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LARA CROFT ADULT VOL.1


PERICO

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Este texto no va por edades. Va por la sensibilidad y madurez de cada uno. Si uno sabe de la droga y sus consecuencias, es obvio que el texto lo puede leer. Si uno sabe cómo es el sexo, lo puede leer. Sería más fácil mencionar en breve lo que contiene que poner un límite de edades, porque eso para mí ver no sirve de mucho. Además el ejemplo de Lara en el texto es muy bueno: "rechazar la droga y estar atada más a la vida".

 

Salu2!

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Capítulo 1

 

24 horas antes...

 

 

Lo primero que escuché el día de mi 18º cumpleaños es la Primavera de Vivaldi.

 

Una costumbre que tengo desde hace unos años es programar el equipo de música estéreo para que me despierte con música clásica. Empecé a tocar el violín con 7 años y aunque no continué mis estudios, mi pasión por los clásicos se ha mantenido intacta. Una de las ventajas de pertencer a la aristocracia es que desde pequeña te empapas de cultura: cuadros, literatura, historia, teatro... y todo ese conocimiento me sería muy útil más adelante aunque por entonces lo ignoraba.

 

Aquel día me levanté, me vestí y bajé rápidamente al salón. Intuía que mis padres me tendrían preparado algo especial por cumplir mi mayoría de edad. Acababa de finalizar mis estudios en el internado de Gordonstoun y tenía muchísimas ganas de disfrutar de mi familia. Hace unos años que, en cierto modo, detesto a mi familia y al mundo de hipocresía al que pertencen, pero tres años en un internado hacen que eches de menos aquel lugar donde te has críado siempre.

 

Mi casa en Wimbledon, donde he nacido, me he educado y me he criado durante la mayor parte de mi vida, era gigantesca. Perteneció en su momento a la realeza británica y hace un siglo fue donada a la dinastía Henshingly de la que mi padre es descendiente directo. Tiene tres plantas, 20 habitaciones, tres amplios salones, un vestíbulo enorme, varias cocinas, jardines que ocupaban millas y varios criados que también residían allí. Uno de ellos, Winston, sería el único que permanecería fiel y leal a mí años más tarde, tras aquel accidente... pero eso es otra historia.

 

Y Winston era el único que estaba en el salón del ala oeste aquella mañana de mi 18º cumpleaños, colocando el desayuno en la mesa decimonónica junto a la chimenea. Era 14 de febrero y hacía un frío terrible. Pero nada comparado con el gélido temblor que sentí al no ver a nadie de mi familia aquella mañana.

 

- Siéntese, lady Croft, el desayuno está listo -dijo con su mejor sonrisa, aunque notaba que algo le preocupaba- Le he preparado su favorito.

- ¿Dónde están mis padres? -le interrumpí.

- Lara, han tenido que salir en un viaje urgente a Nueva Delhi. Sabes que tu padre tiene allí negocios relacionados con la corona y parece ser que ha habido incidentes que...

- ¡Perfecto! -exclamé, indignada.

- Compréndelo, Lara...

- Me paso tres años fuera en aquel horrible internado y ahora que quiero pasar más tiempo con ellos, se van...

Winston no me dijo nada en ese momento, pero mis padres me tenían preparada para más tarde una sorpresa. Y no muy agradable.

 

Observé de nuevo aquel salón. Era triste verlo tan vacío cuando en otros tiempos estaba siempre tan lleno, con mi padre presidiendo reuniones con letrados o miembros del Parlamento, o mi madre manteniendo charlas sociales con duquesas o condesas de gran alcurnia. Desde que volví del internado, aquello estaba vacío. Y aquella mañana, además, gris.

 

Pasé la mañana sola, reflexionando sobre mi futuro. Mi padre me veía potencial y quería que estudiase Derecho o Economía, reservándome un puesto de gran importancia en alguna de sus empresas. Elegir ese camino era asegurarme un futuro próspero y grandes riquezas y lujos. Pero en estos tres años en el Internado, fuera de casa, había descubierto mi verdadera vocación: Viajar, descubrir el mundo. Ya sé que eso no es ninguna carrera, pero aquella expedición en Camboya cambió mi percepción de las cosas.

 

Mi padre solía decirme: "Hay muchas formas de viajar. No necesitas ser arqueóloga o médico sin fronteras para ver el mundo. Yo mismo he viajado por todo el planeta, y soy aristócrata. Una cosa no quita a la otra". Yo le solía responder: "Es cierto, hay muchas formas de viajar. Pero tú no viajas. Tu vas a China y sí, junto al resto de estirados ejecutivos, ves la Gran Muralla o navegas por el Río Amarillo, pero eso no es viajar. Para viajar primero tienes que quitarte ese traje de Armani, aparcar el Aston Martin y dejar el Rolex en casa. E ir a los pueblos pequeños, a las aldeas, a los parajes que no salen en las guías turísiticas. Investigar, rastrear, hablar con la gente... Hay tantas cosas por descubrir..." Solía acabar así y mi padre, resignado, no respondía y se marchaba. Por aquel entonces, todavía conservaba la esperanza de que cambiese de idea. Pero estaba decidido. Y aquella mañana, lo vi todavía más claro.

 

Miré el reloj. Era casi mediodía y estaba cansanda de darle vueltas a la cabeza. "No pienso quedarme aquí todo el día deprimida porque mis padres se olviden de mí", pensé. Me acerqué el telefóno y marqué el número de un chico que había conocido en Gordonstoun.

