hizo acto de presencia hoy, publicaré más. Una cosita: el cambio de letra en las escenas del Rey Arturo se debe simplemente a que la anterior no me gustaba mucho. Y hoy es un día muy importante porque, luego de 19 entregas, ¡por fin los he sacado de Egipto! ENTREGA 29 Lady Croft tosía sin cesar, a causa del agua que había tragado, y el ardiente sol de Egipto la enceguecía, dado que ya se había acostumbrado a la oscuridad de la Pirámide. Pero allí estaba, fuera de los dominios de Nitocris, tremendamente empapada y estornudando, con el Escudo de Sir Kay y el Talismán Aire en su poder. - ¡Lo has logrado, Lara! –estalló Zip-¡Es increíble! - Pues sí –repuso tosiendo-, pero no ha sido nada fácil. - Y lo mejor de todo –alegó Alister-, es que ahora continuarás la búsqueda de los artefactos tranquila, ya que Rutland no te molestará más. - Jamás un enemigo ha durado tan poco –se lamentó Lara-, pero todo sea por ti, mamita –añadió ausente más para sí misma que para ellos-Es hora de volver a casa y descansar un poco. ¡Hasta pronto, Egipto! ¡Te echaré de menos! –exclamó felizmente, alzando los brazos. Después de todo, la Tierra Roja siempre formaría parte de ella. Tom, sonriendo como idiota, se apresuró a alcanzarle el té con galletas a Greta, que aguardaba en la mesa del estudio. - Aquí tienes –sonrió, dejándolos en la mesa. - ¡Ay, gracias! –Greta le devolvió la sonrisa y, con toda la delicadeza de una señorita de trece años, bebió un sorbo de té.-¡Está riquísimo! ¡Te sale mejor que a Clarisa, incluso mejor que al abuelito! - Es que me esmeré para prepararlo –repuso ruborizado-¿Te imaginas la vergüenza si el té no te gustaba? - No es para tanto –respondió la niña, quitándole importancia al asunto-Ven, siéntate –le ofreció amablemente. - ¿De veras? –El adolescente no podía creerlo. - Claro. Sin dudarlo un instante, Tom se sentó a su lado. - ¿Sabes? –dijo ella-Cuando vine aquí, creí que sólo me encontraría a Lara y a mi abuelo. No tenía idea de que Zip y Alister se instalaban aquí ahora, ni mucho menos encontrarlos a todos ustedes. - ¿Y eso es mejor o peor? - ¡Mucho mejor! –sonrió-Especialmente por tus hermanos, son las criaturitas más lindas que jamás he visto. - Es cierto –corroboró, bajando la mirada-, y no te imaginas lo que eran cuando nacieron. Cuando tuve a Peter en mis brazos no lo podía creer, y Bianca me conquistó desde la primera vez que sonrió. Greta no tardó en notar la preciosa sonrisa que se había dibujado en el rostro del muchacho al hablar de sus pequeños hermanos. - Nunca le perdonaré a mi padre lo que nos hizo –añadió ya sin sonreír, y con los puños apretados-Mamá murió cuando Bianca era pequeña, y él después de eso nos abandonó. Tuve que criar yo sólo a mis hermanos, lavando los coches, pidiendo limosna… a veces nos pagaban por hacer mandados, pero casi siempre teníamos hambre. Bueno, yo más que ellos, porque les regalaba la comida que conseguía. ¡Era horrible cuando se quejaban de que tenían hambre! La voz comenzó a temblarle, y dejó escapar algunas lágrimas. - Pobrecito –se compadeció Greta, y lo abrazó-Has sido muy valiente haciéndote cargo de tus hermanitos, Tom, y no te preocupes, Lara es muy buena y no te faltará nada aquí. Tom no resistió más y se abandonó a ella, abrazándola también. - Gracias –sollozó. Los adolescentes se separaron muy delicadamente, y el muchacho se apresuró a enjugar sus lágrimas. En otro rincón de la Mansión, Bianca y Peter jugaban a corretearse, mientras gritaban, saltaban y provocaban gran jaleo en el pasillo. Finalmente, Peter ya no pudo escabullirse de su perseguidora y Bianca llegó a agarrarlo del cuello de su remera. - ¡Te toqué! –rió la pequeña, burlonamente-¡Ahora tú eres la mancha venenosa! - Cállate –le espetó el niño, enseñándole la lengua-Las niñas no jugar, hacen