-
Contenido
7.621 -
Ingreso
-
Última visita
Tipo de contenido
Calendario
Perfiles
Foros
Todo lo publicado por Oraculo
-
CAPITULO III: EL CONFLICTO FINAL DEL MAESTRO Y EL ALUMNO, SAGA VS. VANE. La batalla entre Shun y Acteón ha terminado, y aunque parezca increíble el primer Dios del Olimpo ha caído derrotado ante un santo de Athena. TEMPLO DE ZEUS. El emperador de los Dioses ya se ha enterado de la derrota de Eros, y no se explica como lo venció un santo. SEGUNDA CIUDADELA DEL OLIMPO. Saga y Vane siguen peleando, y éste último no puede creer que uno de los templos y su guardián hayan desaparecido. Saga le dice que eso es sólo el principio, ya que todos los dioses del Olimpo caerán derrotados uno por uno ante los santos. Vane le dice al santo dorado que aunque Acteón haya sido derrotado, los santos jamás llegarán al templo de Zeus. Y que es más en ese momento él lo sepultará con su ken. TEMPLO DE ZEUS, EN LA CIMA DEL OLIMPO. Ares y Poseidón siguen su titánica pelea. Ninguno de los dos ha disminuido su cosmos, a pesar de las horas que llevan combatiendo. Ares le dice al emperador de los mares que ya no tiene tiempo que perder, y que es hora de terminar con la pelea, así que le propone un trato; que consiste en parar la pelea por ahora, ya que el Dios de la guerra debe vigilar su Templo. Poseidón se toma unos instantes para pensarlo y recuerda que él no está allí para pelear con Ares, si no contra Zeus. Por lo que acepta, con la condición de que reanudarán la pelea más tarde. Ares acepta, y se marcha. Sin embargo, el emperador del océano sabe en su interior que no habrá otra pelea con Ares, ya que tal vez muera combatiendo a Zeus. TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Shun ha derrotado a Acteón de Eros, pero ha quedado exhausto después de la batalla. Shion de Aries y Dohko de Libra y Kiki han llegado al Olimpo y pasan por el lugar en donde se encuentra Shun. Shion y Dohko le informan a Shun que vinieron a ayudar a los santos de bronce y oro ya que darán su vida si es necesario por derrotar a Zeus. Shun les dice que los alcanzará en cuanto pueda, pero Shion sana todas sus heridas y le transmite energía con lo que se recupera y se van. Juntos hacia el siguiente templo. SEGUNDA CIUDADELA DEL OLIMPO. La mortal batalla entre Saga de Géminis y Vane de Pólux continua. Ambos, maestro y alumno respectivamente no cesarán de pelear hasta demostrar quien es el mejor. Vane acaba de anunciar a Saga que lo va a atacar con su ken llamado: “Explosión de Nova”. Saga le dice que ya lo atacó una vez con esa técnica y que ya no dará resultado por segunda vez... Vane ataca y el santo dorado recibe el ken y sale volando contra un muro. Sin embargo se levanta riéndose y le muestra a Vane que con la mano atrapó su ken. Saga reta a su maestro a medir sus fuerzas disparando ambos su ken. Vane se enfada ante tales palabras y le dice que acepta. En ese momento, Shiryu y Hyoga han llegado al sitio donde Saga y Vane pelean. Saga les hace la seña de que sigan adelante, los santos de bronce, comprenden y se van a seguir a Seiya. Y se internan en el templo de la Guerra Santa... Saga y Vane empiezan a arder sus cosmos hasta un punto crítico, y es cuando ambos atacan al unísono... -“¡“Explosión de Galaxias”!”. Grita Saga. -“¡“Explosión de Nova”!”. Grita Vane. EN OTRO LUGAR, NO MUY LEJOS DE AHÍ... Kanon de Géminis, se dirige al encuentro con Saga. Recuerda lo que pasó cuando fue por su armadura al cuarto del Patriarca... Al llegar a la habitación, encontró una inscripción en la pared que decía: -“Kanon, hermano; cuando leas este mensaje yo ya estaré en el Olimpo combatiendo con Zeus. Pero, como tú demostraste en la batalla contra Hades que eres un verdadero santo. Y sobre todo me sentí orgulloso de ti cuando a pesar de que podías perder la vida, te enfrentaste a los tres Kyoto (Jueces del Infierno) y no te importó sacrificar tu vida para entregarme la arma—dura de Géminis para destruir el Muro de los Lamentos. Por todo eso me tomé la libertad de pedirle a Shion que reconstruyera tu armadura del Dragón de Mar, y te espero para que los dos juntos peleemos por Athena”. Kanon dice que nunca olvidará esa promesa, por lo que alcanzará a Saga, para combatir juntos. SEGUNDA CIUDADELA DEL OLIMPO. Los ataques de Saga y Vane chocan y ocasionan una onda de choque expansivo, sin embargo, ambos salen ilesos. Saga le dice a su maestro que como puede ver, ambos están al mismo nivel. Ya que los dos se nulificaron. Vane contesta que no lo subestime, por que aún no está peleando en serio. Sólo lo estaba poniendo a prueba, ya que lo puede destruir en un abrir y cerrar de ojos. El olimpiano empieza a hacer arder su cosmos. Saga se ve rodeado por el gigantesco cosmos de Vane. En seguida una ráfaga de energía lo azota contra un pilar. Saga cae semiinconsciente, Vane se prepara para darle el golpe final, pero.... ¡Otra ráfaga lo golpea por la espalda! ¡Kanon ha llegado! EL SANTUARIO, GRECIA. Marín, Shaina, Sorento y los otros santos de bronce deliberan en si van a ayudar a Athena y los otros santos al Olimpo. Todos opinan, y parece que ya decidieron ir a unírseles, pero Sorento los detiene. Shaina pregunta al general marina, si acaso tiene miedo de enfrentar a Zeus, a lo que éste contesta que no es eso, lo que pasa es que si van sólo van a ir a estorbar a los otros santos. Jabú le dice que si se siente tan preparado, por que no va él mismo a ayudarlos. Sorrento le contesta que él sólo está esperando llamado de Poseidón para ir a asistirle. EL OLIMPO, SEGUNDA CIUDADELA. Kanon acaba de llegar. Vane está sorprendido, por el poder que imprimió Kanon en su ken al golpearlo. Kanon le dice que él será su oponente en lugar de Saga. Pero en ese momento, Saga se levanta y le dice que no se meta, que el problema es entre su maestro y él. Kanon le dice a Saga que no vino desde el Santuario sólo para verlo pelear. Y que si luchan los dos a la vez, vencerán al olimpiano fácilmente. Por fin Kanon logra convencer a Saga de tomar su lugar mientras se recupera. Vane le aconseja a Saga que se recupere rápido si no matará a Kanon. Kanon se enfurece ante tales palabras y dispara su “Explosión Galáctica” contra Vane, pero éste la detiene con su mano y se la regresa. El santo alcanza a esquivar el ken pero es lanzado contra las escaleras del templo y queda seminoqueado. Vane aparece sobre él para asestarle el golpe final.... pero, justo cuando el olimpiano dispara su “Prisión de Limbo”; Saga se para enfrente de él y dispara su “Otra Dimensión”. El choque de dimensiones provoca un pequeño agujero negro. Vane trata de escapar pero Saga lo toma por la espalda y enciende su cosmos propulsándose hacia el hoyo negro. Kanon reacciona y sólo alcanza a ver como su hermano se desprende de su armadura y que irremediablemente es succionado junto con su maestro por el hoyo negro y ocurre una tremenda explosión... Saludos
-
CAPITULO II: EL DESPERTAR DE UN LEON DORMIDO, ¡ EL VERDADERO PODER DE SHUN ! TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Shun y Acteón de Eros, continúan su mortal combate... El Dios ha decidido usar su ken más poderoso para matar a Shun. -“No quería utilizar mi lira, pero tú me has obligado. Aún estás a tiempo para renunciar, ya que no quiero ensuciar este templo sagrado con tu vulgar y asquerosa sangre”. Advierte Eros. Sin embargo Shun está decidido a seguir peleando. -“Entonces prepárate a escuchar la : ¡“Sinfonía Mortal de Amor”! ”. Exclama Acteón. De la lira del Dios empieza a surgir una melodía triste y a la vez melancólica que se escucha en todo el templo. Shun recuerda sus anteriores peleas en contra de oponentes similares; y se protege con su defensa rodante. -“Esta vez eso no te servirá niño, con un “Do” mayor de mi lira estará acabada tu defensa”. Dice el Dios. Y... Eso ocurre, la cadena de Shun vuela en pedazos ante la nota tocada. Pero Shun enciende su cosmos y la cadena vuelve a repararse y ahora usará una nueva técnica defensiva...: ¡“La Defensa Piramidal”! Por una extraña razón, Acteón no se preocupa por lo que ha visto y lejos de inquietarlo más lo anima que Shun sea un rival tan poderoso. -“Mira niño, ha sido divertido pelear contra ti. Pero me has hecho perder minutos valiosos en los que debería de estar en el jardín real disfrutando de la belleza de la primavera eterna, así que, antes de matarte te felicito, pues has sido el primero que me ha obligado a usar mi lira... Ahora escucha ¡“La Sinfonía Mortal de Amor”!”. Dice amenazante Acteón. Shun confía en su defensa piramidal, pero... cuando Acteón da su última nota, el santo de Athena es golpeado por un poder inmenso que destruye su defensa y su cadena, cortándole los cinco sentidos y enviándolo a volar contra el techo del templo... EL SANTUARIO, GRECIA. Un extraño aparece ante los maestros Shion y Dohko. ¡Es Kiki, el discípulo de Mu! Y lo sorprendente es que... ¡Trae la armadura de Athena! .Le preguntan al niño donde la encontró a lo que él les contesta que un sujeto parecido a un santo se la entregó para que se la llevaran a Athena.Dohko dice que ahora sí están listos para ir a combatir al Olimpo... TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. El cuerpo de Shun está inerte en el suelo y Acteón se encuentra seguro de que ganó, pero al darse la vuelta siente el cosmos del santo de Athena... -“¡Imposible! No puedes estar vivo, recibiste la técnica más poderosa que tengo. ¿Qué puedes hacer ahora que ya no tienes la cadena? ¡¿Por qué continuas?!”. Pregunta asombrado Acteón. -“A...Acteón, no me puedes derrotar. Porque yo prometí a mi hermano que pelearía por mí mismo sin la ayuda de nadie hasta que él regresara, y ahora te derrotaré con mi poder secreto: ¡“El Vapor Nebuloso”!”. Exclama Shun. -“Así que esto es tu última esperanza, pero no se que intentas hacer si esto es sólo una ventisca y no me puede hacer el menor daño.”. Dice burlonamente Acteón. Shun le dice que no se fíe del vapor y lo reta a moverse libremente.... ¡Acteón no puede moverse! El vapor lo ha inmovilizado. Al Dios no parece preocuparle el “Vapor Nebuloso”, pero Shun le dice que lo tiene en sus manos pero que no lo quiere matar, si lo deja pasar lo liberará pero si no lo acabará. Acteón suelta una gran carcajada ante la amenaza del santo de Athena. -“Por eso no me puedes vencer, eres demasiado blando. Además tu vapor no me ha detenido y ahora que ya no tienes tu cadena, no podrás protegerte de mi ken”. Exclama el Dios. Shun le advierte que entre más trate de moverse el vapor seguirá tomando más poder hasta convertirse en una tormenta donde morirá. Acteón no le cree y sigue en su afán de atacar. -“Tú lo pediste, ¡“Tormenta Nebular”!”. Grita Shun. El Dios comprende lo de la tormenta muy tarde, y es golpeado... TERCERA CIUDADELA DEL OLIMPO. Seiya ha pasado el templo de la Guerra Santa y ahora se dirige al siguiente, el de la Belleza Eterna. En el camino se encuentra al guardia pretoriano de la entrada, quien sólo lo mira pero para sorpresa de Seiya, se hace a un lado y lo deja pasar. TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Shun está seguro de haber derrotado a Acteón de Eros con su “Tormenta Nebular”. En ese momento escucha la voz del Dios que le dice que esa fue una buena técnica pero que no fue suficiente para vencerlo. También le dice que ahora que ha usado su mayor ken, ésta seguro de que ya no le quedan fuerzas para pelear. Por lo que será derrotado. Justo cuando Acteón está por rematar a Shun con su ken, siente que el cosmos del santo está aumentando en lugar de disminuir. Y peor aún está comenzando a envolver al suyo. El Dios piensa que no debe de dar otra oportunidad a Shun, así que lo ataca con su ken, pero... ¡Shun ataja el ken con sus manos! Acteón comprende que el santo de Athena ha alcanzado el noveno sentido, el Kundalini. -“¡No, no me vencerá! ¡Yo soy un Dios del Olimpo y él es sólo un mortal! Lo acabaré antes de que haga algo con mi sinfonía”. Dice lleno de temor Acteón. Shun le dice que ya es demasiado tarde, ya no puede hacer nada en su contra, ahora que ha despertado el noveno sentido ya no tiene control sobre sí mismo... La apariencia de Shun ha cambiado, su mirada ya no es inocente si no llena de ira contra el Dios. Acteón está inmovilizado de terror. -“¡Acteón, prepárate para morir! ¡“Huracán Nebular”!”. Grita Shun. El ataque es sorprendente, Acteón es envuelto en una ráfaga de viento y energía estelar, sin embargo lo soporta. Acteón grita que eso no lo derrotará, en cambio Shun si morirá con su “Sinfonía Mortal de Amor”. Pero al comenzar a tocar, su música no se escucha a causa de los vientos, y no sólo eso, cada vez que se esfuerza por atacar el huracán toma más y más fuerza, hasta que Acteón lleva su cosmos al límite y detiene el huracán. -“¡Ahora sí niño, esto se acaba ya!”. Grita Acteón. -“Tienes razón.”. Agrega Shun. Una sonrisa se dibuja en el rostro de Shun al tiempo que grita: -“¡Hoyo Negro de la Nebulosa!”.... Después de eso el templo desaparece al igual que Acteón de Eros, en medio de una gran explosión... Sólo queda Shun de pie en el centro, pero cae al instante al suelo inerte. Saludos
-
Hola amigos, arranco con el volumen 4: VOL. IV.- CAPITULO I: LA MORTAL BATALLA EN EL TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Shun está a punto de comenzar su batalla en contra de Acteón de Eros.El santo de Andrómeda se prepara convirtiendo en nebulosa su cadena. Acteón le dice que sólo le tomará un segundo derrotarlo, acto seguido dispara su ken. Shun se protege con su defensa giratoria y no le afecta el ataque de Acteón. Éste sólo sonríe pensando que la pelea será entretenida... SEGUNDA CIUDADELA DEL OLIMPO. Seiya se dirige al siguiente templo. En el camino encuentra a Saga, quien está enfrentándose a Vane de Pólux y Dagr de Cástor. Saga le dice que se vaya pero Seiya se rehúsa, ya que son dos contra uno. El santo dorado le dice que se puede quedar pero que no interfiera en su pelea. LAS AFUERAS DEL TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Hyoga ha alcanzado a Shiryu y juntos han entrado al primero de los templos, donde combaten Acteón y Shun. MIENTRAS TANTO, DENTRO DEL TEMPLO... Acteón de Eros no puede creer que la cadena de Shun haya soportado su ken sin recibir un sólo rasguño. -“Estoy sorprendido, no por ti claro sino por tu cadena que no ha sufrido daño alguno después de recibir mi ken. Ahora veo que las leyendas sobre la famosa cadena de Andrómeda son ciertas. Sin embargo tú defensa es imperfecta, por que entre cada giro hay una billonésima de segundo de abertura. Así que tu defensa giratoria no te podrá proteger de mí otra vez.” Exclama Acteón. El Dios ataca de nuevo a Shun y éste se protege con su defensa rodante, pero ésta vez el ken de Acteón es diferente, pues el anterior era una red de millones de finísimos rayos y ahora es una estampida que empieza a penetrar la defensa del santo de Andrómeda. Shun comienza a sentir los embates de su enemigo y su cadena cae a pedazos, al mismo tiempo, Acteón une todos los rayos y los convierte en una sola ráfaga de energía que se impacta contra Shun. Sin embargo... En el último momento, Shiryu y Hyoga aparecen y el santo del Dragón protegió a Shun del ken de Acteón con su escudo. -“No puede ser, ese escudo recibió el impacto de mi ken y no está destruido. Cada vez me sorprenden más los santos de Athena.”. Dice sorprendido Acteón... SEGUNDA CIUDADELA DEL OLIMPO. Seiya sólo mira a Dagr de Cástor, esperando el momento en que se entrometa en la pelea entre Vane y Saga. -“Vane, escucha, ya no puedo perder más el tiempo aquí, debo ir a proteger la entrada al templo de Hermes”. Dice Dagr. Vane sólo asienta con la cabeza, al momento, Dagr desaparece. Saga voltea y le dice a Seiya que se vaya al siguiente templo y que no se preocupe por él. Seiya acepta y se va. TEMPLO DE LA ARMONIA Y PAZ UNIVERSAL. Shiryu y Hyoga han llegado justo a tiempo para salvar a Shun de un ataque mortal de Acteón de Eros. Shiryu pregunta a Shun si se encuentra bien, éste sólo asienta con la cabeza y se pone de pie. Shun les recuerda lo que acordaron antes de entrar al templo. Que él iba a combatir ahí solo. Los santos de Athena se despiden de él recordándole su promesa, que todos juntos vencerán a Zeus. Acteón les dice que no los detendrá, ya que a él le interesa pelear sólo con Shun. Eros le dice a Shun que sólo se salvó de su ataque porque Shiryu lo protegió con su escudo, pero que ahora que ya no tiene cadena, no tendrá escapatoria. Y sin perder más tiempo, Acteón ataca otra vez a Shun con su poderoso ken, sin embargo ésta vez el santo de Andrómeda consigue eludirlo, desapareciendo de la habitación. Eros está perplejo ya que no puede sentir el cosmos de Shun. Hasta que la cadena de Andrómeda sujeta uno de sus brazos. -“¿Eh? ¡La cadena! Pero si yo la hice mil pedazos, ¿Cómo me está atacando? Y peor aún, ¿Cómo escapó Andrómeda de mi ken? ”. Se pregunta Acteón. -“Es muy sencillo, un truco visto una vez no funciona en segundas ocasiones para un santo de Athena. Y en cuanto a tu otra pregunta, en efecto destruiste la cadena, pero sólo la de círculo”. Contesta Shun. Shun advierte a Acteón que ahora será derrotado por la cadena cuadrada, dicho esto Shun ordena a su cadena que se convierta en telaraña y aprisiona a Acteón para asestarle el último golpe con su cadena: “Ondas Relámpago”. La dirige hacia el Dios haciendo movimientos en zig-zag. Sin embargo antes de impactarse en Acteón éste se desvanece cayendo la cadena sin energía al suelo ante el desconcierto de Shun. Acteón le dice a Shun que así como su cadena la cual no puede atacar al enemigo si no lo ve o siente. Él puede estar a trillones de años luz de ahí en ese momento y la cadena no le puede hacer nada y sin embargo él puede destruirlo desde donde este. El santo de Athena sonríe sarcásticamente ante las palabras de Acteón y le advierte que aunque lo ataque desde donde esté no podrá derrotarlo. Acteón acepta el desafío y lanza su ken, ante su asombro la cadena que yacía en el suelo sin energía se levanta por sí sola tomando la forma de una red que atrapa el ken y lo desaparece. Shun pregunta al Dios si sabe por que son dos cadenas de Andrómeda, sin hallar respuesta. -“Veo que no lo sabes. Así que te lo voy a decir; eso es por que cada una tiene las dos funciones más importantes de un combate: defender y atacar. La circular se convierte en un muro impenetrable que me defiende de cualquier ataque y la de cuadros sirve para atacar en la forma más eficiente. Ésta puede sentir al enemigo aunque se encuentre en el fin del Universo, ella lo encontrará y atacará. Así que aunque no estés aquí, la cadena cuadrada te encontrará y te destruirá”. Explica Shun. Después de acabar de hablar, Shun lanza su cadena cuadrada contra Acteón. La cadena abre un agujero interdimensional por donde se introduce a la velocidad de la luz, y en un abrir y cerrar de ojos, por el agujero sale disparado el casco de Acteón. Momentos después aparece el Dios, hirviendo en ira contra Shun. -“Veo que te he subestimado niño, no eres basura después de todo. Pero aún sigues siendo un tonto mortal, ¡Y yo soy un Dios! Por lo tanto serás derrotado irremediablemente. Ahora sí me has hecho enojar; así que te atacaré con mi terrible: ¡“Pentagrama Cósmico”!”. Exclama lleno de ira Acteón. Esta vez la cadena se transforma en una espiral gigantesca enfrente de Shun, que al girar asemeja un espejo que no deja pasar el ataque de Acteón, reflejándolo en su contra. El Dios se enfurece y decide usar su lira para matar a Shun... Saludos
-
