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TOMB RAIDER 8: DESCUBRIENDO AVALÓN


Tomás

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No te preocupes, Luciano, la culpa fue mía porque coloqué una entrega un poco vacía, era para dejarlos con la intriga, pero fue vacía.

 

ENTREGA 28

 

Los mercenarios dispararon a quemarropa, pero los saltos laterales de la muchacha lograron evitarlos; acababa de liquidar a un mercenario oculto tras la primera columna derecha, cuando percibió que otro le disparaba desde la segunda de la izquierda. En cuanto ella saltó hacia atrás, el hombretón se desorientó al perderla de vista, sólo para estrellarse con Lady Croft a sus espaldas, que a puño limpio le destrozó el estómago, y de un mamporro en la nuca lo dejó inconsciente.

- ¡Alto ahí! –cuatro de esos tipos la rodearon hasta formar un círculo en torno a ella.

- ¡Oh, no! –exclamó Lara, asustada-¡Cuatro de ustedes contra mí! ¿Qué haré ahora?

Se cubrió la cara con las manos, y aparentemente comenzó a llorar, lo que provocó la distracción de los hombres. Y sin más, la arqueóloga se lanzó sobre uno al que dejó inconsciente y derribó de una patada, y lo mismo hizo de un culatazo con el que había junto a ella, que se había quedado mirando atónito como se había lanzado contra su compañero.

Los dos restantes se prepararon a disparar, pero no tardaron en caer, ya que con un par de saltos y de disparos, Lady Croft se los quitó de encima.

Creyó que el peligro había pasado, pero repentinamente, la sala se inundó de mercenarios que disparaban sin cesar en su dirección. Lara, como siempre, comenzó a saltar y disparar, pero ya comenzaba a cansarse y el recurso no le resultaba demasiado.

Fue entonces cuando vio un enorme candelabro amarillo en el techo, y disparó en su dirección. Éste se vino abajo, aplastando a todos los mercenarios, y se hizo el silencio tan pronto como se había armado el alboroto minutos antes.

- ¡Huy, por poco! –suspiró Alister

- Ahora viene lo más emocionante –repuso Lara radiante, recogiendo la Llave del Sarcófago-: la Sala Subterránea.

 

G)La Sala Subterránea

 

Al descender debajo de todo, Lara se maravilló ante las soberbias puertas plateadas que la aguardaban, y al introducir la Llave, no tardaron en abrirse.

- Ten cuidado –previno como siempre Alister-, tengo entendido que la Sala Subterránea está plagada de trampas.

- No es ni la primera vez ni la última que me enfrento a esto –se despreocupó Lady Croft.

Sin embargo, al dar dos pasos se percató de que el suelo estaba llenándose de escarabajos asquerosos y venenosos, por lo que, sin hacer caso de las exclamaciones asustadizas de Alister, se aferró a las barras que había arriba de ella, y avanzó balanceándose como un mono, mientras veía a los escarabajos inundar el suelo e intentar alcanzarla sin el menor éxito.

Al soltarse, un piso más arriba, vio frente a ella una pendiente que descendía hasta un pozo extremadamente profundo, y del otro lado, todo el suelo estaba infestado de pinchos. Para completarla, una cuchilla móvil se ubicaba en lo alto, justo al final de la pendiente.

- Parece que tendrás que planear muy bien tu salto –observó Zip.

- Si un niño inquieto salta de una cama a otra le resultará más sencillo que a mí esto.

- ¡Que soberbia!

- Silencio, Zip, tengo que concentrarme.

Justo en ese momento, la cuchilla móvil giró hacia la derecha, y Lara, sin perder un instante, se deslizó por la pendiente; en el momento en que iba a caer al pozo, la cuchilla giró hacia la izquierda, y Lady Croft saltó y llegó hasta el otro lado, donde, como dije antes, el suelo estaba repleto de pinchos.

Sigilosamente, Lara giró hacia la derecha, y avanzó por un pequeñísimo espacio libre de pinchos, y luego repitió el camino hacia la izquierda, logrando superarlos sin que la rozaran, aunque por muy poco.

Tras un salto con carrerilla y aferrándose al saliente, Lady Croft llegó a la siguiente estancia, llena de preciosas esculturas que representaban a Nitocris.

- ¡Qué hermosura! –dijo embelesada.

Y, por una de esas casualidades de la vida cotidiana, una de las estatuas cobró vida y se dispuso a atacarla, a estrangularla con sus propias manos de estatua.

Procurando mantenerse alejada de ella, Lara disparó sin cesar, una y otra vez, pero la estatua de Nitocris no se daba por vencida, y amenazaba con hacerla papilla.

- Lara, creo que las armas no le hacen daño –gimió Alister.

- Entonces sólo hay una manera de destruirla –decidió Lara sin dejar de saltar.

- ¿Cuál?

- ¡HUIR!

Aprovechando un instante de distracción de la estatua, Lara echó a correr por un pasillo a la derecha, seguida por ella.

El pasillo continuaba en un largo camino con numerosas bifurcaciones, y Lady Croft no tenía ni idea de qué camino debía tomar, pero daba lo mismo: lo importante era perder de vista a la estatua; así que aconsejada por Zip y Alister fue primero por la izquierda, luego la derecha, otra vez la derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda y derecha… en todo momento oía tras de sí los enormes pasos de la estatua tras ella, cada vez más furiosa por no poderla alcanzar.

Finalmente, encontró lo que buscaba: una palanca. Sin pensarlo dos veces e ignorando a Alister, Lady Croft tiró de ella, y repentinamente, la estatua estalló en mil pedazos.

- ¡No puedo creerlo! Esta vez de verdad creí que no sobrevivirías –comentó Zip, aliviado.

- Todo muy lindo, pero con tanto pasillo me he perdido.

Distinguió una entrada ante ella, y al aproximarse, llegó a una estancia iluminada por una luz dorada, y en el fondo de ella, un precioso sarcófago de color azul.

- ¡Hemos llegado! –exclamó Lara con regocijo-¡El Sarcófago de Nitocris!

Se acercó muy lentamente, y sobre el sarcófago, vio un reluciente escudo de plata, digno de un caballero medieval, y junto a él, un pequeño artefacto esculpido en forma de rombo, de color blanco.

- ¡No puedo creerlo, Lara! –se maravilló Alister.-¡Has encontrado el Escudo de Sir Kay y el Talismán Aire! ¡Eres una genia!

- Lo sé, lo sé. Firmo autógrafos los martes –ironizó mientras guardaba los artefactos en su mochila. –Éste ha sido un juego de niños comparado con anteriores desafíos que he tenido que superar.

- Pues éste no lo superarás, querida.

Lara giró sobre sus talones y vio acercarse a William, que empuñaba una pistola y la miraba con suficiencia.

- ¿Tú aquí? –se sorprendió ella-¿Cómo lograste superar la Sala Subterránea?

- ¿Qué? ¿Te asombra, puerquita? Estoy muy bien físicamente, como verás, y además, tengo mejor corazón que tú.

Lady Croft echó a reír.

- ¡Por favor, Rutland! ¡Tú te pones en papel de víctima reclamándome por tu hermanito, pero eres mucho peor que yo!

William no podía creerlo: ¡aquella ilusa primero mataba a su hermano y luego lo juzgaba como persona!

- ¡Eres una descarada, Lara Croft! Y sin embargo, te daré el gusto: estarás por siempre junto a una de las tumbas que tanto te gustan, y nunca jamás se verá tu horrenda cara en ninguna parte.

Sin más preámbulos, William disparó en su dirección, esquivando ella el tiro de un salto.

Lara recordaba su pelea con James Rutland junior en Ghana, y definitivamente, éste había sido mucho menos resistente que su hermano mayor, el cual, pese a que no lograba atinarle, seguía disparando, y a su vez, esquivaba ágilmente los ataques de Lara. Sus condiciones físicas eran sorprendentes, muy superiores a las de su hermano, hasta el punto que Lady Croft debió reconocer que se hallaba ante un rival realmente duro; un rival movido por el rencor y la venganza, que no se rendiría hasta matarla.

Sin embargo, los disparos de William daban en el Sarcófago, y los de Lara se perdían en el aire; ninguno de los dos lograba vencer a su oponente, y ninguno de los dos se rendía.