trampa. Se detuvieron en seco al oír la voz de Clarisa tras la puerta que conducía a su habitación. - Si, mi Señora, así es, se lo he oído decir a ese tal Zip: ¡Lara Croft ya ha encontrado el Talismán Aire! Sin duda estaba hablando por teléfono. Debido al silencio, de seguro quién hablaba ahora era su interlocutora. - Claro que no, mi Señora –respondió Clarisa riendo-. Parece que usted no conoce mis capacidades actorales. –Su interlocutora volvió a hablar, y los curiosos niños agudizaron el oído-No, no hay molestias, descuide. La mantendré informada de todo, de todo lo que ocurra aquí. Puede estar totalmente tranquila, mi Señora. Adiós, y cuídese. Colgó, y los niños intercambiaron una mirada de desconcierto. Súbitamente fueron sorprendidos por Clarisa cuando abrió la puerta, y la mujer se quedó de piedra al verlos. - ¿Qué hacen ustedes aquí? –inquirió disimulando su nerviosismo. - Nada –dijo Bianca tímidamente, algo asustada por la expresión de Clarisa. - Sé muy bien que escucharon lo que dije –espetó. - No, no, no oímos nada –El que tenía miedo ahora era Peter. - Quiero que me prometan que no le dirán a nadie lo que oyeron, o llamaré al Cuco –advirtió Clarisa. - ¡No, al Cuco no! –exclamaron las criaturas con mucho miedo. - Entonces prométanlo. - ¡Sí, sí, te lo prometemos! –Los indefensos niños incluso se arrodillaron ante la mujer. - Así me gusta, son niños inteligentes –felicitó Clarisa con total ternura, acariciándoles el cabello, mientras ellos se ponían de pie con desconfianza. - ¡Hola, estaban aquí! –Tom acababa de llegar, seguido por Greta. - ¿Pasa algo? –inquirió la jovencita, captando las extrañas miradas de Bianca y Peter. Éstos se estrellaron con la mirada amenazante de Clarisa. - No, no nada –aseguró Bianca con carita inocente. - Ah, bueno –sonrió Greta tomando en brazos a la pequeña-Ven aquí, princesita, no molestes a Clarisa, que está trabajando. - Y tú también, campeón –añadió Tom, tomando en brazos a su hermanito. - Ah, Tom –dijo entonces Clarisa-: discúlpame lo del otro día. No se lo que ocurrió, la llave se atoró. - No te preocupes –sonrió el muchacho con franqueza-, y perdón si mis hermanos te estuvieron molestando. - No fue nada –repuso despreocupada-¡Estos niños son un encanto! Se acercó y besó la mejilla de Peter, dejándolo algo nervioso. A continuación Tom, cargando en brazos a Peter, siguió a Greta, que se alejaba con Bianca en brazos. “¡Este infeliz me las pagará!” se dijo Clarisa, inquieta, “¡Juro que me las pagará!” Unas horas más tarde sonó el timbre, y todos, impacientes, se abalanzaron sobre la puerta. Y en cuanto Zip abrió y Lara apareció en el umbral con una sonrisa de oreja a oreja, gritos de alegría y de victoria acompañaron los abrazos que la exploradora británica recibió. - ¡Sabía que lo lograrías, Lara! ¡Lo sabía! –exclamó Greta, radiante. - Es usted muy fuerte, señorita –dijo tímidamente Peter, pero se calló tan pronto como ella, embelesada, lo tomó en brazos y besó su mejilla, poniéndolo colorado. - ¡Lo logré! ¡Lo logré! ¡Soy indestructible! –gritaba ella mientras los demás aplaudían. Pero se frenó en seco al ver a entre la multitud a una mujer morena de unos treinta y tres años, a quién Lady Croft no conocía. - ¿Y ella quién es? –inquirió. - Te la presento –dijo Zip-Lara Croft, la dueña de esta casa; Clarisa McClaggen, la nueva mucama, ayudará a Tom en sus tareas. - ¿Tú la contrataste, Zip? –inquirió ceñuda. - Así es. - Encantada, señorita Croft –se presentó Clarisa inocentemente, tendiéndole la mano. Lara la miró desconfiada un instante y estrechó la mano de Clarisa, quien no borraba su sonrisa de sumisa. - Esa mujer tiene algo raro, no me gusta nada –comentó Lara a Zip mientras subían la escalera. - ¡Por favor, es una santa! –Zip le quitó importancia al