Hola amigos aqui les mando el capitulo 11: CAPÍTULO 11 Como sospechaba, el santuario que cerraba el pasillo era una puerta, y la pequeña estatua de la sanguijuela que Rebecca había encontrado encajaba perfectamente en la «cerradura». Se oyó un suave clic y el cerrojo se abrió. Billy observó la parte delantera de la puerta antes de entrar, y decidió que el perfil sí que era el del doctor James Marcus. Se pregunto por qué el hombre de sanguijuelas que habían visto en el tren se parecería a Marcus; las sanguijuelas las controlaba alguien que era claramente más joven, el que cantaba fuera. ¿Estaría el auténtico Marcus todavía por ahí? No parecía probable. El diario que Rebeca había encontrado… Marcus tenía delirios paranoicos sobre Spencer yendo a por él para apoderarse de su trabajo, y eso había sido hacía diez años. La gente que perdía tanto la cabeza normalmente no era capaz de mantener su trabajo. Rebecca estaba esperando. Dejó ese misterio menor a un lado y empujó la extravagante puerta con el cañón de la escopeta. Una rápida ojeada buscando movimiento…, nada… y bajó el arma a la vez que entraba del todo en la sala. —¡Jo! —exclamó en voz baja al mirar la habitación. Era un despacho grande, lujosamente decorado con estantes y armarios empotrados de madera oscura pulida y cristal biselado en un lado, y con una recargada chimenea al otro lado. Los muebles antiguos de madera, una mesa baja, sillas y un gran escritorio, eran impactantes; la gruesa alfombra silenciaba sus pasos. Vio una puerta al fondo de la sala, detrás del escritorio, y cruzó mentalmente los dedos esperando que resultara ser una ruta de escape. Gran parte de la iluminación de la sala procedía de un enorme acuario que dominaba la esquina noroeste, cerca de donde él se hallaba, y lo teñía todo de una luz acuosa azulada, aunque el acuario en sí estaba vacío. ¿Vacío? Billy frunció el entrecejo y se acercó más. No, no estaba vacío. No había peces, ni rocas, ni plantas, pero había numerosas cosas flotando en lo alto, cosas desagradables, irreconocibles, pero no por ello menos grotescas. Parecían ser trozos de piel humana, pero sin forma, sin huesos, como pedazos amputados y deformes. Billy se apartó rápidamente, asqueado por los objetos flotantes. Uno de los armarios de la pared estaba abierto. Billy se acercó a él y echó una ojeada a los libros que había dentro. En un estante encontró un antiguo álbum de fotos y lo cogió. Sabía que debía volver con Rebecca, pero le picaba la curiosidad y se preguntó si el busto de la puerta indicaba que se hallaba en el despacho de Marcus. Las fotos estaban viejas, amarillentas y curvadas. Pasó unas cuantas páginas y decidió que era una pérdida de tiempo. Iba a poner el álbum en el estante cuando una foto suelta cayó revoloteando. Se agachó para recogerla, y la contempló bajo la luz azulada y ondulante. La foto no era particularmente interesante: tres hombres jóvenes, de los años treinta o cuarenta, bien vestidos y limpios, sonriendo a la cámara. En el reverso, alguien había escrito: «Para James, como recuerdo de tu graduación, 1939». Billy observó la foto y decidió que el joven del medio podía ser James Marcus. Algo en la forma de la cabeza… le resultaba de algún modo familiar. —Aquel tipo —se dijo a sí mismo. El cantante del tren. No lo habían visto muy bien, pero tenía el mismo aire, los mismos hombros anchos…—. Podría ser el hijo de Marcus. O su nieto. Todo eso era como un rompecabezas, y estaba empezando a pensar que había encontrado otra pieza. Si Spencer se había deshecho de Marcus y le había robado su trabajo, ¿el hijo de Marcus, o el hijo de su hijo, no querría vengarse? Quizá la infección viral no había sido un accidente. Quizá el tipo de las sanguijuelas lo había provocado. Billy suspiró y dejó la foto encima del álbum. Todo eso estaba muy bien, pero en un sentido práctico, ¿a quién diablos le importaba? Lo que tenía que hacer era buscar una salida. Registró el escritorio en busca de mapas o llaves, pero no encontró nada, y fue hacia la segunda puerta de la sala, que, afortunadamente, no estaba cerrada con llave. La abrió y sintió que sus esperanzas se desvanecían; no había ningún gran túnel con una señal de salida brillando en lo alto. Era un almacén de arte, o lo parecía, con cuadros apoyados contra las paredes y unas cuantas esculturas cubiertas con fundas viejas. Una estatua permanecía descubierta, una pieza de mármol blanco que parecía uno de esos dioses romanos sentado contra una pared adornada, la polvorienta mirada hacia lo alto, una mano curvada sobre el abdomen y sujetando alto. Algo verde. Billy se acercó, cogió el pequeño objeto de los pálidos dedos de la estatua y sonrió ligeramente al ver qué era. Había encontrado otra talla de una sanguijuela, pero ésta era verde en vez de azul. Otra llave, quizá de otra puerta secreta. Y ésta podía ser su verdadero billete de salida. Día 1 Administré M a cuatro sanguijuelas. Su simple estructura biológica las convierte en candidatas perfectas para esta investigación, pero puede que sean demasiado simplistas para adaptarse. No se observan cambios inmediatos. La palabra «cuatro» estaba subrayada. En el margen alguien había escrito «cambio de secuencia» con trazos delgados y lo había rodeado con un círculo. Era parte de un diario de laboratorio, principalmente números y fechas. Rebecca había estado a punto de dejarlo cuando descubrió varias frases y palabras subrayadas en una de las últimas páginas. Siguió buscando pasajes marcados. Día 8 Ha pasado una semana. Rápido crecimiento hasta doblar su tamaño original. Comienzan a mostrar señales de transformación. Reproducción con éxito, su número se ha doblado, pero se ha iniciado un comportamiento caníbal, posiblemente debido a un aumento del apetito. Me apresuré a aumentar la provisión de alimento, pero he perdido a dos. «Número se ha doblado» y «dos» estaban subrayados. Día 12 Les di comida viva, pero perdí la mitad cuando la presa se defendió. Sin embargo, aprenden de la experiencia, comienzan a mostrar comportamiento de ataque en grupo. Su evolución supera las expectativas. «Perdí la mitad» estaba subrayado. No había más entradas marcadas, pero Rebecca siguió hojeando, inquieta por el éxito del extraño experimento. Día 23 Las sanguijuelas ya no muestran características individuales, se mueven como una colectividad. Día 31, se reproducen a una velocidad fantástica, ahora comen todo lo que se les ofrece… La última anotación le indicó claramente hasta dónde había llegado la locura del doctor Marcus. Día 46 Un día digno de recordar. Hoy han comenzado a imitarme. Creo que reconocen a su padre. Siento un fuerte afecto hacia ellas. ¿Son capaces de querer? Creo que sí. Ahora somos nosotros, sólo yo y mis brillantes niños. Nadie los apartará de mí. Con todo lo que he aprendido, no se atreverán. —¡Eh! Era Billy, que llamaba desde el piso de abajo. Rebecca dejó los papeles, fue hasta el agujero y se arrodilló en el borde. —¿Has encontrado algo que sirva? —preguntó, mirándolo desde arriba. —Quizá. Cógelo —respondió, y le lanzó algo pequeño por el hueco. Rebecca lo atrapó. Era otra llave de sanguijuela, en este caso verde. —¿Hay una puerta ahí arriba con un busto de Marcus delante? —preguntó Billy. Rebecca negó con la cabeza. —No lo sé. No en esta sala, eso seguro. He estado leyendo algo más sobre este experimento de chiflados. ¿Quieres que eche una ojeada por ahí? Billy dudó un instante. —¿Por qué no subo y entonces podremos mirar los dos? Déjame que busque una mesa o algo… —Tendré cuidado —aseguró Rebecca—. ¿No has dicho que había otra puerta ahí abajo? Tal vez deberías intentar abrirla mientras voy a ver si encuentro la cerradura para esta cosa. —Tiene una cerradura con combinación —contestó Billy—. A no ser que tengas a mano un juego de ganzúas, no sé cómo vamos a abrirla. Rebecca suspiró. Era una pena que Lara Croft no estuviera con ellos. Era del equipo Alfa y, según Davis, podía abrir cualquier puerta… … cambio de secuencia. —Espera. ¿Una cerradura con combinación? Billy asintió. Rebecca se apartó del agujero y volvió de prisa al escritorio. Leyó los pasajes subrayados, hizo los cálculos y regresó al agujero. Cuatro sanguijuelas… Doblar… Perder dos… Perder la mitad… —Prueba con… cuatro, ocho, seis, tres —propuso. —¿Una inspiración divina? —preguntó Billy. Rebecca sonrió ligeramente. —Posiblemente. Pruébalo. —Alzó la sanguijuela verde tallada—. Yo veré si encuentro donde va esto. Billy asintió a regañadientes. Rebecca se puso en pie y se dirigió hacia la puerta de la sala, sin estar muy segura de si estaba siendo valiente o estúpida. En verdad no quería hacer nada sola, no desde su encuentro con los primates, pero como ya estaba en el primer piso, tenía sentido que fuera ella a echar una ojeada. La puerta del laboratorio daba a un corto pasillo con tres puertas, además de la que ella había cruzado. La primera puerta, a la derecha, estaba cerrada con llave. La segunda, a la vuelta de una esquina y también a la derecha, estaba abierta, pero una rápida mirada la convenció de que sólo era una gran habitación vacía con un pequeño despacho adosado a un lado. Estaba demasiado oscuro para ver nada más. Rebecca cerró la puerta, aliviada de llevar ya dos tercios de su pequeña inspección, y fue hacia la última puerta, al fondo del pasillo. Tampoco necesitaba llave. Rebecca la abrió y vio otra puerta a sólo unos metros ante ella; a la izquierda, la sala se abría hacia lo que parecía ser el mismo laboratorio desde el que había salido. No lo era, pero por la manera en que las salas estaban orientadas tenía que estar conectado al primer laboratorio. Quizá los hubieran separado en algún momento. Movimiento. Allí, cerca de la mesa junto a la pared divisoria, había uno de los hombres infectados, descarnado y amarillento, con los ojos en blanco y la boca abierta y hambrienta. Avanzó a trompicones hacia ella, haciendo un sonido gorgoteante desde el fondo de la garganta. Era lento, muy lento. Rebecca miró el espacio entre él y la puerta que tenía enfrente mientras notaba el peso de la llave sanguijuela en la mano. Se lanzó, avanzó hasta la puerta y la abrió, pasó rápidamente al otro lado y la cerró a su espalda antes de que el demacrado zombi pudiera dar otro paso. Había entrado en una sala de operaciones, vieja y sucia; los azulejos, en otro tiempo esterilizados, estaban cubiertos de una ligera película gris de porquería. Había unas cuantas camillas de metal sobre ruedas torcidas. Y allí, frente a ella y hacia la izquierda, había una puerta verdosa con el perfil del doctor Marcus. —Ya te tengo —exclamó, y se acercó a la puerta intentando no mirar demasiado a la mesa de operaciones que había en el rincón del fondo después de ver las fuertes sujeciones que tenía adosadas. Tenía una idea de lo que Marcus había estado haciendo; no necesitaba recrearse en los detalles. La pequeña sanguijuela encajaba perfectamente en una depresión que había bajo el busto del doctor Marcus. Oyó el sonido de un cerrojo. La puerta se abrió… Rebecca dio un paso atrás, tambaleándose por el olor, un hedor que ya le resultaba demasiado familiar. La estrecha habitación estaba cubierta en ambos lados con los cajones de un depósito de cadáveres, varios de ellos abiertos. En el suelo yacían dos cuerpos, ambos inmóviles, pero de todas formas apuntó al más cercano con la pistola. Respirando superficialmente, entró en la sala. Dios, que haya algo por lo que valga la pena entrar —pensó mientras rodeaba una camilla volcada—. Y que esté a la vista, si no es demasiado pedir. No tenía ninguna intención de registrar los cajones. Al fondo, la sala se abría hacia la derecha. Rebecca pasó por encima del segundo cuerpo, dobló la esquina e intentó no vomitar por el atroz hedor. Había otra camilla a un lado, y sobre ella una llave de metal. La cogió sintiendo una mezcla de emociones. Había encontrado algo, eso era bueno, pero… otra llave. Podía llevar a cualquier lado; por lo que sabía incluso podía ser la llave de la casa de veraneo de Marcus. Quizá la primera puerta del pasillo… —¿Rebecca? Guardó la llave en el bolsillo, cogió la radio y contestó mientras se dirigía hacia la puerta. —Sí. ¿Qué pasa? Cambio. —Atravesó la sala de operaciones y se detuvo ante la puerta que llevaba al laboratorio secundario. Tendría que correr hasta la entrada del pasillo para evitar tener que disparar contra el zombi… —No hay ningún dial en la cerradura —contestó Billy con voz irritada—. He vuelto al despacho de Marcus pero no he visto nada. ¿Has tenido mejor suerte? Cambio. —Quizá —repuso—. Déjame probar una cosa. Nos encontraremos en la biblioteca. Cambio. —Ten cuidado. Cambio y corto. Cuidado. Rebecca agitó la cabeza ligeramente mientras volvía a colgarse la radio del cinturón, atónita ante lo rápido que podía cambiar una relación en las circunstancias adecuadas, o inadecuadas. Hacía sólo unas horas lo había amenazado con pegarle un tiro y estaba convencida de que él estaba dispuesto a dispararle a ella. Pero ahora, eran… bueno, «amigos» quizá no fuera la palabra adecuada, pero cada vez era más improbable que tuvieran que acabar matándose. Por primera vez en un buen rato se preguntó qué estarían haciendo sus compañeros de equipo. ¿Seguirían intentando cazar a Billy? ¿La habrían estado buscando? ¿Y a Edward? ¿Se habrían encontrado con problemas? Los habrían pillado las secuelas del vertido del virus-M? Y hablando de eso… Escuchó a través de la puerta durante un momento y no oyó nada. Respiró hondo, abrió la puerta y atravesó a toda prisa la corta distancia que la separaba de la siguiente puerta sin ni siquiera mirar hacia el laboratorio. Mientras cerraba la puerta a su espalda, oyó un ahogado gemido de frustración y sintió una oleada de compasión por la demacrada víctima. El tipo probablemente habría trabajado allí, pero ella no deseaba la enfermedad del zombi ni a su peor enemigo. Era una mala forma de morir. Avanzó hasta la primera puerta que había probado y confió en que la llave la abriera, aunque no tenía muchas esperanzas. Supuso que tendrían que hacer una búsqueda más exhaustiva para encontrar lo que abría, o simplemente buscar otra cosa, otro mapa, otra llave, otro agujero en el suelo de algún lugar. Era desalentador, por no decir nada peor. Si no podían encontrar algo, tendrían que volver al ascensor y probar suerte arriba… Metió la llave en la cerradura de la puerta y la giró, oyó y sintió cómo cedía el cerrojo. —De fábula —murmuró sonriente, y abrió la puerta. Algo enorme y oscuro saltó hacia ella, aullando. Billy esperó junto al agujero entre el primer y el segundo piso, pensando sin convicción en si habría alguna manera de volar la puerta de combinación con los cartuchos de la Magnum, y de repente oyó resonar un terrible grito inhumano desde el primer piso, seguido de dos disparos. No intentó usar la radio. Saltó sobre la mesa bajo el agujero, lanzó la escopeta a través de él, dio un salto y se agarró al borde con ambas manos. Antes había dudado de sus capacidades, pero en ese momento ni le cruzó la mente la posibilidad de no ser capaz de subirse. Con un gruñido de esfuerzo, pasó el cuerpo por el agujero, primero apoyándose en los codos y finalmente pasando una rodilla. Agarró la escopeta, y ya estaba en pie cuando volvió a oír el aullido del animal, un sonido extraño y de otro mundo, como si estuvieran haciendo trizas a un pájaro. Tardó medio segundo en orientarse y encontrar la puerta, luego se lanzó a correr. Cruzó la puerta de golpe y salió al pasillo, y allí estaba Rebecca, apoyada en la pared opuesta. Una de las mangas de su camisa estaba destrozada y tenía cuatro profundos arañazos en la parte alta del brazo. Apuntaba con el arma a… Qué demonios… …a un monstruo, un inmenso monstruo con aspecto de reptil. Era humanoide, con músculos enormes y la piel rugosa de un asqueroso color verde oscuro. Tenía los brazos tan largos que las manos provistas de garras casi tocaban el suelo. Al ver a Billy, dejó caer la mandíbula y lanzó otro chillido; los ojos en su cráneo liso y protuberante brillaban de maldad. Un grueso chorro de sangre oscura le manaba de la parte alta del pecho, resultado de uno de los disparos de Rebecca, pero el monstruo no parecía demasiado afectado por la herida. Prueba esto, pensó Billy, y alzó la escopeta mientas Rebecca volvía a disparar. El tiro de la escopeta dio de lleno en el rostro de la criatura. Billy la cargó de nuevo y disparó otra vez, sin esperar a ver cuál había sido el efecto del primer tiro. La cosa ya no tenía rostro, le había saltado en trozos y se había esparcido salpicando la pared y el suelo. El pesado cuerpo se derrumbó. Un burbujeante río de sangre brotaba de los restos del cuello y de lo poco que quedaba de la cabeza: un trozo de mandíbula, unos cuantos dientes y jirones de piel renegrida. Billy no se movió durante varios segundos, escuchando, buscando algún otro sonido, otros movimientos, pero no había nada. Fijó su atención en Rebecca, que se apretaba el hombro izquierdo herido con la mano derecha. La sangre se escurría entre sus dedos. —La bolsa de mi cinturón —dijo—. Hay una botella de antiséptico dentro, y vendas y esparadrapo… Sólo me ha arañado. No me ha mordido. Se la veía pálida; hizo una mueca de dolor cuando Billy le limpió y le cubrió la herida, pero lo aguantó con valentía, soportando el dolor en vez de dejarse llevar por él. Era una mala herida y probablemente necesitaría puntos, pero también podía haber sido mucho peor. Cuando Billy terminó, Rebecca hizo un gesto con la cabeza indicando la puerta medio abierta que tenían delante. —Estaba encerrado ahí. Esa cosa, quiero decir. Parecía conmocionada, atontada. Billy fue hasta la puerta, quería estar entre ella y cualquier otra cosa que pudiera salir de allí. Se detuvo ante el monstruo sin cabeza y se quedó mirándolo. —Tiene la pinta de la Criatura de la Laguna Negra cargada de esteroides —comentó Billy, echando una mirada a Rebecca y esperando que sonriera. Consiguió una sonrisa bastante temblorosa pero auténtica, y una vez más se quedó sorprendido de la fortaleza de la joven. No era habitual recuperarse tan pronto de un ataque sorpresa, sobre todo si provenía de una pesadilla como el monstruo que tenía ante él. La mayoría de la gente aún estaría temblando horas después. Rebecca se puso a su lado y empujó una de las gruesas piernas de la criatura con la punta de la bota. —Sorprendente —comentó—. Las cosas que estaban haciendo aquí. Ingeniería genética, virus recombinantes… —Creo que «psicopatía» es la palabra que estás buscando —apuntó Billy. Rebecca asintió. —Eso no se puede negar. Veamos si estaba custodiando algo importante. Rodearon el cuerpo de la criatura. Mientras entraban en la sala, Rebecca explicó a Billy lo que había encontrado en el resto del piso. Se hallaban en una especie de perrera, pero Billy estaba casi seguro de que no la habían utilizado para guardar perros; había una serie de jaulas con barras de acero, muchas de ellas con ataduras, y el olor en el aire era de animales salvajes, un hedor fuerte y apestoso. —… que es donde encontré la llave de esta sala —estaba diciendo Rebecca—. Esperaba que eso significara que había algo importante. La sala también tenía forma de U dividida por estantes. Avanzaron entre las estanterías mientras Rebecca hacía sonidos de asco. En el rincón más alejado había un pila de pieles rasgadas y huesos roídos, que parecían ser los restos de unas cuantas de esas criaturas parecidas a babuinos. También había gran cantidad de excrementos por todas partes, espesas pilas de una sustancia negra y pringosa que olía como, bueno, como ******. Al parecer el monstruo había estado un tiempo encerrado. Entre dos hileras de jaulas, se encontraba una pequeña mesa de madera con unos cuantos papeles revueltos encima. Billy se acercó, fijándose en dónde ponía los pies, y cogió la página que estaba más arriba, mientras Rebecca empezaba a revisar unas cuantas jaulas abiertas. Lo escrito parecía ser parte de un informe. … aun así, hasta el día de hoy la investigación ha mostrado que cuando el virus Progenitor se administra a organismos vivos, cambios celulares violentos provocan el colapso de todos los sistemas importantes, sobre todo y más intensamente, en el sistema nervioso central. Además, no se ha encontrado ningún método satisfactorio para controlar los organismos que se pretende usar como armas. Es evidente que es esencial una mayor coordinación en el nivel celular para permitir un crecimiento posterior. Experimentos con insectos, anfibios y mamíferos (primates) han dado resultados por debajo de los esperados. Al parecer no se puede lograr ningún avance sin usar humanos como el organismo base. Nuestra recomendación en este momento es que los animales experimentales se mantengan con vida para posteriores estudios y como posibles presas para pruebas de campo de las nuevas armas bioorgánicas híbridas propuestas, como la próxima serie Tirano. ¡Cielo santo! Billy rebuscó entre las hojas el resto del informe, pero sólo encontró un puñado de horarios de alimentación manchados de café. La serie Tirano. Todas las criaturas que hemos visto… Y estaban trabajando en algo que seguramente les podía dar una patada en el culo a todas ellas. Billy alzó la vista y vio a Rebecca que sujetaba algo pequeño con un gesto triunfante. —¿Quieres marcar algún número? Billy dejó caer los papeles sobre la mesa. —Me estás tomando el pelo. —Para nada. Estaba en una de las jaulas. —Le lanzó el objeto. Billy lo cogió y notó que también se le formaba una sonrisa. Era exactamente lo que habían estado buscando, una especie de pomo redondo hecho para encajar en la parte frontal de la puerta de combinación que habían encontrado en el piso inferior. —¿Cuatro, ocho, seis, tres? —preguntó Billy. Rebecca asintió. —Cuatro, ocho, seis, tres —repitió, y alzó la mano para enseñarle que tenía los dedos cruzados. Billy cruzó los suyos. Era una tontería, una superstición infantil, pero ya no le importaba comportarse o no de forma racional. Cualquier cosa que pudiera ser de ayuda, no dejaría de intentarla. —Vayamos a ver —dijo, y sintió que de nuevo le renacía la esperanza mientras salían de la habitación del monstruo, sorprendido de la facilidad con que se recuperaba ese sentimiento. En alguna parte figuraba una cita sobre que mientras hubiera vida, seguiría habiendo esperanza. La había oído mientras lo juzgaban, y en aquel momento le había parecido obvia y estúpida. Qué extraño y hasta cierto punto maravilloso que hubiera descubierto la verdad de esa afirmación mientras luchaba por su vida en unas circunstancias totalmente diferentes. Juntos, se dirigieron hacia el laboratorio. Billy mantuvo los dedos cruzados. Continuara... Saludos
-
Como recibir la revista TRFans
tema responde a davidmp de Oraculo en [Archivo] Kiosco Tomb Raider Fans
Si realmente estan muy buenos, hay buenos relatos y muchisima informacion Saludos -
