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El Juicio de Idhún


Lara Legend

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Lo primero que tengo que decir es que si tú, ese o esa que está mirando esto, no se ha leído nada de MEMORIAS DE IDHÚN, no te molestes en leerlo, no vas a entender mucho.

Y si estás en proceso de lectura de MEMORIAS DE IDHÚN, tampoco te lo aconsejo, porque te enterarás de cosas que pasaron al final de PANTEÓN.

 

Y bueno, en definitiva, SPOILER.

 

Bueno, os traigo una cosa que escribí. Como me quedé picada por como dejó las cosas Laura Gallego al final de Panteón, me he puesto a escribir yo una... continuación del final.

 

Será relativamente corta, o al menos, los capítulos son cortos, y la acción va deprisa. No lo alargaré demasiado, no llegaréis ni por asomo a leer tanto como en los libros de la trilogía.

Espero que os guste.

 

Capítulo 1

Nuevo mundo

 

Assher entornó los ojos.

Ante él, un gran número de shecks y szish se movían sin control por un extenso llano de piedra rojiza, seca. No se veía nada más, en ninguna parte.

Un sheck se acercó al joven szish.

Se trataba de Eissesh.

<<¿Dónde está Gerde?>>, preguntó el sheck, algo confuso y malhumorado.

- Gerde ya no esstá. No pudo ressisstir al ataque de loss diossess. Pero ella ya no ess Él. Él soy yo.

Eissesh clavó en el szish una mirada intimidatoria, pero él mismo se sintió intimidado por la profunda mirada del szish. Había en sus ojos una profunda oscuridad, que hacía poco había contemplado en los ojos de Gerde.

<<¿Eres el Séptimo?>>.

- Assí ess. Para essto fui entrenado por Gerde como szish hechicero. Para essto me eligió, y por esso esstoy aquí en ssu lugar.

<<Siento curiosidad por saber lo que pasó ahí fuera>>, comentó Eissesh.

- Te lo contaré -dijo Assher-. Cuando cruzasste el portal, los Sseiss continuaron acercándosse. Habían llegado el último dragón y el último unicornio, pero no para luchar contra nossotros. Intentaron pararless loss piess a loss Nuevoss Dragoness. Kirtassh sse unió a elloss, y el rey de Vanissar, aquel al que llaman Alssan y que realizó variass cruzadass contra nossotross, se ocupó de mantener abierta la puerta. Y entoncess... Los diossess llegaron. La luz de Irial alcanzó a Gerde y la dessintegró, y el Sséptimo quedó libre. Entoncess los Sseiss comenzaron a crear una nueva prissión, una ssegunda Roca Maldita de Erea, como la llamaban algunoss, y el Sséptimo comenzó a moversse dessessperado, intentando huir. Tenía que ssalvar a mi dioss, assí que cumplí mi cometido: cogí la esspada de Kirtassh con miss propiass manoss, y me la clavé en el corazón. Cassi en el missmo insstante, recobré la vida, puess el Sséptimo había penetrado en mí. Y atravessé la Puerta, al missmo tiempo que loss Sseis la golpeaban con todo ssu poder, con Alssan de Vanissar en medio.

<<Así que los Seis han destruido la Puerta a este mundo, y han dejado vacante de nuevo el trono de Vanissar>>, siseó Eissesh en su mente.

- Assí es. Y aquí oss he traído. Esste mundo no ess gran cossa ahora missmo, pero con el tiempo sserá mejor. No ess lo mejor que oss puedo dar, no ess algo de lo que sse pueda esstar orgullosso. Pero no importa, porque aquí esstáis a ssalvo.

Eissesh bajó la cabeza y enroscó su largo cuerpo.

<<Pero no es suficiente. Nuestro instinto nos dice que matemos dragones. Si vivimos en un mundo sin dragones, sentiremos que nuestra vida está vacía>>.

Assher suspiró.

- Tranquilo. Todo llegará. No tendréiss que ssufrir demassiado tiempo, ssólo el necessario. Quizá llegue el día en que podamoss regressar a Idhún. Quizá llegue el día en que ssuss habitantess no noss vean a loss ssangrefría como sseress que no merecen vivir. Te asseguro, Eissesh, que esse día llegará, quizá cuando no haya falssoss dragoness ssurcando los cieloss en bussca de nossotross para borrarnoss del mapa con garrass y dientess. Pero hassta entoncess...

<<Hasta entonces tendremos que vivir como vivimos en Umadhún>>, terminó Eissesh, y se retiró, dejando a Assher solo, pensativo.

El szish caminó un largo rato por el llano. Mirase donde mirase, fuese a donde fuese, todo era llano, un espacio sin relieve de roca roja y maciza, con un cielo blanco que no cambiaba nunca.

Un mundo muerto.

Assher entrecerró los ojos, y miró alrededor. Todo los sheks y szishs que habían cruzado la Puerta antes del gran golpe de los Seis se movían sin control. Podía leer la desesperanza en sus corazones.

Él lo entendía.

Les había prometido a sus criaturas un mundo nuevo, un mundo habitable donde huir de la ira de los Seis, donde vivir en paz.

Pero les había dado un mundo muerto, un mundo sin vida. Y lo que era peor para ellos: un mundo sin dragones.