asunto-¡Deja de ver fantasmas! - ¡Señorita! –exclamó Winston desde su cama en cuánto ella, Zip y Greta, llegaron a su habitación-¡Ha regresado, sana y salva! - ¿Cómo está mi enfermo favorito? –reía ella mientras lo abrazaba. Aprovechando el rato de cariño entre señorita y mayordomo, Greta salió de la habitación y le indicó con el dedo a Zip que la siguiera. - Oye, Zip, ¿no deberíamos contarle a Lara lo del otro día? - ¿Y qué vamos a decirle? ¿Qué primero Winston comenzó a armar escándalo diciendo que lo habían envenenado y que luego no le pasó nada y se sintió perfectamente bien? ¡Lara creerá que se volvió loco! - Sin embargo esto a mí no me gusta nada –manifestó Greta-¡Si él se quejaba era por algo! - Deja de preocuparte –le espetó Zip-¿no ves que no era nada? Pero no había forma de convencer a la muchacha: si Greta intuía que su abuelo corría peligro, significaba que su abuelo corría peligro. Esa noche, Lara se acostó temprano. Estaba muy cansada con el viaje y debía reunir energías antes de iniciar la búsqueda del siguiente talismán. De modo que, como de costumbre, puso las pistolas bajo su almohada y se sentó en la cama, lista para proseguir su lectura antes de dormir. Los Caballeros de la Mesa Redonda se sentaban en torno a ella, cada uno en su sitio correspondiente, aguardando impacientes la llegada de Su Majestad. Y por fin, éste hizo su entrada, acompañado por Merlín y por un apuesto muchacho de dieciocho años, rubio y de ojos azules. - Caballeros de la Mesa Redonda –anunció Arturo -les presento a Sir Lancelot. Este joven ha demostrado una valentía excepcional a pesar de su edad y merece ser uno más de nuestros caballeros, así que, ¡Dadle una cálida bienvenida! Los caballeros estallaron en aplausos, que Lancelot respondió con una introvertida sonrisa. Se dispuso a sentarse, justo en la silla que estaba a la derecha de la del Rey… - ¡Alto ahí! –dijo Merlín con voz potente. Lancelot se detuvo en seco, y tanto rey como caballeros miraron fijo al viejo mago-¡Aquel que ose sentarse en la Silla Prohibida morirá! Muy pronto llegará alguien aquí, caballeros, que será el Mejor Caballero, el único que podrá ocupar la silla a la derecha del Rey. Mientras tanto, no se sienten aquí o morirán. - Tonterías –replicó uno de los caballeros, poniéndose de pie-Mírenme todos –y el atrevido se sentó en la Silla Prohibida. Al principio no le ocurrió nada, pero luego, comenzó a chillar y a retorcerse como si le estuvieran aplicando un hierro al rojo vivo, y ante las miradas atónitas de todos (excepto de Merlín) estalló en mil pedazos, sin dejar la menor imperfección sobre la silla. Merlín se acercó a ella con total tranquilidad. - ¿Lo ven? Si alguien que no sea el Mejor Caballero comete la osadía de sentarse en la Silla Prohibida, ¡morirá! Lara, impactada, dejó el libro a un costado, cada vez con más dudas en el interior de su cabeza. Primero, Morgana engañaba a su hermano para que éste le hiciera el amor y la dejara embarazada, y luego, Merlín se refería a alguien conocido como el Mejor Caballero que resultaba no ser Sir Lancelot. Por lo que Lady Croft recordaba, Lancelot había sido el más joven y el más valiente de todos ellos, lo que hacía imposible creer que haya habido alguien mejor que él entre los Caballeros de la Mesa Redonda. Pero ya se sentía muy cansada, así que apagó la luz y se dispuso a dormir, sin dejar de preguntarse quién demonios habrá sido el único ocupante de la Silla Prohibida, el Mejor Caballero… La Mansión Croft se hallaba sumida en el silencio, y todos sus habitantes dormían plácidamente. Bueno, todos exceptuando a Clarisa; la mujer, segura de que ya nadie estuviera despierto, descendió sigilosamente por las escaleras y, cubierta con una capucha negra, abrió la puerta de salida; atravesó los preciosos