Aqui les mando el capitulo 2, del relato 1. Perdon por la tardanza Aqui les mando el capitulo 2 del primer relato corto Capitulo 2: DESPERTAR parte 2 Cae la noche en Londres, siendo las 20:30. En las afueras de la ciudad, adonde hay un enorme puente, en una de las alcantarillas habia un viejo mendigo, en un gran caño, protegiendose del frio con un gran fogata. -Pasan los dias y pasan las semanas, ni el tiempo pasado ni el amor vuelve, bajo el puente. Mirabeu corre el Sena.... Dice elviejo mendigo Pero en ese momento es interrumpido por un ruido. CRAK! El viejo no se sobresalta para nada por ese extraño ruido -HMMM...¿Hay alguien alli?...¿colega?...¿Policia?...¿Fantasma?. Se encuentra de todo aqui en estos dias...¿Quien eres?. Dice el viejo con suma tranquilidad Se acerca una horrible sombra hacia la fogata del viejo, era la momia que habia asesinado guardia en el museo de la ciudad. La momia era gigante, de 1,90. -Llamo... me llamo... Baram-Atom. Contesta la momia con una voz sepucral -Uf. Otro maldito extranjero.¿De donde diablos ira a parar este pais?. Estamos llenos de negros, hindues y chinos... Vaya porqueria. Dice el viejo con tranquilidad La momia se asombra que el viejo no se inmute ante su presencia. El viejo le extiende un poco de carne. -¿Quiere comer?... Aun tengo algo... Claro que pronto tendre que ir a buscar mas...¿Es de dia o de noche?. Le dice el viejo. -¿No lo sabes?. Le pregunta la momia. El viejo se gira -¿Como diablos lo podria saber, idiota? . Soy ciego. Mientras tanto Lara Croft, estaba esperando en el restaurante adonde habian quedado de acuerdo con la señorita Antonia a las 21 horas. Eran casi las 21 horas. Cuando llega la misma limusina que habia llegado horas antes a su casa. antonia baja de su auto y la ve a Lara: -Oh señorita Croft, como me imagine, puntual como siempre, bueno entremos a comer algo y de paso le cuento porque la quiero contratar. -Me parece perfecto, entremos señorita Browning. Dice Lara Entran las dos y se sientan en un mesa. Piden la cena, con un elegante vino. -Bueno Señorita Browning, aqui me tiene, por favor digame cual es al cuestion de la reunion. Pregunta Lara -Ok, hace una semana se habra enterado de un yacimiento arqueologico en Egipto, adonde se encontro varios objetos de suma importancia, que enriquece mas nuestra historia sobre el antiguo Egipto. Bueno Yo pertenezcia al grupo arqueologico que encontro la momia, que llego solo hace algunos dias al museo de Londres y que efectivamente la encontramos en el yacimiento -Se refiere a la momia que fue robada del museo de Londres adonde murio un guardia sereno?. -Exacto señorita Croft. Es la misma momia. Tambien en el yacimiento arqueologico halle numerosas tablillas que he estado descifrando hasta ahora... y estoy algo alarmada... o mas que eso. A continuacion la chica come un bocado de la comida. -¿Por el Robo de la momia esta preocupada? -Señorita Croft, no creo que la momia fuera robada. Creo...creo que ella simplemente huyó. -¿Bromea?. Le pregunta asombrada Lara -No señorita Croft no estoy bromeando. Las dos siguieron comieron y siguieron discutieron sobre la situacion de la momia. Mientras en el puente, estaba el viejo mendigo, al lado del fuego. La momia se habia sentado y se habia tapado con una manta que le habia prestado el viejo. -Esperame aqui... Creo que eres un inutil absoluto... Tratare de buscarte algo de comer,¿de acuerdo?. Le dice el viejo -Eres un buen... Hombre ... Gracias...Le contesta la momia -Espera!Tal vez...oro...¿podrias obtener cosas que buscas con oro?. Le pregunta la momia -¿Que clases de inocente eres?¡Claro que si! ¡Bedelio compra cualquier cosa de valor..! -Entonces toma esto... es oro. LA momia saca de su vendas un amuleto de oro puro, muy antiguo que tenia algunos jeroglificos, era una reliqui costosa y se la extiende al viejo mendigo. -Vaya...Estas lleno de sorpresas¿Eh?. De acuerdo esperame aqui. Le respondio el viejo mientras tomaba el amuleto de oro. Mientras tanto Lara y Antonia terminaban de salir del restaurante, despues de haber comido -Señorita Browning la invito a tomar un cafe a mi casa, ahi podre hablar con Zip, un gran amigo y puede ser de gran ayuda -Encantada. Dicho esto en media hora llegan a la mansion de Lara. antonia se sienta en un sillon, junto con Lara, mientas Winston iba por cafe. Tambien estaba Zip, que habia sido llamado por Lara. Lara lo puso al tanto a Zip de la situacion -Veamos. Quieres que te ayude a encontrar una momia que escapo de un museo ,¿verdad?. O por lo menos lo que me has dicho. Lara sabes que sos mi amiga, que te quiero mucho... pero creo que esta vez te estas excediendo.¡Es un disparate! -¿Que te cuesta probar?. Solo necesito los detalles que puedas conseguir sobre tema. Le dice Lara -Esta bien...pero no te olvides que quiero el pago de mis servicios¿de acuerdo? -De acuerdo. Dijo lara Zip se marcha a toda velocidad despidiendose de todo -¿Y cual es el pago tan apreciado?. Le pregunta con sarcasmo Antonia -A el le gusta que yo pruebe todas sus armas e inventos experimentales, le encanta que los desafie -Ugh. Dice con los ojos cerrados Antonia, En ese momento Winston entra al living y el sirve cafe con galletas a Lara y Antonia... continuara... saludos
-
hola amigos aqui les mando el capitulo 25 CAPITULO XV: LA PRUEBA DE FUEGO! Luego de que la puerta se cierra por la puerta detrás de Lara, nuestra heroína sigue su camino para buscar el segundo amuleto. Cuando seguia su camono por el pasillo, empezaba a sentir un calor increíble. En ese momento del techo por detrás de ella se abre el mismo y sale una catarata de lava. Lara ante el peligro sale corriendo con todo, la lava se movia a toda velocidad mientras Lara seguia corriendo aguantando el calor como podia, Hasta que sal a una habitación enorme, adonde habia varias plataformas de piedras, y abajo un lago de Lava. Lara realiza un enorme salto y se agarra a la primera plataforma, viendo que la Lava caia al lago de Lava. Lara sube a la plataforma Lara:-Por un pelo no quede rostizada, no la empecé nada fácil. Zip;-si parece que te va a ser muy difícil agarrar ese amuleto, pero cuidate amiga Lara le agradece y corta la transmisión. Nuestra arqueóloga se concentra, ve que hay varias plataformas ya lo lejos se ve una puerta por donde sigue el camino. Lara salta sin dificultad a la segunda plataforma, pero el calor es agobiante, que le provoca un poco de mareo. Cuando pisa la segunda plataforma, de las paredes de la izquierda, se abre una puerta y se ve un agujero que empieza a escupir fuego, cada cierto intervalo de tiempo. Obviamente sobre cada plataforma. Lara se prepara para salta a la tercera plataforma, apenas el agujero deja de escupir fuego. Logra pasar todas las plataformas bien y llega a la puerta sano y salvo. Se mete y sigue por el pasillo, a lo lejos ve la misma cuchillas que vio en la prueba anterior, había dos. Lara se acerca a la primera y la cruza sin problemas. Lo mismo con la otra. Sigue su camino y dobla a la izquerda, ve que hay varias lámparas prendidas fuego s que oscilan de un lado a otro, Lara pasa sin problemas esos obstáculos. Lara empieza a sospechar de que todo es muy fácil, pero no confía 100% de que eso siga así. Lara sigue caminando con algo de dificultad por el calor agobiante. Hasta que llega a otra habitación enorme, adonde había una gran puerta. A los costados de la misma había dos estatuas de unos monstruos increíblemente grandes. En la parte superior de la puerta, estaba el mismo signo del amuleto que vio en la puerta principal adonde se ubican las mismas. Lara se acerca a la puerta, pero el lugar empieza a temblar Lara:-que demonios esta pasando!!!!!!! En ese momentos las estatuas cobran vida y se abalazan contra Lara. Lara se pone en guardia, y esquiva los poderosos golpes que les lanzan unos de los monstruos, pero logra rozarle el brazo provocandole una quemnadura. Esas estatuas eran de Lava. Nuestra arqueologa tenia que tener cuidado que no lo tocasen esa estatuas, sino seria el fin. Lara saca sus armas y empieza a disparar, pero no les hace absolutamente nada. Los monstruos empiezan a tirarles bolas de magmas incadencentes, que Lara esquiva. Zip:-Lara!, usa la railgun, con eso los destruiras Lara se acordó de la Rail Gun, con eso debería destruir a esas bestias. Rápidamente saca el arma de su mochila y empieza a disparar a las piernas de los monstruos. A unos de ellos les provoca un daño bastante serio. Lara apunta en la cabeza y destruye a uno de los monstruos. El otro monstruo se abalanza sobre Lara, pero lo esquiva y le tira tres tiros con la Rail Gun, provocando la muerte del monstruos. Luego de que todo termina, empieza a temblar el piso de nuevo y el techo empieza a derrumbarse. Lara se guarda la Rail Gun y sale corriendo a la puerta, a tiempo viendo que todo el techo se desploma tras de ella. Lara se levanta y se sacude el Polvo. Lara:-Gracias Zip, por avisarme de la Rail Gun, sos mi angel protector. Zip:-Para que estan los amigos Lara corta transmisión y sigue su camino. EL pasillo se estrecha de nuevo y ve que a los lejos hay un pozo, que debe haber lava en el fondo. Lara sigue caminado, pero por detrás, se abre el techo y cae una piedra prendida fuego y empieza a rodar con la intención de aplastar a Lara. La chica sale corriendo con todo, cuando llega al pozo, realiza el salto, a la vez que la piedra cae a la lava, pero cuando aterriza en el otro borde, del techo de adelante sale otra piedra de fuego, Lara se da vuelta y realiza el salto volviendo al borde anterior, salvándose por un pelo de que la piedra no lo aplastase. Lara salta de nuevo de del borde y sigue caminando por el pasillo hasta que llega a otra habitación enorme, adonde habia un puente, de un metro de ancho, que pasaba por un pozo enorme, adonde obviamente habia Lava abajo. Lara ve que hay varias bolsas de pinchos oscilando de u lado a otro, lamparas con fuego tambien oscilando y varias disparadores de fuego. Cuando Lara pisa el puente, este empieza a romperse a toda velocidad. Lara empieza correr y pasa los obstáculos que se le ponen encima de mucho milagro, en la cual en algunos les provoca algunas heridas de quemaduras y en otras cortantes, pero logra llegar al otro extremo antes de que le puente se desplome totalmente. Lara se toma un respiro y sigue su camino, por el pasillo y llega a una habitación enorme, adonde había varias plataformas, y en lo mas alto, estaba el pedestal con el amuleto ansiado de fuego, que busca nuestra heroína. Lara ve que las plataformas, tienen varios agujeros y supone que si pisa por mucho tiempo esas plataformas van a salir fuego. Pero tiene que arriesgarse, pues necesita el amuleto. Lara salta a la primera plataforma, rápidamente salta a la segunda, quemándose un poco, por el fuego que salio de los agujeros. Asi pasa todas las plataformas y llega bien hasta el pilar adonde esta el bendito amuleto de fuego. Lara se ilusiona ante la belleza del amuleto. Era de un rojo brillante increíble. Lara rápidamente agarra el amuleto y cuando lo obtiene, se abre una puerta por detrás Lara: Veo que este debe ser la salida Zip:-Si tiene que ser la salida, por donde entraste esta todo derruido. Lara sale corriendo y entra a la puerta nueva adonde se abrio. Ve que hay una pendiente bastante pronunciada, Se tira y empieza a resbalarse. Le cuesta mantener el equilibrio. Lara ve mas adelante que hay dos guadañas que oscilan de un lado a otro del pasadizo. Las esquiva por un pelo, la cual le rasga algo de su ropa. Llega a piso plano y firme. Veo que el pasillo sigue. Lara nota que hay varios pozos con lava en el fondo. Se acerca al primero de ellos y lo pasa de un salto fácilmente. Lara ve que el pasillo gira a la izquierda y ve que hay varios pozos con Lava pero hay una guadaña en cada unos de ellos oscilando. Lara calcula el tiempo que tarda en pasar la guadaña y pasa con éxito todos los pozos. Cuando cruza el último. Desde la pared de atrás se abre y sale un montón de lava que se acerca peligrosamente a nuestra heroína: Lara empieza a correr para no morir rostizada. Lara ve que el pasillo gira y se apura, pero la lava lo sigo persiguiendo. En ese momento ve que hay una habitación grande. Lara salta con todo un pozo enorme que separa a la habitación grande del pasillo. La lava cae al pozo. Lara se levanta con esfuerzo y ve que en la habitación grande hay una estatua de piedra gigante, mas grande de los que había peleado antes y estaba cortando paso de la puerta. El monstruo cobra vida y se abalanza sobre Lara. Lara saca la Rail Gun y empieza a disparar a las piernas, el monstruo es herido terriblemente y le empieza a lanzar puñetazos inútiles a la arqueóloga. Lara lo define con 5 rieles a la velocidad de la luz y el monstruo explota en 1000 pedazos. Lara se guarda la Rail Gun y entra por la puerta. Ve que hay una habitación enorme, adonde, en ella hay cuatro estatuas mecánicas que echan fuego por la boca encima de una pozo de lava. Entre las dos estatuas de la derecha hay una plataforma con un interruptor. En el lado opuesto de la sala está la puerta de salida. Lara nota que no lo va a tener fácil pues para llegar a ese interruptor vas a tener que saltar por tres plataformas invisibles sin ser quemada por las estatuas. Lara salta para agarrarse la primera plataforma pero no sube todavía. Nuestra heroína espera la secuencia del aliento de la estatua. Justo cuando la llama retrocede, empieza a subir y salta hacia la siguiente plataforma para agarrarse a ella. Luego repite hasta que llega al tercer bloque y gira hacia la izquierda. Espera a que las llamas retrocedan para subir gira a la derecha y corre y salta para llegar a la repisa con la palanca. Lara presiona el interruptor. La última estatua deja de escupir fuego. Lara calcula el tiempo que dispara la tercera estatua y llega a la última plataforma, entra por la puerta y ve que la próxima habitación es adonde pone los 4 amuletos. Vuelve a la habitación y pone el amuleto de fuego. Después sigue y entra a la puerta de la prueba de agua. La puerta se cierra por detrás de ella. Continuara… Saludos
-
hola amigos ahi les mando el capitulo 10 CAPÍTULO 10 Cruzaron por la puerta del norte y se encontraron bajo el fresco aire nocturno. Billy sintió un auténtico alivio y respiró profundamente. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo mucho que temía que no fueran capaces de salir del complejo de Psycho System. Por desgracia, vio en seguida que aún no habían escapado, al menos no exactamente. La puerta del observatorio se abría hacia un paseo largo y estrecho que iba directo hasta otro edificio, a unos cincuenta metros. A ambos lados del paseo había agua, algún tipo de embalse o lago que lindaba con el lado este del complejo. Se alejaron del observatorio. Luego se volvieron para mirar dónde habían estado y se pasaron unos minutos intentando averiguar cuál era su situación en relación con el vestíbulo y las salas que habían visitado. Era una tarea imposible. Billy nunca había tenido mucho sentido de la orientación y, al parecer, Rebecca tampoco. Finalmente se rindieron y dirigieron su atención hacia el alto edificio de aspecto inquietante que se alzaba al otro extremo del sendero. Caminaron hacia allí. Billy seguía respirando grandes bocanadas de aire dulce y húmedo. Era tarde, probablemente faltaba poco para el amanecer, pero no había ningún cielo por el que juzgar, sólo un gran manto de nubarrones grises cargados de lluvia. —¿Dónde crees que estamos? —preguntó. —Ni idea —respondió Rebecca—. Espero que en alguna parte haya un teléfono. —Y una cocina —añadió Billy. Estaba muerto de hambre. —Ojalá —exclamó con tono anhelante—. Cargada de pizza y helado. —¿Pepperoni? —Hawaiana. Y helado de pistacho. —Aag —protestó él, haciendo una mueca. Estaba disfrutando de la conversación. No habían tenido mucho tiempo para conocerse, aunque sentía que algo los unía, una conexión que a menudo había notado con otros durante el combate—. Y probablemente también te gustará la comida naranja. —¿Comida naranja? —Sí, ya sabes. Ese color naranja antinatural. Lo ponen en los macarrones, en el queso, en las bebidas con sabores artificiales, los pastelillos, los ganchitos de queso… Rebecca sonrió de medio lado. —Me has pillado. Me chifla esa porquería. Billy puso los ojos en blanco. —Adolescentes… Porque eres una adolescente, ¿no? —Justo la edad para votar —respondió ella, en un tono ligeramente defensivo. Antes de que él le pudiera preguntar cómo había llegado a los STARS a su edad, añadió—: Soy una de esos niños prodigio, licenciada y todo eso. ¿Y tú qué edad tienes, abuelo? ¿Treinta? Le tocó el turno a Billy de ponerse ligeramente a la defensiva. —Veintiséis. Rebecca rió. —¡Hala, qué vejestorio! Déjame que te traiga la silla de ruedas. —¡Calla ya! —le replicó él sonriendo. —He dicho: ¡déjame que te traiga la silla de ruedas! —fingió gritar, burlándose. Él no pudo evitar reír. Aún reían cuando pasaron ante una pequeña caseta de guardia a la derecha del sendero y vieron un cuerpo dentro, tendido en el suelo. Parte de un cuerpo, pensó Billy, y su buen humor se evaporó en un segundo mientras se detenían, incapaces de no mirar. Yacía boca abajo y le faltaban las piernas y un brazo, lo que hacía que el cadáver pareciera estar hundido en el espeso charco de sangre que lo rodeaba. No volvieron a hablar hasta que llegaron al edificio; el recordatorio de la tragedia que había ocurrido allí los había serenado. Era imposible tenerla presente en todo momento; pensar constantemente en el horror del brote viral haría que les fuera demasiado difícil funcionar, y reírse de vez en cuando proporcionaba una válvula de escape importante, incluso necesaria, para seguir manteniendo la cordura. Por otro lado, si podías mirar el cuerpo de un hombre muerto y seguir riendo, entonces la salud mental se convertía en algo por lo que preocuparte de una forma totalmente diferente. Llegaron al desconocido edificio y aflojaron el paso para estudiar su trazado. Había pequeños senderos que partían del paseo principal, justo frente al edificio, flanqueados de flores y árboles que hacía tiempo que se habían secado. Los senderos desaparecían tras setos mal cortados. Quedaban unas cuantas farolas sin romper, pero sólo conseguían que las sombras fueran aún más oscuras. No era el entorno más atractivo, pero Billy no vio ningún zombi u hombres sanguijuelas, por lo que le pareció mucho mejor que el edificio anterior. Unos amplios escalones daban a una puerta de dos hojas. Billy se quedó vigilando los sombríos senderos mientras Rebecca subía hasta la puerta y trataba de abrirla. —Está cerrada con llave —informó. —A la porra —exclamó Billy, y la siguió hasta arriba. Intentó abrir la puerta y decidió que la madera era fuerte pero la cerradura no tanto—. Aparta. Se puso a un lado, bajó su centro de gravedad y le dio una fuerte patada a la cerradura, luego otra. A la tercera, oyó cómo se astillaba la madera, y a la quinta la puerta se abrió de golpe y la barata cerradura de metal saltó por los aires. Ambos atravesaron el umbral y miraron hacia el interior. Después de todo por lo que habían pasado, Billy pensaba que ya nada lo sorprendería, pero se equivocaba. Era una iglesia, y tan ornamentada como cualquier otra que hubiese visto, desde la vidriera en lo alto de la pared tras el altar hasta los brillantes bancos de madera. Y también estaba destrozada; al menos la mitad de los bancos estaban volcados, y sólo se podía ver gracias a un enorme agujero en el techo, no lejos de donde se hallaban. —Mira el altar —susurró Rebecca. Billy asintió con la cabeza. No tanto el altar como lo que había a su alrededor. Sobre la plataforma en la parte delantera de la iglesia había cientos de velas consumidas, estatuas religiosas derribadas y grandes ramos de flores muertas. Resultaba escalofriante. —A mí ya me vale largarnos de aquí —dijo Billy, y alzó la voz ligeramente al darse cuenta de que también él estaba susurrando—. Podríamos inspeccionar el jardín y ver adonde van a parar esos senderos. Rebecca asintió y dio un paso atrás. Y entonces algo enorme y negro descendió hacia ellos desde el techo abovedado, algo que lanzaba un chillido increíblemente agudo, que revoloteaba y planeaba y agitaba unas enormes alas polvorientas. El tiempo pareció pasar a cámara lenta, lo suficiente para que Billy pudiera verlo claramente. Era alguna especie de murciélago, pero mucho, muchísimo más grande que los normales. La cosa tenía, como mínimo, la envergadura de un cóndor. En el último instante, el bicho se elevó y voló como enloquecido hacia la oscuridad de lo alto, pero ya se había acercado lo suficiente como para que una oleada de su pútrido aliento los alcanzara. Billy empujó a Rebecca con un brazo y agarró los pomos rotos de la puerta con el otro. La cerró como pudo, deseando no haberla forzado, y se dio cuenta al instante de que no importaba. Podían oír al gigantesco murciélago atravesar el agujero del techo, podían oír sus enormes garras despellejadas arañando las tejas. —¡Vamos! —gritó Billy. Bajaron los escalones corriendo, y Rebecca torció hacia la derecha seguida de Billy. Hacia ese lado parecía haber más protección; parte del sendero que circundaba la casa estaba cubierto. Giraba bruscamente dos veces, y en esos puntos quedaba oculto por setos y plantas descuidadas. Rebecca era rápida, pero Billy no le iba a la zaga, muy motivado por la imagen de unas alas correosas envolviéndolo y unas garras rasgándole la carne… —¡Allí! —Rebecca aminoró la marcha y señaló en una dirección. A la derecha del camino, un poco más adelante, había lo que parecía ser un ascensor situado junto a la pared de la iglesia. Billy no estaba seguro de si sería lo mejor, pero podía oír claramente el golpeteo de las alas en algún punto sobre su cabeza y el agudo chillido del murciélago en busca de una presa. Siguió a Rebecca hasta el ascensor, agradeciendo en silencio que las puertas se abrieran al tocarlas. Era pequeño, casi no había sitio para los dos. Se empotraron dentro y vieron que sólo iba hacia abajo. Mejor así, Billy no tenía ningunas ganas de visitar el campanario de la iglesia para ver si el murciélago loco tenía algún pariente cercano. Rebecca apretó el botón para cerrar las puertas. Justo antes de que se cerraran, un zombi trastabilló hacia ellos desde ninguna parte, una mujer que extendía unos dedos desollados hasta mostrar el hueso. Gimió, enseñando unos dientes negros, y entonces las puertas se cerraron, apartándolos de la zombi y del chillido de alta frecuencia del murciélago infectado. Ambos se dejaron caer contra las paredes del pequeño ascensor. Oían los gritos hambrientos de la zombi a través de las puertas, el chirriante arañazo del hueso de sus dedos contra el metal. En unos segundos, a sus gemidos graves y ásperos se le sumaron otros, y luego unos terceros, todos gimoteando de ansia y frustración. Tenían dos opciones, Bl o B2. Billy miró a Rebecca, y ésta negó con la cabeza, pálida. Afuera, los zombis seguían arañando las puertas. Billy apretó el Bl. El ascensor no se movió. —Vale. Pues que sea B2 —dijo Billy, y confió en que no se hubieran quedado atrapados. Apretó el botón. El ascensor dio una ligera sacudida y comenzó a descender suavemente. Billy se inclinó ante Rebecca, preparó la escopeta y confió en que las puertas no estuvieran a punto de abrirse ante una horda de criaturas infectadas, ansiosas por una cena tardía. Las puertas se deslizaron sin hacer ruido y dejaron a la vista un corredor cubierto de escombros, pero deshabitado. Billy volvió a apretar el botón de B1 esperando encontrar otra opción, pero ni siquiera se cerraron las puertas del ascensor. Al parecer, podían elegir entre volver con el murciélago y los zombis o explorar el segundo nivel del sótano. Billy optó por la exploración. Salió cautelosamente, con Rebecca a su espalda. Como en la mansión del centro de formación, la decoración y la arquitectura eran refinadas y probablemente de gran valor. El suelo era de mármol, cascado en algunos puntos pero pulido hasta brillar; en el pasillo se alineaban elegantes columnas de apoyo, y las entradas eran altas y arqueadas. A su izquierda había una escalera que ascendía, obstruida por tozos de roca y fragmentos de mampostería. Otra puerta se encontraba un poco más adelante, justo donde el corredor torcía abruptamente hacia la derecha. Se detuvieron ante la escalera, pero era inútil, los escombros se apilaban hasta el techo. Si querían regresar arriba tendría que ser con el ascensor. Pero de momento, Billy no quería volver arriba. Parecía que el continuo aluvión de criaturas desagradables, peligrosas y espantosas no iba a acabar nunca, y estaba más que dispuesto a tomarse un respiro. —Los que estén a favor de no más monstruos —dijo en voz baja. —Me apunto —contestó Rebecca con un tono igualmente bajo. Le lanzó una sonrisa, pero pareció forzada. Empezaron a recorrer el pasillo, aplastando escombros con las botas al avanzar. Rebecca se quedó junto a la primera puerta mientras Billy inspeccionaba el resto del corredor. Había otra puerta, con un cierre de combinación, y una posible tercera puerta. Billy no estaba seguro, parecía como si el corredor simplemente acabara de pronto ante una pared azul, pero había en ella una especie de elaborada hornacina: dos estatuas puestas de frente recortaban un perfil de alguien que se parecía mucho a James Marcus. No había ninguna cerradura, pero debajo del busto localizó una depresión del tamaño del puño de un niño, como si faltara una pieza. Fantástico. Más cerraduras con truco, pensó Billy, fastidiado, mientras regresaba a donde se hallaba Rebecca. ¿Qué les pasaba a esa gente? Si tenían que ser tan listillos, ¿por qué no se quedaban con los crucigramas? Por suerte, la primera puerta no estaba cerrada. Entraron y se encontraron en otra elegante y descuidada habitación, cubierta de estanterías con libros. Una manchada alfombra oriental cubría el suelo de la primera parte del cuarto. La sala tenía más o menos la forma de una U. Varias lámparas estaban encendidas, lo que la convertía en la habitación más iluminada de las que habían entrado en toda la noche. Además de los estantes, había varias mesas bajas y un pequeño escritorio con una antigua máquina de escribir. Billy se acercó a la mesa más cercana y cogió un trozo de papel. —«No creo que haya problemas, pero he tomado precauciones —leyó—. Para esconder una hoja, ponla en el bosque. Para esconder una llave, haz que parezca una hoja.» —Bueno, eso lo aclara todo —se burló Rebecca, y Billy asintió con un gesto. Insistía, ¿qué le pasaba a esta gente? Rebecca miró por las estanterías mientras Billy recorría la sala. Se fijó en un gran agujero que había en el techo. Estaba alto, pero usando una de las mesas… —La mayoría son de biología —comentó Rebecca—. Mamíferos, insectos, anfibios… —Ven a ver esto —dijo Billy. Mientras ella giraba la esquina, Billy cogió la mesa más cercana y la empujó bajo el agujero. No era suficiente. —Podría subir yo —propuso Rebecca—. Echar una ojeada y encontrar una cuerda o algo para que puedas subir. Billy frunció el entrecejo. —No sé. La última vez que fuiste a mirar… —Sí —repuso Rebecca, pero su expresión era firme. Estaba dispuesta a ir, incluso ansiosa por intentarlo, y tenían que hacer algo. Billy se subió a la mesa y entrelazó los dedos para ayudarla. Ella subió después, puso el pie derecho entre las manos de él y una mano sobre el hombro. Era ligera como una pluma; probablemente Billy podría inmovilizar a dos como ella sin demasiado esfuerzo. La subió con facilidad y Rebecca desapareció de su vista a través del agujero. Un segundo después, se asomó por él. —Parece tranquilo, pero está oscuro —informó—. Tiene pinta de laboratorio, hay muchos estantes y un par de escritorios. Déjame ver qué encuentro. Volvió a desaparecer. Billy esperó, mirando hacia el agujero y recordándose que la joven sabía cómo arreglárselas sola. Ya había demostrado tener más fortaleza y capacidad que muchos soldados veteranos que había conocido, y si había algún problema, sólo tendría que saltar. No había nada de que preocuparse. Rebecca lanzó un grito corto y agudo, y la sangre de Billy se le heló en las venas. —¡Rebecca! —gritó, con la mirada clavada en el negro agujero del techo. Parecía un laboratorio, un laboratorio que se hubiera usado intermitentemente durante la última década y que no se hubiera limpiado en todo ese tiempo. Había una gruesa capa de polvo sobre el suelo y los estantes, pero en algún momento se habían movido cosas y habían dejado marcas: señales detrás de las sillas, huellas de dedos en botellas de especímenes. Rebecca echó una rápida mirada a lo que la rodeaba y luego se inclinó sobre el agujero. La expresión de Billy era tensa, expectante. —Parece tranquilo, pero está oscuro. Tiene pinta de laboratorio, hay muchos estantes y un par de escritorios. Déjame ver qué encuentro. Se volvió y recorrió de nuevo la sala con la mirada. Notó que era más grande de lo que había pensado, parte de ella quedaba oculta tras una gran estantería que dividía el área en dos. No lo hubiera notado de no ser por una lucecita azulada y pálida que parecía emanar de la sección oculta. Con la nueve milímetros en la mano, pasó al otro lado y… lanzó un grito. Casi estuvo a punto de disparar al monstruo radiante que flotaba, en el interior de un tubo, frente a ella antes de darse cuenta de que no estaba vivo. —¡Rebecca! —¡Estoy bien! —contestó, contemplando la espeluznante criatura—. Me he llevado una sorpresa, eso es todo. Espera. Se acercó al espécimen de tamaño humano que flotaba en el tubo lleno de un líquido claro e iluminado por dentro. En realidad había cuatro de esos tubos, todos en fila, y cada uno contenía un horror ligeramente diferente. Las cosas de dentro habían sido humanas alguna vez, pero habían sufrido alteraciones quirúrgicas y seguramente las habrían infectado con el virus-T. Intentó pensar en alguna descripción para darle a Billy, pero eso no se podía describir: miembros horriblemente deformados colgaban de torsos musculosos y apedazados; los rostros casi irreconocibles mostraban terribles expresiones de angustia y deseos de sangre. Eran horripilantes. Más allá de las filas de monstruosidades humanoides había una vitrina de especímenes llena de tubos mucho más pequeños. Rebecca se inclinó y vio que dentro de cada tubo había una sanguijuela. Hizo una mueca de asco y estaba a punto de alejarse cuando se fijó en que uno de los tubos era diferente. La sanguijuela de dentro era… No era una sanguijuela. Abrió la polvorienta puerta de vidrio, sacó el tubo diferente y lo alzó para que le diera la tenue luz. El tapón del tubo estaba pegado o soldado, y la cosa de dentro tenía forma de sanguijuela, pero estaba esculpida o tallada, y era de un intenso azul cobalto. ¿Por qué alguien haría una falsa sanguijuela y luego la pondría…? Parpadeó al recordar el trozo de papel que Billy había leído: «Para esconder una hoja, ponla en el bosque. Para esconder una llave…» Rebecca volvió al agujero y levantó el tubo para que lo viera Billy. —Creo que he encontrado la llave hoja —dijo, y se lo lanzó—. O supongo que debería decir la llave sanguijuela. Billy atrapó el tubo y lo observó. —Estoy seguro de que encajará en una de esas puertas. Baja y vamos a verlo. —El tapón no sale… —Se detuvo al ver a Billy tirar el tubo al suelo junto a la mesa. El joven le sonrió, y luego aplastó el tubo con el tacón de la bota. El vidrio crujió, y un segundo después, Billy tenía la talla en la mano. —Resuelto —dijo—. Vamos. Rebecca se mordisqueó el labio mientras miraba por el laboratorio. Había motones de archivadores y de papeles por todas partes. —Ve a probarlo tú. Yo voy a ver si encuentro otro mapa. Billy frunció el entrecejo. —¿Estás segura? —¿Tienes miedo de ir solo? —preguntó, sonriendo ligeramente. —La verdad es que sí —respondió él, pero luego le devolvió la sonrisa—. De acuerdo. Volveré en un minuto. No te vayas muy lejos, ¿vale? Si necesitas algo, llámame. Rebecca le dio unos toquecitos a la radio. —Ningún problema. Billy la observó durante un instante más y luego se alejó. Rebecca contempló el laboratorio de nuevo y se fijó en el mayor de los dos escritorios de la sala. —Bueno, Marcus, veamos si nos has dejado algo que nos sirva —dijo, y se acercó al escritorio sin saber que la estaban observando muy, muy atentamente, mientras cogía una hoja de papel y comenzaba a leer. ¡Esto no puede ser! Apretó los puños, furioso. Los niños intentaron calmarlo, subiéndosele hasta los hombros, pero él los apartó sin hacerles caso. Rebecca estaba leyendo las notas personales de Marcus. Había encontrado el amuleto que llevaba al santuario interior del doctor Marcus y se lo había dado a Billy. Todo lo que tenían que hacer era coger el teleférico, abrir una o dos cerraduras y estarían fuera de allí. Pero parecía que no querían dejar en paz la memoria del doctor Marcus, que tenían que violar las pocas cosas privadas que había dejado atrás. —A no ser que los detengamos —dijo a los niños, mientras contemplaba cómo Billy usaba la pequeña talla para abrir las habitaciones de Marcus y Rebecca removía sin ningún cuidado los papeles privados del doctor. Observar a esos dos había sido una divertida distracción, pero se había acabado. El mundo tendría que enterarse de la verdad sobre Psycho System sin ellos. Era hora de enviar a los niños a jugar. Continuara... Saludos
-
Muchas gracias, Lara Valentina, ahi mando el capitulo 9: CAPÍTULO 9 El babuino se abalanzó corriendo hacia ellos en cuanto entraron de nuevo en el pasillo, y murió espectacularmente, hecho pedazos con un ensordecedor bramido por la escopeta de doble cañón. Billy la recargó con el único cartucho que le quedaba. Pensaba que tenía más, pero al parecer los había perdido en algún momento. De cualquier forma, no tuvieron más encuentros hasta que llegaron a la sala principal. Billy se sentía más alegre de lo que se había sentido en mucho tiempo. Además del ataque de risa, que tan bien le había sentado, como una pausa en el incesante caos que habían estado soportando, era la primera vez que había contado su historia a alguien que realmente lo escuchaba, alguien que estaba dispuesto a considerar que tal vez estuviera diciendo la verdad. Se detuvieron ante el gigantesco círculo que formaba la especie de monumento en medio de la gran cámara y lo contemplaron. Eran seis animales tallados y colocados a igual distancia formando un círculo, con el rostro hacia fuera. Cada uno tenía una plaquita delante y una pequeña lámpara de aceite junto a cada placa. Los animales estaban cincelados por manos expertas, pero el conjunto era una monstruosidad, una auténtica pesadilla. El animal que se hallaba frente a Billy era una águila en pleno vuelo con una serpiente atrapada entre las garras. Leyó la placa: DANZO LIBREMENTE EN EL AIRE, CAPTURANDO UNA PRESA SIN PATAS. Frunció el entrecejo, avanzó hasta el siguiente animal, un ciervo, y leyó su placa: ME ALZO FIRME SOBRE LA TIERRA MOSTRANDO LAS ASTAS CON ORGULLO. Rebecca rodeó la desafortunada obra de arte y se detuvo junto a una verja de acero que se hallaba detrás. La verja cerraba el paso hacia un corto pasillo con dos puertas, una en cada pared. —Hay un cartel aquí. Básicamente dice que hay que ir del más débil al más fuerte y encender las lámparas. —Se volvió hacia los animales y los contempló—. Es una especie de acertijo. —Agarró una de las barras de metal de la reja—. Debe de abrir esta verja. —Así que tenemos que encender las lámparas por orden, empezando por el animal más débil —dijo Billy. Estúpido. ¿Por qué se tomaría alguien tantas molestias? Sacó el mapa del bolsillo trasero y lo examinó—. Sólo parece haber un par de habitaciones por ahí. No veo ninguna salida. Rebecca se encogió de hombros. —Sí, pero quizá haya algo que podamos usar. ¿Qué daño puede hacernos? —No lo sé —respondió sinceramente—. Quizá mucho. Rebecca sonrió y se volvió hacia el animal de piedra que tenía más cerca, un tigre, en cuya placa se leía: SOY EL REY DE TODO LO QUE VEO, NINGUNA CRIATURA PUEDE ESCAPAR DE MÍ. Billy se fue hacia la izquierda, hasta la talla de una serpiente enroscada en la rama de un árbol. —Ésta dice: «AVANZO SIGILOSA SOBRE MIS VÍCTIMAS EN UN SILENCIO SIN PASOS Y CONQUISTO HASTA EL MÁS PODEROSO DE LOS REYES CON MI VENENO». Rebecca leyó los dos restantes en voz alta. Las palabras bajo el lobo eran: MI AGUDO INGENIO ME PERMITE ABATIR HASTA LA MAYOR BESTIA CORNUDA. El sexto animal era un caballo alzado sobre las patas traseras, y en su placa ponía: NINGUNA ASTUCIA PUEDE IGUALAR LA VELOCIDAD DE MIS ÁGILES PATAS. Bestia cornuda. Billy volvió hasta el ciervo y volvió a leer la parte sobre «mostrar las astas con orgullo». —Así que el lobo es más fuerte que el ciervo —concluyó. —Y si la astucia no puede correr más que el caballo, entonces el caballo es más fuerte que el lobo —continuó Rebecca—. ¿Qué es más fuerte que la serpiente? —Tiene que ser el águila; lleva una serpiente —repuso Billy. Ambos rodearon la estatua mientras hacían observaciones e intentaban resolver el acertijo. Finalmente estuvieron de acuerdo en la secuencia, y Billy fue de animal en animal encendiendo las lámparas en el orden acordado, de más débil a más fuerte. Al parecer, según las estatuas, el orden era ciervo, lobo, caballo, tigre, serpiente y águila. Cuando Billy encendió la lámpara del águila, se oyó un pesado ruido metálico que provenía de algún punto en medio del conjunto, y la verja de acero se alzó suavemente hasta desaparecer en algún hueco en lo alto del arco. Juntos entraron en el pasillo. A primera vista, la primera sala, la de la derecha, parecía no contener nada valioso. Había un grupo de cajas de embalaje y unas cuantas estanterías desordenadas. Billy estaba dispuesto a seguir adelante cuando Rebecca entró y se dirigió hacia las cajas. Una de ellas estaba girada hacia la pared y desde la puerta no podían ver qué contenía. Cuando Rebecca llegó hasta ella, soltó una risa excitada, se agachó y le dio la vuelta para que Billy la pudiera ver. El hombre corrió hacia ella, sintiéndose como un niño en Navidad. Supongo que, después de todo, valía la pena resolver el maldito acertijo. Dos cajas y media de cartuchos de nueve milímetros. Media caja del veintidós, que no les serviría de mucho, como tampoco el par de cargadores rápidos —Billy tuvo que explicarle que esos artilugios de metal servían para recargar rápidamente un revólver— con balas del calibre 50. Pero la caja de cartuchos de escopeta, catorce en total, sin duda le serían de gran ayuda. A Billy no le habría importado encontrarse una bazuca, pero teniendo en cuenta su situación, no podían haber hallado nada mejor. Se pasaron cinco minutos metiendo balas en los cargadores que ya tenían. Rebecca encontró una riñonera con la cremallera rota en uno de los estantes y también la cargaron, además de su cinturón de combate. Estuvieron de acuerdo en que era mejor llevarse toda la munición, por si acaso encontraban otras armas. Billy hizo un apaño en la cremallera con un imperdible que encontró en el suelo y se colocó la riñonera; el peso de tanta munición lo reconfortó. —Podría besarte —exclamó, levantando la escopeta. Al notar el silencio de la joven, se volvió para mirarla y vio que se había sonrojado ligeramente. Rebecca volvió el rostro hacia otro lado mientras se ajustaba el cinturón—. No me refería literalmente —repuso a toda prisa—. Quiero decir, no es que no seas atractiva, pero eres… yo… esto… —No te pongas de los nervios —replicó ella fríamente—. Ya sé qué quieres decir. Billy asintió con la cabeza, aliviado. Ya tenían bastante sin tener que empezar con la cosa de hombre y mujer. Aunque realmente es muy guapa… Apartó esa idea de la cabeza y se recordó que, aunque acabara de pasar un año lejos de cualquier mujer, no era en absoluto el momento adecuado para pensar en ello. Se dirigieron hacia la segunda puerta y vieron que no estaba cerrada con llave. Era una habitación con literas, desorganizada y sucia. Las literas estaban hechas de contrachapado puesto de cualquier manera y las pocas mantas que había tiradas estaban deshilachadas y mugrientas. Teniendo en cuenta la calidad del alojamiento y la verja de hierro, Billy supuso que los ocupantes no debían de ser voluntarios. Rebecca le había explicado lo que ponía en el diario, lo de hacer pruebas con humanos… Todo el complejo le ponía los pelos de punta. Cuanto antes pudieran salir de allí, mucho mejor. —¿Vamos hacia abajo o hacia arriba? —le preguntó Rebecca cuando volvieron a salir al pasillo. —Hay un observatorio arriba, ¿no? —inquirió Billy. Rebecca asintió—. Pues vayamos a observar. Quizá podamos mandar una señal de aviso o algo así. Se dio cuenta de que acababa de sugerir que intentaran conseguir que los rescataran, pero no lo retiró, aunque sabía bien lo que podía significar para él. Prefería morir luchando por su vida que ser ejecutado… Pero tenía que pensar en Rebecca. Era una buena persona, honesta y sincera, y él haría todo lo que estuviera en sus manos para que saliera viva de allí. Siguieron avanzando. Billy se preguntó dónde habría ido a parar su carácter criminal, pero decidió rápidamente que estaba mejor así. Por primera vez desde aquel terrible día en la jungla sintió que se gustaba de nuevo. Los observó mientras recogían la munición, a la vez impresionado y decepcionado por su fortaleza. Después de hacer otra consulta a los mapas, se fueron hacia arriba, seguramente hacia el observatorio; aunque los niños podían oír sus voces, no llegaban a distinguir las palabras. Había hecho que sus niños buscaran las tablillas que iban a necesitar, y las había hecho llevar hasta las puertas que daban al observatorio. A no ser que Billy y Rebecca fueran absolutamente tontos —y ya habían demostrado que no lo eran—, averiguarían cómo poner en funcionamiento la rotación de la estructura, lo que los acercaría a la salida. Desde allí podrían pasar al laboratorio escondido detrás de la capilla… Se preguntó qué encontrarían allí, en los laboratorios de Marcus. Quizá alguna cosa más que robar. Quería que descubrieran todo lo posible sobre el verdadero carácter de Psycho System, pero no le gustaba verlos picotear entre los tristes despojos de la brillante carrera de Marcus. Seguía pensando en ellos como en los laboratorios de Marcus, aunque Marcus no había estado allí desde hacía más de una década. Todo el complejo se había cerrado después de la «desaparición» del director, pero hacía poco Psycho System había vuelto a abrir los laboratorios, la planta de tratamiento y el centro de formación. Ninguno de ellos se hallaba en completo funcionamiento cuando el virus atacó; sólo contaban con los empleados imprescindibles para el mantenimiento, a los que dirigía un grupo de aspirantes a mandos intermedios. De todas formas la compañía había perdido a bastantes empleados leales. Billy y Rebecca atravesaron las salas de la zona este del primer piso y regresaron al vestíbulo, luego se dirigieron hacia el segundo piso. Encontraron sin ningún problema la puerta que los llevaría al tercer piso y llegaron al pie de las escaleras con las armas desenfundadas. En sus juveniles rostros se leía la determinación y, al parecer, la ausencia de miedo. Los observó comenzar a subir los escalones y se sintió ante un dilema emocional. Quería que tuvieran éxito y también quería verlos morir. ¿Existía una manera de lograr ambas cosas? Se las habían arreglado bastante bien con la serie Eliminador, aunque los primates se hallaban debilitados por el hambre y la falta de atención. ¿Cómo les iría con los Cazadores? ¿O con el proto-Tirano? ¿Y qué pasaría si llegaban a donde él y los niños esperaban y los observaban? ¿Qué harían? El joven frunció el entrecejo en un gesto de desagrado ante esa idea. Sensible a sus estados de ánimo, varios de los muchos le subieron por las piernas y por el pecho y se agruparon para formar una especie de abrazo. Los acarició y se aseguró por el tacto de que todo estaba bien. Si los dos aventureros llegaban a su nido —lo que no parecía muy probable—, los dejaría pasar, claro, para que pudieran relatar la historia de los pecados de Psycho System. —O quizá los mate —dijo, encogiéndose de hombros. Él sería quien decidiera cuándo ocurriría y si ocurriría. No era cierto decir que su destino le era indiferente. Mientras esperaba la muerte de Psycho System, había resultado un placer contemplar a Billy y a Rebecca, y estaba muy interesado en saber qué sería de ellos. Pero los mataría antes que permitirles que volvieran a hacer daño a sus niños. Habían llegado a lo alto de la escalera y miraban cautelosamente por encima del pasamanos en busca de algún movimiento. De repente, el joven se acordó del Centurión, escondido en las paredes de la balsa criadero, y se preguntó si saldría a ver quién había invadido su territorio. Más les valía a Billy y a Rebecca que no fuera así. Si los Eliminadores sólo eran peones en ese juego, el Centurión era uno de los alfiles. El joven se inclinó hacia la pantalla, ansioso por ver qué pasaba. El camino hasta el tercer piso había sido tranquilo, aunque se habían tenido que apresurar para atravesar el comedor. Los dos zombis que vagaban alrededor de las mesas eran demasiado lentos para molestarse en dispararles, pero Rebecca tampoco se sentía especialmente tranquila paseando lentamente ante las moribundas criaturas. Billy iba tres escalones por delante de ella, por lo que supuso que él sentía lo mismo. Al llegar a lo alto de la escalera, Rebecca se relajó ligeramente. El tercer piso, o al menos la parte en que se encontraban, era una única estancia gigantesca, sin esquinas ocultas de las que preocuparse. Las puertas del observatorio se hallaban a la derecha. Frente a ellos se encontraba la balsa criadero, un pozo vacío que ocupaba la mayor parte de la sala, y a la izquierda, una puerta que, según el mapa, llevaba a un patio exterior. —¿Qué crees que estarían criando? —preguntó Billy en voz baja. Aun así, resonó ligeramente en la enorme sala. —No sé. Quizá sanguijuelas —contestó Rebecca. Recordó la solitaria figura que había visto desde el tren, la que cantaba a las sanguijuelas, y contuvo un estremecimiento—. ¿El observatorio o el patio? Billy miró a un lado y otro, y se encogió de hombros. —Parecen seguros. Podríamos probar con una puerta cada uno. Pero sólo abrirla y echar una ojeada, nada de separarnos, ¿vale? Rebecca asintió con un gesto. Se sentía mucho más segura teniendo una buena reserva de municiones, pero la caída que había sufrido le había enseñado a ser cauta. La idea de separarse ya no la entusiasmaba. —Yo voy al patio. Empezaron a caminar y sus pasos resonaron en la gran sala. La puerta del observatorio era la más cercana; así que, pasado un instante, sólo se oyeron los pasos de Rebecca, que continuaba avanzando hacia la pared sur. —Eh —la llamó Billy justo cuando ella llegaba a la puerta. Tenía en una mano lo que parecía un libro, y dos más en la otra mano. Rebecca forzó la vista y vio que estaban hechos de piedra y que tenían un extremo redondeado—. Había esto delante de la puerta. —¿Qué son? —preguntó