Él sabía lo que podía hacer. El problema era que, como lo había pasado la última vez, en la conciencia de Gerde, podía llevar a cabo dos planes, y el más complicado y complejo resultaba ser el más tentador.

Tenía mucho tiempo para pensarlo.

Todo el tiempo del mundo.

Pero si pensaba así, acabaría pensando como los Seis. Y él no quería ser como ellos. Él quería ser un dios más cercano, porque, a diferencia que a los Seis, a él le importaban sus criaturas, aunque en un principio las hubiese utilizado como armas de guerra contra los dragones.

Pero la culpa no era suya, habían empezado ellos.

Lo único que hizo él fue crear una nueva y poderosa raza que pudiera surcar los cielos, no ser dominada por ninguna otra, vivir en paz y libremente.

Pero los Seis estaba cegados por el odio hacia el Séptimo, y querían acabar con él y con todas sus creaciones.

Para eso crearon a los dragones.

Ellos los crearon, directamente, como armas de guerra terrenales, materiales.

Les dieron la vida, y al mismo tiempo, el odio. Un odio innato que les obligaba a odiar y matar a los sheks, porque para eso y nada más habían sido creados.

Pero en el caso de los sheks era diferente. El Séptimo los había creado como una raza más para habitar en Idhún.

Pero los Seis no lo consintieron, y él otorgó el odio instintivo hacia los dragones en sus criaturas para que se defendiesen de ellos con uñas y dientes.

Y sin quererlo, los dioses habían convertido a los seres mortales en armas materiales para su batalla eterna.

Assher suspiró. El Séptimo dios, que ocupaba el interior de su ser, sentía remordimientos por sus criaturas.

Quizá fuese la primera vez que un dios se sentía arrepentido. O quizá fuese un sentimiento del propio Assher, mezclado con las emociones del Séptimo.

Pero él, o ellos, las dos esencias que ocupaban el mismo cuerpo, el del szish Assher, no tenían tiempo para sentimientos.

Tenía que empezar a hacer ese mundo, a cambiarlo, a adaptarlo a la forma de vida de los sheks.

Dar vida... Al nuevo mundo. Al mundo de los sheks.

 

 

<<Queda uno>>

- Lo sé -respondió Covan-. Uno de los pilotos me ha informado de que hace poco se encontró con un shek, poco antes de que mandáramos a los Nuevos Dragones en busca de Jack y Victoria, de Yandrak y Lunnaris. Ese shek se lanzó contra él con los fauces abiertos, pero parece que, cuando descubrió el material del que estaban fabricadas las garras del dragón, decidió escapar. ¿Eso te dice algo?

<<Que yo sepa>>, respondió Gaedalu, <<el único sangrefría que la conoce realmente es... ese asesino>>.

Covan sonrió. Le había costado trabajo despertar de nuevo el odio hacia Kirtash en el corazón de Gaedalu. Después de hablar con los Seis, había quedado sumida en una gran depresión, en una gran soledad. Incluso había renunciado al puesto de Madre Venerable. Pero Covan había hecho buen trabajo. Había hecho que Gaedalu volviese a sentir hacia Kirtash un odio innato, que fuese capaz nuevamente de cualquier cosa contra él.

- Gaedalu, ¿sabes dónde pueden estar ahora esos tres?

<<No tengo la más remota idea, alteza. Pero tengo un mal presentimiento. No cabía duda de que se ocultaban allí, en aquel bosque, en Kelesban. O alguien les avisó a tiempo, y han huido a otro escondite... o quizá...>>

- ¿Y bien? -dijo Covan, impaciente.

<<O quizá... se hayan ido.>>

- ¿Ido? ¿A dónde?

<<A otro mundo. El mundo a donde se enviaron antaño los espíritus de Yandrak y Lunnaris. El mundo donde crecieron los humanos Jack y Victoria, donde los humanos dominan. Me refiero a la Tierra>>.

- ¡Ah, la Tierra! -exclamó Covan con una sonrisa- Sí, recuerdo que Alsan, que en paz descanse, viajó hace unos años allí, a la Tierra. Fue cuando Kirtash estaba en acción. ¿Recuerdas, Gaedalu? Cuando Ashran y los sheks dominaban Idhún, y Kirtash se dedicaba a asesinar a los idhunitas exiliados a la Tierra. Sí, Alsan iba tras él, intentando evitar cuantas más muertes mejor. Salvó a Jack y a Victoria, o a Yandrak y Lunnaris, si lo preferís. Y se los llevó consigo a una especie de mundo intermedio. Sí... Alsan tenía depositada en mí suficiente confianza como para darme a conocer esos detalles. Ese pequeño mundo se llama Limbhad. Está dominado por una esencia inteligente, el Alma... Y si el Alma confía en tí, te lleva a donde quieras.

<<Muy interesante>>, comentó Gaedalu, pensativa. <<¿Y cree su alteza que podríamos ir a la Tierra, o a Limbhad? Quizá pudiesemos encontrar a Yandrak y a Lunnaris, y... tal vez... a Kirtash>>

- Es posible, es posible... Y puede que la respuesta esté muy cerca. Ese mago, Shail... Viajaba con Alsan a la Tierra.