Hasta que finalmente, un balazo de Lara dio de lleno en la rodilla derecha de William. El muchacho se desplomó lentamente, acariciando su pierna herida, de la cual manaba sangre, e intentaba alcanzar el arma, que había dejado caer al suelo, pero sus fuerzas no le respondían. Tenía que matarla, hacer justicia, era lo correcto…

Lara se le acercó lentamente, y William se vio de rodillas ante ella, sintiendo la mayor vergüenza del mundo y un odio inconcebible hacia aquella invencible mujer.

- En esa misma postura estuvo tu hermano, en Ghana –comentó ella.

William lo tomó como una ofensa terrible.

- ¡Eres una asesina del demonio!

- ¿Y tú no? –ironizó.

- ¡Claro que no! –estalló.

- No puedo creerlo –saltó Lara enojada-Yo por lo menos asumo mis culpas, tú ni siquiera eso.

- ¿A qué te refieres, culebra?

En ese entonces, tanto Lara como William percibieron que el nivel del agua subía cada vez más, pero muy lentamente.

- ¡Ay, no! –gimió Alister de repente-¿Recuerdas la leyenda, Lara? ¡Nitocris permitió el acceso de las aguas del Nilo a la Sala Subterránea! ¡Debes huir o todo se inundará!

- ¿Qué ocurre? –inquirió William asustado, aún de rodillas -¿Qué pasa con el agua?

Lara no contestó, sino que salió huyendo de allí, dejando a William tirado, mientras el agua subía y subía.

- ¡Alto, vuelve aquí! –los gritos del desdichado la perseguían.

Mientras un violento torrente de agua la acechaba, Lady Croft atravesaba nuevamente los pasillos que había cruzado al huir de la estatua de Nitocris, y en cuanto llegó a la sala de trampas ya todo estaba inundado. Por un lado eso era mejor, ya que no tenía que atravesarlas, pero se estaba quedando sin aire. Tenía que llegar hasta la puerta de salida, tenía que llegar…

 

 

Y en la sala del sarcófago, alguien había perdido todas sus fuerzas. El lugar ya estaba completamente inundado, y William Rutland mantenía los ojos cerrados, sin poder soportar el dolor de su pierna, aguardando su próximo fin.

La maldita Lara Croft se había salido con la suya: había matado a James y lo había derrotado a él. Sus padres tenían razón, era un fracasado, no había podido hacer justicia.

William ya se había rendido. En cualquier momento perdería por completo el aire, y ya nunca más vería a su familia… ni a Vivian.

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¿Les cuento algo? Hoy amanecí de muy buen humor, así que a pesar de que ninguno de mis 4 lectores hizo acto de presencia hoy, publicaré más. :lol:

Una cosita: el cambio de letra en las escenas del Rey Arturo se debe simplemente a que la anterior no me gustaba mucho.

Y hoy es un día muy importante porque, luego de 19 entregas, ¡por fin los he sacado de Egipto!

 

 

ENTREGA 29

 

Lady Croft tosía sin cesar, a causa del agua que había tragado, y el ardiente sol de Egipto la enceguecía, dado que ya se había acostumbrado a la oscuridad de la Pirámide.

Pero allí estaba, fuera de los dominios de Nitocris, tremendamente empapada y estornudando, con el Escudo de Sir Kay y el Talismán Aire en su poder.

- ¡Lo has logrado, Lara! –estalló Zip-¡Es increíble!

- Pues sí –repuso tosiendo-, pero no ha sido nada fácil.

- Y lo mejor de todo –alegó Alister-, es que ahora continuarás la búsqueda de los artefactos tranquila, ya que Rutland no te molestará más.

- Jamás un enemigo ha durado tan poco –se lamentó Lara-, pero todo sea por ti, mamita –añadió ausente más para sí misma que para ellos-Es hora de volver a casa y descansar un poco. ¡Hasta pronto, Egipto! ¡Te echaré de menos! –exclamó felizmente, alzando los brazos.

Después de todo, la Tierra Roja siempre formaría parte de ella.

 

 

Tom, sonriendo como idiota, se apresuró a alcanzarle el té con galletas a Greta, que aguardaba en la mesa del estudio.

- Aquí tienes –sonrió, dejándolos en la mesa.

- ¡Ay, gracias! –Greta le devolvió la sonrisa y, con toda la delicadeza de una señorita de trece años, bebió un sorbo de té.-¡Está riquísimo! ¡Te sale mejor que a Clarisa, incluso mejor que al abuelito!

- Es que me esmeré para prepararlo –repuso ruborizado-¿Te imaginas la vergüenza si el té no te gustaba?

- No es para tanto –respondió la niña, quitándole importancia al asunto-Ven, siéntate –le ofreció amablemente.

- ¿De veras? –El adolescente no podía creerlo.

- Claro.

Sin dudarlo un instante, Tom se sentó a su lado.

- ¿Sabes? –dijo ella-Cuando vine aquí, creí que sólo me encontraría a Lara y a mi abuelo. No tenía idea de que Zip y Alister se instalaban aquí ahora, ni mucho menos encontrarlos a todos ustedes.

- ¿Y eso es mejor o peor?

- ¡Mucho mejor! –sonrió-Especialmente por tus hermanos, son las criaturitas más lindas que jamás he visto.

- Es cierto –corroboró, bajando la mirada-, y no te imaginas lo que eran cuando nacieron. Cuando tuve a Peter en mis brazos no lo podía creer, y Bianca me conquistó desde la primera vez que sonrió.

Greta no tardó en notar la preciosa sonrisa que se había dibujado en el rostro del muchacho al hablar de sus pequeños hermanos.

- Nunca le perdonaré a mi padre lo que nos hizo –añadió ya sin sonreír, y con los puños apretados-Mamá murió cuando Bianca era pequeña, y él después de eso nos abandonó. Tuve que criar yo sólo a mis hermanos, lavando los coches, pidiendo limosna… a veces nos pagaban por hacer mandados, pero casi siempre teníamos hambre. Bueno, yo más que ellos, porque les regalaba la comida que conseguía. ¡Era horrible cuando se quejaban de que tenían hambre!

La voz comenzó a temblarle, y dejó escapar algunas lágrimas.

- Pobrecito –se compadeció Greta, y lo abrazó-Has sido muy valiente haciéndote cargo de tus hermanitos, Tom, y no te preocupes, Lara es muy buena y no te faltará nada aquí.

Tom no resistió más y se abandonó a ella, abrazándola también.

- Gracias –sollozó.

Los adolescentes se separaron muy delicadamente, y el muchacho se apresuró a enjugar sus lágrimas.

 

En otro rincón de la Mansión, Bianca y Peter jugaban a corretearse, mientras gritaban, saltaban y provocaban gran jaleo en el pasillo. Finalmente, Peter ya no pudo escabullirse de su perseguidora y Bianca llegó a agarrarlo del cuello de su remera.

- ¡Te toqué! –rió la pequeña, burlonamente-¡Ahora tú eres la mancha venenosa!

- Cállate –le espetó el niño, enseñándole la lengua-Las niñas no jugar, hacen trampa.

Se detuvieron en seco al oír la voz de Clarisa tras la puerta que conducía a su habitación.

- Si, mi Señora, así es, se lo he oído decir a ese tal Zip: ¡Lara Croft ya ha encontrado el Talismán Aire!

Sin duda estaba hablando por teléfono. Debido al silencio, de seguro quién hablaba ahora era su interlocutora.

- Claro que no, mi Señora –respondió Clarisa riendo-. Parece que usted no conoce mis capacidades actorales. –Su interlocutora volvió a hablar, y los curiosos niños agudizaron el oído-No, no hay molestias, descuide. La mantendré informada de todo, de todo lo que ocurra aquí. Puede estar totalmente tranquila, mi Señora. Adiós, y cuídese.

Colgó, y los niños intercambiaron una mirada de desconcierto.

Súbitamente fueron sorprendidos por Clarisa cuando abrió la puerta, y la mujer se quedó de piedra al verlos.

- ¿Qué hacen ustedes aquí? –inquirió disimulando su nerviosismo.

- Nada –dijo Bianca tímidamente, algo asustada por la expresión de Clarisa.

- Sé muy bien que escucharon lo que dije –espetó.

- No, no, no oímos nada –El que tenía miedo ahora era Peter.

- Quiero que me prometan que no le dirán a nadie lo que oyeron, o llamaré al Cuco –advirtió Clarisa.

- ¡No, al Cuco no! –exclamaron las criaturas con mucho miedo.

- Entonces prométanlo.

- ¡Sí, sí, te lo prometemos! –Los indefensos niños incluso se arrodillaron ante la mujer.