Rebecca. Su voz, aunque baja, se oyó perfectamente en el aire frío y quieto. —Tal vez sean objetos de decoración —respondió—. Todas tiene una palabra grabada. —Miró las tabulas—. Ah… tenemos unidad, disciplina y obediencia. Aquella grabación que habían oído, la voz del doctor Marcus recitando el lema de la compañía… eran las mismas tres palabras. —Guárdalas —dijo Rebecca—. Podrían ser parte de algún acertijo, como el de los animales. —Lo mismo estaba pensando —exclamó Billy, y añadió en voz baja — Maldita casa de locos. Rebecca se volvió hacia la puerta y levantó el arma mientras movía el pomo de la puerta. Se hallaba cerrada con llave. Suspiró y relajó los hombros, y se dio cuenta de que había estado esperando algún tipo de ataque. —Cerrada —informó. Billy había abierto la puerta del observatorio y aún estaba mirando hacia el interior. Miró hacia atrás, manteniendo la puerta abierta. —Esto parece prometedor. No sé para qué sirve nada, pero hay un montón de equipo aquí dentro; podría hasta haber una radio. Una radio. Rebecca sintió renacer la esperanza. —Allá… La palabra «voy» fue ahogada por el sonido de un animal en movimiento, un golpeteo pesado que reverberó en toda la sala. Rebecca y Billy se miraron, y la distancia que los separaba se hizo de repente mucho más grande de lo que parecía al principio. De nuevo se oyó el ruido. Era el sonido de algo duro repicando contra la roca, como si alguien tamborileara con dedos de acero sobre una mesa, y sonaba muy fuerte. Fuera lo que fuera, era grande y se estaba acercando. Resultaba difícil decidir de dónde procedía el sonido, porque los ecos ocultaban la dirección. —La balsa criadero —gritó Billy, mientras hacía señales a Rebecca para que se uniera a él—. ¡Ven, rápido! Rebecca comenzó a correr con el corazón golpeándole dentro del pecho. Temía mirar hacia la balsa y temía no mirar. Notó movimiento allí, algo oscuro y fluido, y corrió más rápido. Finalmente se arriesgó a lanzar una mirada de pasada. La visión casi le arrebató la consciencia. Era un ciempiés, o mejor un milpiés, lo suficientemente grande para avergonzar a las arañas del tamaño de un perro pastor. Múltiples ojos amarillos parecían relucir desde ambos lados de un brillante cráneo negro; largas antenas vibraban y temblaban en lo alto de la cabeza. El cuerpo, enorme y sinuoso, cubierto de duras placas segmentadas, rozaba el suelo y se movía sobre docenas de agudas patas rojas. Debía de medir unos catorce metros, tal vez más, y era redondo como un barril… Se movía hacia Rebecca rápidamente, con las patas ondeantes, mientras se propulsaba sobre la balsa vacía. —¡Corre! —gritó Billy, y Rebecca corrió con todas sus fuerzas. Le llegó el hedor de la criatura, un terrible olor agrio que le habría causado náuseas si hubiera tenido tiempo que perder. Billy mantenía abierta la puerta del observatorio con el pie, y apuntaba la escopeta justo más allá de ella. Rebecca pudo sentir lo cerca que estaba la criatura, como una sombra a punto de alcanzarla. Justo cuando llegó hasta Billy, éste disparó, montó la escopeta de nuevo y volvió a disparar mientras ella se lanzaba en plancha hasta el otro lado de la puerta. En cuanto estuvo dentro, él saltó hacia atrás y cerró la puerta de golpe. Medio segundo después oyeron el cuerpo del monstruo junto a la puerta y el sonido de sus placas presionando contra la pesada madera. Esperaron, ambos con los ojos clavados en la puerta, pero pasados unos segundos el ruido cesó y volvió a oírse el repiqueteo de muchos pies que se alejaban. —Dios —exclamó Billy. Rebecca asintió con un gesto. Billy se agachó y la ayudó a ponerse en pie; ambos estaban jadeantes. —No volvamos por ahí —sugirió Rebecca, deseando con todas sus fuerzas no tener que hacerlo. —Parece un buen plan. Permanecieron en silencio durante unos instantes mientras contemplaban su santuario. Era una sala grande y circular de dos niveles. Se hallaban sobre una especie de pasarela que rodeaba a medias el perímetro del espacio; en el lado norte se veían varias puertas. Cerca de ellas había una corta escalerilla que bajaba de la pasarela y llevaba a una especie de plataforma de rejilla donde se alineaban diferentes aparatos. Bajo la plataforma sólo había oscuridad. Recorrieron la pasarela y se pararon junto a la siguiente puerta. Cerrada. Intercambiaron una sombría mirada pero siguieron en silencio hacia la escalerilla. Rebecca bajó primero y se detuvo junto a una gran máquina que dominaba la sala desde el centro, posiblemente el telescopio. Había un brazo de telescopio, pero estaba en lo alto, fuera de su alcance. Detrás de ella, Billy estaba echando una mirada al resto del equipo, consolas de ordenadores y otras máquinas que Rebecca no supo reconocer. Se volvió hacia el telescopio y miró a la consola, y sintió que se quedaba sin aliento. Había tres cavidades, todas con la forma de una lápida, rectas en un extremo y curvadas en el otro. —No veo una radio por aquí, pero… —decía Billy, hasta que ella lo interrumpió. —Dime que todavía tienes aquellas tablillas —dijo. Billy se volvió y miró a la consola mientras abría su bolsa. Sacó las tres tablillas, cada una del tamaño de un libro de bolsillo, pero más delgadas. Rebecca las cogió al tiempo que recordaba el desconcertante lema de Psycho System para colocarlas en su lugar. —La obediencia genera disciplina. La disciplina genera unidad. La unidad genera poder… —Y el poder es vida —concluyó Billy. En cuanto la tercera tablilla estuvo en su sitio, un atronador sonido llenó el espacio, el ruido de enormes máquinas funcionando, y notaron que la sala comenzaba a descender, como un ascensor. No sólo la plataforma, sino toda la sala, paredes y todo. Bajo sus pies, la oscuridad se alzaba, se convertía en una piscina, con el agua agitada por el movimiento de la plataforma. Durante un segundo, Rebecca se preguntó si la plataforma iba a detenerse, para sentir pánico por si iban a morir ahogados, y entonces el sonido de maquinaria se desvaneció y la sala se detuvo. Mientras se apagaba el zumbido de las máquinas, oyeron un claro clic sobre sus cabezas procedente de las puertas del lado norte. Se miraron el uno al otro, y Rebecca vio su propia sorpresa reflejada en el delgado rostro de su compañero. —Supongo que ya sabemos adonde nos toca ir ahora —bromeó Billy, tratando de esbozar una sonrisa, aunque ésta no le salió muy convincente. Los estaban guiando, pero ¿hacia la libertad o como corderos al matadero? Sólo hay una manera de saberlo. Sin mediar palabra, se dirigieron hacia la escalerilla… Continuara... Saludos
-
Hola IZan, como te dije en el Foro de TrSaga, realmente muy bueno te felicito. Espero el proximo capitulo Saludos
-
Hola chicos aqui les mando el capitulo 8 CAPÍTULO 8 Rebecca entró en el conducto de ventilación sin hacer caso de las capas de polvo y las telarañas que se le pegaban en el pelo y la ropa, ni tampoco de la claustrofóbica sensación de tener tan próximas las delgadas paredes de metal. El mapa sólo indicaba el conducto que unía dos salas en el primer piso del subterráneo, pero había espacios en el segundo nivel del sótano que parecían formar también parte del sistema. Era posible que alguno de los conductos se abriera al exterior. A Billy no le había entusiasmado la idea —«posible» no era exactamente lo mismo que «probable», había dicho—, pero ambos coincidieron en que valía la pena probarlo. Al menos no es muy largo, pensó Rebecca, mientras se arrastraba hacia el rectángulo de luz que se veía no mucho más adelante. Una fina rejilla de metal cubría la salida, pero saltó al darle unos cuantos golpes y rebotó contra el suelo. Echó una ojeada a la gran sala de piedra. Bajo el parpadeo de un fluorescente en las últimas, la habitación parecía vacía, fría y húmeda. Rebecca se inclinó hacia fuera, agarró el borde de la abertura y saltó dando una voltereta hasta un sofá. Se incorporó, se sacudió la ropa y observó la sala. ¡Vaya! Parecía una mazmorra medieval, grande y oscura como una cueva de piedra. De las paredes de roca colgaban cadenas y las cadenas acababan en grilletes. Había una serie de artefactos que no supo reconocer, pero que sólo podían estar pensados para infligir dolor. Tablas con clavos oxidados, manojos de cuerdas anudadas, y cerca de una fuente cubierta de moho y porquería que había en la pared se hallaba una especie de caja vertical que parecía una dama de hierro. No tenía ninguna duda de que las manchas oscuras y desvaídas que cubrían las grietas de los rugosos muros eran de sangre. —¿Va todo bien? Cambio. Rebecca cogió la radio. —No creo que «bien» sea la palabra adecuada —contestó—, pero no me pasa nada. Cambio. —¿Hay otro conducto de ventilación? Cambio. Rebecca observó las paredes en busca de otra rejilla de ventilación, y vio una a más de tres metros de alto. —Sí, pero está en el techo —respondió con un suspiro. Incluso si tuvieran una escalera para llegar hasta allí, luego no podrían ascender verticalmente por el conducto. Vio la única puerta de la sala en la esquina suroeste—. ¿Hacia dónde lleva? Cambio. Una pausa. —Parece que da a una sala pequeña que vuelve al corredor por el que hemos pasado —la informó Billy—. ¿Nos encontramos en el corredor? Cambio. Rebecca se dirigió hacia la puerta. —Es lo más lógico. Quizá podamos… Antes de acabar la frase, un terrible ruido inundó la sala, un sonido como nunca había oído, pero que al mismo tiempo le resultó extrañamente familiar. Era un chillido agudo, semejante al de un mono… Eso es. El área de los primates en el zoo. … que reverberaba en el cavernoso lugar y que provenía de todas y ninguna parte a la vez. Rebecca alzó la mirada justo a tiempo de ver una criatura pálida y de largos miembros que la observaba desde el conducto de ventilación del techo. La criatura mostró los dientes, grandes y afilados, mientras parecía querer agarrar el aire ante su pecho musculoso con ágiles dedos y seguía chillando de una forma espantosa. Antes de que Rebecca pudiera dar un paso, la criatura saltó desde el conducto del ventilador hasta la pared, rebotó en ella y aterrizó en posición agachada sobre una pila de maderas que había en el centro de la habitación. La miró con una mueca que dejaba al descubierto sus dientes amarillentos. Era como un babuino con pelo corto y blanco excepto por los grandes desgarrones en el pelaje, por donde se veían brillantes trozos de denso músculo rojo. No parecía que lo hubieran atacado, sino que era como si los músculos hubieran desgarrado la piel al haber crecido demasiado para que ésta los pudiera cubrir. Las manos eran demasiado grandes y las uñas demasiado largas, y la criatura las arrastraba dejando marcas sobre el suelo de piedra mientras se acercaba a Rebecca desde la pila de maderas con una sonrisa maliciosa en su rostro contorsionado. Despacio… Rebecca cogió lentamente el arma que le colgaba de la cadera, tan asustada como lo había estado durante toda la noche. Los babuinos normales eran capaces de hacer trizas a una persona, y éste en concreto tenía la pinta de estar infectado. El babuino se acercó más, y Rebecca oyó al menos dos voces más comenzando a chillar desde arriba. El ruido fue aumentando al irse aproximando más animales enfermos. Al primero ya lo tenía lo suficientemente cerca como para poder olerlo, el cálido y almizclado olor de la orina, las heces, la brutalidad y, por encima de todo, de la infección. —¡Rebecca! ¿Qué está pasando? Aún tenía la radio en la mano izquierda. Apretó el botón, temiendo hablar pero aún temiendo más que los gritos de Billy incitaran a la criatura a atacarla. —Sshhh —dijo con voz suave, tanto para calmar al animal como para callar a Billy. Retrocedió un paso, se colgó la radio del cuello de la camisa y alzó la nueve milímetros. El babuino se agachó aún más, tensando las patas. Y saltó justo en el momento en que ella disparaba, justo en el momento en que dos seres ágiles saltaban chillando a la sala desde el conducto de ventilación. Uno de ellos le lanzó un zarpazo al pasar, y sus afiladas uñas le rasgaron el pelo. Al esquivar el ataque se alejó de su atacante, pero también perdió el equilibrio y el tiro dio en la pared. Todos cayeron sobre la pila de maderas…, y entonces el suelo se hundió. No había habido novedades. El extraño joven, fuera quien fuese —y Smith tenía sus sospechas, que se reservaba para sí— no había vuelto a aparecer, como tampoco la imagen de James Marcus. Las cámaras no parecían funcionar correctamente, por lo que la vigilancia pasaba a convertirse en un punto discutible. Muchas simplemente se habían apagado y lo habían dejado sin nada que ver, sin nada que evaluar. Después de varios largos y tediosos momentos de escuchar a Gero hablando de su nuevo virus, Smith se apartó de la consola de vigilancia y se puso en pie, desperezándose. Resultaba curioso, unos años atrás quizá le hubiera interesado el trabajo de su viejo amigo. Pero estando a punto de abandonar su larga relación con Psycho System, se sentía incluso incapaz de fingir interés. —Bueno, ha sido un día largo —dijo Smith, interrumpiendo el obsesivo monólogo de William cuando éste se detuvo a respirar—. Me marcho. Gero se lo quedó mirando, su rostro pálido y angustiado resultaba fantasmal bajo la luz blanquecina de las pantallas. —¿Qué? ¿Adónde vas? —A casa. Aquí no podemos hacer nada más. —Pero… dijiste… ¿Y qué pasa con la limpieza? Smith se encogió de hombros. —Psycho System enviará otro equipo, seguro. —Pensaba que ocultar la infección era lo más importante. ¿No dijiste que era vital? —¿Lo dije? —¡Sí! —Gero estaba realmente enfadado—. No quiero que venga nadie más de Psycho System. Podrían empezar a hacerme preguntas sobre mi trabajo. Necesito más tiempo. Smith volvió a encogerse de hombros. —Bueno, pues activa tú mismo el sistema de autodestrucción y dile a nuestro contacto que todo está arreglado. Gero asintió con un gesto de cabeza, aunque Smith podía ver la inquietud que brillaba en su mirada. Gero tenía miedo de su nuevo contacto con los peces gordos de la central y evitaba tener cualquier relación con él. Smith no podía culparlo. Había algo en ese Tren, esa extraña serenidad en su actitud… —¿Y qué pasa con… él? —Gero hizo un gesto con la cabeza hacia las pantallas. Smith también sintió una punzada de inquietud, pero su expresión se mantuvo imperturbable. —Un fanático resentido. Se le dan muy bien los trucos de vídeo, pero supongo que arderá como cualquier otro. —El propio Smith no acababa de creerse eso, pero no estaba interesado en resolver este misterio. No era el detective de alguna novela barata de conspiraciones, guiado por la necesidad de llegar al fondo del asunto. Por experiencia personal sabía que las anomalías solían tender a resolverse por sí mismas, de una forma u otra. —Si saliera de aquí algo sobre lo que realmente le pasó al doctor Marcus… —No saldrá —afirmó Smith. Gero se negaba a ceder. —Pero ¿y la mansión Spencer y los centros que hay allí? —Déjame eso a mí —repuso Smith—. Psycho System quiere datos de combate, y se los voy a dar. Llevaré a los MAGIFICOS allí dentro, a ver cómo gente con auténtico entrenamiento se enfrenta a las armas bioorgánicas. —Sonrió mientras pensaba en el talento del equipo Alfa. El forzudo Harry, la puntería infalible de Steve, Lara Croft y su ecléctica educación por ser la hija de un ladrón sin igual… Sería un enfrentamiento de lo más interesante. Después de ver a Rebecca Peer en el centro, resultaba evidente que algún imprevisto le había ocurrido al equipo de Enrico. Smith podría aprovecharse de ello, llevaría a los Alfa a «buscar» a los hombres del otro equipo. Incluso si los Bravos han conseguido regresar por sí solos a la civilización, aún quedará Rebecca. La joven era brillante, pero el cerebro no valía lo mismo que la experiencia en combate. De hecho, lo más seguro era que ya estuviera muerta. Salieron de la sala de control. Smith se dirigió hacia el vestíbulo y Gero correteó detrás para mantenerse a su altura. Se aproximaron al ascensor, que seguía abierto desde la llegada de Smith, y éste se metió dentro. Gero se lo quedó mirando. Bajo la luz más brillante del pasillo, Smith se fijó en la expresión de locura que marcaba el rostro del científico. Unas grandes ojeras oscuras le rodeaban los ojos y tenía un tic en la comisura de la boca. Smith se preguntó vagamente si Annette habría notado el descenso de su marido a los profundos pozos de la paranoia, y decidió que probablemente no. Esa mujer estaba ciega a todo excepto a la «grandeza» del trabajo de su marido. Una desgracia para su hija, tener unos padres semejantes. —Activaré la secuencia de destrucción —dijo Gero. —Prográmala para la mañana —repuso Smith con una sonrisa—. El amanecer de un nuevo día. Las puertas se cerraron frente a la decidida expresión de Gero, una mirada de resolución en el rostro de una oveja. La sonrisa de Smith se hizo más amplia, y se sintió exultante al pensar en lo que iba a suceder. Todo estaba a punto de cambiar para todos ellos. —¡Billy, socorro! Billy había comenzado a correr en cuanto oyó los chillidos de animales y los golpes, y ya estaba en el corredor cuando el aterrado grito de Rebecca crepitó en la radio. Corrió más de prisa mientras se metía los mapas en el bolsillo trasero, con el arma en la mano y maldiciéndose por dejarla ir por el conducto de la ventilación. Allí, ante él, estaba la puerta, no muy lejos del cuerpo de una de las arañas gigantes. Se lanzó contra ella y la empujó con el hombro mientras accionaba el picaporte. La puerta se abrió con un crujido y Billy entró en la sala. Los fluorescentes del techo parpadeaban y daban a la estancia un aspecto irreal, quizá de algún tipo de laboratorio, aunque había una especie de catre cubierto de humedad en una esquina. ¡No importa, vamos! Atravesó la sala a toda prisa hacia la siguiente puerta. Rebecca volvió a gritar; le advertía que tuviera cuidado, que se diera prisa. Mientras giraba el pomo, notó movimiento en un lado, se volvió y vio a un zombi de aspecto decrépito en una esquina. Las luces se encendían y se apagaban con un zumbido. El hombre agonizante lo contemplaba en silencio, y su arruinada silueta desaparecía en la oscuridad con cada parpadeo. Comenzó a avanzar lentamente hacia él. Luego, tío. Billy abrió la segunda puerta y entró. Casi inmediatamente, algo saltó sobre él chillando. Se agachó, notó una informe masa de rojo y blanco y un olor animal, y entonces la criatura —era un mono, algún tipo de mono— pasó sobre él sin dejar de chillar. Rápidamente se le unieron dos más y formaron un amplio círculo alrededor de Billy. Sus miembros, largos y musculosos se movían constantemente, intentando alcanzarlo, y sus cuerpos enfermos se le acercaba danzando y volvían a alejarse. Billy retrocedió y se colocó en la esquina donde la puerta se juntaba con el muro de piedra. No quería que lo arrinconaran, pero le preocupaba más dejar la espalda al descubierto. Los monos continuaron bailoteando de adelante atrás, chillando. —¡Rebecca! —gritó Billy. —¡Aquí! Sonaba lejos. Billy se fijó entonces en un agujero, a unos cuantos metros. Trozos de madera cubrían el suelo a su alrededor. No podía ver a Rebecca. —¡Aguanta! —gritó, y dedicó toda su atención a los monos, justo cuando uno de ellos se acercó lo suficiente como para tocarlo. El mono intentó golpearlo con una enorme zarpa, y las uñas le arañaron la parte alta de la pernera del pantalón. No había llegado a rasgarle la piel, pero seguramente lo lograría al próximo intento. Billy no apuntó, simplemente bajó el arma y disparó. El mono salió despedido hacia atrás, aullando, mientras un chorro de sangre oscura le manaba del pecho. Pero no estaba muerto. Sacudió la cabeza y avanzó de nuevo. Billy pensó que probablemente estaba bien fastidiado, porque los monos eran demasiado fuertes, demasiado organizados. No podía dispararle a ninguno sin quedar expuesto a un ataque… Pero los otros dos saltaron sobre el herido y empezaron a despedazarlo con manos ávidas. El animal herido gritó y se resistió, pero su sangre había desatado una hambre frenética, y los otros dos lo hicieron pedazos en un momento mientras se metían grandes trozos de carne en la boca. Billy pudo por fin apuntar y lo hizo. Tres tiros y los monos cayeron, muertos o agonizando. Corrió hasta el agujero, se puso de rodillas y se acercó al borde irregular con el corazón golpeando con fuerza dentro del pecho, luego se le cayó a los pies al ver lo abajo que estaba Rebecca. Colgaba, agarrada con ambas manos, de un trozo de cañería de metal, todo un piso por debajo de donde él se hallaba. Bajo ella se abría la oscuridad. Era imposible decir hasta dónde podría caer. —Billy —suplicó jadeante, y lo miró con ojos temerosos. —No te sueltes —repuso Billy, y sacó los mapas del bolsillo para buscar su posición y ver el camino más rápido de llegar hasta ella. No había ningún acceso rápido al segundo piso del sótano, no desde donde él estaba. Tendría que regresar al vestíbulo, probablemente a través del comedor donde había visto a los zombis. Las escaleras al subsótano se hallaban en el lado este de la casa. —No sé cuánto podré aguantar —susurró la joven. Su susurro fue amplificado por la radio y llegó hasta Billy. En algún momento, Rebecca había dejado el canal abierto. —No te atrevas a dejarte ir. Es una maldita orden, jovencita, ¿te enteras? Rebecca no replicó, pero él vio cómo apretaba los dientes. Bien. Quizá meterse con ella la haría ser más fuerte. Billy ya estaba en pie de nuevo. —Ya voy —dijo. Se dio media vuelta, salió corriendo y atravesó la puerta que daba al laboratorio con iluminación estroboscópica. El zombi que estaba allí se había movido y se hallaba entre él y la salida que daba al corredor, pero Billy ni pensó en el arma, estaba demasiado preocupado por Rebecca para malgastar tiempo. Puso uno de los brazos como un quarterback en medio de un partido importante y cargó contra la criatura. La empujó con toda su fuerza y siguió corriendo mientras el zombi se tambaleaba hacia atrás y caía al suelo. Billy ya estaba lejos antes de que el grito frustrado y hambriento de la criatura llegara a sus oídos. Atravesó el corredor, pasó ante los cuerpos de pesadilla de las arañas y subió las escaleras. Sacó el cargador de su nueve milímetros, se lo metió en el bolsillo, buscó a tientas el que tenía de recambio y lo encajó en el arma justo cuando entraba en el vestíbulo. Aguanta, aguanta… No dudó ni un