<<Oh, en ese caso podría sernos útil>>, sonrió Gaedalu, clavando una mirada sombría en la ventana.

 

 

Cruzó la calle despacio, pensativa, entristecida como casi todo el tiempo. Había pasado bastante tiempo desde que Kirtash le dio a entender que Gerde, que su dios, el Séptimo, les había abandonado a su suerte. A ella y a los demás sheks de la Tierra, que tampoco eran muchos.

Se abrazó a sí misma para matar un poco el frío, y siguió caminando. Se dirigía hacia el muelle. Quizá fuese una mera intuición, o tal vez un presentimiento, o simplemente su mente, cegada por sus ilusiones, por sus esperanzas.

Pero algo en su interior le decía que tenía que ir allí, porque alguien la estaba esperando.

Continuó caminando, al tiempo que el frío intensificaba, y comenzaba a nevar. Era la primera vez que el frío le dañaba, le molestaba. Pero era el inconveniente de tener un cuerpo humano.

Llegó tiritando al muelle. Era cerca de medianoche, y no había nadie por los alrededores.

Pero ella sentía una presencia. No era muy lejana, pero no se encontraba exactamente allí.

Shizuko Ishikawa clavó la mirada en el faro, y sintió la presencia más cercana.

Avanzó hacia el faro. No podía correr, porque tenía las piernas entumecidas, pero llegó, y al entrar sintió algo extraño.

Sintió calor y frío, de forma simultánea, enlazados por una gran sensación de energía, de magia.

Era la primera vez que sentía algo así.

Intrigada, subió lo más deprisa que pudo las escaleras de caracol del faro, hasta que llegó arriba del todo, junto al foco.

Y allí estaban.

No había sabido quiénes eran hasta que los vio, pero se sintió como si llevase esperando aquel momento desde hacía mucho tiempo.

Allí, al pie del faro, se dibujaban las siluetas de tres personas que llevaban bastante tiempo esperando su llegada.

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Mamma mía.

¡Es fantástico!

 

Si te digo la vrdad, cuando terminé de leerme Panteón (tú misma me lo pasaste al terminarlo, si recuerdas), me quedé con ganas.

 

no sé, ¿realmente termina ahí todo?

El Séptimo y los sheks huyen, y Jack, Victoria y Kirtash se van a la Tierra huyendo de Covan, que va haciendo lo mismo que Alsan cuando tenía el brazalete de la Roca Maldita.

 

En fin, me ha gustado mucho el primer capítulo.

Además, si en Harry Potter y el secreto de la profecía escribías como Rowling,

aquí... No sé, se te da un aire la forma de escribirlo a la de Laura Gallego.

 

¿Adaptarse para escribirlo mejor?

Mm...

Me gusta. Síguelo.

 

PD: ¿Esas siluetas son de los tres que yo creo?

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Hola Lara Legend :)

He de decirte que soy una frikifan de MdI sin remedio, por eso cuando leí el título de tu post me quedé o_O

Me ha encantado la continuación, sobre todo porque no quedé satisfecha con el final de Panteón, pero... veo ilogico que Assher conciba la idea de regresar a Idhún algún día. Precisamente Gerde creó un nuevo mundo para QUEDARSE ahí, no para que fuese una especie de Umadhún, porque sería lo mismo, ¿no?

Y sobre el odio a los dragones, Gerde misma dijo que crearía una nueva generación de sheks sin ese odio.

Pero te animo a que lo continúes, no lo tomes como una mala critica, solo lo digo porque me ha extrañado.

Y otra cosa, como es que Shizuko llevaba tiempo esperando ese momento, si en el mismo libro describe su reencuentro con Kirtash?

Nada más, porfavor, sigue con el cuento! :D

Besos wapiiiii :hello:

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Hola Lara Legend :)

He de decirte que soy una frikifan de MdI sin remedio, por eso cuando leí el título de tu post me quedé ;)

Me ha encantado la continuación, sobre todo porque no quedé satisfecha con el final de Panteón, pero... veo ilogico que Assher conciba la idea de regresar a Idhún algún día. Precisamente Gerde creó un nuevo mundo para QUEDARSE ahí, no para que fuese una especie de Umadhún, porque sería lo mismo, ¿no?

Y sobre el odio a los dragones, Gerde misma dijo que crearía una nueva generación de sheks sin ese odio.

Pero te animo a que lo continúes, no lo tomes como una mala critica, solo lo digo porque me ha extrañado.

Y otra cosa, como es que Shizuko llevaba tiempo esperando ese momento, si en el mismo libro describe su reencuentro con Kirtash?

Nada más, porfavor, sigue con el cuento! :P

Besos wapiiiii ^_^

 

Una respuesta rápida para tí.

1) Lo del regreso a Idhún lo entenderás en un capítulo cercano, quizá el 4 o el 5.

2) Lo de Gerde, dijo que quizá lo hiciese. De todas formas, necesitaría mucho trabajo, y además, como ya verás en el 4 o 5 capítulo, pasa algo que le hace cambiar de opinión.

3) Y con respecto a lo de Shizuko, creo que no lo has entendido del todo bien. Ella no llevaba mucho tiempo esperando aquel momento. Lo que ocurre es que ella anda cerca del muelle, y la intuición le dice, en ese momento, que hay alguien cerca y está esperando a Shizuko.