- Así me gusta, son niños inteligentes –felicitó Clarisa con total ternura, acariciándoles el cabello, mientras ellos se ponían de pie con desconfianza.

- ¡Hola, estaban aquí! –Tom acababa de llegar, seguido por Greta.

- ¿Pasa algo? –inquirió la jovencita, captando las extrañas miradas de Bianca y Peter.

Éstos se estrellaron con la mirada amenazante de Clarisa.

- No, no nada –aseguró Bianca con carita inocente.

- Ah, bueno –sonrió Greta tomando en brazos a la pequeña-Ven aquí, princesita, no molestes a Clarisa, que está trabajando.

- Y tú también, campeón –añadió Tom, tomando en brazos a su hermanito.

- Ah, Tom –dijo entonces Clarisa-: discúlpame lo del otro día. No se lo que ocurrió, la llave se atoró.

- No te preocupes –sonrió el muchacho con franqueza-, y perdón si mis hermanos te estuvieron molestando.

- No fue nada –repuso despreocupada-¡Estos niños son un encanto!

Se acercó y besó la mejilla de Peter, dejándolo algo nervioso.

A continuación Tom, cargando en brazos a Peter, siguió a Greta, que se alejaba con Bianca en brazos.

“¡Este infeliz me las pagará!” se dijo Clarisa, inquieta, “¡Juro que me las pagará!”

 

 

Unas horas más tarde sonó el timbre, y todos, impacientes, se abalanzaron sobre la puerta. Y en cuanto Zip abrió y Lara apareció en el umbral con una sonrisa de oreja a oreja, gritos de alegría y de victoria acompañaron los abrazos que la exploradora británica recibió.

- ¡Sabía que lo lograrías, Lara! ¡Lo sabía! –exclamó Greta, radiante.

- Es usted muy fuerte, señorita –dijo tímidamente Peter, pero se calló tan pronto como ella, embelesada, lo tomó en brazos y besó su mejilla, poniéndolo colorado.

- ¡Lo logré! ¡Lo logré! ¡Soy indestructible! –gritaba ella mientras los demás aplaudían.

Pero se frenó en seco al ver a entre la multitud a una mujer morena de unos treinta y tres años, a quién Lady Croft no conocía.

- ¿Y ella quién es? –inquirió.

- Te la presento –dijo Zip-Lara Croft, la dueña de esta casa; Clarisa McClaggen, la nueva mucama, ayudará a Tom en sus tareas.

- ¿Tú la contrataste, Zip? –inquirió ceñuda.

- Así es.

- Encantada, señorita Croft –se presentó Clarisa inocentemente, tendiéndole la mano.

Lara la miró desconfiada un instante y estrechó la mano de Clarisa, quien no borraba su sonrisa de sumisa.

- Esa mujer tiene algo raro, no me gusta nada –comentó Lara a Zip mientras subían la escalera.

- ¡Por favor, es una santa! –Zip le quitó importancia al asunto-¡Deja de ver fantasmas!

- ¡Señorita! –exclamó Winston desde su cama en cuánto ella, Zip y Greta, llegaron a su habitación-¡Ha regresado, sana y salva!

- ¿Cómo está mi enfermo favorito? –reía ella mientras lo abrazaba.

Aprovechando el rato de cariño entre señorita y mayordomo, Greta salió de la habitación y le indicó con el dedo a Zip que la siguiera.

- Oye, Zip, ¿no deberíamos contarle a Lara lo del otro día?

- ¿Y qué vamos a decirle? ¿Qué primero Winston comenzó a armar escándalo diciendo que lo habían envenenado y que luego no le pasó nada y se sintió perfectamente bien? ¡Lara creerá que se volvió loco!

- Sin embargo esto a mí no me gusta nada –manifestó Greta-¡Si él se quejaba era por algo!

- Deja de preocuparte –le espetó Zip-¿no ves que no era nada?

Pero no había forma de convencer a la muchacha: si Greta intuía que su abuelo corría peligro, significaba que su abuelo corría peligro.

 

 

Esa noche, Lara se acostó temprano. Estaba muy cansada con el viaje y debía reunir energías antes de iniciar la búsqueda del siguiente talismán.

De modo que, como de costumbre, puso las pistolas bajo su almohada y se sentó en la cama, lista para proseguir su lectura antes de dormir.

 

 

Los Caballeros de la Mesa Redonda se sentaban en torno a ella, cada uno en su sitio correspondiente, aguardando impacientes la llegada de Su Majestad.

Y por fin, éste hizo su entrada, acompañado por Merlín y por un apuesto muchacho de dieciocho años, rubio y de ojos azules.

- Caballeros de la Mesa Redonda –anunció Arturo -les presento a Sir Lancelot. Este joven ha demostrado una valentía excepcional a pesar de su edad y merece ser uno más de nuestros caballeros, así que, ¡Dadle una cálida bienvenida!

Los caballeros estallaron en aplausos, que Lancelot respondió con una introvertida sonrisa.

Se dispuso a sentarse, justo en la silla que estaba a la derecha de la del Rey…

- ¡Alto ahí! –dijo Merlín con voz potente. Lancelot se detuvo en seco, y tanto rey como caballeros miraron fijo al viejo mago-¡Aquel que ose sentarse en la Silla Prohibida morirá! Muy pronto llegará alguien aquí, caballeros, que será el Mejor Caballero, el único que podrá ocupar la silla a la derecha del Rey. Mientras tanto, no se sienten aquí o morirán.

- Tonterías –replicó uno de los caballeros, poniéndose de pie-Mírenme todos –y el atrevido se sentó en la Silla Prohibida.

Al principio no le ocurrió nada, pero luego, comenzó a chillar y a retorcerse como si le estuvieran aplicando un hierro al rojo vivo, y ante las miradas atónitas de todos (excepto de Merlín) estalló en mil pedazos, sin dejar la menor imperfección sobre la silla.

Merlín se acercó a ella con total tranquilidad.

- ¿Lo ven? Si alguien que no sea el Mejor Caballero comete la osadía de sentarse en la Silla Prohibida, ¡morirá!

 

 

Lara, impactada, dejó el libro a un costado, cada vez con más dudas en el interior de su cabeza. Primero, Morgana engañaba a su hermano para que éste le hiciera el amor y la dejara embarazada, y luego, Merlín se refería a alguien conocido como el Mejor Caballero que resultaba no ser Sir Lancelot. Por lo que Lady Croft recordaba, Lancelot había sido el más joven y el más valiente de todos ellos, lo que hacía imposible creer que haya habido alguien mejor que él entre los Caballeros de la Mesa Redonda.

Pero ya se sentía muy cansada, así que apagó la luz y se dispuso a dormir, sin dejar de preguntarse quién demonios habrá sido el único ocupante de la Silla Prohibida, el Mejor Caballero…

 

La Mansión Croft se hallaba sumida en el silencio, y todos sus habitantes dormían plácidamente.

Bueno, todos exceptuando a Clarisa; la mujer, segura de que ya nadie estuviera despierto, descendió sigilosamente por las escaleras y, cubierta con una capucha negra, abrió la puerta de salida; atravesó los preciosos campos de Surrey, en los que no se oía nada más que el débil cantar de un grillito, y abandonó las propiedades Croft con la mayor cautela posible.

No había casi nadie en la calle, hacía frío y la oscuridad era casi total. Clarisa, temblando por el frío y aferrándose fuertemente a la capucha, cruzó tres cuadras hacia la derecha y entró en un bar de aspecto pobre y mugriento, uno de los más pobres y olvidados que había en Wimbledon.

La morena se dirigió al hombre de la barra, al cual le pidió dos capuchinos, y se sentó en una mesa para dos personas. El lugar estaba casi desierto, excepto por dos hombres de aspecto miserable que charlaban a gritos, y un televisor encendido a todo volumen en un canal de fútbol.

Clarisa comenzaba a aburrirse de tanto esperar a la persona que había citado allí, y a ratos, molesta, echaba una mirada al viejo reloj de pared. Éste acababa de indicar que era la una de la mañana, y ella ya estaba a punto de perder la paciencia, cuando el individuo en cuestión hizo su aparición.

- ¿Qué tal, Clarisa?

- ¡Por fin, Gunderson! ¡Ya estaba cansada de esperar aquí!

- Fuiste tú la que me citó –repuso el mercenario, sentándose frente a ella-Te escucho: ¿de qué querías hablarme?