momento antes de entrar en el comedor. Abrió la puerta de golpe y corrió hacia el interior. Vio a dos zombis que estaban fuera de su camino, a una distancia segura, con la mesa de por medio. El tercero se hallaba cerca de la puerta que lo llevaría hasta Rebecca. Era el soldado con el tenedor clavado, y Billy se detuvo el tiempo justo de apuntar y dispararle dos tiros a la ya rezumante cabeza. Falló el primero, pero el segundo le voló una buena parte del hueso de la parte trasera del cráneo y pintó la pared posterior de materia gris en descomposición. El cuerpo se quedó inmóvil por un instante, y Billy pasó ante él antes de que cayera al suelo. Atravesó la puerta, que daba a un corto pasillo. ¿Derecha o izquierda? Sin el mapa del primer piso no podía estar seguro, pero el emplazamiento de las escaleras en el plano del sótano le hacía pensar que era hacia la derecha. Sin tiempo para reflexionar, siguió corriendo en esa dirección con el arma levantada. Bajó unos escalones y rodeó una caldera gigante y siseante. El vapor llenaba la sala de mantenimiento, pero Billy encontró el camino y bajó otras escaleras, éstas de metal oxidado. Al fondo había una puerta. La empujó mientras recordaba que, según el mapa, entraría en una sala muy amplia con una especie de fuente en medio, algo grande y redondo. Había dos estancias más pequeñas hacia el oeste que se abrían a otro pequeño distribuidor, y en una de ellas tenía que estar Rebecca. Quizá la que está más al fondo… La sala grande era fría y húmeda, y tenía las paredes y el suelo de piedra. La atravesó corriendo mientras lanzaba una mirada hacia el gran monumento que tenía a la izquierda, lo que en el mapa había pensado que era una fuente. En realidad eran algún tipo de estatuas. Unos ojos ciegos lo contemplaron desde los rostros esculpidos de animales, observándolo mientras corría. Y justo entonces, al doblar una esquina, oyó un grito proveniente del corredor que tenía justo delante. Reconoció el sonido fácilmente: otro mono. ¡******! Tendría que acabar con él, no podía correr el riesgo de dejarlo a su espalda… —¡Billy… por favor! La voz de la radio sonaba totalmente desesperada, y Billy aceleró sin hacer caso a la parte de su cerebro que le ordenaba parar y esperar a que el animal se mostrara para poder acabar con él a una distancia segura. Se lanzó hacia adelante, dobló la esquina, y allí se hallaba el mono, terrible, con un aspecto medio desollado, aullando… Y Billy, que había sido corredor en el instituto, saltó. Pasó sobre él y aterrizó a dos pasos de una puerta, la puerta que buscaba, mientras el mono chillaba furioso a su espalda. Si la puerta estaba cerrada, se habría metido en un buen lío, pero por suerte no fue así. La atravesó a toda velocidad, se lanzó de rodillas y se deslizó hasta llegar al gran agujero del suelo. Rebecca estaba allí, aún estaba allí, agarrándose ya sólo con una mano, y Billy vio que se le estaba resbalando. Tiró su arma y alargó el brazo. La agarró por la muñeca justo cuando los dedos de la joven perdían su aguante. —Te tengo —exclamó jadeante—. Te tengo. Rebecca comenzó a llorar mientras él se echaba hacia atrás y la sacaba del agujero. Billy sintió una satisfacción que casi había olvidado que existía después de todos esos meses en la cárcel: la de saber simplemente y con seguridad que había hecho lo correcto y lo había hecho bien. Billy la sacó del agujero, usando su cuerpo como contrapeso, y casi la puso encima de él en una especie de tosco abrazo. En vez de apartarse, Rebecca dejó que la sujetase durante un momento, incapaz de contener las lágrimas de gratitud y de alivio. Billy pareció entender lo que ella necesitaba y la abrazó con fuerza. Había estado tan segura de que se iba a caer, a morir, perdida y olvidada en algún sótano hediondo, su cuerpo devorado por animales infectados. Pasado un momento, rodó hacia un lado mientras se secaba el rostro con una mano temblorosa. Ambos se sentaron en el suelo, y Billy contempló los tristes muros de roca de otra cámara del sótano, sin nada que la diferenciase de las demás. Rebecca observó a Billy. Cuando el silencio se prolongó demasiado, la joven le puso la mano en el brazo. —Gracias —dijo—. Me has salvado la vida. Otra vez. Él la miró un instante y luego apartó la vista. —Bueno, sí. Ya sabes que tenemos esa especie de tregua. —Sí, lo sé —repuso ella—. Y también sé que no eres un asesino, Billy. ¿Por qué te llevaban a Ragithon? ¿Es cierto que… que tuviste algo que ver con esas muertes? Billy la miró a los ojos. —Podría decir que sí —contestó—. Al menos estaba allí. Estaba allí… Eso no era lo mismo que decir que había matado a alguien. —No creo que mataras a tu escolta antes; creo que fue una de esas criaturas y que tú tan sólo saliste corriendo —insistió Rebecca—. Y aunque no hace mucho que te conozco, tampoco creo que asesinaras a veintitrés personas. —No importa —replicó Billy, mirándose las botas—. La gente cree lo que quiere creer. —Me importa a mí —afirmó Rebecca suavemente—. No voy a juzgarte. Sólo quiero saberlo. ¿Qué pasó? Billy seguía mirándose las botas, pero su mirada parecía perdida, como si contemplara otro tiempo y otro lugar. —El año pasado enviaron a mi unidad a África para intervenir en una guerra civil —le explicó—. Ya sabes, alto secreto, ninguna interferencia de Inglaterra, esas cosas. Se suponía que debíamos arrasar la guarida de una guerrilla. Era en pleno verano, cuando el calor arrecia más, y nos soltaron bastante lejos de la zona donde debíamos atacar, en medio de una densa jungla. Tuvimos que avanzar como pudimos… Se quedó en silencio unos instantes, mientras cogía las chapas de identificación y las apretaba con fuerza. —El calor acabó con la mitad de nosotros. El enemigo hizo el resto, nos fue pillando uno a uno. Cuando llegamos adonde se suponía que se hallaba la guarida, sólo quedábamos cuatro. Estábamos agotados, medio locos, enfermos de calor, enfermos de puro abatimiento, supongo, al ir viendo morir a nuestros compañeros. »Así que cuando llegamos a las coordenadas del objetivo estábamos a punto para volarlos a todos por los aires. Como para hacer que alguien lo pagara, ¿sabes? Por toda esa enfermedad. Sólo que no había ninguna guarida. El chivatazo no era bueno. Resultó ser un tranquilo pueblecito, un puñado de granjeros. Familias. Viejos. Niños. Rebecca hizo un gesto de asentimiento, animándolo a seguir, pero se le estaba formando un nudo en el estómago. El final de la historia era inevitable; podía ver adonde iba a parar y no resultaba nada agradable. —El jefe del grupo nos dijo que los reuniéramos, y así lo hicimos —continuó Billy—. Y luego nos dijo que… Se le quebró la voz. Alargó la mano, recogió la pistola del suelo y se la metió en el cinturón casi con tanta rabia como con la que se levantó y se dirigió hacia la salida. Rebecca también se puso en pie. —¿Lo hiciste? —preguntó—. ¿Los mataste? Billy se volvió hacia ella con una mueca en los labios. —¿Y qué si te lo digo? ¿Me juzgarás? —¿Lo hiciste? —insistió Rebecca, examinando el rostro del hombre, sus ojos, decidida al menos a intentar entenderlo. Y como si él lo pudiera ver, como si notara que estaba dispuesta a aceptar la verdad, la miró durante un momento y luego negó con la cabeza. —Intenté detenerlos. Lo intenté, pero me golpearon. Estaba casi inconsciente pero lo vi, lo vi todo… y no pude hacer nada. —Apartó la mirada antes de proseguir—: Cuando todo hubo acabado, cuando nos recogieron, fue su palabra contra la mía. Hubo un juicio, una sentencia y… bueno, entonces pasó esto. — Abrió los brazos, abarcando lo que los rodeaba—. Así que si salimos de aquí, también estoy muerto. Eso, o correr y no parar. Sus palabras sonaban ciertas. Si mentía, entonces se merecía un Oscar… Y Rebecca no creía que estuviera mintiendo. Intentó pensar en algo que decir, algo que lo animara, que de alguna manera hiciera las cosas mejores, pero no se le ocurrió nada. El tenía razón respecto a sus opciones. —¡Hey! —exclamó él, mirando algo por encima del hombro de Rebecca—. Mira eso. Rebecca se volvió mientras él avanzaba. Vio una pila de piezas de metal apoyadas contra la pared del fondo y, medio escondida entre ellas, lo que parecía ser una escopeta. —¿Es lo que creo? —preguntó. Billy cogió el arma, y sonrió mientras la abría y la comprobaba. —Sí, señora, sin duda lo es. —¿Está cargada? —No, pero me quedan unos cuantos cartuchos del tren. Es del calibre doce. —Sonrió de nuevo—. Las cosas mejoran. Quizá no consigamos salir, pero hay un mono en el corredor que está pidiendo probar esta maravilla. —Lo cierto es que creo que se trata de un babuino —repuso ella, y se sorprendió al encontrarse sonriendo también. A ambos se les escapó la risa por la absoluta futilidad de su corrección. Estaban atrapados en una mansión aislada y los perseguían un montón de monstruos diferentes, pero al menos sabían que la criatura del pasillo probablemente era un babuino. Las risitas pasaron a ser carcajadas. Rebecca lo contempló mientras reía y dejaba de lado cualquier aire de arrogancia o de tipo duro, y sintió que lo veía realmente por primera vez, el auténtico Billy Coen. En ese momento se dio cuenta de que había fallado totalmente en su primera misión. Él era tanto su prisionero como ella lo era de él. Suponiendo que sobrevivieran, si él se escapaba, ella no sería capaz de detenerlo. Vaya con tu carrera en defensa de la ley. Y esa idea la hizo reír con más Continuara... Saludos
-
A continuacion voy a empezar a escribir relatos corto(despues subos todos juntos a la pagina de Ana), QUE trata de distintas relatos cortos con la participacion de Lara. Que lo disfruten. Arranco con el primer capitulo del Relato 1 LARA CROFT Y EL SECRETO DE LA MOMIA CAPITULO 1: DESPERTAR!!! Era una noche fria en la ciudad de Londres. En el Museo Internacional de Londres Paul Preston, el guardia sereno del Museo que media 1.70, de contextura gruesa, un poco excedido de peso y usaba unos anteojos enormes. Amaba el silencio . Amaba la perfeccion , su nitidez y la colosal dimension que daba al mas minimo de los ruidos. Al Tintinero de una cucharita, revolviendo el azucar que le puso a su taza del cafe. Al crujido de una silla y al chisporroteo de un fosforo, al encender su pipa. Era todo perfecto, en la noche el Museo tenia un silencio sepulcral, estaba calentito en su despacho. Tenia todo, era feliz. Como todas las noches no habia ningun tipo de problema. Pero esa noche no iba a ser como las demas. En el momento que iba a tomar un sorbo de calentito cafe, siento un ruido seco -CRAK! Se levanta de golpe, con la pipa en su boca, medio asustado. Deja el cafe en la mesita de sus despacho, agarra la linterna , y se dispone a salir a ver que fue ese ruido. -¿Y ese ruido?... Nunca lo habia oido antes..., Penso nuestro sereno del museo. Sale al pasillo principal de museo y empieza a revisar cuarto por cuarto, por el espacio de media hora. Hasta que llega a la zona adonde estaban todos las reliquias egipcias. Alumbra con linterna, a toda la habitacion principal- Habia estatuas de dioses, sarcofagos, esfinges en miniaturas, jeroglificos, etc. -Todo parece en orden... pero ese ruido era algo especial, lo se. Penso nuevamente Preston Siguio caminando sigilosamente, hasta que de pronto ve un pedazo de venda en el suelo. Se agacha para observar mejor -¿Y esto? Parece...Penso el guardia Pero de repente ve una sombra de algo muy raro, que entro desde una de las puertas del Museo. Paul ve la silueta y empieza a temblar -Peeerrrrooo. Dice el guardia Va levantando su vista de a poco. Cuando ve quien estaba produciendo la sombra Paul, se asusta como nunca antes lo habia sentido -NOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!. Grita desesperado Pero todo se calla repentinamente, solo se escucha un estruendo, se ve un terrible baño de sangre y sale despedido los anteojos del guardia totalmente destruidos Al Dia siguiente la noticia del guardia sereno asesinado, es difundido por todos los diarios de Londres. La policia decide entrar en accion. Llegan al lugar del crimen. Entra varios policias y cercan con cintas todo el perimetro de las escena del crimen. en medio de la escena del crimen, hay tres hombres. Unos de ellos es el inspector y jefe de las fuerzas de Seguridad Berthier Belmont, de mucha experiencia, muy canoso(era un hombre que tenia unos 75 años), 1,75, con un denso bigote.Estaba parado en el medio de la escena del crimen con los brazos por detras de la espaldas. Unos cuantos guardias se veian que subian varias escaleras e indagaban al personal del museo al lado del inspector habia un hombre rubio, de 1,80 que se estaba secando el sudor con su pañuelo, parecia que estaba descompuesto pues estaba totalmente blanco -Ejem...¿Podria dejar de vomitar Russel?. Es terriblemente repugnante... Le dice el inspector a su ayudante Rubio. -Lo... Lo intentare, señor...pero...es horrible... Le dice Russel muy nervioso -Si... Si...Lo se. Le dice Berthier Al lado de ellos habia otro ayudante que era pelorrojo juntando un pedazo del brazo arrancando, que estaba en suelo cerca de un charco enorme de sangre. El ayudante peirrojo agarra con tranquilidad el miembro del guardia, y lo guarda en una bolsa de plastico -A todo esto, ¿han encontrado la cabeza?. Le pregunta el inspector al ayudante pelirrojo -Si...cayo...cerca junto al ascensor y... En ese momento a Russel le provoca asco lo dicho por la cabeza y vomita terriblemente -Oh Dios. Dice Russel -¡Maldito seas, Russel!. Trate de controlarse!. Le grita el inspector Berthier se dirige al ayudante pelirrojo -¿Y la momia que falta? -Ni rastros, señor... excepto que he encontrado rastros de sus vendajes sobre el cuerpo del guardia. Una verdadera carniceria, ¿eh, señor?. Lo descuartizaron... dijo sonriendo el pelirrojo y mostrandole la bolsa con el pedazo de brazo ensagrentando -Tengo un asistente idiota que vomita y un asistente sádico que lo disfruta.¿Como Diablos puedo trabajar tranquilamente?. Dijo enfadado el inspector -En un todo de acuerdo, señor. Tal vez deberiamos explorar el origen de la momia. Llego a Londres hace solamente tres dias -¿De donde viene?. Pregunta Berthier -De Paris. contesta Rapidamente el guardia Pasan una tres horas del dia. En otra parte de la gran ciudad de Londres, mas certeramente en el barrio de Wimbledon. Era una casa enorme, era un grandisima mansion, con verdes campos y habia de todo. Una lujoso auto se estaciona en frente de la casa. Baja de ella una elegante señorita, de unos 1,70 morocha, vestia un traje blanco, con tacos y pollera blanca. Iba con joyas y un sombrero blanco enorme. Toca timbre, dos veces. Desde la mansion sale Winston a atender. -En que lo puedo ayudar señorita. Pregunta Winston -Necesito ver a la Señorita Croft, por algo urgente, podra atenderme si es posible. Dice la mujer -De parte de quien?. -Prefereria hablar con ella personalmente sino le molesta. Diciendo secamente Winston la miro con mala cara, por lo pedante de la mujer, pero deciDio llamar a Lara -Pase y espere en living por favor. Dice el mayordomo -Gracias Los dos entran y la chica se siente en un comodo sillon. Winston va a segundo piso y se dirige a la habitcion de Lara. Lara estaba tirada en la cama , leyendo un libro. Habia terminado sus rutina de ejercicios fisicos, se habia pegado un baño y estaba reposando -Quien me busca Winston. Pregunta Lara -Una señorita, no me quiso decir su nombre, la esta esperando abajo -Quien sera? Lara se levanta de golpe y baja por la escalera. La señorita se levanta. -Señorita Croft, supongo?. Mi nombre es Antonia Browning, un gusto conocerla.Señorita Croft soy una mujer de pocas palabras. He venido aqui para contratarla. Conozco su fama y creo que es la persona que necesito -Hola el gusto es mio, pero para que me necesita?. Pregunta Lara -Ahora no es el momento de decirlo, la invito a cenar en el restaurante The Lord, ahi le contare todo, a las 21 horas le parece bien? -Bueno estare ahi, no tengo ningun compromiso. Dice Lara -Excelente, entonces la espero. Si me disculpan me tengo que retirar, gracias por su hospitalidad Antonia se levanta y sale pr al puerta principal, un hombre le abre la puerta y ella se mete. Luego el auto se va -Que querra Winston, que misteriosa. Espero que no sea algo peligroso -Espero Lara, espero. Dice Winston... Continuara... Saludos
-
Hola amigos aqui les mando el capitulo 24 Capitulo XXIV: LA TERRIBLE PRUEBA DE AIRE, EN BUSCA DEL PRIMER AMULETO: Lara vio que cerró la puerta con fuerza. Trago saliva pero siguió caminando en ese pasillo que tenía un aspecto tétrico, hasta que llega un pozo adonde se miraba el fondo. Era un pozo demasiado largo con distintos pilares de madera en el medio. Lara se preparaba a saltar al primer pilar. Cuando llega al primer Pilar, siente un ruido medio raro y a lo lejos, se produce un viento demasiado fuerte, que hace que Lara pierda el equilibrio. Se cae del pilar pero logra agarrarse del mismo antes de caer por el abismo terrible Lara:-Maldicion!, maldito viento, casi caigo al abismo. El viento seguia soplando con todo y luego paro abruptamente. Lara se sube a la punta del pilar de nuevo. Zip:-Parece que periódicamente sopla viento cada cierto tiempo Lara, cuidate por favor Lara:-No te preocupes Zip Lara realiza un salto al siguiente pilar, pero en ese momento empieza a soplar un viento terrible, pero nuestra heroína se baja rápidamente agarrándose del poste. Pero nota que el viento es mas fuerte que antes, haciendo tambalear al poste de madera, pero se calmo. Lara se sube otra vez al poste de madera y ve que solo faltan dos postes más. Realiza el salto al tercer poste, pero el viento esta vez viene con una fuerza brutal, haciendo que Lara pierda el equilibrio de nuevo, logra agarrarse de nuevo, pero como el viento es mas fuerte, siento que el pilar empieza a quebrarse y se rompe. Lara saca rapido su gancho y logra engancharse en el techo, a tiempo de que el pilar se pierde en la negrura del abismo. Lara espera que el viento se calme y después de que sucede se columpia para llegar al ultimo poste, pero cuando pisa, elmismo se rompe y realiza un salto para llegar al borde a tiempo, que se viene una ráfaga que lo empieza a tirar para el abismo. Lara usa toda sus fuerzas para no ser llevada por el terrible viento Lara:-AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Lara esta a punto de caer al precipicio, pero el viento se calma y Lara se levanta rápidamente y sale corriendo antes de que vuelva el viento. Ve que al fondo hay una ventilación, por donde debe salir el viento y el pasillo dobla a la izquierda. Rápidamente sale de pasillo mortal y sigue caminando por el pasillo de la izquierda. Ve que mas adelante hay una cuchilla rodante que se abre y se cierran, a gran velocidad, unas 3. Lara se acerca y las pasas a las cuchillas con toda facilidad. Lara sigue su camino con toda normalidad, pero cuando gira a la derecha en otro pasillo una piedra sale con todo por detrás de ella Zip:-Uh Dios, Lara corre rápido Lara sale corriendo con todo pero siente que se viene una ráfaga de viento con todo. Lara:-Maldición ahora no! Pero por suerte encuentra un hueco en el pasillo. Se mete en el a tiempo de que la ráfaga pasa y la piedra por detrás. La ráfaga dura unos 10 segundos y después se calma. Luego que la ráfaga de viento se calma, sale corriendo con todo y dobla a la derecha y continúa su camino. Llega a un puente, de uno 1 metro de ancho, rodeo de un abismo que no se ve. Lara nota que a su izquierda hay varios agujeros enormes. Ya se da cuenta de que va a salir una ráfaga de viento que lo puede tirar al abismo. Pero en el medio del puente, ha varias bolsas con pinchos que oscilan de un lado a otro. Lara empieza a correr, cuando llega a la altura del primer agujero, de este sale una terrible ráfaga de viento, que apenas permite mantenerse en pie a Lara. Nuestra heroína resiste como puede, hasta que la ráfaga se calma. Sigue su camino pasa con éxito varias bolsas con pinchos, y se acerca a varios agujeros, adonde empiezan a soplar viento muy fuerte, haciendo que Lara se caiga del puente, pero ella se agarra del borde salvando de no caer por un pelo al abismo. Cuando la Ráfaga se calma, se levanta si sale corriendo, sorteando varias bolsas con pinchos. Pero antes de llegar a la puerta, se abre del techo un agujero y cae una piedra, Lara se cuelga del borde, a tiempo antes de que lo aplaste la piedra. Lara se levanta con mucho esfuerzo. Sigue su camino saliendo de ese maldito puente y finalmente llega a un altar, adonde en la punta de lo mas alto estaba el símbolo que representaba al aire. Era una piedra de color azul, con algunas rayas blancas. Estaba sobre un pedestal de piedra blanca, con algunos jeroglíficos. Lara empieza a subir las escaleras y por fin llega al pedestal. Agarra el Símbolo y por detrás se abre una puerta Lara:-Excelente, Zip ya tengo el símbolo de aire Zip:-Bien Lara, sigue así, pero cuidado por favor Lara:-Ok, no te preocupes Corta comunicación y se acerca a la puerta que se abrió, ve que es una rampa muy larga y muy empinada. Lara se decide tirar y empieza a resbalar, el pasillo se tuerce y se encuentra con la sorpresa, de que hay como 5 guadañas oscilando por el pasillo. Al acercarse a la primera, Lara la esquiva saltando. La segunda agachándose, lo mismo que las demás. Luego de esto la rampa vuelve a girar a la izquierda y ve que abre una puerta que da a la habitación principal, pero de detrás sale una piedra con la intención de aplastar a nuestra heroína. Lara se apura a resbalar más rápido u logra pasar por la puerta a tiempo cayendo pesadamente en la habitación por donde había entrado al pasillo en busca del símbolo del aire. A piedra choca contra la puerta, provocando un temblor pero se queda ahí. Lara se levanta sacudiendo el polvo, se acerca a los 4 símbolos y pone el primero. Luego se dirige hacia la puerta del símbolo de fuego. Cuando entra la puerta se cierra por detrás Continuara... Saludos
-
Muy buen capitulo. Sigue asi Saludos
-
Hola Diana como estas, me da gusto verte en el foro ademas de Tr Saga.
Muchisimas gracias por tu comentarios y me da mucha alegria que te haya gustado mis relatos. Me das incentivos en seguir adelante
Te deseo lo mejor y que la pases muy bien
Besitossss
-
Hola Agustín, espero que estés muy bien, y bueno, espero que sigas escribiendo más relatos, en verdad son muy buenos...
Saludos y sigue así!