 

¿Cómo se yo todo esto?

Soy su hermano, y ella no vuelve hasta mañana, así que, como ella es una friki y me lo quiere explicar todo, pues yo la escucho.

Ah, me ha dicho que mañana trae el cap2.

 

Por cierto, un honor resolver las dudas que no me corresponden para...

¿?

¡La diosa de las estrellas!

Aggg... Estoy soñando...

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Ahhh, okey, quizá no lo entendí todo bien :)

 

Por cierto, un honor resolver las dudas que no me corresponden para...

¿?

¡La diosa de las estrellas!

Aggg... Estoy soñando...

;) No, no estás soñando... XDDD ^_^

EDIT. Por cierto, os gusta el texto de mi firma? :P

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Bueno, no habría podido responder mejor, R.A.B.

Y es un honor seguir con el fic...

¡Si quien lo lee es la mismísima diosa que desintegró el cuerpo de Gerde!

 

Bueno, que sigo.

 

Capítulo 2

El Ojo de la Serpiente

 

Aunque la luz del faro dibujase tres siluetas, en realidad allí estaban cinco personas.

Sólo reconoció a una de ellas. Se trataba de un joven alto, con los cabellos y el traje negros, los ojos azules, fríos y profundos.

- Kirtash... -alcanzó a decir Shizuko.

Entonces todos salieron a su encuentro. Había otro joven, también bastante atractivo, pero que no le gustaba, como si su mente le obligase a odiarle. Además, emitía un calor inusual. Shizuko creyó saber de quién se trataba.

- Tú eres... Yandrak, el último dragón.

El joven asintió. Shizuko se fijó en el bebé que llevaba en brazos, que también apestaba a dragón.

Y después clavó la mirada en la chica.

Era muy guapa, morena, delgada y alta, aunque no tan alta como Kirtash y Jack. También llevaba en brazos un bebé, aunque se trataba de una niña.

No había olvidado el rostro de aquella joven mujer.

Tiempo atrás, cuando Kirtash había conseguido abrir un espejo a Idhún con el que comunicarse con Gerde, aquella joven había ido allí, había plantado cara a Gerde, al Séptimo. Se trataba de Victoria, de Lunnaris, el último unicornio de Idhún.

Kirtash avanzó hacia Shizuko y clavó en ella sus profundos ojos azules. Ella apartó la mirada, pero sonrió, y le miró de nuevo.

- Me alegro de verte. Lo que no entiendo es...

- Ziessel -cortó Kirtash-, yo también, pero... No hay nada que explicar. Ellos son Jack y Victoria, o Yandrak y Lunnaris. Y los pequeños son Erik y Eva. Hemos venido aquí porque hay algo importante que tú sabes, y que nosotros desconocemos. Algo que puede ser crucial para nuestra existencia, incluso para los dos mundos, Idhún y la Tierra. Habría venido solo, pero nos incumbe a todos.

Shizuko no habló. No soportaba el olor a dragón, y se sentía extrañada, porque hacía mucho tiempo que nadie la llamaba por su nombre de shek. Lanzó una mirada inquisitiva a Kirtash.

- Hay algo que no le he contado a nadie -dijo Kirtash-, algo que no conoce nadie más que yo y el Séptimo. No he querido contárselo a nadie hasta llegado el momento. Hasta este momento.

- Dispara -dijo Jack.

- Hace tiempo, unos meses antes de la batalla de los Siete en Idhún, Gerde me contó algo que me hizo replantearme si hice bien en darle a Victoria lo que lleva en el dedo.

Victoria acarició levemente a Shiskatchegg. Shizuko se fijó en él, y el pánico se dibujó repentinamente en su rostro, como si acabase de recordar algo espantoso.

- Me dijo -continuó Christian- que el Ojo de la Serpiente, Shiskatchegg, no es simplemente un anillo con el que pueda establecer con otra persona una conexión permanente. Es mucho más poderoso... Y oscuro. Y me dijo una cosa más: que tú conoces todos los secretos del Ojo de la Serpiente -clavó en Shizuko una mirada fría y penetrante-. Para eso hemos venido aquí. Para que nos reveles el secreto de Shiskatchegg.

Shizuko sintió que un escalofrío recorría todo su frágil cuerpo humano. Había vivido mucho tiempo, tanto en Idhún como en la Tierra. Había visto en más de una ocasión el anillo en el dedo de Victoria. Pero nunca había recordado aquello que le contó Ashran casi veinte años atrás.

- Está bien -respondió finalmente-, pero sugiero que vayamos a otro lugar. Aquí hace frío, y además estoy hambrienta.

Jack y Victoria asintieron. Christian clavó en Shizuko una mirada confusa. Era la primera vez que oía a un shek, o a alguien con alma de shek, decir algo tan humano. Parecía que, al fin, Ziessel se estaba acostumbrando a su nueva vida.

 

 

- Tienes que terminarla cuanto antes -dijo la voz.

- ¡Ya lo sé! Necesito más tiempo -exclamó Ydeon, sudoroso.

Llevaba más de una semana trabajando sin descanso. Y no sabía por qué aquel extraño ejercía tal poder sobre él.