campos de Surrey, en los que no se oía nada más que el débil cantar de un grillito, y abandonó las propiedades Croft con la mayor cautela posible. No había casi nadie en la calle, hacía frío y la oscuridad era casi total. Clarisa, temblando por el frío y aferrándose fuertemente a la capucha, cruzó tres cuadras hacia la derecha y entró en un bar de aspecto pobre y mugriento, uno de los más pobres y olvidados que había en Wimbledon. La morena se dirigió al hombre de la barra, al cual le pidió dos capuchinos, y se sentó en una mesa para dos personas. El lugar estaba casi desierto, excepto por dos hombres de aspecto miserable que charlaban a gritos, y un televisor encendido a todo volumen en un canal de fútbol. Clarisa comenzaba a aburrirse de tanto esperar a la persona que había citado allí, y a ratos, molesta, echaba una mirada al viejo reloj de pared. Éste acababa de indicar que era la una de la mañana, y ella ya estaba a punto de perder la paciencia, cuando el individuo en cuestión hizo su aparición. - ¿Qué tal, Clarisa? - ¡Por fin, Gunderson! ¡Ya estaba cansada de esperar aquí! - Fuiste tú la que me citó –repuso el mercenario, sentándose frente a ella-Te escucho: ¿de qué querías hablarme?
  20. Bueno Luciano, no me esperaba ésto de Boaz, parece la Resurrección de los Muertos Vivos, por decirlo de una forma. Si hay algo en lo que te destacás es en ser impredecible, es decir, que los lectores a la hora de leer no imaginan qué ocurrirá. De casualidad se me ocurrió Boaz, pero no creí acertar. Seguí así.
  21. No te preocupes, Luciano, la culpa fue mía porque coloqué una entrega un poco vacía, era para dejarlos con la intriga, pero fue vacía. ENTREGA 28 Los mercenarios dispararon a quemarropa, pero los saltos laterales de la muchacha lograron evitarlos; acababa de liquidar a un mercenario oculto tras la primera columna derecha, cuando percibió que otro le disparaba desde la segunda de la izquierda. En cuanto ella saltó hacia atrás, el hombretón se desorientó al perderla de vista, sólo para estrellarse con Lady Croft a sus espaldas, que a puño limpio le destrozó el estómago, y de un mamporro en la nuca lo dejó inconsciente. - ¡Alto ahí! –cuatro de esos tipos la rodearon hasta formar un círculo en torno a ella. - ¡Oh, no! –exclamó Lara, asustada-¡Cuatro de ustedes contra mí! ¿Qué haré ahora? Se cubrió la cara con las manos, y aparentemente comenzó a llorar, lo que provocó la distracción de los hombres. Y sin más, la arqueóloga se lanzó sobre uno al que dejó inconsciente y derribó de una patada, y lo mismo hizo de un culatazo con el que había junto a ella, que se había quedado mirando atónito como se había lanzado contra su compañero. Los dos restantes se prepararon a disparar, pero no tardaron en caer, ya que con un par de saltos y de disparos, Lady Croft se los quitó de encima. Creyó que el peligro había pasado, pero repentinamente, la sala se inundó de mercenarios que disparaban sin cesar en su dirección. Lara, como siempre, comenzó a saltar y disparar, pero ya comenzaba a cansarse y el recurso no le resultaba demasiado. Fue entonces cuando vio un enorme candelabro amarillo en el techo, y disparó en su dirección. Éste se vino abajo, aplastando a todos los mercenarios, y se hizo el silencio tan pronto como se había armado el alboroto minutos antes. - ¡Huy, por poco! –suspiró Alister - Ahora viene lo más emocionante –repuso Lara radiante, recogiendo la Llave del Sarcófago-: la Sala Subterránea. G)La Sala Subterránea Al descender debajo de todo, Lara se maravilló ante las soberbias puertas plateadas que la aguardaban, y al introducir la Llave, no tardaron en abrirse. - Ten cuidado –previno como siempre Alister-, tengo entendido que la Sala Subterránea está plagada de trampas. - No es ni la primera vez ni la