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¡Ah vale, perdón! Pues obviamente mi personaje favorito es putai, en parte porque es un personaje auténtico de la saga, creado por Core, y en parte porque fue la que salvó la vida a nuestra heroína en Egipto. ¿Hace falta decir más?

Y en cuanto a la localización, no me atrevo a sugerir en ese aspecto. Eso sería quitar un derecho legítimo al autor.

Por cierto, sigue interesante como nunca, aunque las entregas son un poco largas. :rofl:

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Bueno, por un lado estoy contento porque hoy cumplo 30 entregas y no hubiera sido posible sin ustedes :wub: , pero por otro estoy triste, porque en los últimos días no está viniendo casi nadie :naughty:

 

ENTREGA 30

 

 

 

- Sé que esto podría habértelo dicho por teléfono, pero no quiero que me escuchen, o puedo tener problemas –explicó Clarisa en voz baja-. Hablé con la Señora Amanda y quiere que acompañes a Lara Croft sigilosamente en la búsqueda del siguiente talismán. Verás, es que el hermano de su novio intentó matarla en Egipto, y quiere que tú te encargues de protegerla.

- Ya me lo temía –resopló Gunderson, molesto-, me lo dijo en Argentina, que si pasaba algo debía cuidar de ella. Es que William Rutland también quiso matarla en el Museo Británico, Clarisa.

La mujer bebió un sorbo de su capuchino antes de contestar.

- ¡Qué ingenuo! –rió-¡Movido por la venganza! Es increíble que algunas personas caigan tan bajo.

- Bueno, pues tú hiciste lo mismo con tu hermana, ¿recuerdas? –señaló el mercenario alzando una ceja.

- Carolina se había trasformado en una molestia –replicó con los labios fruncidos-, no me quedó más remedio que liquidarla: o era ella o era la Cábala. ¿No recuerdas cuando conocí al Maestro Eckhart? ¡Juré servir en la Organización hasta la muerte!

- Y por si esto fuera poco, casi te deshaces de tu propia madre –continuó Gunderson mientras bebía capuchino.

- ¡Esa tonta! Trató de defender a la estúpida de Carolina, me pregunto cómo seguirá del brazo –añadió esbozando una sonrisa mezquina-Además, Gunderson, querido, tú traicionaste a tu mejor amigo para entregarte a la Cábala.

- Kurtis Trent no era mi amigo, era un imbécil –repuso un poco enojado.

- ¿Enserio? –se burló Clarisa-El Maestro Karel decía que tú le tenías mucha envidia, porque era mejor que tú en la Legión.

- ¡Tonterías! –le espetó-¿Qué tal si mejor, en lugar de hablar de Kurtis y de Carolina, no hablamos de la tarea que la Señora Amanda te asignó? ¿Cómo vas con eso?

- Maravillosamente –respondió sonriendo-Ya me he ganado la confianza de todos, excepto de la idiota –agregó disgustada.

- ¿No te has ganado la confianza de la idiota? –saltó Gunderson-¡Eso es lo primordial!

- Ya lo sé. Es que no le caigo bien, la conocí hace poco y me miró con desconfianza.

- Bueno, lo importante es que hayas logrado matar al vejete…

- ¡Tampoco! –Clarisa ya se veía parcialmente frustrada.

- ¿No liquidaste al viejo desgraciado?

- No. La Señora Amanda ya está al tanto de que fracasé al matarlo, pero sabe que lo volveré a intentar. –Con esa afirmación, Gunderson se tranquilizó-Oye, perdón por hacerte venir de tan lejos, pero como verás, no puedo moverme de mi sitio de trabajo, por órdenes de la Señora.

- Te comprendo, Clarisa –Echó un vistazo a la oscura calle, sumida en el silencio-, después de todo, estamos a sólo unas cuadras.

Clarisa y Gunderson rieron a carcajadas.

- Recuerda –dijo ella entonces-, sigue a Lara Croft sigilosamente, y ayúdala. Pero intenta no deshacerte de William Rutland, o la Señora Amanda te despellejará vivo. Después de todo, es el hermano de su difunto novio.

“Todo el tiempo James, siempre James” pensaba Gunderson, “¡Ay, Amanda, si pensaras en mí tanto como yo pienso en ti!”

- ¿Te pasa algo? –inquirió Clarisa, al verlo distraído.

- No, no nada –Gunderson se apresuró a volver a la tierra, por decirlo de una forma.

- Bueno, querido amigo, estoy muy cansada, así que me voy a dormir –Clarisa se puso de pie.

- Espera –dijo Gunderson-¿Quién pagará los capuchinos?

- Pues tú –le espetó burlona-¿Acaso no eres el hombre aquí?

Se alejó, perdiéndose en la oscuridad, y regresó a la Mansión Croft tan sigilosamente como salió de allí. Como verás, Ana María, hoy te doy el gusto: una entrega breve

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ISRAEL ISRAEL!!!!!!!!!!!!!!!

 

Y perdona por no venir antes, lo que pasa es que tenia mucho trabajo escolar.

 

muy buenos los relato (hasi que la desgraciada de clarissa envenneno a WINSTON)

 

porque quieren matarlo?????????

 

y por cierto que habra pasau con william, no creo que este muerto,y pense que el talisman de aire y el escudo de SIr KAy eran la misma cosa , me confundi :naughty:

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Perdonnnnnnnnnnnnnn por no venir antes

 

Me han encantado mucho las entregas Tomas sobretodo la del final de Egipto me pregunto como habra sobrevivido Willian y como protegera Gurdenson a Lara jeje

 

Maldita Clarisa mira que envenenar a Winston :fufu: me pregunto por que :D pero por lo menos Lara sospecha de ella jeje

 

Y creo que por la siguiente localizacion gana Israel pero nose jajaj

 

Salu2 y vuelvo a pedir perdon por no venir antes :roll:

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Bueno, esta vez el honor es para Luciano: algo mediano.

 

Antes un tres cositas:

 

1-Como verán, a lo largo de la historia Lara a veces parece una mami que cuenta cuentos y Zip un niño, ¿no? :wub:

2-Es muy probable que me equivoque en cuanto a fidelidad histórica, así que no sean malos :abrazos:

3-Esto es Tomb Raider, no es El Exorcista, aunque lo parezca.

 

ENTREGA 31

 

Un sol precioso cubría el verde césped de las propiedades Croft a la mañana siguiente, sol que todos recibieron con aire de optimismo y buen humor, especialmente Lara y Clarisa. La exploradora se encaminaba hacia su próxima aventura, y la espía por fin tendría la Mansión toda para ella sola…

Todos, excepto Winston, que no podía moverse de la cama, salieron al jardín a despedir a Lara, que esta vez optó por llevar su traje verde clásico y estaba a punto de subirse a su moto Ducati. Sin hacer caso de las indicaciones de Alister y Greta y correspondiendo a los gritos de ánimo de los niños, de Tom y de Zip, Lara se despidió cariñosamente de todos, exceptuando a Clarisa, que por alguna extraña razón no le simpatizaba.

Saludó con la mano y arrancó la moto, perseguida por los gritos de “¡Buena suerte, Lara!”, “¡Tú puedes, pequeña!”, y “¡Cuídese mucho, señorita Croft!”.

En cuanto Lara se perdió de vista y el comité de despedida ingresó en la Mansión, Gunderson salió de su escondite, tras una fuente de agua, donde había pasado la noche. Seguro de que nadie podía verlo, echó a correr de los jardines, listo para llamar a su equipo de mercenarios y emprender el viaje.

Si bien Egipto era la Tierra Roja, Israel, por su parte, era la Tierra Prometida.

 

ISRAEL

 

A)Samaria

 

 

El Estado de Israel es un país de Asia que se encuentra en la orilla oriental del Mar Mediterráneo, en la zona conocida como Próximo Oriente. Limita al norte con Líbano y Siria, al este con Jordania, al oeste con el mar Mediterráneo y la Franja de Gaza, y al sur con el golfo de Aqaba (Mar Rojo) y Egipto.

Después de cruzar una llanura bastante estrecha se entra en las montañas por malos caminos que suben en áspera pendiente. Se llega a un país pedregoso, todo él erizado de colinas grisáceas con cumbres redondeadas, cuyas escarpadas pendientes cubren tan sólo algunos arbustos. En lo alto de las colinas se han edificado las aldeas y las ciudades, montones de casas sin ventanas que cubre una terraza llana y que parecen cubos de piedra blanca.

Era justamente en la ciudad de Samaria donde el helicóptero de Lara estaba aterrizando, y la arqueóloga, allí sentada, respondía a las inquietudes de Zip.