-
Aqui los malos que me resultaron mas feoz son Boaz y la Araña mutante Willard Saludos
-
No le des confirmar ahi nomas, dejalo algunos minutos que termie el juego y despues dale confirmar Saludos
-
hola amigos, aqui les mando el capitulo 7 de la historia CAPÍTULO 7: Regresaron al vestíbulo. Billy se alegraba de que la joven estuviera de acuerdo en seguir cooperando. Ese lugar, fuera lo que fuera, era sin duda un mal rollo. La chica podía ser inexperta, pero al menos no le faltaba ningún tornillo. —Deberíamos separarnos —dijo Rebecca. Billy lanzó una carcajada totalmente falta de humor. —¿Te has vuelto loca? ¿Es que nunca has visto una película de terror? Además, mira lo que pasó la última vez. —Si no recuerdo mal, encontramos la llave de aquel maletín. Y lo que necesitamos ahora es una forma de salir de aquí. —Si, claro, pero vivos —replicó Billy—. Se ve en todo que este lugar es territorio hostil. Si sugerí que hiciéramos una tregua fue porque no quiero morir, ¿lo pillas? —Hasta ahora te las has arreglado para cuidarte bastante bien —insistió Rebecca—. No digo que nos tengamos que meter en líos. Sólo abrir unas cuantas puertas, eso es todo. Y ahora tenemos las radios. Billy suspiró. —¿Los MAGNIFICOS no te hablaron del trabajo en equipo? —La verdad es que ésta es mi primera misión —reconoció Rebecca—. Mira, echamos una ojeada y nos llamamos si encontramos algo. Yo voy arriba y tú miras por aquí abajo. Si las radios se estropean, nos encontramos aquí dentro de veinte minutos. —No me gusta nada. —No tiene que gustarte, pero debes hacerlo. —Señor, sí, señor —se burló Billy. No podía negar que a la joven no le faltaba madera de líder, aunque tal vez no resultara tan difícil dar órdenes a un condenado cuando trabajabas del lado de la ley—. ¿Y tú, qué edad tienes? Me gustaría saber que recibo órdenes de alguien ligeramente más maduro que la media de chicas exploradoras. Rebecca le lanzó una mirada asesina, luego se volvió y se dirigió hacia las escaleras. Unos segundos después, Billy oyó que se cerraba una puerta. Echó una mirada al vestíbulo. Bueno. Pito, pito… —Colorito —dijo Billy, y se dirigió hacia la pared izquierda. No quería hacerlo solo, prefería tener refuerzos, pero probablemente fuera mejor así. Si encontraba una salida podría largarse, después de todo. La llamaría para decirle adiós de camino. Dejarla atrás no le haría sentirse muy bien, pero la joven podría esconderse y esperar a que la rescataran; no le pasaría nada. Él no podía olvidar su salud, y si algún otro MAGNIFICOS aparecía por allí, o la policía de Winsburg o los de la policía militar, se encontraría regresando a Ragithon antes de darse cuenta. Apartó esa idea de su cabeza y se acercó a una puerta. Se había sentido bastante hecho polvo desde que lo habían condenado, furioso y angustiado a partes iguales. Desde el accidente del jeep había sido capaz de olvidar su cita con la muerte, algo necesario si quería pensar con claridad. Tenía que seguir así. —Veamos qué hay detrás de la puerta número uno —murmuró mientras abría la puerta. Se tensó, alzó la pistola y apuntó. Era un comedor y había sido bastante elegante. Pero en ese momento tres hombres infectados vagaban alrededor de la destrozada mesa que se hallaba en el centro de la sala, y los tres se estaban volviendo hacia él. Tenían el aspecto de zombis, con la piel gris y rasgada, y los ojos en blanco. Uno de ellos tenía un tenedor clavado en un hombro. Rápidamente, Billy retrocedió y cerró la puerta, esperando a ver si alguna de las criaturas sabía arreglárselas con el pomo de la puerta. La soledad del vestíbulo le pesaba en la espalda como una fría mirada. Unos segundos después oyó que rascaban la madera y luego un gruñido grave y frustrado, un sonido tan carente de inteligencia como parecían estar los zombis. Bueno. La casa, el centro de formación o lo que fuera, estaba infectada al igual que el tren. Eso respondía a esa pregunta en concreto. Agarró la radio y apretó el botón de transmisión. —Rebeca, responde. Tenemos zombis por aquí. Cambio. Recordó la cosa escorpión gigante y sintió un escalofrío. Ojalá sólo fueran zombis lo que había ahí. Hubo una pausa y luego sonó una voz juvenil. —Recibido. ¿Necesitas ayuda? Cambio. —No —contestó Billy, molesto—. Pero ¿no crees que deberíamos reconsiderar tu plan? Cambio. —Eso no cambia nada —repuso ella—. Aún tenemos que encontrar una salida. Sigue buscando y dime lo que encuentres. Cambio y corto. Magnífico. La chica maravillosa seguía con el plan. Así que hacia la puerta número dos, a no ser que quisiera probar suerte con tres de esas cosas. Se volvió y atravesó la estancia, pensando que eso sólo sería desperdiciar municiones, y era cierto. También era cierto que no quería disparar contra gente enferma, por muy enloquecidos… Y los zombis estaban realmente idos de la cabeza, así que si podía evitarlos, mejor. Abrió la segunda puerta y la aguantó, con todos los sentidos en alerta. Daba a un lujoso corredor que se dirigía hacia su derecha y torcía a pocos metros. No se oía nada, ni ruido ni movimiento, y olía a polvo, nada más terrible. Esperó un momento, luego entró en el corredor y dejó que la puerta se cerrara a su espalda. Avanzó sigilosamente ayudado por la espesa moqueta que apagaba el sonido de sus pasos. Dobló la esquina con el arma por delante y dejó de contener la respiración cuando vio que el corredor seguía estando desierto. Hasta ahí, todo bien. El corredor seguía y volvía a torcer un poco más adelante, pero había una puerta a la izquierda por la que Billy podía probar suerte. La abrió lentamente, y sonrió al encontrarse en un baño vacío, con una fila de lavabos que se veían desde la puerta. —Eso me recuerda… —dijo mientras entraba. Revisó la sala rápidamente. Había lavabos a ambos lados de la habitación con forma de U, cuatro cubículos con váteres cubrían la tercera pared, discretamente ocultos desde la puerta. Por muy elegante que fuera la casa, parecía estar abandonada, quizá desde hacía poco. La puerta de uno de los cubículos colgaba de las bisagras medio arrancadas, el asiento del váter parecía roto y había unos cuantos trastos tirados por el suelo: botellas vacías, tiestos con plantas y extraños restos en un baño. Encontró una botella de plástico de gasolina en uno de los cubículos. Por otro lado, en un barreño había agua relativamente limpia… Lo que, teniendo en cuenta la urgencia de su visita, ya le estaba bien. Un minuto después, se estaba subiendo la cremallera cuando oyó que alguien entraba en el baño. Un paso, luego una larga pausa. Otro paso. ¿Había cerrado la puerta? No lo recordaba, y se maldijo en silencio por el despiste. Alzó la pistola, giró sobre los talones en silencio y abrió ligeramente la puerta del cubículo. Desde ahí no podía ver la puerta, pero sí parte de la sala reflejada en un largo espejo que había frente a los lavabos. Mantuvo el arma en alto y esperó. Un tercer paso, y de nuevo silencio. Quien fuera tenía los pies mojados, porque oía el sonido de succión que producía al levantar los zapatos del suelo. Y con el cuarto paso vio un perfil en el espejo y salió del cubículo, sintiendo una extraña mezcla de horror y alivio mientras se preparaba para disparar. Era un zombi, un hombre, con el rostro brillante y sin expresión. Miraba al vacío mientras se balanceaba ligeramente, intentando mantener el equilibrio. Los zombis resultaban asquerosos, pero al menos eran relativamente lentos. Y aunque no le gustara mucho ese trabajo, matarlos sin duda era un acto de piedad. El zombi dio otro paso y se puso en la línea de fuego de Billy. Éste apuntó cuidadosamente sobre la oreja derecha del ser. No quería malgastar un tiro. Y el zombi se volvió de golpe, rápidamente, a mayor velocidad de la que tenía derecho a moverse. Se agachó ligeramente, miró a Billy a través de un ojo inyectado en sangre mientras el otro miraba hacia la pared, y fue a por él. Aún estaba a dos metros de distancia… pero el brazo se le estaba alargando; se le adelgazaba mientras lo lanzaba contra Billy como una goma elástica, y el tejido de su camisa húmeda e incolora se estiraba con él. Billy lo esquivó. La mano del ser le pasó sobre la cabeza y se estrelló contra la puerta del cubículo con un golpe húmedo. Luego se retiró, recuperando su forma junto al cuerpo inhumano que parecía un zombi. En el tren, como Marcus… Estaba lo suficientemente cerca para ver el movimiento de la ropa de la criatura y el extraño efecto ondeante del brazo al volver a su lugar. Sanguijuelas, la maldita cosa estaba hecha de sanguijuelas. Y cuando eso avanzó un paso, Billy retrocedió hasta meterse en el cubículo mientras disparaba contra el rostro húmedo y carnoso. La cosa dudó un instante, y un líquido negro rezumó de la herida que le apareció justo bajo el ojo derecho. Y de golpe la herida desapareció, una piel falsa se extendió sobre ella y las sanguijuelas se recolocaron. Podían regenerarse. La cosa dio otro paso y Billy cerró la puerta del cubículo de una patada y la aguantó con el pie. Su mente recorría las posibilidades y las descartaba a la misma velocidad. Llama a Rebecca, no hay tiempo; sigue disparando, no tengo suficientes balas; sal corriendo, me cierra el paso… Billy bufó de frustración, y su enloquecida mirada cayó sobre la botella de gasolina de plástico rojo. Se inclinó hacia adelante, aguantando la puerta con el hombro y se metió la mano en el bolsillo del pecho. Allí, bajo una de las balas de la escopeta… Sacó el mechero que había encontrado en el tren, dando gracias por haberlo cogido, y alzó la botella de gasolina. La esposa suelta golpeó contra el plástico. No estaba llena ni hasta la mitad. Dios, espero que sea realmente gasolina. Algo golpeó la puerta como si fuera un ariete. Billy salió rebotado, pero se lanzó de nuevo contra ella, con el hombro dolorido, mientras desenroscaba el tapón de la botella con una mano temblorosa. La criatura fue horrible y extrañamente silenciosa al volver a cargar contra la puerta, golpeando con fuerza suficiente para mellar el metal. El mareante olor a gasolina llenó el pequeño cubículo. Billy arrancó el rollo de papel higiénico de la pared… y la puerta se abrió de golpe, arrancada de cuajo por otro potente golpe inhumano. La criatura estaba allí, balanceándose, con su extraño ojo buscando a Billy, clavándose en él. Billy alzó la botella mientras recuperaba el equilibrio y se salpicó de gasolina. Sacudió la botella hacia adelante y lanzó su contenido sobre el pecho de la criatura. La reacción fue inmediata y repugnante. El cuerpo comenzó a retorcerse, a temblar, y un chillido agudo inundó la sala. No era una voz, sino miles de diminutas criaturas aullando al mismo tiempo. Un fluido oscuro y espeso empezó a manar de cada supuesto poro del cuerpo y el rostro. Billy le lanzó una potente patada y la cosa se tambaleó hacia atrás, aún cohesionada, aún chillando, y con el sonido clavándose en cada rincón de la sala. Billy no sabía si la gasolina sola sería suficiente, y no se iba a quedar a verlo. Abrió el mechero, le dio a la rueda y sujetó el rollo de papel higiénico sobre las llamas. Un segundo después, el papel ardía. Billy saltó fuera del cubículo y esquivó al monstruo chirriante. En cuanto lo hubo sobrepasado, se volvió y le lanzó el papel en llamas. Éste golpeó al hombre sanguijuela justo por debajo de la clavícula, y el enloquecedor chillido se intensificó durante un horrible y ensordecedor segundo mientras las llamas lo envolvían, antes de que se deshiciese en mil trozos ardientes. Una especie de charco negro y llameante se formó sobre las losetas del suelo, y los grititos individuales fueron muriendo en cuestión de segundos. Unas cuantas sanguijuelas se retorcieron saliendo de las llamas, pero estaban es organizadas y se deslizaron subiendo por las paredes sin ningún orden y reptando junto a los pies de Billy. Éste retrocedió, alejándose de ellas y del burbujeante fuego, mientras volvía a guardarse el mechero en el bolsillo y se acercaba a la puerta. De vuelta en el corredor, respiró hondo, soltó el aire lentamente y agarró la radio. Ya no le importaban los planes de Rebecca. Iban a reunirse lo antes posible y salir a toda prisa de este lugar aunque tuvieran que agujerear las paredes con sus propias manos. 4 de diciembre Cuando comenzamos, tenía mis dudas, pero esta noche lo estamos celebrando. Finalmente lo hemos logrado, después de todo este tiempo. Vamos a llamar Progenitor al nuevo virus que hemos creado. Es una idea de Ashford, pero me gusta. Comenzaremos a probarlo inmediatamente. 23 de marzo Spencer dice que va a crear una empresa especializada en investigación farmacéutica, quizá en la rama de producción de medicamentos. Como siempre, él es el empresario del grupo. Su interés en el Progenitor es sobre todo económico. Quiere vernos alcanzar el éxito, lo que significa que nos sigue financiando, y mientras siga firmando cheques, puede hacer lo que le dé la gana. 19 de agosto El Progenitor es una maravilla, pero sus aplicaciones aún no están probadas. Justo cuando pensábamos que teníamos documentada la velocidad de amplificación, cuando tenemos media docena de pruebas que dan el mismo resultado, todo se viene abajo. Ashford sigue apostando por trabajar sobre los números de la citosina, y vuelve a ello una y otra vez, pero está soñando. Debemos seguir mirando por otros lados. Spencer sigue pidiéndome ser el director de este nuevo centro de formación. Quizá sea por el negocio, pero se está poniendo intolerablemente insistente. En cualquier caso, me lo estoy pensando. Necesito un lugar donde poder explorar adecuadamente las nuevas posibilidades del virus, un lugar donde nadie interfiera conmigo. 30 de noviembre Maldito sea. «Vamos a divertirnos, James —me ha dicho—, por los viejos camaradas y los buenos tiempos.» Es una estupidez. Lo que quiere es que el Progenitor esté listo ya. Sus «amigos» en su club de White Psycho System, con sus ridículos juegos de espías para los ricos y hastiados, quieren algo excitante con lo que jugar, algo que subastar, y no quieren esperar a que esté listo. Idiotas. Spencer piensa que en el fondo todo será un asunto de dinero, pero está equivocado. No es de eso de lo que va todo esto. Tengo que reforzar mi posición, vigilar a mi reina, por así decirlo, o me pisotearán. 19 de septiembre ¡Por fin, por fin! He creado un plásmido con ADN de sanguijuelas y luego lo he recombinado con el Progenitor, ¡y es estable! Ha sido el avance que estaba esperando. Spencer estará contento, maldito sea, aunque sólo le diré que ha habido algunos progresos, no hasta qué punto, ni cómo. Le he puesto el nombre que doy a Spencer privadamente. Lo llamaré M, de Maligno. 23 de octubre No puedo pensar en ellos como seres humanos. Son sujetos para pruebas, eso es todo, eso es todo. Sabía que mis investigaciones llegarían algún día a este punto. Lo sabía y… nopensé que sería así. No debo perder de vista mis objetivos. El virus-M es magnífico. Esos sujetos deberían sentirse honrados de experimentar tal perfección. Sus vidas preparan el terreno hacia un mayor conocimiento. Sujetos experimentales. Eso es todo. Son peones. A veces hay que sacrificar los peones para conseguir un bien superior. 13 de enero Mis mascotas han ido progresando. Con su propio ADN en el virus recombinante pensé que podría predecir cómo los alteraría la infección, pero me equivoqué. Han comenzado a formar colonias, como las hormigas o las abejas. Ningún individuo es mejor que otro, sino que trabajan juntos, con una mentalidad de colmena, uniéndose para alcanzar objetivos más elevados. Mi objetivo. Al principio no lo supe ver, estaba ciego, pero es mucho más gratificante que el trabajo con los humanos. Debo continuar estos experimentos, sin embargo… no puedo revelar que he descubierto el verdadero sentido, el valor de M y lo que representa. Spencer querría intentar apoderarse de él, lo sé. Mi rey está al descubierto. 11 de febrero Han estado vigilándome. Entro en el laboratorio y veo que han movido cosas. Intentan ocultarlo, hacen ver que todo está igual, pero yo lo noto. Es Spencer, maldita sea su alma, sabe lo de mis sanguijuelas, lo de mi hermosa colonia, y esto, esta persecución, noacabará hasta que uno de nosotros muera. No puedo confiar en nadie… Quizá en Smith y Gero, mis torres, ellos creen en mi trabajo, pero tendré que eliminar a algunos de los otros. El juego se acerca a su final. Ellos intentarán ir a por mi reina, pero seré yo quien gane la partida. Jaque mate, Oswell. Ésa era la última anotación. Rebecca cerró el diario y lo dejó junto al juego de ajedrez que estaba colocado en el centro del escritorio. Cuando encontró el alijo oculto, pensó que los rudimentarios mapas serían el premio. Había dos; uno mostraba lo que parecían ser los tres pisos de los sótanos del edificio, incluidas unas cuantas zonas sin señalizar que quizá condujeran al exterior. El otro parecía ser de la parte superior, con una habitación marcada como OBSERVATORIO junto a una área abierta y amplia marcada como BALSA CRIADERO. Pero el pequeño diario encuadernado en cuero, polvoriento y arrugado por los años —Rebecca no sabía cuántos años exactamente, pero una de las anotaciones sobre el trabajo con sanguijuelas tenía «1978» escrito en la esquina superior—, había sido un auténtico descubrimiento. Seguramente estaba escrito por James Marcus, al parecer el creador del virus-M, el mismo virus que convertía a la gente en zombi y había infectado el tren y posiblemente la mitad del bosque de Winsburg, si se tomaban los últimos asesinatos como una pista. Rebecca contempló la extraña decoración de la sala, el tablero gigante de ajedrez que cubría el suelo, la mente que había detrás. Evidentemente, hacia el final se había vuelto loco con sus divagaciones sobre el ajedrez y sobre el «verdadero sentido» del virus. Tal vez hacer experimentos con personas había sido demasiado para él. Su radio emitió la señal de llamada. En cuanto apretó el botón de recepción, la voz jadeante de Billy le resonó en el oído. —¿Dónde estás? Tenemos que reagruparnos, ahora mismo. ¿Hola? Ah, cambio. —¿Qué ha pasado? Cambio. —Lo que ha pasado es que me he topado con otra de esas personas sanguijuelas y ésta ha estado a punto de acabar conmigo. Los zombis sé cómo manejarlos, pero esas cosas se comen las balas, Rebecca. No tenemos suficiente munición para mantenerlas a raya. Cambio. «Han comenzado a formar colonias, como las hormigas o las abejas.» ¿Quién las estaría controlando? ¿Marcus? ¿O habrían desarrollado su propiolíder? ¿Una reina? —De acuerdo —respondió Rebecca. Cogió los planos del sótano y del observatorio que había encontrado y se los metió bajo el chaleco mientras se ponía en pie. Después de dudar un segundo, agarró también el diario y se lo metió en el bolsillo de la cadera—. Reúnete conmigo en el rellano, donde estaba el cuadro de Marcus. Tal vez haya encontrado la salida, cambio. —Voy para allá. Vigila. Cambio y corto. Rebecca se apresuró a salir del cuarto y a recorrer el distribuidor, moviéndose con rapidez. No había llegado muy lejos en su exploración, sólo a una sala de reuniones vacía y luego a la oficina con los ajedreces. Por suerte, no se había topado con nada hostil. Billy tenía razón con respecto a los hombres-sanguijuela, no había forma de que pudieran contener a más de esos seres. De hecho, era muy posible que la única razón por la que todas las sanguijuelas que había en el tren no los hubieran atacado fuera porque las habían llamado. Tenía la vaga esperanza de quedarse tranquilamente en la casa hasta que llegara ayuda, pero después de leer el diario de Marcus y de oír que el centro de formación estaba infectado, tenían que salir de ahí. Después de todo por lo que había pasado esa noche —el aterrizaje forzoso con el helicóptero, el tren, Billy, el descarrilamiento, y esto— aún seguía esperando que apareciera la caballería, que otra persona se hiciera cargo, que la enviaran a casa para poder cenar caliente y acostarse, y despertarse al día siguiente y comenzar de nuevo su vida normal. Pero al parecer era todo lo contrario, y cada vez estaba más metida en el misterio de Marcus y sus creaciones, de Psycho System y sus malvados experimentos. El joven se había retirado a un lugar donde la colmena se podía reunir con comodidad, un espacio grande, cálido y húmedo, y alejado de la luz del día. Los muchos lo rodeaban, cantando sus inarmónicas canciones de agua y oscuridad, pero no conseguían tranquilizarlo. Había observado con una fría furia cómo la chica —el asesino la había llamado Rebecca— robaba el diario de Marcus y se lo metía en el bolsillo antes de salir del despacho. No era para eso que él había dejado abierto el escritorio, en absoluto. El mapa del observatorio, se suponía que sólo debía coger el mapa. Los dos se acababan de reunir delante del cuadro, ambos hablando al mismo tiempo, sin duda explicándose lo que habían encontrado, sus proezas criminales. Podía ver a la ladrona y al asesino en la pantalla de vídeo a un lado de su nuevo entorno, en lo más bajo de la planta de tratamiento, pero los podía ver mejor a través de las docenas de pares de ojos rudimentarios que los observaban, sus niños que los contemplaban desde las sombras. Las mentes de los muchos eran poderosas, capaces de enviarse imágenes unos a otros y también a él; así era como podían trabajar juntos de una forma tan efectiva. Rebecca y Billy no tenían ni idea de lo vulnerables que eran, o de la facilidad con que él podía arrebatarles la vida. Seguían vivos sólo por su voluntad. Una ladrona y su amigo asesino. Billy había matado a un colectivo. Lo había quemado. Los pocos supervivientes aún se estaban arrastrando hacia su amo, con sus pobres cuerpos chamuscados, demostrándole la muerte del todo por su falta de cohesión. ¿Cómo había osado, ese hombre sin importancia, ese insecto miserable? Rebecca sacó los mapas y ambos los estudiaron, demasiado estúpidos, sin duda, para saber qué se esperaba de ellos. El observatorio era la clave de su huida, pero sin duda lo intentarían primero por el sótano. Ya le iba bien. Ya no estaba tan seguro de querer que escaparan. Comenzaron a bajar las escaleras, y desaparecieron de la pantalla y de los ojos de los muchos, pero sólo durante un instante. Mientras, la pareja volvía a aparecer en la pantalla a través de otra cámara; se detuvieron y contemplaron la masa de cuerpos arácnidos, muertos y encogidos en el suelo. Había cuatro arañas gigantes, y todas habían muerto hacía sólo unos instantes. Habían sido eliminadas para que Rebecca y su amigo pudieran evitar su veneno. Las arañas eran otro experimento, uno condenado a fracasar por ser demasiado lentas y demasiado difíciles de manejar, pero eran lo suficientemente letales como para que el joven se hubiese preocupado. Lo empezaba a lamentar. Ver morir a la ladrona y al asesino sería un placer, a pesar de lo que eso representaba en sus planes contra Psycho System, La pareja siguió avanzando sin saber que los observaban las criaturas que habían matado a las arañas y que en estos momentos se escondían en sus cuerpos hinchados y segmentados. ¿Qué hacer? Si los mataba aplacaría una necesidad propia, la necesidad de vengar las vidas de sus niños, la necesidad de afirmar su control. Pero denunciar a Psycho System era la prioridad. Llevar la compañía a la ruina al abrir su apestoso corazón era lo que Billy y Rebecca harían con toda seguridad, si sobrevivían. Los dos siguieron el corredor hasta el final, luego atravesaron la puerta de un despacho abandonado hacía tiempo. Después de consultar el mapa brevemente, continuaron hasta una habitación sin ninguna otra salida donde anteriormente se habían guardado especímenes vivos. Hacía tiempo que allí ya no había jaulas y la habitación estaba vacía. El joven no estaba seguro de por qué habían elegido un camino sin salida hasta que los vio dirigirse a la esquina noroeste y mirar hacia un rectángulo negro próximo al techo. La salida de la ventilación. No tendría puesto el nombre en el mapa. Quizá pensaran que era una vía de salida, pero la verdad era que llevaba a… El joven movió la cabeza. Las habitaciones privadas del doctor Marcus, la sala donde hubo un tiempo en que invitaba a ciertos sujetos de prueba jóvenes y atractivos. ¿Por qué no se marchaban de una vez? No encontrarían nada en las habitaciones privadas, nada. A no ser que… El sistema de ventilación estaba conectado a otra área de especímenes, y ésa no estaba vacía. Y hacía días que las criaturas no comían. Estarían muy, muy hambrientas. Lo único que necesitaba hacer era dejar que los muchos abrieran una reja o dos… En vez de considerarlos como una parte integral de su plan, quizá debería considerar a Billy y a Rebecca como sujetos de estudio. Podían morir, lo que, sin duda, sólo retrasaría la denuncia de Psycho System durante un corto tiempo. Estaba impaciente, pero tenía que considerar el entretenimiento que podía obtener. O podrían sobrevivir. Y en ese caso, aún tendrían algo más que explicar. El joven esbozó su afilada sonrisa mientras Billy impulsaba a Rebecca y la alzaba hasta el agujero de la ventilación. Ésta entró a cuatro patas y desapareció de la vista. ¿No se sorprenderían si unos cuantos restos de la serie de primates se sumaran al juego? A su alrededor, sus niños susurraban. Las paredes y el techo goteaban sus viscosos fluidos. Rodeado de los muchos, con el destino de Psycho System en sus manos, y además con dos soldaditos para jugar, para divertirse viendo cómo medían su habilidad contra los restos de las armas bioorgánicas de Psycho System, se sintió feliz. ¿Vivirían o morirían? De cualquier forma, él estaría satisfecho. —Abrid las jaulas, queridos —murmuró, y comenzó a cantar. Continuara... Saludos