última que me enfrento a esto –se despreocupó Lady Croft. Sin embargo, al dar dos pasos se percató de que el suelo estaba llenándose de escarabajos asquerosos y venenosos, por lo que, sin hacer caso de las exclamaciones asustadizas de Alister, se aferró a las barras que había arriba de ella, y avanzó balanceándose como un mono, mientras veía a los escarabajos inundar el suelo e intentar alcanzarla sin el menor éxito. Al soltarse, un piso más arriba, vio frente a ella una pendiente que descendía hasta un pozo extremadamente profundo, y del otro lado, todo el suelo estaba infestado de pinchos. Para completarla, una cuchilla móvil se ubicaba en lo alto, justo al final de la pendiente. - Parece que tendrás que planear muy bien tu salto –observó Zip. - Si un niño inquieto salta de una cama a otra le resultará más sencillo que a mí esto. - ¡Que soberbia! - Silencio, Zip, tengo que concentrarme. Justo en ese momento, la cuchilla móvil giró hacia la derecha, y Lara, sin perder un instante, se deslizó por la pendiente; en el momento en que iba a caer al pozo, la cuchilla giró hacia la izquierda, y Lady Croft saltó y llegó hasta el otro lado, donde, como dije antes, el suelo estaba repleto de pinchos. Sigilosamente, Lara giró hacia la derecha, y avanzó por un pequeñísimo espacio libre de pinchos, y luego repitió el camino hacia la izquierda, logrando superarlos sin que la rozaran, aunque por muy poco. Tras un salto con carrerilla y aferrándose al saliente, Lady Croft llegó a la siguiente estancia, llena de preciosas esculturas que representaban a Nitocris. - ¡Qué hermosura! –dijo embelesada. Y, por una de esas casualidades de la vida cotidiana, una de las estatuas cobró vida y se dispuso a atacarla, a estrangularla con sus propias manos de estatua. Procurando mantenerse alejada de ella, Lara disparó sin cesar, una y otra vez, pero la estatua de Nitocris no se daba por vencida, y amenazaba con hacerla papilla. - Lara, creo que las armas no le hacen daño –gimió Alister. - Entonces sólo hay una manera de destruirla –decidió Lara sin dejar de saltar. - ¿Cuál? - ¡HUIR! Aprovechando un instante de distracción de la estatua, Lara echó a correr por un pasillo a la derecha, seguida por ella. El pasillo continuaba en un largo camino con numerosas bifurcaciones, y Lady Croft no tenía ni idea de qué camino debía tomar, pero daba lo mismo: lo importante era perder de vista a la estatua; así que aconsejada por Zip y Alister fue primero por la izquierda, luego la derecha, otra vez la derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda y derecha… en todo momento oía tras de sí los enormes pasos de la estatua tras ella, cada vez más furiosa por no poderla alcanzar. Finalmente, encontró lo que buscaba: una palanca. Sin pensarlo dos veces e ignorando a Alister, Lady Croft tiró de ella, y repentinamente, la estatua estalló en mil pedazos. - ¡No puedo creerlo! Esta vez de verdad creí que no sobrevivirías –comentó Zip, aliviado. - Todo muy lindo, pero con tanto pasillo me he perdido. Distinguió una entrada ante ella, y al aproximarse, llegó a una estancia iluminada por una luz dorada, y en el fondo de ella, un precioso sarcófago de color azul. - ¡Hemos llegado! –exclamó Lara con regocijo-¡El Sarcófago de Nitocris! Se acercó muy lentamente, y sobre el sarcófago, vio un reluciente escudo de plata, digno de un caballero medieval, y junto a él, un pequeño artefacto esculpido en forma de rombo, de color blanco. - ¡No puedo creerlo, Lara! –se maravilló Alister.