- Oye, ¿no me explicarías por qué a Israel se la llama la Tierra Prometida?

- Sí, claro, pero es una larga historia.

- Pues cuéntala, tengo tiempo.

- Como quieras:

“Según la Biblia, en Caldea vivía un hombre llamado Abram, cuya esposa, Sarah, no podía tener hijos. Un día Yavé Dios se le apareció a Abram y le ordenó dejar a su familia para establecerse en Canaán, ya que si así lo hacía, lo colmaría con una gran descendencia y su nombre sería honrado para siempre. De modo que tomó a su esposa, a su sobrino Lot y a su rebaño, y se estableció allí, siendo siempre fiel al Señor. Se preguntaba cómo tendría una descendencia si Sarah era estéril, pero en el momento menos pensado, ella quedó embarazada.

- ¿Cuántos años tenía Sarah en aquel momento?

- Noventa.

Zip lanzó una carcajada.

- ¿Noventa? ¡Es imposible!

- Lo sé, pero la Biblia así lo dice. De cualquier manera, tuvieron un hijo llamado Isaac, y cuando él aún era pequeño, Dios le ordenó que lo sacrificara, por fidelidad a él. Con todo el dolor del mundo, Abram, a quien Yavé cambió su nombre por Abrahám, lo ató a un monte, dispuesto a acuchillarlo.

- ¡Yo jamás haría eso con mi hijo, Lara!

- Sigamos: justo a tiempo apareció un ángel ordenándole que no lo matara, que aquello sólo había sido una prueba.

- ¡Menos mal!

- Abrahán murió, e Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Isaac prefería a Esaú, que era más rudo, pero Rebecca, su esposa, prefería a Jacob, que era más precavido. Cuando Isaac estaba viejo y ciego, se disponía a dar su Bendición a Esaú para que continuara con la descendencia prometida a Abrahán. Pero Rebecca y Jacob lo engañaron, e Isaac bendijo a Jacob. Furioso, Esaú se juró matar a Jacob, y él, por indicación de Rebecca, se refugió en Caldea, en la antigua casa del padre de Abrahán, donde vivió muchos años, se casó y tuvo doce hijos.

- ¿Doce hijos? ¿No existían los preservativos en esa época?

- Zip, o te callas o no te cuento más.

- Lo siento.

- Así me gusta. Bien, como te decía, Dios le cambió el nombre; desde ahora, se llamaría Israel en lugar de Jacob, y sus hijos serían los doce patriarcas de la Tierra Prometida. El preferido de Israel era José, el menor, y sus hermanos, envidiosos, lo vendieron como esclavo en Egipto.

- ¡Qué malnacidos!

- Pienso lo mismo, Zip. Pero después de muchos años, todos se reencontraron en Egipto y le pidieron perdón a José, que ya era rico. Israel y sus hijos murieron allí, y con el tiempo, los egipcios esclavizaron a los hebreos. Muchos años después, un hombre llamado Moisés los liberó, iluminado por Dios, y tras mucho tiempo vagando en el desierto, llegaron a la tierra que Yavé les prometió a Abrahán, a Isaac y a Jacob: Israel, la Tierra Prometida, donde estoy por aterrizar.

- ¡Que bella historia! –comentó Zip mientras Lara se bajaba del helicóptero-Pero, ¿por qué Samaria?

- Porque aquí está instalado un amigo mío que tú conociste en la misa en honor a mi memoria –repuso Lady Croft irónica mientras el helicóptero se elevaba.

 

 

Samaria estaba edificada en el lomo de una colina, casi enteramente aislada, y por consiguiente, fácil de defender, dominando una gran llanura fértil y bien provista de agua.

Y, allí, en una de las casas, alguien llamaba a la puerta. Milca, sudando de los nervios, no demoró en abrir, y no pudo menos que suspirar de alivio al estrellarse cara a cara con la persona que buscaba: el Padre Bram Patrick Dunstan.

- ¡Qué bueno que llegó, padre! –exclamó Milca, desesperada-¡Algo le ocurre a mi hijito Jairo!

Jairo, un niñito de ocho años, yacía recostado en su cama, retorciéndose de dolor y gritando como si cuchillos candentes le atravesaran la piel. Manaba sangre de su rostro, cosa que su madre, unos años menor que el sacerdote, contemplaba horrorizada.

- ¡Padre, por favor haga algo! ¡HAGA ALGO! –gritaba Milca.

Pero el Padre Dunstan, inmutable, analizaba la situación con la cabeza fría. Desde luego, este religioso de buen corazón ya se había enfrentado a numerosas criaturas tenebrosas y realizado algunos exorcismos, pero lo que tenía ante sus ojos no se veía todos los días. El cura intuyó que, por lo visto, Jairo sufría los estigmas de Jesucristo en la Cruz, pero rápidamente descartó la posibilidad.

Repentinamente, y ante el espanto de Milca, el niño habló con una voz grave y potente, completamente ajena a la suya.

- ¡Eres un cura de mie.rda, al carajo contigo! ¿Y tú que me ves, aldeana de porquería?

- ¡Hijo, por favor! ¡Soy yo, tu mamá!

- Tranquila, señora. Su hijo está poseído por un demonio.

- ¡Un demonio! ¡Padre, haga algo ya! –La pobre Milca estaba fuera de control.

El Padre Dunstan, acostumbrado como estaba a tales cosas, se acercó delicadamente a la cama del pequeño.

- Oye, ¿me dejarías hablar con Jairo, por favor? –pidió con educación.

Su respuesta fue escupirle en la cara.

- ¡Muy pronto no quedará ninguno de ustedes, humanos asquerosos! –vociferó Jairo ante la impresión no sólo de Milca sino también del sacerdote-¡Nosotros, la Alta Raza, renaceremos y dominaremos el mundo! ¡Si logramos acabar a los inmundos Lux Veritatis, lo haremos también con ustedes, repugnantes mortales! ¡ARRRGGGHH!

Impresionado, el Padre Dunstan comprendió que se enfrentaba a un problema poco convencional.

 

 

Los helicópteros se elevaban en lo alto del cielo, habiendo ya dejado en tierra a un equipo de furiosos mercenarios armados con un apuesto joven moreno al mando de ellos.

- Creíste que morí, ¿no es cierto, perra? –murmuraba William con los dientes apretados-Aunque tenga la pierna herida, puedo acabar contigo perfectamente. Prepárate a morir, Lara Croft –y se dirigió a los mercenarios-¡Deprisa, por aquí!

Y se adentraron en la ciudad de Samaria.

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Vaya, cada vez más me recuerda a mi propio relato. :P Por cierto, el padre se llamaba Abraham, no Bram a secas. Recuerdo los videos de Chronicles y Winston le decía muy claramente Abraham, con todas las letras, pese a que casi siempre, no sé por qué, la gente lo ha escrito como Bram. Si eso corrígelo.

¿Qué hará el padre Dunstan en Israel, tan lejos de Irlanda, su hogar?

Lo de Zip, mas que un niño, yo diría que es un inculto. Yo esa historia la aprendí de niña y desde entonces no la he olidado, pero supongo que un afroamericano surgido del Bronx le pueden faltar esas bases.

Como siempre, ánimos, y me tendrás que perdonar si durante 15 dias no me ves el pelo... ya sabes donde estoy.

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Bueno, hoy decidí darle el gusto a Escorpio: algo gordo y jugoso. Sólo espero que no les parezca cursi el sueño de William, el día que escribí esa escena yo estaba muy inspirado :S , y tengo mis sentimientos después de todo.

 

ENTREGA 32

 

Tom, Greta, Bianca y Peter se sentaron a la mesa con total despreocupación, esperando a que Clarisa les sirviera.

- Aquí está lo suyo, pequeñuelos –se acercó cariñosamente trayendo bandejas con ensalada y rosbif. – Tom, has sido un niño tan bueno y has trabajado tanto que he decidido hacer el trabajo yo hoy.

- Gracias –sonrió mientras ella le servía. Greta también le agradeció, pero Bianca y Peter permanecieron mudos, sin atreverse a mirarla, tal era el miedo que la joven mujer les inspiraba.

- Espero que lo disfruten. Está hecho con muchísimo cariño.

- ¿No quieres sentarte a comer con nosotros? –le ofreció Greta con su amabilidad tan característica.

Clarisa se temía esta pregunta.

- No, gracias, tengo mucho trabajo. Ahora vengo, olvidé las bebidas.