Ydeon había regresado a Nanhai tiempo después de la desaparición de los terremotos, las inundaciones y los huracanes. Y había abierto una nueva cueva donde volver a trabajar como forjador de espadas.

Pero apenas dos días después de su regreso a Nanhai, había llegado a su cueva aquel extraño.

Era un individuo alto, fornido, vestido con ropas de montañero y con el rostro cubierto por la capucha de la capa negra que llevaba.

Había algo extraño en aquel personaje.

Ydeon no sabía por qué, pero se sentía obligado a obeder las órdenes que le daba.

Y nada más llegar le había ordenado forjar una espada mágica, más poderosa que ninguna de las que hubiese forjado jamás.

Desde aquel día había trabajado en ella sin descanso, bajo la atenta mirada del extraño.

No le dejaba parar, nada más que para comer. No le dejaba dormir.

Ydeon no quería obedecer a un desconocido, pero se sentía obligado, y estaba seguro de que no había utilizado la magia contra él.

Necesitaba más tiempo... Pero el estraño no quería esperar, y su voz sonaba cada vez más amenazadora, haciendo temblar las paredes de la cueva.

 

 

Eligieron un restaurante elegante y discreto, para poder hablar sin ser escuchados. Pidieron algo para comer, y cuando el camarero les dejó los platos en la mesa y se marchó, Shizuko comenzó su relato.

- Hace poco menos de veinte años, cuando vosotros dos -miró brevemente a Jack y a Victoria- aún no conocías Idhún, y yo aún tenía un hermoso cuerpo de shek -sus ojos emitieron un destello de añoranza-, mi señor Ashran me convocó. Hacía poco tiempo que había realizado la mortífera conjunción astral, eliminando de golpe a todos los dragones y unicornios de Idhún. Bueno, a casi todos. Pero, como iba diciendo, me llamó a su presencia, en la torre de Drackwen. Quería contarme algo importante. Me dijo que era una información muy valiosa que podría salvar más de un mundo en el futuro.

- ¿Podrías decirnos lo que te contó? -preguntó Jack.

- A eso voy -respondió Shizuko-. Me habló del Ojo de la Serpiente. Una joya que se remonta a los primeros tiempos de Idhún, a los primeros años de vida de los sheks. En concreto, a Haiass, el primer sheck de Idhún -Christian sonrió levemente, acariciando la empuñadura de su gélida espada-. Es sólo una leyenda, pero por lo que me has contado, Kirtash, la mayoría de las leyendas de Idhún parecen haberse cumplido. Bien. Se dice que el Séptimo dio forma primero a un solo shek, al único, al primero. Porque al contrario que los Seis, él amaba a sus criaturas. Él, que nació de la maldad de los Seis, amaba a sus criaturas más que ellos a los sangrecaliente. Así que creó primero a Haiass. Era una simple prueba: hacer bien al primero y hacerlos a todos así, generación tras generación. Y no se equivocó: Haiass fue el shek más hermoso y poderoso que voló nunca por los cielos de Idhún. Medía el doble que cualquier otro shek, sus ojos eran relucientes como el cristal a la luz de los tres soles, y emanaba un aliento tan gélido que cualquiera que lo respirase podría morir congelado. El Séptimo estaba contento con su creación, así que trajo al mundo toda una generación de sheks, una civilización nueva que pudiese convivir con el resto, con las criaturas de los Seis. Pero no fue tan sencillo. En cuanto se dieron cuenta de que el Séptimo había escapado de su prisión, de que había regresado a Idhún y de que había creado una nueva raza, no respondieron a nada más que al odio. Comenzaron a llenar las mentes de los sangrecaliente con historias sobre la maldad de las serpientes, a ordenarles incluso que mataran a todo shek o szish que encontrasen. Pero no era suficiente. Quizá pudiesen acabar con alguna horda de szish, pero los sheks eran demasiado poderosos para los humanos, los celestes, los féericos y demás. Así que los Seis crearon a los dragones, criaturas perfectas: reptiles voladores, como los sheks, pero más corpulentos y fuertes, con cuernos y garras capaces de desgarrar de un golpe el cuerpo y las alas de un shek, y con capacidad de inmunizarse ante el veneno de los sheks. Y lo más importante de todo: los Seis les habían dotado con el odio innato, con el odio instintivo. Así, todos los dragones que viviesen jamás estarían cegados por el odio hacia los sheks, y disfrutarían matándolos y desgarrándolos, y exhalando sus llamaradas sobre ellos.

- Nunca había oído algo así -comentó Victoria, cubriéndose la boca con la mano.

- Déjala terminar, Vic -dijo Jack.

- Al ver esto -prosiguió Shizuko-, el Séptimo tomó una decisión. Quería que sus criaturas fuesen libres, pero tampoco quería que cayesen ante el instinto asesino que el odio había despertado en los dragones. Así que les dotó a los sheks con el mismo sentimiento: un odio extremo que haría que los sheks se defendieran de los dragones como ellos les atacaban. Y así empezó todo, el odio instintivo entre sheks y dragones que ha terminado con la casi completa desaparición de unos y el exilio de otros.

Shizuko interrumpió un momento el relato para comer un poco, y los otros tres le imitaron.