-¡Has encontrado el Escudo de Sir Kay y el Talismán Aire! ¡Eres una genia! - Lo sé, lo sé. Firmo autógrafos los martes –ironizó mientras guardaba los artefactos en su mochila. –Éste ha sido un juego de niños comparado con anteriores desafíos que he tenido que superar. - Pues éste no lo superarás, querida. Lara giró sobre sus talones y vio acercarse a William, que empuñaba una pistola y la miraba con suficiencia. - ¿Tú aquí? –se sorprendió ella-¿Cómo lograste superar la Sala Subterránea? - ¿Qué? ¿Te asombra, puerquita? Estoy muy bien físicamente, como verás, y además, tengo mejor corazón que tú. Lady Croft echó a reír. - ¡Por favor, Rutland! ¡Tú te pones en papel de víctima reclamándome por tu hermanito, pero eres mucho peor que yo! William no podía creerlo: ¡aquella ilusa primero mataba a su hermano y luego lo juzgaba como persona! - ¡Eres una descarada, Lara Croft! Y sin embargo, te daré el gusto: estarás por siempre junto a una de las tumbas que tanto te gustan, y nunca jamás se verá tu horrenda cara en ninguna parte. Sin más preámbulos, William disparó en su dirección, esquivando ella el tiro de un salto. Lara recordaba su pelea con James Rutland junior en Ghana, y definitivamente, éste había sido mucho menos resistente que su hermano mayor, el cual, pese a que no lograba atinarle, seguía disparando, y a su vez, esquivaba ágilmente los ataques de Lara. Sus condiciones físicas eran sorprendentes, muy superiores a las de su hermano, hasta el punto que Lady Croft debió reconocer que se hallaba ante un rival realmente duro; un rival movido por el rencor y la venganza, que no se rendiría hasta matarla. Sin embargo, los disparos de William daban en el Sarcófago, y los de Lara se perdían en el aire; ninguno de los dos lograba vencer a su oponente, y ninguno de los dos se rendía. Hasta que finalmente, un balazo de Lara dio de lleno en la rodilla derecha de William. El muchacho se desplomó lentamente, acariciando su pierna herida, de la cual manaba sangre, e intentaba alcanzar el arma, que había dejado caer al suelo, pero sus fuerzas no le respondían. Tenía que matarla, hacer justicia, era lo correcto… Lara se le acercó lentamente, y William se vio de rodillas ante ella, sintiendo la mayor vergüenza del mundo y un odio inconcebible hacia aquella invencible mujer. - En esa misma postura estuvo tu hermano, en Ghana –comentó ella. William lo tomó como una ofensa terrible. - ¡Eres una asesina del demonio! - ¿Y tú no? –ironizó. - ¡Claro que no! –estalló. - No puedo creerlo –saltó Lara enojada-Yo por lo menos asumo mis culpas, tú ni siquiera eso. - ¿A qué te refieres, culebra? En ese entonces, tanto Lara como William percibieron que el nivel del agua subía cada vez más, pero muy lentamente. - ¡Ay, no! –gimió Alister de repente-¿Recuerdas la leyenda, Lara? ¡Nitocris permitió el acceso de las aguas del Nilo a la Sala Subterránea! ¡Debes huir o todo se inundará! - ¿Qué ocurre? –inquirió William asustado, aún de rodillas -¿Qué pasa con el agua? Lara no contestó, sino que salió huyendo de allí, dejando a William tirado, mientras el agua subía y subía. - ¡Alto, vuelve aquí! –los gritos del desdichado la perseguían. Mientras un violento torrente de agua la acechaba, Lady Croft atravesaba nuevamente los pasillos que había cruzado al huir de la estatua de Nitocris, y en cuanto llegó a la sala de trampas ya todo estaba inundado. Por un lado eso era mejor, ya que no tenía que atravesarlas, pero se estaba quedando sin aire. Tenía que llegar hasta la puerta de salida, tenía que llegar… Y en la sala del sarcófago, alguien había perdido todas sus fuerzas. El lugar ya estaba completamente inundado, y William Rutland mantenía los ojos cerrados, sin poder soportar el dolor de su pierna, aguardando su próximo fin. La maldita Lara Croft se había salido con la suya: había matado a James y lo había derrotado a él. Sus padres tenían razón, era un fracasado, no había podido hacer justicia. William ya se había rendido. En cualquier momento perdería por completo el aire, y ya nunca más vería a su familia… ni a Vivian.