Se perdió en la cocina, tomó la jarra de jugo de naranja y vertió el líquido en cuatro vasos diferentes, colocando una misteriosa pastilla blanca en cada uno de ellos. Tomó un cucharón cercano y comenzó a revolver la pastilla para que se disolviera en el líquido.

- Ya verán que rico está el juguito, niñitos lindos. –dijo con su tierna voz al entregarles los vasos.

Se regocijó al ver que los dos adolescentes y las dos criaturitas bebieron el jugo inmediatamente y sin ninguna preocupación, y rió para sus adentros. En muy poco tiempo, la pastilla haría su efecto…

 

 

Lara se internó en la aldea, donde se vio envuelta en un tremendo bullicio. Todos los aldeanos salían corriendo de sus respectivas casas como si una bomba fuera a estallar en cualquier momento.

- ¡Rápido! ¡A la casa de Milca! –oyó gritar a uno de ellos.

Un tumulto se armó en la puerta de una de las casas. Hombres y mujeres se amontonaban para entrar, y desde adentro provenían los gritos de una mujer que intentaba ahuyentarlos.

- ¡Por favor, déjenme en paz! ¡Dejen de mirar a mi hijo!

- ¡No son dignos de estar ante mi presencia, inmundos mortales!

La segunda voz masculina, un rugido potente que lograba que se les erizaran los cabellos de miedo a todos los presentes.

- ¡Aléjense de aquí, por favor! ¡El pequeño está poseído!

La tercera voz, sin duda, pertenecía al Padre Dunstan, el fiel amigo de Lara desde hacía más de diez años, cuando ella, siendo una jovencita de dieciséis años, lo acompañó sin permiso a la Isla Black a enfrentar sola y desarmada todo tipo de demonios y apariciones.

De cualquier manera, Lady Croft se amontonó junto a los aldeanos e intentó que la dejaran pasar. Como por las buenas no sirvió, ella tuvo que empujarlos levemente, hasta que logró entrar en la casa. Allí, el Padre Dunstan estaba de espaldas ante ella, contemplando a un niño que desde su cama se retorcía y chillaba de dolor, y a una mujer de treinta y ocho años, pelo negro y algo gordita mirándolo horrorizada.

- ¿Qué narices está pasando aquí? –bramó Lara aturdida.

El sacerdote giró sobre sus talones lentamente y no pudo menos que sonreír al ver a su vieja amiga.

- ¡Lara, eres tú! –y se acercó a abrazarla, olvidando por un momento al niño poseído y su madre desesperada.

- ¡Padre, deprisa! ¡MI HIJO! –gritó histérica la aldeana.

Lara recordó que, en la Isla Black, había derrotado al demonio Verbelet tan pronto como mencionó su nombre, y en el Bestiario figuraban los nombres de todos los demonios existentes. ¡Ay, si se hubiera llevado el libro consigo!

Fuertes disparos resonaron en la aldea, logrando que sus habitantes gritaran despavoridos y se hicieran a un lado de la casa de Milca.

- ¡Lara, sal de ahí! –gritó una voz familiar.

- ¡Oh, no! –gimió Alister-¿Ese no es William Rutland?

- Me temo que sí –repuso Lara con furia, ya que jamás olvidaba una cara, y tampoco una voz-Pero no me explico cómo sobrevivió a los dominios de Nitocris.

- ¡Sal de ahí! ¡No lo volveré a repetir!

Lentamente y sin mirar atrás, Lara salió de la casa de Milca, ignorando a Jairo, que seguía chillando, y al Padre Dunstan, que le preguntaba quién era aquel hombre.

Decenas de mercenarios le apuntaban con francotiradores, y William, al mando de ellos, le apuntaba con una pistola. Los aldeanos, por su parte, retrocedían aterrorizados.

- Eres una cualquiera, tal como lo supuse –dijo William con frialdad-Me heriste la pierna y me dejaste sabiendo que la pirámide se inundaba.

- Pues tú quisiste matarme.

- ¡Tu mataste a mi hermano menor!

- ¿Y tú? ¡Eres mucho más asesino que yo, mentiroso! –exclamó con odio-¿Qué hay del profesor Eddinton, por ejemplo?

- ¿De qué hablas? –preguntó William sin comprender.

- ¡No disimules más!

- Ahora –indicó Gunderson desde su escondite, detrás de una de las casas.

- Sí, señor –respondieron sus mercenarios, y se lanzaron al ataque.

- ¡Aniquílenla! –rugió William a sus hombres.

Éstos dispararon a Lady Croft, quien los esquivó ágilmente de una voltereta ante el asombro de todos los presentes. A continuación ella disparaba sin cesar, pero no sólo debía hacer frente a los mercenarios sino también al enfurecido William, que aprovechaba sus distracciones para atacarla.

De pronto, un grupo de hombres con uniforme surgieron de la nada y, tras proferir un grito de guerra, dispararon a los mercenarios de William con uzis y no tardaron en liquidarlos a todos.

- ¿Y esos tipos? –inquirió Alister con asombro.

- Ni idea –repuso Lara, desconcertada.

Justo en ese momento distinguió a uno de ellos tirado en el suelo, gimiendo debido al dolor que un disparo, sin duda de uno de los hombres de William, le había provocado en la pierna.

¡Era Marten Gunderson, el pelado sirviente de Eckhart que intentó matarla en el Louvre!

Pero no era momento para distracciones:

- ¡Mis hombres! –rugió William-¡Ahora te las verás conmigo, desgraciada!

Disparó directo a su corazón, pero no atinó. Aún así, provocó que los aldeanos gritaran de asombro. Sin dejar de disparar y comprendiendo que se hallaba ante un enemigo realmente furioso, Lady Croft trepó hasta el tejado de la casa de Milca, en el que aún podían oirse los gritos de dolor del pobre Jairo.

William, por su parte, trepó al tejado de la casa contigua y disparó, disparó y disparó.

Sin dejar de dispararle, Lara saltó hacia el siguiente techo, conciente de que todos la miraban. Entonces William aceleró la marcha y saltó también. Disparaba a diestra y siniestra mientras la perseguía a través de los techos de todas las casas, y tanto Lara como los hombres de Gunderson le disparaban a él, pero en vano… William era un joven muy fuerte que medía 1.87, y esto, sumado a los deseos de venganza que cargaba en el corazón, hacían que se moviera a la velocidad de un león furioso que busca devorar a su indefensa presa.

Pero no todo salió como esperaba…

Al girarse para esquivar un brutal disparo de Lady Croft, resbaló y cayó del techo. Lanzó un grito de derrota, acompañando los constantes gritos de asombro de los aldeanos, y cayó inconsciente al suelo.

Mientras los israelitas aplaudían, Lara saltó hacia el suelo, dispuesta a eliminarlo. Pero justo entonces…

- ¡No! –se interpuso Gunderson, recordando las órdenes de Amanda-¡No lo maten!

- ¿Qué haces tú aquí, Gunderson? –inquirió Lara extremadamente sorprendida.

- Verá, señorita Croft –intentó explicarse el sicario-: cuando usted mató a ese abominable Eckhart al que yo solía llamar “Maestro” supe el gran error que había cometido al entregarme a esa secta monstruosa, y me juré a mi mismo que si nuestras vidas se cruzaban alguna vez, siempre la defendería. Mis hombres y yo estamos tomándonos unas merecidas vacaciones aquí en Israel, y fue una verdadera suerte que yo estuviera aquí para protegerla. Pero este joven es, ante todo, un ser humano, y no debe ser asesinado. Yo respondo por él.

Aún confundida, Lara permitió que Gunderson y sus hombres se llevaran al inconsciente William, y, mientras ellos se alejaban, recibió la ovación de toda la multitud.

- ¡Lara! ¡Estás bien! ¡Mis oraciones han dado resultado! –exclamó el Padre Dunstan acercándose a ella.

- ¿Qué ocurría en aquella casa? –inquirió mientras él la conducía al hogar de Milca.

- Ya lo verás.

Y sin más, se aproximó al sufriente y sangrante niño, le tocó la frente con su mano y comenzó a nombrar diferentes demonios, mientras Lara observaba atenta y Milca rezaba en silencio.

Finalmente, uno de los nombres hizo su efecto: Jairo se tranquilizó repentinamente, la sangre desapareció de su cuerpo y ahora miraba a su madre con inocencia y desconcierto.

- ¡Mami! –saludó dulcemente-¿Quiénes son estas personas? –porque no tardó en reparar en la inglesa y el irlandés.