-
Lo mejor que podes hacer, es escanear el pendrive con un spyware y un antivirus. De seguro eliminar el Troyano Saludos
-
Pierre es una basura. La hizo sufrir mucho a Lara en los niveles de Grecia en Tomb Raider 1 Era un mafioso y estafador. Era lo que se merecia saludos
-
Te comprendo perfectamente amigo. PEro el Tomb Raider es el original y eso no lo van a poder sacar Ser muy facil, los graficos no seran lo mejores, pero fue el que inicio esta gran saga de tomb raider, que va a por su noveno juego y 12 años de vida. Le debemos mucho a Tomb Radier I y me parecio perfecto homenaje, el Tomb Raider Aniversario Saludos
-
Muy buena pelicula. Me gusto mucho. Saludos
-
orden para conseguir las armas
un tema respondió a Oraculo en Tomb Raider III: Adventures of Lara Croft
El mejor orden para jugar los niveles de tomb raider es India - Nevada - Islas del Pacifico Sur - Londres - Antartida Esto lo jugue por varios motivos 1- conseguis en el ultimo nivel todos las armas 2-En Nevada te sacan todas las armas y los medipacks, y por lo tanto tenes que tener margen para recuperarlos, por eso es conveniente jugar el primer nivel 3- El orden las armas son: En Nevada: Desert Eagle, la pistolas, la Mp5 y el Lanza Granada En la Islas del Pacifico Sur: El Lanza Cohete 4-En Londres(especialmente el nivel de Alwych, el segundo), conseguis la mayort cantidad de medipack, es un nivel con rivales debiles, es ideal llenarte de medipack para jugar el nivel de Antartida Saludos -
Aqui les mando el capitulo 6: CAPÍTULO 6 Billy volvió en sí entre dolor y un olor a material sintético quemado. Abrió los ojos y parpadeó, evaluando lo que lo rodeaba con tanta rapidez como se lo permitía su espesa cabeza, lo que significaba que lo hacía muy lentamente. Se hallaba tendido sobre la espalda, mirando hacia un techo alto y vacío. La luz de varios fuegos parpadeaba a su alrededor, y las sombras de escombros y rocas bailoteaban sobre parte de la pared que tenía a su izquierda. De alguna manera, estaba dentro. Los frenos, el tren… ¿Rebecca? Eso lo espabiló. Se incorporó hasta quedar sentado y se sorprendió, aliviado, al darse cuenta de que sólo tenía una luxación en el hombro y unos cuantos arañazos; nada grave. —¿Rebecca? —llamó, y le cogió un ataque de tos. Estuviera donde estuviera, el ondeante humo del descarrilamiento estaba comenzando a aumentar. Tenían que salir de ahí. Se puso en pie y se sujetó el brazo derecho mientras miraba a su alrededor. El tren parecía haber chocado contra un almacén, un espacio enorme, vacío, hecho de hormigón, con andamios en un lado y unas cuantas luces con pantalla en lo alto. No estaba muy bien iluminado, pero cuando Billy miró hacia abajo, vio una vía dentada bajo sus pies y se dio cuenta de que seguramente se habían estrellado contra la terminal de mantenimiento del tren. Fuera donde fuera. —Mmm. —Una silueta yacía junto a un montón de piedras humeantes. —¡Rebecca! —Billy se acercó tambaleante, esperando que la joven se encontrara bien. Su voz parecía cargada de pánico cuando lo había llamado, cuando él no había respondido, pero estaba demasiado ocupado apretando botones para poder hablar. Lo lamentaba; al fin y al cabo sólo era una niña, y estaba aterrorizada. Debería haberla reconfortado, algo… Llegó hasta el cuerpo retorcido y golpeado, y comenzó a arrodillarse a su lado. Se hallaba boca abajo, con la ropa hecha jirones. —¿Billy? Billy se volvió y vio a Rebecca caminando hacia él, con la nueve milímetros en la mano. Tenía un hilillo de sangre que le bajaba por la frente, pero por lo demás parecía estar en perfecto estado. La persona que tenía ante él se dio la vuelta y gimió de nuevo. Billy no podía asegurar si la lenta criatura era hombre o mujer, porque gran parte de su rostro y su cuerpo estaban deshechos, tanto por la enfermedad como por el accidente. La criatura se puso de rodillas lentamente y volvió un rostro desfigurado hacia Billy. La boca le colgaba abierta y una baba teñida de sangre se deslizaba entre los dientes rotos mientras se lanzaba contra él. —¡Apártate! —ordenó Rebecca, y Billy no tuvo ningún problema en obedecer. Retrocedió con pies y manos, y notó que la esposa suelta se le clavaba dolorosamente en la palma de la mano izquierda. Rebecca apuntó y disparó dos veces. Ambas balas alcanzaron el cráneo fracturado de la criatura que había sido humana y acabaron con lo que le quedaba de vida. Cayó sobre el hormigón con algo que casi sonó como un suspiro. Billy se puso en pie, y ambos pasaron unos tensos segundos recorriendo con la mirada los destrozos en busca de otros cuerpos. Si había más, estaban muy bien escondidos. —Gracias —dijo Billy, y miró de nuevo a la patética criatura. Al menos le habían ahorrado más sufrimiento, y con dos tiros limpios. Billy estaba sorprendido y bastante impresionado por la habilidad de Rebecca—. ¿Estás bien? —Sí. Tengo un dolor de cabeza espantoso, pero eso es todo. Ya es la segunda vez que me estrello hoy. —¿De verdad? —preguntó Billy—. ¿Cuál fue la primera? Rebecca sonrió, comenzó a hablar y se detuvo de golpe. Su expresión se tornó fría, y Billy sintió una auténtica punzada de tristeza; era evidente que la joven había recordado con quién estaba hablando. A pesar de todo, aún seguía pensando que era un asesino en masa. —No tiene ninguna importancia —repuso Rebecca—. Vamos. Deberíamos salir de aquí antes de que el humo empeore. Ambos seguían teniendo las radios, y emplearon unos momentos para buscar la pistola de Billy, que por fin hallaron medio escondida bajo un bloque de hormigón no muy lejos de donde él había despertado. La escopeta había pasado a la historia. Ninguno sugirió buscarla por el tren. Los pequeños incendios se estaban apagando, pero la espesa capa de humo negro que colgaba del techo crecía sin parar. Atravesaron el gran almacén. Sólo encontraron una puerta a unos veinte metros de la destrozada locomotora, y muy poco más. Billy esperaba que los llevara hasta el aire fresco, a su libertad y a la seguridad para Rebecca. Desde la puerta, miró hacia atrás a los humeantes restos y una de las comisuras de la boca se le curvó hacia arriba. —Bueno, al menos conseguimos detener el tren —bromeó. Rebecca asintió con un gesto y sonrió levemente. —Lo hicimos —contestó. Se volvieron hacia la puerta. Billy respiró hondo, cogió el picaporte y la abrió. Era una imagen surrealista; habían visto en la pantalla el tren estrellándose dentro del sótano del centro de formación y un instante después habían oído el atenuado estruendo del choque. Y también habían sentido un leve temblor en las paredes que los rodeaban. En segundos, la lente de la cámara estaba cegada por el humo. —Deberíamos salir de aquí, ahora —dijo Gero, que iba de un lado a otro por detrás de Smith. No le preocupaba el fuego, ya que la vieja terminal estaba construida casi completamente de cemento, pero era difícil no notar el descarrilamiento de un tren, y no todos los polis y los bomberos de la vecindad estaban en la nómina de Psycho System. El centro estaba aislado, pero sólo sería necesaria una llamada de algún ciudadano preocupado y el trabajo de Psycho System con armas biológicas podría quedar a la luz. Smith ni siquiera lo estaba escuchando. Tecleó algo en los controles del monitor y cambió las imágenes de las cámaras a otras dependencias del centro, buscando algo. Casi no había dicho ni una palabra desde la última transmisión del equipo de limpieza. —¿Estás escuchándome? —preguntó Gero por enésima vez en los últimos minutos. Se sentía tenso y la actitud displicente de Smith no lo ayudaba nada. —Te oigo, Albert—contestó smith, sin dejar de mirar la pantalla—. Si quieres largarte, lárgate. —De acuerdo. ¿Tú no vienes? —Oh, dentro de un rato —respondió con tono calmado y sereno—. Sólo quiero comprobar unas cuantas cosas. —¿Como qué? Yo diría que el tren ya está bastante limpio. Fue por eso por lo que vinimos, ¿no es cierto? Smith no contestó, sólo siguió observando las pantallas. ¡Dios, era un hombre insufrible! Ése era el problema con los sociópatas. Su incapacidad para identificarse con los demás hacía que fueran completamente egocéntricos. Yo sí que tengo trabajo que hacer, pensó Gero, mirando hacia la puerta. El trabajo, la familia… No se iba a quedar esperando a que Joe, el bombero, llamara a la puerta buscando una explicación sobre por qué había zombis vagando por el lugar del accidente. —Ah, aquí lo tenemos —exclamó Smith, y presionó una tecla bajo una de las pantallas. Era el vestíbulo principal del centro, que se había creado para dar la bienvenida tanto a oficiales como a machacas al mundo no del todo legal de White Psycho System. Y mientras miraba, una mano había aparecido y abierto una trampilla cuadrada, Ése es el viejo túnel de acceso que sale de la terminal. Gero se inclinó hacia adelante, curioso a pesar de sí mismo. Un hombre con un complicado tatuaje en uno de los brazos salió del oscuro cuadrado en la esquina noroeste de la sala; lo siguió una mujer de baja estatura vestida con el uniforme de los MAGNIFICOS, una muchacha en realidad. Ambos llevaban pistola y miraban el vestíbulo finamente decorado con una expresión que Gero era incapaz de interpretar a través de la pequeña pantalla. —¿Quién diablos son esa gente? —preguntó. —La chica es una novata de los MAGNIFICOS, del equipo B —contestó Smith—. Nadie importante. Al hombre no lo conozco. —¿Crees que podían estar en el tren? —No puede ser de otro modo —repuso Smith. Gero sintió que lo invadía de nuevo el pánico. —¿Qué vamos a hacer? Smith alzó la mirada hacia él con una ceja arqueada. —¿Qué quieres decir? —Están…, bueno, la chica está con los MAGNIFICOS, y a saber para quién trabaja él. ¿Qué pasa si se escapan? —No seas obtuso, Albert. No se escaparán. Aunque el centro no estuviera sellado, está lleno de portadores por todas partes. Lo único que tienen que hacer es abrir una puerta o dos, y dejarán de ser una preocupación. El tono indiferente de Smith era escalofriante, pero no le faltaba razón. Las posibilidades de que alguien saliera del centro eran muy escasas o nulas. Mientras los observaban, los dos intrusos, barriendo con las pistolas de lado a lado, atravesaron sigilosamente la gran sala, la única en todo el edificio en la que no había infectados. Después de inspeccionarla a fondo, la chica empezó a subir por la gran escalinata y se detuvo en un pequeño rellano entre pisos. En él había un retrato de grandes proporciones del doctor Marcus. La chica pareció sorprenderse, como si lo reconociera. El hombre del tatuaje se unió a ella, y Gero pudo comprobar que estaba leyendo en voz alta la plaquita que figuraba bajo el retrato: DOCTOR JAMES MARCUS, PRIMER DIRECTOR GENERAL. Gero se removió inquieto. Odiaba ese cuadro. Le recordaba cómo había conseguido su auténtica entrada en Psycho System, y eso era algo en lo que no le gustaba pensar. «Atención. Les habla el doctor Marcus.» Gero pegó un brinco, y miró alrededor con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole a toda prisa. Smith ni siquiera hizo un gesto, pero subió el volumen del antiguo aparato intercomunicador que había en la consola y la voz de un hombre que llevaba diez años muerto resonó en los espacios vacíos y los corredores de todo el centro. «Por favor, guarden silencio mientras reflexionamos sobre el lema de nuestra compañía. La obediencia genera disciplina. La disciplina genera unidad. La unidad genera poder. El poder es vida.» El hombre y la mujer de la pantalla también estaban mirando a todos lados, pero Gero casi no les prestaba atención. Agarró a Smith por el hombro, nervioso. Era una grabación que no había oído desde que él y Smith habían sido estudiantes en ese centro. Quién…, dónde… Smith gesticuló con la mano indicando la pantalla, donde la imagen estaba desapareciendo. Pareció parpadear, y luego se sorprendieron al ver a un joven en otra localización. Gero no reconoció la sala, pero el joven que les devolvía la mirada le parecía conocido. Llevaba el pelo largo y tenía los ojos negros, y probablemente estaba en los veintitantos. También tenía una sonrisa seca y cruel, tan fina y cortante como una hoja de acero. —¿Quién eres? —preguntó Smith, sin esperar realmente una respuesta. El audio no estaba conectado… El joven se puso a reír, y el sonido salió por el intercomunicador como si fuera seda negra. No era posible, él no llevaba auriculares, y no estaba cerca de ningún sistema intercomunicador, pero de todas formas lo podían oír claramente. —Fui yo quien esparció el virus-M por la mansión —contestó el joven, con voz fría. Su sonrisa se hizo más irónica—. No hace falta decir que también he contaminado el tren. —¿Qué? —soltó Gero— ¿Por qué? La fría voz del joven pareció hacerse más profunda. —Venganza. Contra Psycho System. Se volvió de espaldas a la cámara y alzó los brazos hacia las sombras. Gero y Smith se inclinaron sobre la pantalla, intentando ver qué estaba haciendo el joven. Pero sólo vieron movimientos en la oscuridad y oyeron algo semejante al ruido que produce el agua. El joven se volvió para mirarlos, con una sonrisa aún más sardónica. Y desde las sombras surgió un hombre alto y distinguido, con traje y corbata y el blanco cabello engominado peinado hacia atrás. Sus rasgos estaban marcados por la edad, pero eran enérgicos, acostumbrados a dar órdenes. Era el mismo rostro que había en el retrato del vestíbulo. —¿Doctor Marcus? —exclamó Smith ahogadamente. —Hace diez años, el doctor Marcus murió asesinado por Psycho System —explicó el joven, y su voz era casi un gruñido—. Y vosotros los ayudasteis, ¿no es cierto? Rió de nuevo, con una risa oscura y suave, una risa que no prometía ninguna clemencia. Gero y Smith miraban atónitos y en silencio la presencia visible y viviente de un hombre al que habían visto morir hacía una década. El joven cantó, y ellos, los muchos, sus niños, apartaron la cámara y manipularon los controles que permitían que su voz viajara. Ya había dicho todo lo que quería decir, al menos de momento. Quedaba mucho por hacer, muchas posibilidades por considerar. Las cosas se iban desarrollando, siempre en nuevas direcciones. Cantó una canción más lenta, y el cuerpo de Marcus se descompuso en sus muchos niños. Se reunieron a sus pies y subieron por su cuerpo, acariciándolo, adorándolo. Dispuestos a esperar a que decidiera cuál sería el paso siguiente. No tenía ningún plan, aparte de la destrucción de Psycho System. Había empleado, y seguiría haciéndolo, todos los métodos que tenía a su alcance: el virus, los muchos, las falsas imágenes que los muchos eran capaces de crear, como la de Marcus. Ésta había sido como regalo para los dos Albert y sin duda los había dejado asustados y confusos. El joven sonrió. Qué casualidad que de entre todos fueran ellos los que presenciarían la caída de Psycho System. Con suerte, tendría la oportunidad de verlos morir, de permanecer ante ellos como ellos habían estado, sin ninguna piedad, observando a su mentor en sus últimos y desesperados momentos. Aunque sus muertes no tenían ninguna importancia en el conjunto. Lo que importaba era que Psycho System pronto dejaría de existir. Pensó en el hombre y la mujer del tren, en cómo los podría usar una vez que habían entrado en el complejo. Su primera idea había sido matarlos para evitar que se entrometieran, pero eso parecía un desperdicio. Después de todo, ¿no había pasado Psycho System a ser también su enemigo? Lucharían por su vida, lucharían por ser libres, y si lo conseguían, inmediatamente atraerían la atención sobre el desastre, lo que él siempre había visto como la cruz sobre la tumba de Psycho System. Podía destruir sus laboratorios, matar a sus empleados, pero ellos siempre podían construir otros laboratorios, contratar a otros empleados. Sin embargo, una vez que el faro de la prensa internacional se hubiese vuelto hacia Psycho System, su ruina sería completa. Y el mundo por fin podría saber su nombre. El centro estaba sellado, naturalmente. Lo habían diseñado con casi tantos trucos en las puertas y tantos pasajes escondidos como la mansión Trevor, que había sido construida una década antes. Oswell Spencer, uno de los cofundadores de Psycho System había vivido obsesionado con las películas y los libros de espías, y tan paranoico como cualquier megalómano, lo que aseguraba un sellado extremadamente seguro. Había llaves ocultas, puertas que no se abrían sin las piezas que les faltaban, e incluso una habitación o dos diseñadas para atrapar a los incautos intrusos. No sería fácil que nadie escapara. Además había otros hombres falsos repartidos por todo el complejo, hombres creados por los muchos, todos preparados para infectar a cualquiera que se acercara; ellos habían sido los primeros que lo habían ayudado a esparcir el virus. Pero había llegado el momento de usarlos para abrir el centro de formación, para buscar las llaves y abrir las puertas, para asegurarse de que el hombre y la mujer tuvieran por lo menos una oportunidad de sobrevivir. Tenían muy pocas posibilidades, ya que los hombres falsos no eran los únicos portadores del virus que vagaban por las salas, pero el hombre y la joven ya habían demostrado ser mucho más resistentes que la mayoría. El joven se puso a reír pensando en Gero y Smith, y preguntándose qué pasaría por sus cabezas. Los alumnos más brillantes de James Marcus, que trabajaban para minimizar los daños para Psycho System. Después de todos estos años. Era una gran ironía. Los niños lo arrullaban, lo cubrían, encantados de su risa y cantando su propia dulce canción, una canción de caos e interdependencia, mientras sus cuerpos fríos y resbaladizos, hinchados de la sangre de sus enemigos, se mezclaban y lo envolvían. «… genera poder. El poder es vida.» La poderosa voz se desvaneció y el gran salón volvió a sumirse en el silencio. Tenía que ser una grabación o algo así. No sonaba como algo vivo, pero alguien la había puesto en marcha, y Rebecca pensó que tenía una idea sobre quién podría ser. Devolvió su atención al retrato del doctor Marcus y notó que un escalofrío le recorría la columna. —Vaya, eso sí que era sobrecogedor —dijo Billy. —No tan sobrecogedor como verlo en el tren —expuso Rebeca, señalando el retrato con un gesto—. Formado por bichos pringosos. —Quizá sea otro estado de la enfermedad, o algo así —aventuró Billy. Rebecca hizo un gesto de asentimiento, aunque dudaba de que fuera así. La gente zombi que habían visto en el tren y el hombre del vagón restaurante, que al parecer era una especie de James Marcus, no tenían los mismos síntomas. —O quizá las sanguijuelas infectaron a alguna gente y…, no lo sé, se ganaron a otra gente —repuso finalmente. —Sí —dijo Billy. Se pasó la mano por el cabello y le sonrió con una sonrisa sorprendentemente agradable—. Bueno, deberías buscar un teléfono o algo así y llamar para que vinieran tus amigos. Su tono era desdeñoso. La mano de Rebecca apretó los nueve milímetros con más fuerza. —¿Y qué vas a hacer tú? Billy se volvió y comenzó a bajar las escaleras con paso ligero. —He pensado que podría dar una vuelta —contestó. Rebecca lo siguió mientras se dirigía hacia la puerta principal, sin saber qué hacer o qué decir. Dudaba realmente de que pudiera dispararle, sobre todo después de que le hubiera salvado la vida, pero tampoco podía dejarlo irse sin más. —No creo que sea una buena idea —replicó. Billy abrió la puerta. El aire nocturno, fresco y húmedo, entró de golpe, como si la lluvia se hubiera tornado chirimiri. —Aunque aprecio que te preocupes por mí, creo que me he ganado tener un poco de iniciativa, ¿no crees? Así que… Se detuvo a media frase sin acabar de dar el paso, contemplando el paisaje cubierto por la lluvia que tenían ante sí. El centro, al parecer, se había construido en la ladera de una colina. Ante ellos había un camino pavimentado, lo suficientemente grande para ser una carretera, que se extendía unos diez metros y luego se detenía abruptamente, cayendo hacia la nada. Avanzaron juntos hasta el final del camino. Había faroles a ambos lados de la puerta principal. Sólo funcionaba uno, pero era suficiente para ver que, sin una cuerda, ninguno de los dos iría a ningún lado. El camino acababa en una línea irregular de escombros, sobre una pendiente que caía en picado unos cinco metros, tal vez más. Estaba demasiado oscuro para ver bien. —¿Qué estabas diciendo? —se burló Rebecca. —Pues bien. Buscaré otra puerta —insistió Billy, y se volvió para mirar el edificio. Parecía una casa señorial, y sin duda estaba decorada como el refugio de fin de semana de algún millonario forrado, pero ambos habían visto el letrero: CENTRO DE FORMACIÓN DE PSYCHO SYSTEM incrustado en el mármol del suelo. Tenía aspecto de abandonada, pero había electricidad, luces… Claro que todo lo que habían visto hasta el momento era el lugar donde se había estrellado el tren, el extravagante recibidor y el túnel medio sumergido que conectaba los dos. No mucho para poder juzgar. —He visto al menos dos ahí dentro, eso sin contar lo que sea que está en lo alto de las escaleras —prosiguió Billy—. Y si todo lo demás falla, quizá pueda arrastrarme por el tren hasta llegar afuera. —Suponiendo que mis amigos no aparezcan antes —dijo Rebecca. Dio un paso atrás, cogió la radio y apretó la señal de transmitir. La radio de Billy pitó en respuesta, pero fue la única. Después de un largo momento de silencio, el único sonido fue el de la lluvia goteando en árboles lejanos. —Suponiendo que encuentres un teléfono. ¡Dios, qué hombre más irritante! Rebecca se dirigió de vuelta a la casa, ligeramente sorprendida de sentirse lo suficientemente segura como para darle la espalda a Billy. Aunque si él hubiera querido verla muerta, había tenido ya múltiples oportunidades. A pesar de sus intenciones, tenía dificultades para pensar en él como en alguien peligroso. Su instinto le decía lo contrario, y ésa era una de las primeras lecciones que se enseñaba a los MAGNIFICOS: puede que malinterpretes tu intuición, pero ésta nunca se equivoca. Billy la alcanzó cuando entraba en la casa, y ambos se detuvieron, observando. El cuadro de Marcus había desaparecido. En su lugar había un portal, una abertura oscura en la pared. Desde su posición al final de las escaleras no podían ver qué había al otro lado. Rebecca estaba a punto de decirle a Billy que se quedara atrás cuando él avanzó con la pistola preparada. Mientras el hombre cubría el área, con una actitud y una mirada completamente alerta, Rebecca tuvo de nuevo una fuerte sensación de que él no era lo que al principio había parecido ser. Y no es que yo necesite protección. Se puso a su altura, examinando la habitación como le habían enseñado, y juntos subieron las escaleras y se detuvieron en el rellano. La nueva puerta daba a unas escaleras que iban hacia abajo por un corredor neutro y tenuemente iluminado. —¿Preguntas?, ¿comentarios? —-dijo Billy, mirando hacia abajo. —Alguien quiere que bajemos —repuso la joven. —Eso mismo estaba pensando yo. Y también pienso que podría no ser muy buena idea. Rebecca asintió con la cabeza. Se alejó de la abertura y buscó otras opciones a su alrededor. Había dos puertas en la parte baja, una en la pared de la izquierda y otra en la de la derecha. En el segundo piso vio cuatro puertas más desde donde se hallaba. Mientras miraba, el sonido de un fuerte golpe le llegó desde algún lugar a su espalda, de algún lugar en el interior del corredor neutro y oscuro que se abría en el rellano de las escaleras. Sonaba como algo muy suave y muy pesado cayendo al suelo. Sin mediar palabra, ambos se alejaron de la abertura. —¿Te parece que sigamos con nuestra tregua durante un rato más? — preguntó Billy, y aunque su voz era despreocupada, no sonreía. Rebecca asintió con un gesto de cabeza. —De acuerdo —respondió, preguntándose en qué se habrían metido y qué tendrían que hacer para salir de allí. Continuara… Saludos