  22. Como habrán notado, estuve ausente unos días por exceso de exámenes escolares, pero ahora tengo 15 días de vacaciones . Esta entrega no es muy grande, es que hoy estoy muy cansado como para publicar más, y creo que dejo el relato en un buen punto. De cualquier forma, Luciano pidió entregas medianas, Ana cortas y Escorpio grandes. Le daré el gusto una vez a cada uno, la de esta vez es corta. Disfrútenla. Ah, Luciano, ¡buen chiste el de las escenas interactivas! ENTREGA 26 F)La Pirámide de Micerino - Realmente extrañaré a Putai, me cayó bien –comentó Zip. - Vamos, ¡no es una despedida, sino un hasta luego! Y si no me dejan concentrarme será un adiós, chicos, ¿eso quieren? A Lara le encantaba charlar con Zip y Alister, pero sabía que si se distraía con su conversación posiblemente acabaría muerta, ya que debían sortearse numerosos peligros para atravesar la Pirámide del Faraón Micerino, donde según la leyenda, se hallaba la Sala Subterránea, y dentro de ella, el Sarcófago de Nitocris. Numerosos jeroglíficos e inscripciones antiguas rodeaban las impecables paredes, así como también dibujos representando a Micerino, poderoso y triunfador, o a Nitocris, reposando en su sarcófago, entre tantos otros, sin duda familiares del poderoso Faraón. - ¡Cuánta belleza! –exclamó Lady Croft mientras avanzaba. - Sí, pero, ¡quién sabe! El espíritu de Ramsinit rodeaba su antiguo palacio millones de años después, ¿quién te asegura que no haya un espíritu en esta ocasión? –sugirió Alister, inquieto. - No creo –dijo Lara con desconfianza-¿Quién podría estar rondando por aquí? Se dirigía hacia una puerta frente a ella, de la cual entonces salió… - ¡Rutland! - Así es, Lara –corroboró William despectivamente, arrimándose al costado izquierdo de aquella puerta, en el que había un interruptor. - ¿Qué haces aquí? –inquirió desafiante-¿cómo sabías que estaría aquí? - Llegué de Nueva York hace una semana –explicó-, de casualidad me topé con tu amigo francés y lo obligué a decirme todo sobre ti. Intenté matarte en el hospital, pero no lo logré, y como sabía que estarías aquí, decidí esperarte. ¿Te gustaría volar? William recordaba que, dieciséis años atrás, durante la conferencia que había brindado Von Croy en su colegio, les habló detalladamente sobre la Pirámide de Micerino, ya que la había explorado en una ocasión; por lo tanto, conocía todos o casi todos sus secretos. De cualquier manera, William accionó tal interruptor, provocando que el suelo que Lady Croft pisaba se viniera abajo. El muchacho sonrió al oír su grito de sorpresa, mientras que Lara, luego de una caída espantosamente profunda, aterrizó sobre agua, sintiendo un alivio inconcebible de haber evitado la muerte una vez más. - ¡Oh, no! ¡El hermano de Rutland! –se escandalizó Alister, que no olvidaba lo ocurrido en el Museo Británico. Mientras tanto, nuestra heroína exploraba el entorno; pese a haber llegado a una sala sumergida en el agua, allí había tantos dibujos e inscripciones como los que había visto pisos más arriba; y, en un hueco debajo de todo, distinguió una palanca de color marrón. Nadó velozmente, y al tirar de ella, contempló como el nivel del agua disminuía cada vez más, hasta que no tardó en hallarse pisando suelo firme. - ¡Cielo santo! –exclamó Zip algo impresionado-¿Y ahora qué sigue? - Pues, tendré que subir hasta donde estaba –repuso Lara como si tal cosa. - Oye, Lara, ¡ese chico si que es vengativo! –comentó el hacker. - ¡Es un imbécil y un asesino! Reclama por su hermano, pero no dudó en amenazar y asesinar al profesor Eddinton, y no conforme, busca llegar hasta Avalón. ¡Dios me libre! –resopló. Caminando de frente, llegó a una sala con pilares en lo alto, y bajo ellos, una caída demasiado profunda que de seguro la mataría. De modo que saltó al pilar que tenía a su derecha, y más adelante, tras aferrarse a su saliente, al que había a la izquierda de éste. Siguió avanzando en zigzag de pilar en pilar hasta que accedió a la sala contigua. - ¡Menudos saltos! –dijo Zip