- Lo que no entiendo -dijo Jack- es qué tiene que ver esto con Shiskatchegg.

- Tiene mucho que ver, créeme -respondió Shizuko, con una mirada sombría-. Prosigo, entonces. Veréis, poco tiempo después de la creación de los dragones y los sheks, estalló la primera gran batalla entre las dos razas. La llamaron la Batalla de Awinor. Se dice que, por aquel entonces, Awinor era un frondoso bosque lleno de vida, y no un inmenso desierto, como lo conocemos ahora. Y al terminar esa batalla, gran parte del bosque quedó destruida, y Haiass, el primer shek, fue el único de todos los de su raza que quedó de una pieza. Pero contempló todos los daños que los dragones habían causado a los sheks, y decidió hacérselo pagar. Con el corazón inundado por un odio más poderoso que el que el Séptimo introdujo en él, se arrancó un ojo, y bajo la gracia del Séptimo, lo inundó con un terrible poder de destrucción, y lo lanzó contra el bosque. En cuanto el Ojo de Haiass tocó el suelo, el bosque de Awinor estalló, consumiendo a todos los dragones que quedaban allí, y transformándolo en un desierto muerto. Pero el ojo quedó intacto. Y como Haiass quería que ese poder pudiese utilizarse en el futuro, para bien o para mal, antes de morir hizo dos cosas. Primero, exhaló su gélido aliento en una Roca Perpetua, para que su aura quedase allí y pudiese ser utilizada. Y el ojo que se había arrancado mandó que lo redujeran y forjaran con él un anillo al que llamó Shiskatchegg, el Ojo de la Serpiente. El anillo en cuestión tenía el poder de controlar la mente de quien lo llevase puesto, de la misma manera que si estuviese mirando a un shek a los ojos. Y con la Roca Perpetua se hizo lo que él deseaba: hace apenas unos años, el forjado de espadas Ydeon de Nanhai usó el aura de esa roca para forjar la espada con el mismo nombre. Y sólo el portador de la espada de Haiass, su auténtico heredero, tendrá poder para controlar el anillo, y usarlo como más le plazca. Pero, si un sangrecaliente recibe el Ojo de la Serpiente sin el consentimiento del heredero, y adorna su dedo con él, el Ojo de Haiass se desprenderá del anillo, él mismo resurgirá, y sucumbirá el Juicio de Idhún con el poder de los Dos.

Terminado el relato, reinó el silencio entre los cuatro. Kirtash tenía la mirada perdida, ataba cabos en su mente. Victoria miraba con temor el anillo que llevaba en el dedo, el mismo de la historia. Jack no había apartado la mirada de los ojos de Shizuko.

Y entonces, al mismo tiempo, los tres se dieron cuenta de lo que podría suceder. Del error que cometería Covan de Vanissar si seguía los pasos de Alsan.

No quedaba más remedio.

Tenían que regresar. Volver a Idhún.

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¡Ya voy ya voy!

XD, es que no pude venir a conectarme.

Bueno... Pues ahí sigo.

 

Capítulo 3

Huzlaris

 

La joven avanzó sonriente por el bosque. Sabía que no podía encontrarlo allí, que él ya no estaba en Idhún.

Pero ella iba a esperarle, de todas formas.

Él era importante para su plan. No le quedaría más remedio que ordenárselo, utilizando, si fuese necesario, los medios de convicción de las feéricas.

Dio un rodeo y entró en su árbol. Era muy hermoso, pero estaba vacío, casi tan vacío como el lugar del que ella procedía. Sólo había una cama de hojas, una mesa de madera y un par de cojines de hojas muertas.

Pero ella no necesitaba nada más. Sólo le necesitaba a él.

Nunca había amado a nadie, pero aquella parecía la ocasión ideal para probar la experiencia. Para entregar su cuerpo y su alma a alguien. A él.

Sonrió. Si su plan salía como ella esperaba, habría cumplido su parte.

Si él regresaba a Idhún, y acudía a su encuentro, ella habría cumplido su parte.

Y cuando sus hermanos cumpliesen sus respectivas partes, cada uno la suya, estarían muy cerca de conseguir su objetivo.

Aún más feliz, salió de su árbol y echó a andar, de nuevo, por el bosque de Awa.

 

 

Victoria suspiró.

No llevaban mucho tiempo en la Tierra.

Habían regresado a la que una vez fue la mansión de su abuela, que había resultado ser una féerica del bosque de Awa, y que se había sacrificado para destruir a todos los sheks posibles en una batalla de Idhún.

Habían visitado, con Jack, el usshak de Kirtash.

Habían visitado la casa de Jack. Donde éste, años atrás, había encontrado a sus padres muertos, y había descubierto a sus asesinos, Kirtash y Elrion.

Y días más tarde, Kirtash les había dicho que Shizuko tenía algo que contarles, a los tres. Y fueron hacia allá, a esperarla al faro Otawa.

Pero, después de oír el relato de Shizuko acerca de Shiskatchegg, habían tomado una decisión.

Volverían a Idhún.

Kirtash sabía lo que el relato significaba. Y tenía sospechas de lo que podía pasar. Tenía el presentimiento de que, "gracias" a Covan, el sucesor de Alsan en el trono de Vanissar, el odio hacia él, hacia Kirtash, había vuelto a despertar en Gaedalu.