- ¡Hijo mío! –Milca se precipitó en los brazos de su hijo.

Lara, entretanto, permanecía silenciosa y pensativa, pensando en el nombre del demonio que había poseído a Jairo: Hafgán, se llamaba Hafgán. ¿Dónde rayos había oído ese nombre antes?

 

 

 

 

William avanzaba a paso firme, con el valor de todo un caballero, luciendo su túnica de príncipe, que lo hacía ver muy elegante y además, combinaban con su cabello negro y prolijo. El ambiente que lo rodeaba estaba plagado de nubes blancas y un bellísimo arcoiris, y a lo lejos, estaba Vivian, la preciosa Vivian, con su preciosa cabellera rubia suelta y usando un vestido rosa que la hacía verse más encantadora todavía. Estaba sentada sobre el césped, sintiendo el aroma de las flores, y suspirando con aire soñador.

Por su cándida y dulce sonrisa, el muchacho supo que la joven estaba esperando por él, que por mucho tiempo había guardado que llegara, que se le abrieran los ojos, y que le brindara todo su amor.

Con el corazón latiéndole fuertemente, William se aproximó a ella y se arrodilló. Era realmente bellísima, más con esa sonrisa tan cautivadora.

- Eres muy hermosa, mi amor –le dijo con ternura acariciando su rostro.

Sabía que Vivian había esperado mucho aquel momento, quizá aún más que él. Era su Cenicienta, la que deseaba hacía tiempo que él la rescatara...

Y aquí estaba, cumpliendo su sueño, acariciando su rostro, y aproximándose para unir sus tiernos labios femeninos a los suyos, que la deseaban por completo.

Pero, de repente.

- ¡Apártate de aquí! –gritó la rubia, asqueada, apartando el rostro de William del suyo. Impresionado, el joven echó un vistazo a su alrededor y vio que aquel paisaje tan bonito ahora era un cementerio espantoso y oscuro, repleto de esqueletos putrefactos, sobre cuyas tumbas caían gruesas gotas de lluvia, provenientes de un cielo gris y tormentoso, en el que los truenos y los relámpagos estallaban.

- ¿Qué ocurre, princesa? –inquirió William con el mismo tono tierno.

- ¡No soy tu princesa! ¡Y jamás pienso serlo! –lo rechazó Vivian, duramente.

- Pero, ¿acaso no estás enamorada de mí hace mucho tiempo, tanto como yo de ti? –William la tomó de la delicada mano y la acarició.

- ¡Quita sus sucias manos de encima! –se apartó-¡Yo jamás me enamoraría de un repugnante asesino como tú! –Y comenzó a llorar.

- ¿Asesino? –inquirió sin poder creerlo -¿por qué lo dices?

- ¡POR ESTO! –gritó Vivian, señalando con el dedo.

Y al girarse, William vio en el suelo, destrozado y repleto de sangre, el cadáver de Lara Croft.

- ¡Tú la mataste! –gritó la rubia-¡Acabaste con la más grande heroína que alguna vez haya existido, y yo no quiero un asesino para mí! ¡Yo me enamoré de un hombre dulce, no de un asesino! ¡Eres una rata, igual que tu padre, William!–y siguió llorando incontrolablemente.

Tres ataúdes se abrieron, y tres zombies esqueléticos salieron de ellos y se aproximaron al muchacho, que, horrorizado, los reconoció: ¡Eran su padre, su madre y su hermano!

- ¡Felicidades, hijo! –decía Maggie-¡Ahora eres uno más de nosotros!

- ¡Asesino como su padre! ¡Bien hecho! –lo felicitó James Rutland padre.

- No… ¡yo no soy un asesino! –William retrocedió aterrorizado.

- Sí, lo eres –su difunto hermano esbozó una sonrisa cruel-¡Me vengaste! ¡Mataste a la desgraciada que me mató! ¡Bien hecho, hermanito! ¡Ya eres uno más de los Rutland!

James padre, Maggie y James junior echaron a reír a carcajadas diabólicas. William vio su túnica de príncipe rasgada, sus manos manchadas de sangre, y luego echó un vistazo, primero a Lara, que yacía muerta y destrozada, y luego a Vivian, que lloraba sin cesar y seguía gritándole que era un asesino.

- ¡NOOOOO!

 

 

Bruscamente, William despertó. Suspiró de alivio unos instantes y se percató de que estaba empapado en sudor. A continuación se echó sobre la cama y se propuso relajarse y volverse a dormir.

Volvió a despertar media hora más tarde, pero ya no recordaba nada de ese sueño. Por el contrario, veía que estaba en lo que parecía ser la habitación de un motel, y notó que Gunderson estaba de espaldas ante él, marcando un número telefónico en su celular.

- Hola, ¿estaría la señora Rutland, por casualidad?

 

 

Ya habían trascurrido las horas suficientes, y se produjo el efecto deseado: Tom, Greta, Bianca y Alister yacían completamente dormidos, con medio cuerpo apoyado sobre la mesa.

- ¡JAJAJAJAJA! –Clarisa no pudo evitar echar a reír al ver que la pastilla había funcionado-¡Eso es, todos bien dormiditos!

Tomó un cuchillo cercano, uno de los más filosos, y se aproximó a Tom.

- ¡Por fin te tengo, pendejo maldito! –siseó-¡De esta no te podrás escapar!

Alzó el cuchillo en alto, lista para hundirlo profundamente en su cráneo, y eliminarlo…

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alg que me llamo la atencion, es que no eres muy detallista en las descripciones, a veces me haces creeer que lara corre de los mercenarios pero despues me entero de que en realidad esta frente a ellos.

o sea que a veces te contradices,ademas de que no hiciste casi nunguna descripcion del hijo de milca, y que nose si el padre Dunstan siempre se distrae en los exorsismos especiales.

 

pero algo que aiempre me gusta es que haces que nos tome el suspenso por sorpresa, que saber relatar las historias, que te entiendan y tambien sabes agregarle emocion al asunto.

 

y otra cosa, no seas exigenmte, no pidas el discurso del año en tus comentarios, agradece que te escriban y si es posible con eso bastate que ya es mucho, yo nisiquiera tengo admiradores, y cuando te escribo siempre espero que devuelvas el favor, cumples bien.

 

Y por supuestono no faltaba decir:MUY BUENO!!!!!!!!! OTRA OTRA OTRA

 

Aqui esta, un comentario largo largo :wow:

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Bueno, Luciano, reconozco que soy un poco pesado con el tema de los comentarios, pero eso quiere decir que la opinión del lector, ya sea positiva o negativa, es muy importante, demasiado. La misma Ana María lo dijo: "Nada de comentarios como Wow que chulo! porque no aportan mucho". En eso hiciste un excelente papel, me lanzaste un elogio y un tomatazo, pero constructivos. Si no me interesara su opinión no les pediría eso. ¿No crees :( ?

Puede que tengas razón con las descripciones, eso significa que tenés mucho poder de imaginación. :D Prometo mejorarlo, pero tampoco las esperes tan precisas como las de Tolkien. Si de algo sirve, casi todos los israelitas son morenos, y Jairo no es la excepción.

Una vez más, gracias por el elogio :wow:

 

Bueno, señores, si bien la obsesión de Cruela Devil era con los cachorritos dálmatas, a estas alturas pensarán que la de Clarisa es con los niños, ¿no? En fin, antes de pasar a la acción en Israel junto a Lara Croft como siempre (próxima entrega) una introducción para conocer más a fondo el entorno de esta mucama morena de 33 años (te estoy describiendo a Clarisa, ¿eh, Luciano?) :wow:

 

Consejo: después de leer, vayan a abrazar a sus mamás. Sé lo que digo :cry2:

 

ENTREGA 33

 

William comprendió de inmediato lo que iba a ocurrir: Gunderson pretendía comunicarse con su madre para avisar que no tardaría en llevarlo junto a ella, aunque por fortuna para él, había contestado el teléfono Jenny y no Maggie.

Pero William no podía permitirlo; se levantó de la cama con el mayor sigilo que pudo, hasta situarse justo detrás del matón, y le propinó un fuertísimo culatazo en el pelado cráneo, dejándolo inconsciente.

El muchacho americano sabía lo que tenía que hacer: escapar, encontrar a Lara Croft, y matarla de una vez por todas.

 

 

Pero no lo logró: súbitamente, Clarisa sintió un tremendo mareo, sus ojos se le nublaron, la cabeza empezó a dolerle, y, finalmente, se desplomó en el suelo, desmayada, justo a los pies de la silla de Tom, y con el cuchillo a un costado de ella.