 

Desde siempre he sido una niña muy guapa y, desde los primeros brotes de pubertad, una chica muy atractiva. Los pechos me crecieron muy pronto, y mi afición por los deportes hizo que desarrollase enseguida un cuerpo definido y tremendamente sensual. Desde cría era consciente del efecto que provocaba en los hombres y por eso, he de confesarlo, me inicié en el sexo a muy temprana edad. Eso me ha permitido tener, en plena adolescencia, tener ya una madurez superior al resto de chicas de mi edad. Muchas de ellas, ingenuas, se dejaban llevar entonces por las hormonas. Yo soy más precavida y sé cuando hombre busca sólo relaciones sexuales o busca también algo más. Y John Evans buscaba algo más...

 

- ¿John? Soy Lara -dije, esbozando una sonrisa- ¿Te apatece pasarte por mi mansión de Wimbledon esta tarde?

 

Sabía que lo pasaríamos bien, que mantendríamos una buena charla, y que haríamos el amor. John siempre me dijo que le gustaría mucho practicar sexo en la mansión familiar. "La verdad es que a mí también", pensé. Lo que no sabía es que algo sorprendente, e imposible de predecir iba a ocurir allí, esa misma tarde.

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Me alegro mucho de que os esté gustando pero a ver si os explayais un poco más en los comentarios, qué os gusta más y qué mejorarías etc esas cosas. No pido parrafadas, pero algo mas que una línea estaria bien :rofl: En cualquier caso gracias por vuestras respuestas, me anima a seguir.

 

(y ahora que me voy a Inglaterra podré ambientarla de forma más real ;))

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Capítulo 2

 

John ya llevaba un par de horas en la casa cuando Winston por fin pareció captar mis indirectas -o eso pensaba yo- y entró en el salón del ala oeste para decirnos que se marchaba al centro de la ciudad para hacer un par de compras. Esperamos un poco, mientras intercambiábamos miradas cómplices. En cuanto oímos el ruido del motor de su coche arrancando y alejándose en la distancia, nos abalanzamos el uno sobre el otro. John era el típico inglés muy blanco, rubio y de ojos azules; y aunque tengo preferencia por los morenos, su afición por el cricket le permitía lucir un gran físico que me excitaba al mismo nivel que su inteligencia.

- Hablar sobre Shakespeare es muy interesante -comentó John justo tras meterme su lengua hasta la campanilla aprovechando la ausencia de Winston- pero sinceramente estaba deseando terminar esa conversación y pasar a otros asuntos. Ya me entiendes.

Le sonreí mientras le arrancaba la camisa de un tirón, revelando un torso definido. Le eché hacia atrás en el sofá, me monté sobre él y comencé a desabrochar su cinturón.

- John, cariño, una cosa no quita a la otra. El teatro inglés del siglo XVII y el sexo son compatibles. ¿Por qué sustituir un placer por otro?

John frunció el ceño mientras me subía la camiseta e intentaba desabrocharme el sujetador.

- Lara, ¿me estás proponiendo seguir hablando de Shakespeare mientras... fo...llamos?

- No -me agaché para darle un beso más intenso que el anterior- Te estoy proponiendo que fo...llemos mientras recitamos a Shakespeare.

Mi amigo soltó una carcajada.

- Estás pirada.

- Lo sé -respondí mientras comenzaba a acariciarle la entrepierna por encima de sus calzoncillos- Elige obra.

- Me pillas un poco desprevenido. No sé...

- Rápido o me portaré mal -dije mientras agarré con fuerza aquello que antes acariciaba. John emitió un gemido de dolor, aunque sé que en el fondo aquello le excitaba.

- ¡Hamlet! ¡Hamlet! -dejé de apretarle la entrepierna hizo una pausa- La escena del monólogo.

- Bien... -sonreí.

Nos terminamos de desnudar mutuamente y no comenzamos a recitar la obra maestra del dramaturgo hasta que me coloqué de cuclillas encima de él, y aferrada a su pecho, él comenzó a hacerme el amor a la vez que a declamar a Hamlet.

 

- "Ser o no ser: he ahí la cuestión..." -recitó John mientras masajeaba mis pechos en movimiento.

- "¿Cuál es más digna acción del ánimo?" -continué, coordinando el ritmo de la prosa con el ritmo de penetración- "¿Sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta...?"

- "¿..u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darlas fin con atrevida resistencia?"

Hubo una pausa, que John aprovechó para coger aire mientras me agarraba más fuerte el trasero.

- "Morir es dormir. No más" -seguí mientras aumentaba la velocidad, aferrándome más fuerte- "Y con un sueño, las aflicciones se acaban y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza... Éste es un término que deberíamos solocitar con ansia".

Ambos aumentamos el ritmo y comenzamos a jadear.

- "Morir... es... dormir... y tal vez ... soñar. He aquí ... el grande obstáculo ... porque ... al considerar ... qué sueños ... pueden desarrollarse ... en el silencio ... del sepulcro, cuando ... hayamos ... abandonado ... ese despojo mortal..." -John hizo un pausa para coger aire y yo aproveché para tomarle el relevo.

- "se siente... un motivo... harto... poderoso... para detenerse".

Pero no nos detuvimos. Ambos estábamos totalmente coordinados y apunto de llegar juntos al orgasmo mientras el sudor nos recorría todo el cuerpo. Dijimos al mismo tiempo la última frase, cuya intensidad aumentaba conforme alcanzábamos el clímax del acto.

- "Esta... es... la ... consideración... que... hace... nuestra ... infelicidad... tan... larga... HA...CIÉN...DO...NOS ... A...MAR ... LA ... VI...DA"

Ambos llegamos al mismo tiempo al momento culminante. Enormes suspiros de placer reinaban en toda la sala.

 

- ¡¡SORPRESA!!"

 

Un placer que, de repente, se vio interrumpido cuando mis padres irrumpieron en la sala, acompañados por Winston y por el joven que me querían colocar como prometido, el duque de Farrington. Ambos portaban sendos regalos y sendas caras de asombro al pillarnos in franganti en plena relación sexual.

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