Y se estremeció. Sentía pánico, por aquella roca negra, sacada del Reino Oceánico por Gaedalu. La Roca Maldita que, de no ser por Victoria, le habría matado.

Apartó esos pensamientos de su mente.

Habían regresado a Limbhad, y pronto pedirían al Alma que les llevase de regreso a Idhún.

Hasta que ese momento llegase, Kirtash se pasaba el tiempo en la biblioteca de aquel pequeño y nocturno mundo intermedio. Ni Jack ni Victoria sabían lo que buscaba, pero no le molestaban. Además, tenían que cuidar de Erik y Eva.

Los dos pequeños eran como los dos polos de un imán, al igual que Jack y Christian.

Erik, como decía Christian, apestaba a dragón. Lloraba cuando le tocaba, y se sentía a gusto con Jack.

La pequeña Eva, en cambio, tenía los ojos azules y fríos, como los de Christian. A Jack no le acababan de gustar, pero sentía hacia ella casi tanto cariño como por Erik. Y ella actuaba al revés: se sentía a gusto con Christian y lloraba, a veces, cuando Jack la tocaba.

 

 

- Nada, en este tampoco -murmuró Christian, dejando otro grueso libro sobre el montón desordenado de la mesa.

Buscaba algo demasiado importante como para que no estuviera escrito en ningún libro.

Pero no lo encontraba en ninguna parte.

- Serpiente -dijo Jack, que acababa de entrar-, Vic dice que te dés prisa. Tenemos que irnos a Idhún... cuanto antes.

Kirtash se volvió hacia él. Su rostro estaba marcado por el cansancio.

- No -respondió, con su tono impasible-. No pienso irme hasta que no encuentre lo que busco. Iros vosotros si queréis.

Jack no respondió. Salió de la biblioteca en silencio. Como si no hubiese pasado nada, Kirtash siguió vaciando las estanterías.

 

 

- ¡Vamos, más rápido!

Ydeon ya estaba cansado de oír aquello. Estaba cansado de las órdenes, del extraño, del trabajo sin descanso.

Pero ya estaba acabando de dar forma a la espada.

La cuestión era, ¿cómo haría que aquella espada fuese mágica?

Al extraño no parecía importarle. Pero era un ser muy extraño, pensó Ydeon. Llevaba allí, mirándole, desde que había llegado, hacía más de una semana. No había comido, ni dormido. No mostraba señales de hambre, sed, sueño o cansancio.

- ¡Continúa!

Ydeon se apartó de los pensamientos y continuó su trabajo.

Y por fin...

- ¡Ya está! -dijo, agotado, limpiándose el sudor de la frente.

El extraño se acercó, y tomó la espada con las dos manos. No se quemó, o al menos, no lo dio a entender.

- Has hecho un buen trabajo, Ydeon, forjador de espadas -le dijo. Y era cierto. Era una espada muy bella, con la empuñadura muy bien adornada con todo tipo de formas y joyas. Y el filo era mortal, más que el de ninguna otra.

- Pero... -comenzó Ydeon- Para que se convierta en una espada mágica...

El extraño le hizo callar con un gesto de la mano. Entonces respiró profundamente, y comenzó a llenar la espada con su energía. Le transmitió tal cantidad que el filo comenzó a relucir con un brillo que Ydeon no pudo soportar, la caverna se iluminó como si uno de los soles hubiese entrado en ella, y las paredes temblando, haciendo caer algunas rocas y crujiendo el techo.

Ydeon se apartó a una esquina, asustado. No quería que pasase lo mismo que aquella vez, cuando el paso de un dios, el dios de los gigantes, su dios, echó su cueva abajo.

Pero el extraño no paraba. La espada vibraba de una manera exagerada, parecía que fuese a hacerse pedazos de un momento a otro.

Y lo mismo sucedía con la cueva. Comenzó a temblar más y más, como si se tratase de un terremoto.

Ah, no. Aquello era demasiado, pensó Ydeon. Había obedecido casi de forma inconsciente las órdenes de un extraño.

Había pasado dos semanas forjando una espada para él.

¿Y cómo se lo agradecía? ¡Destruyendo su cueva!

Ydeon no podía más. Se abalanzó sobre el extraño, con los puños cerrados, preparado para asestarle un buen golpe, partirle los huesos, desahogarse.

Había llegado al extremo. La paciencia de Ydeon se había agotado.

Y cuando las paredes de la cueva temblaban más que nunca, cuando la cueva estaba poco menos iluminada que el reino de Vanissar durante la visita de la diosa Irial, lanzó su golpe contra el extraño, que seguía emanando energía a la espada.

Pero el golpe pareció rebotar, y cuando sus inmensos puños alcanzaron la espalda del extraño, Ydeon recibió en el pecho el golpe de una energía tan inmensa que le hizo volar hacia atrás.

Ydeon chocó contra el techo de su cueva y cayó al suelo. El golpe hizo temblar la cueva aún más, y una parte del techo se desprendió y cayó sobre Ydeon, arrebatándole la vida.