Un milagroso desmayo había logrado evitar que la mucama morena acabara con el muchacho castaño. Pero, ¿fue ese un desmayo normal, o había algo más?

 

En el pequeño y cálido hogar de Milca, ésta servía comida a su hijo y sus dos huéspedes. Lara, Jairo y el Padre Dunstan se sentaban en la mesita ratona mientras ella tendía ante ellos platos con cordero. En los antiguos tiempos, Abraham, Isaac y Jacob, sacrificaban corderos en honor a Yavé Dios, y siguiendo esta tradición, el cordero era una comida muy popular en Israel.

- ¡De verdad esto es increíble, señorita Croft! –comentó Milca asombrada, sentándose en la mesa junto al Padre Dunstan y enfrente de Lara y Jairo-Bah, en realidad no debería sorprenderme: si mi hijo fue poseído por un demonio del averno, no es extraño que su madre esté atrapada en un mundo mágico, y mucho menos, que dicho mundo exista.

- ¡Pero no puedo creerlo! –manifestaba el sacerdote-Hace años yo conocí a Amanda, ¿no recuerdas que tú me la presentaste? Me pareció una chica excelente, nunca pensé que se convertiría en semejante monstruo. ¡Mira que mandar a tu madre a Avalón!

- A mí me parece tan increíble como a ustedes –coincidió Lady Croft-A propósito, padre, ¿no sabrá usted de casualidad algo sobre el Talismán Agua? Sólo sé que está en Jerusalén, pero no sé exactamente dónde.

El Padre Dunstan titubeó unos instantes.

- Tengo una idea aproximada, pero no estoy muy seguro…

- No importa, dígala –pidió Lara. La mujer sentía tanto respeto por el hombre que aún luego de tanto tiempo seguía sin tutearlo.

Lara, Milca y Jairo se volvieron hacia el cura.

- Bueno, pues, se dice que Sir Galahad, tras la muerte del Rey Arturo, se dispersó hasta aquí, hasta la Tierra Prometida, y que halló la tumba de Moisés, el Libertador de los Hebreos. Según el libro de Judas Macabeo, en el Nuevo Testamento Bíblico, Satanás el Maligno, siempre con malas intenciones, buscaba lograr que el pueblo judío pecara de idolatría, y los tentó para que colgaran el cadáver de Moisés en la plaza pública. Logró tentar al pueblo, pero el Arcángel San Miguel le hizo frente y ocultó el cuerpo del Libertador de su diabólica presencia. Nadie sabe dónde está, sólo se sabe que se haya oculto bajo Jerusalén, y que Sir Galahad, ya viejo, logró hallar la Tumba de Moisés. Sin embargo, se cree que la tumba está custodiada por demonios no muy diferentes a los que te enfrentaste tú cuando eras jovencita, mi niña –Lara no pudo evitar sonreír, mientras Milca y Jairo se miraban sin entender-En fin, tal parece que vine a esta tierra santa de vacaciones y estoy en actividad todo el tiempo: desterrando demonios de los cuerpos de los niñitos y ayudando saqueadoras de tumbas –añadió irónico.

- Usted no sabe lo agradecida que estoy por ello, padre –dijo Milca con profunda gratitud.

- Una cosa -intervino el pequeño Jairo-: el demonio que me dominaba se llamaba Hafgán, ¿no es así? ¿Quién era ese tal Hafgán?

El niño había preguntado lo mismo que Lara deseaba saber desde hacía rato.

- Buena pregunta, pero no puedo contestarte. Nunca pensé que Hafgán tuviera algo de especial, no tengo ni idea de quién pudo haber sido ese demonio –repuso un poco frustrado el Padre Dunstan.

- A mí me suena de algún lado –dijo pensativa nuestra heroína-¡Pero no puedo recordar de dónde!

Milca y el Padre Dunstan se encogieron de hombros.

- Oiga, señora, la comida estuvo deliciosa –agradeció Lara a Milca poniéndose de pie-Pero ya debo irme. ¡Hay una tumba por descubrir!

- Pero no puedes ir sola, querida –intervino el Padre Dunstan-Mira, hay un criptógrafo inglés de apellido Layard instalado aquí en Samaria, ¿por qué no preguntas por él? Yo te acompañaré, si quieres.

- Muy amable por tu parte –repuso la exploradora-¡Tumba de Moisés, prepárate para ser descubierta por Lara Croft!

 

 

Charlotte McClaggen contemplaba silenciosa su hogar, intentando no llorar otra vez. Era una casa común y corriente, digna de una familia inglesa de clase media y trabajadora y nada holgada de fortuna; los muebles eran bellos y antiguos, y por las paredes estaban colgadas fotos familiares en las que sólo se percibía felicidad: una madre y sus dos hijas saludaban sonrientes, y en sus rostros figuraban la franqueza y la inocente dicha. Pero, como bien sabía Charlotte, eran otros tiempos, los tiempos anteriores a que la Cábala destruyera sus vidas para siempre.

Charlotte era viuda, rozaba los sesenta y cinco años, y aparentaba ser una mujer de cabello canoso, rechoncha y de constitución debilucha, pero era más fuerte de lo que aparentaba. Su marido, Clark McClaggen, había muerto a poco tiempo del casamiento, y ella había tenido que trabajar duramente y criar sola a sus hijas, Clarisa y Carolina. El resultado fue bueno, ya que nunca les faltó nada, y entre las tres se mantenían muy unidas.

Y ahora, Charlotte se encontraba completamente sola, sollozando, rezando y contemplando sus fotos con sus hijas, de las cuales una de ellas había muerto asesinada por su propia hermana, y la otra corría un peligro terrible en manos de aquellos seres repugnantes, de aquella secta monstruosa e integrada por maníacos.

 

- ¡Clarisa, abre la puerta! ¡Te lo ruego!

Charlotte lloraba a gritos y golpeaba con todas sus fuerzas la puerta del departamento de Clarisa, que no había tardado en abandonarlas a ella y a Carolina.

Su hija le abrió y la observó con la misma mirada fría y pérfida con la que se contempla a un escarabajo venenoso.

- ¿Qué quieres, Charlotte? –le espetó despectivamente.

- Hija, soy yo, tu mamá. ¡No seas tan cruel! –La anciana estaba a punto de quebrarse.

- Tú no eres mi mamá. Fuera de mi casa –y se apresuró a cerrar la puerta, pero su madre la detuvo.

- ¡Clarisa, hija mía! ¿Tanto te lavó la cabeza esa sucia Cábala? Vuelve conmigo, por favor, tu hermana y yo te necesitamos –En un intento desesperado, Charlotte acarició el rostro de su hija con todo el amor de una madre.

- ¡JAMÁS VUELVAS A TOCARME, SUCIA! –Con profundo asco, Clarisa la apartó de sí misma y la abofeteó descaradamente. Charlotte no podía sentir dolor más grande que el de ser atacada por su propia hija, que ahora le gritaba como si ella fuera un gusano-¡Ya te lo dije cientos de veces! ¡No quiero verte nunca más, ni a ti ni a la zorra de Carolina! ¡Y agradece que no le cuente al Maestro Eckhart que apareciste por aquí, no quiero que se ensucie las manos con una deforme, pobretona e insignificante como tú! –y le escupió-¡Tú ya no eres mi madre! ¿Me oyes? ¡TÚ ESTÁS MUERTA PARA MÍ, IGUAL QUE CAROLINA! ¡MUERTA Y ENTERRADA! ¡Y QUE NUNCA SE TE OLVIDE! –Le gritó bien fuerte.

Mientras Clarisa respiraba agitadamente, Charlotte permaneció silenciosa, sintiendo que se le iba a romper el corazón de tanto dolor: ¡Era su hija, su propia hija!

- ¡Escúchame muy bien, Clarisa! –La anciana jamás recordaría de dónde sacó tal valor-¡Si tú lastimas a alguien, yo, tu madre, que te di la vida, juro que te la quito! ¡Juro que te la quito!

Clarisa cerró la puerta sin más, y su madre continuó llorando, sintiéndose impotente y humillada como nunca antes.

 

 

Aquel había sido uno de los peores días de su vida: el día en el que comprobó todo lo que la Cábala había influenciado a Clarisa hasta lavarle el cerebro, y trasformarla en ese monstruo; monstruo que, por cierto, ella misma había engendrado, y al que le debía el hecho de tener ahora el brazo enyesado...

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