entonces. - Si tuvieras de piernas lo que tienes de lengua, saltarías mucho mejor que yo –repuso Lara burlonamente. - ¡Qué graciosa! –Zip fingió ofenderse. - Una duda –intervino entonces Alister-, si el objetivo en llegar hasta la Sala Subterránea, ¿no se supone que tendríamos que bajar, en lugar de subir? - Lo sé, amigo, pero según la leyenda, la llave que da acceso a la sala, llamada Llave del Sarcófago, fue ocultada en el otro extremo de la pirámide, y lo que intento es encontrarla. - ¡Qué ingenioso! - ¿Verdad que sí, Zip? Había llegado a una sala no muy grande y sin nada interesante; bueno, eso si no contamos la puerta cerrada, los cinco interruptores y la pantera enjaulada que se encontraban allí. - ¡Lara, cuidado, por favor! –Alister se asustaba considerablemente con los feroces rugidos del felino. - Chicos, ¿podrían ayudarme, por favor? –Pidió pensativa Lady Croft, ignorando completamente cuál sería la combinación correcta de interruptores. Alister agudizó la vista hasta tal punto que creyó distinguir pequeñas inscripciones en egipcio sobre cada uno de los interruptores. - No me cabe duda: es el número tres –aseguró fervientemente. Lara, confiando en su sabiduría, lo accionó, provocando no sólo que la puerta se abriera automáticamente sino también que la pantera saliera libre de su jaula en el centro de la sala. Sin hacer caso a los gritillos de Alister, Lady Croft comenzó a saltar de un lado para el otro, mientras la pantera intentaba arrojársele encima y morderla. La bestia era dura y resistente, rugía sin parar sin resignarse a perderse semejante bocado carnoso para la comida. Pero finalmente, la pantera perdió sus últimas fuerzas y cayó al suelo definitivamente, muerta a docenas de tiros. - ¡Huy, que alivio! –suspiró Alister, empapado en sudor. - Que alivio yo, no tú –le espetó Lara. En la siguiente sala había enormes columnas doradas y preciosas pinturas en honor al Faraón Micerino, y al fondo, brillando, estaba la Llave del Sarcófago, pequeña, preciosa y plateada. - ¡Es la Llave! –exclamó Zip con regocijo. - Sí. Demasiado sencillo. –resopló la arqueóloga, molesta. Y, como si le hubieran leído el pensamiento, decenas de mercenarios de William salieron de su escondite de detrás de sendas columnas. Y, mientras Alister comenzaba a asustarse, Lara empezaba a emocionarse. - Para alcanzar esta llave tendrás que pasar por nuestro cadáver –le espetó uno de ellos, que era alto y corpulento-Te llevaremos al señor Rutland, y él mismo se encargará de liquidarte. Y te advierto, tenemos prohibido matarte, señorita Croft, pero podemos lastimarte todo lo que se nos antoje. - Estoy lista. –desafió Lara, desenfundando sus armas. Perdón, Entrega 27, no 26
  23. Ana, como dije antes, no contestaste nada: ¿Què localizaciòn? ¿Putai o Vivian? ¿por què? Enserio, no hay problema que critiques, pero no te limites sòlo a la crìtica. Y no creo romper los esquemas de AOD sòlo por lo de Eckhart, èl disimula muy bien sus gustos, y sobre el Amor no hay nada escrito. Escorpio, sòlo te digo que el Arma Secreta no se trata del Nephilim, y creo que cuando se de a conocer, les agradarà a muchos y les disgustarà a unos pocos.
  24. ¿Eros acá? ¡Por Dios, Luciano, quien más va a volver! Si vamos a Argentina, creo personalmente que Boaz, porque nació allí, pero vos dirás. Estoy algo cansado por estudiar Matemática (tengo 16 años y a esta edad es más complicada que nunca) , pero mañana trasmito el resto de mis opiniones, ¿dale?
  25. Eckhart no es homosexual, no le gustan los hombres, le gusta ÉSE hombre. Si te fijás en AOD, es bien distinto su trato hacia Gunderson comparado con el de Boaz y Muller, de ahí se me ocurrió la idea. Pero en realidad, el Alquimista Oscuro es bisexual. Pero antes que especulen, fuera de él y Robinson son todos bien machitos. Pero la hechicera Morgana no se queda atrás, ¡acostarse con su propio hermanastro disfrazada! Y eso no lo inventé yo, es fiel a la leyenda. Publicaré en un rato.
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