Apenas unos instantes después, el extraño terminó de transmitir energía a la espada, cuya hoja brillaba como ninguna otra. Lanzó una estocada contra el suelo. La cueva tembló, y donde había dado el golpe, la roca se resquebrajó, y abrió una profunda fosa.

- Sencillamente perfecta -dijo, eufórico-. Huzlaris, la Espada del Juicio.

Con una sonrisa de oreja a oreja, abandonó la cueva, ignorando el cadáver que había quedado sepultado bajo las rocas de su propia cueva.

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Sigo... Este cap es un poco pequeño, pero es porque no he tenido mucho tiempo.

 

Capítulo 4

La Leyenda del Fin

 

Assher caminó sin prisa pero sin pausa por el infinito llano de roca rojiza, bajo aquel eterno cielo blanco, tan muerto como el mundo que reposaba bajo él. Apenas se movió cuando un shek se acercó, siseando.

<<Nos estamos impacientando. Este mundo no es como nuestro Dios nos prometió. Nos ha engañado.>>

Assher no respondió. Ladeó la cabeza, y se alejó del shek.

Era la sexta vez que alguno de ellos se le acercaba, todos le decían lo mismo.

Ni él mismo entendía lo que ocurría.

Había usado el poder que corría por sus venas desde su vuelta a la vida durante la batalla de los Siete.

Había abandonado el plano material, y había intentado dar algo de vida a aquel mundo.

Pero entonces, de repente, poco después de alejarse de aquel shek, un recuerdo sobrevoló su mente. Un recuerdo perdido.

Tiempo atrás, en los principios su existencia como Ashran, como líder de los sheks desde la torre de Drackwen, algo había ocurrido. Algo que ningún mortal había sabido, y que él había descubierto por casualidad al perderse en el plano divino.

Eran ellos, los Seis. Cansados de su búsqueda del Séptimo sin resultados, comenzaron a discutir. Las Tres Diosas le echaban la culpa a Los Tres, y viceversa. La discusión fue tal que los Seis se dividieron en Los Tres y Las Tres. Los Tres (Yohavir, Aldun y Karevan) se quedaron en Idhún, y Las Tres (Wina, Neliam e Irial) se marcharon y fueron a un mundo nuevo, un mundo que aún estaba naciendo, pero que se había quedado atascado en su creación, quizá por la marcha del dios o los dioses que lo hubiesen creado en un principio. Las Tres se apropiaron de aquel mundo, y comenzaron a crearlo. Irial creó las estrellas que iluminaron el oscuro cielo, Neliam rodeó las tierras de agua, y aprovechando los ríos, Wina creó la vida. Pero sin los seis elementos, aquel mundo no podía vivir por completo, porque las plantas necesitan del viento para germinar, y Yohavir no estaba allí. Porque necesitan de la luz de los soles para crear sus alimentos, y no estaba Aldun. Porque los cimientos de la tierra necesitan de las fuerzas internas, de los terremotos, para renovarse y vivir. Por eso Las Tres comprendieron que Los Seis debían estar unidos, y el mismo día de la caída de Ashran, regresaron a Idhún, dejando muerto aquel lugar.

Assher lo comprendió.

Un minúsculo error.

La brecha material que habían abierto Las Tres entre Idhún y aquel mundo estaba en el mismo lugar donde él había abierto la suya.

No había dado a los sheks un mundo nuevo.

Les había llevado a un mundo muerto, un mundo abandonado por los dioses.

Ogadhún, el mundo negro, el mundo de la sombra.

 

 

Victoria y Jack entraron a la vez a la biblioteca de Limbhad. Allí estaba Kirtash. Sus ojos relucían, sonreía, y miraba con atención una página de un libro muy grueso. sin apenas desviar la mirada hacia ellos, les habló.

- Lo he encontrado.

- ¿El qué? -replicó Jack mientras él y Victoria tomaban asiento.

- La primera profecía. La primera leyenda que habla del fin. En otras palabras... El Juicio de Idhún.

Se volvió hacia ellos, y sosteniendo el libro con firmeza, les leyó lo que había encontrado.

Antes que los Soles y las Lunas, antes que el Primer Mundo, antes incluso que el mundo de la sombra, Idhún caerá. La sombra huirá a su propio mundo, un mundo ya creado y destruido por el tiempo y el abandono divino. Idhún caerá. Cuando los Soles abracen a las Lunas, cuando el mundo de los vivos y el mundo de la sombra sean uno, Idhún caerá. La sombra abandonará su mundo, volverá al encuentro de los muertos. La fuerza divina de la creación acabará con la serpiente, y el golpe del divino material y el material divino unidos en uno, borrará la sombra del mundo de los vivos. La muerte de la sombra será también muerte de Idhún, a menos que la serpiente sin sombra interfiera en las divinidades y caiga en el lugar de la sombra. Idhún caerá.

Cuando terminó, nadie habló. Jack y Victoria estaban a la vez asustados, intrigados, emocionados y sumidos en sus propios pensamientos. Kirtash dejó el libro sobre la mesa, un libro con tres soles y tres lunas pintados en la portada.

Jack fue el primero en levantarse, y en hablar.

- Tenemos que volver a Idhún -dijo.

Los otros dos asintieron, y corrieron a la sala del Alma.

Una vez allí se tomaron de la mano, y pidieron al Alma regresar a Idhún.

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