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Lara Legend

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Todo lo publicado por Lara Legend

  1. Tengo una noticia buena y otra mala. La mala es que me voy de vacaciones hasta el lunes y el capítulo 4 no he podido escribirlo. La buena es que cuando llegué tendréis un embotellamiento de capítulos para cansaros de leer XD. El lunes empieza el ataque cardíaco de lectura para los lectores...
  2. Bueno, yo kiero colgar el mio, pero voy a tardar bastante en acabarlo XD AnaCroft, solo dime q tal te parece para colgarlo http://foro.tombraiderfans.es/index.php?showtopic=11339 Asi a ver si me animo y lo escribo mas deprisa XD
  3. CAPÍTULO 3 La pirámide El Maestro sentía, por primera vez en su vida, el pánico recorriendo cada milímetro de su cuerpo. Los animales se acercaban a él cada vez más. Se sumergió, y vio que no había tiburón alguno. ¿Qué estaba ocurriendo? Claro, el grabado. Las trampas. Al parecer, aquella pirámide no engañaba sólo a la magia, sino a todo aquel capaz de captar sensaciones visuales. En pocas palabras: engañaba al ojo humano. Volvió a sacar la cabeza, y fue a agarrar una de las aletas que nadaban en torno a él, pero su mano la traspasó. Efectos ópticos, pensó. Nadó por el único camino posible, hacia el oeste, y llegó a un punto sin salida. Tomó aire y se sumergió, vio que bajo sus pies había una abertura bastante profunda. ¿Conseguiría atravesarlo sin ahogarse? Volvió a llenar los pulmones y se sumergió, nadando a la mayor velocidad posible hacia abajo. Tras nadar un largo trecho, con los pulmones doliéndole por la falta de aire, cayó al suelo. Ya podía respirar. Extrañado, miró hacia arriba: un gran agujero ascendía sobre él, estaba lleno de agua y, de algún modo, ésta se mantenía ahí, sin derramarse donde él se encontraba. Se sacudió el agua del pelo y la túnica, se despejó los ojos y miró alrededor. Se encontraba en una amplia estancia circular, con un zócalo de piedra en el centro, y nada más. Pero, ¿qué hacía ahí un obelisco? Quizá… Desenfundó su espada y la examinó. Mathar, la Espada Madre. La había conseguido en la cámara de los tesoros de la tumba de Imothep I. Tenía la habilidad de poder quebrar cualquier otra hoja, romper el más duro de los minerales, incluso el diamante. No sabía de dónde habría salido aquel arma, cómo la habría conseguido Imothep, pero, después de observar detenidamente el zócalo, tuvo clara una cosa: la Espada Madre estaba relacionada con aquel lugar. Con decisión, aferró la espada con las dos manos, la alzó sobre su cabeza y hundió la hoja en la ranura del zócalo. Algo estalló, la luz inundó la sala, y la mente del Maestro se apagó. Abrió los ojos. Se encontraba en una cabaña, posiblemente en El Cairo. ¿Tan lejos estaba de donde había dejado al Maestro? Lo último que recordaba era que sus poderes le habían jugado una mala pasada, y que había sido tragada por las aguas del Nilo. ¿Quién le habría rescatado? En ese momento, un egipcio alto y atractivo, muy moreno, con los ojos azules y el cabello rubio recogido en una cola de caballo entró en el cuarto. - Veo que has despertado. El sanador dijo que tardarías, al menos, dos semanas más en recuperar la consciencia. - Me alegro de verte, Frederick. - Y yo a ti, amiga mía. ¿Cómo acabaste en el río? Su rostro ensombreció, pues recordó algo crucial. - Frederick… -se levantó muy nerviosa- ¡Tenemos que irnos! - Espera… El sanador ha dicho que debes guardar unos días de reposo. - ¡Al cuerno con el sanador y sus reposos! –se llevó las manos a la cabeza- Frederick… Tienes que ayudarme. Estoy en peligro. Oh, Dios mío… Se dejó caer sobre la cama, y se cubrió los ojos con las manos. - ¿Qué te ocurre? –preguntó él, sentándose junto a ella. - Es Lara. Le he robado algo… algo muy importante, aunque… no sé si ella siquiera conoce su existencia… - Entonces, ¿dónde está el problema? - ¡En lo que he hecho! Para poder robárselo he… Oh, Dios mío, ¡he matado a su mejor amigo! –parecía que acababa de darse cuenta de la gravedad del asesinato de Alister. - Ah, ya lo entiendo. Esa Lara va a buscarte, ¿no? Y el Maestro te ha enviado para que te escondamos. - No, no es eso –volvió a levantarse-. Tengo que regresar a Inglaterra. El.. objeto que robé… Si investiga sobre esto, y no dudo que lo hará, no sólo vendrá en mi busca, sino que todos nuestros planes, lo que llevamos preparando durante siete años, podría echarse a perder por su culpa. Por eso tengo que regresar a Inglaterra, y eliminar todo aquello que contenga información sobre la Llave. - Ah, vale –Frederick se levantó-. Entonces, el Maestro te ha enviado para que yo te lleve a Inglaterra en helicóptero. ¿Me equivoco? - No, has dado en el clavo. - Entonces, no hay tiempo que perder. Poco a poco se levantó. La luz deslumbrante había abandonado la sala, y el zócalo había desaparecido, con Mathar incrustada en él. Maldijo por lo bajo y se levantó de un salto. Era cierto que el zócalo ya no estaba, pero había dejado una abertura en su lugar. El Maestro miró abajo. Era una caída considerable. Podía lanzarse y arriesgarse a que la magia le fallase en el momento de frenar la caída, o quedarse. Aunque tampoco sabía cómo podría regresar. Suspiró, dedicó unos segundos de oración de súplica a los dioses, y se dejó caer. La caída duró más de lo que pensaba. La velocidad iba en aumento, y proporcionalmente aumentaría el daño del golpe. Aunque, a tal velocidad, posiblemente no hubiese daño alguno, y el impacto le produjese la muerte instantánea. Tragó saliva, ya alcanzaba a ver luz abajo. Estaba a punto de caer, era el momento crucial. - Detentus. Afortunadamente la magia no le jugó una mala pasada, y sus pies se apoyaron con delicadeza en el suelo. Alzó la mirada, y sonrió de oreja a oreja. Había llegado, al fin. Se encontraba en una sala colosal, plagada de inmensas columnas increíblemente gruesas. El suelo era de roca maciza de color rojo, al igual que las columnas. Era una sala tan inmensa que el techo no se veía, y la altura de las columnas se perdía en la oscuridad de la distancia. Todo era igual, había exactamente el mismo espacio entre columna y columna, unos diez metros, y no parecía haber nada más. La sonrisa del Maestro se desvaneció. Casi había olvidado lo que dictaban las creencias de los Ghód-Ahi. Se decía que los dioses habían sellado la tumba de Seth en la Cámara Nirumath, una inmensa estancia subterránea que abarcaba tanto espacio como el mismo Egipto, a las dos orillas del Nilo, y debajo de él. Si quería usar la Llave para romper el sello, tendría que encontrar la tumba… en aquel lugar. Sin duda se encontraba en la Cámara Nirumath, y por lo que había leído en el primer grabado de la pirámide, la magia no le iba a ser de mucha utilidad. Aunque, pensándolo bien… El grabado decía que el camino de los muertos engañaba a la magia, pero él ya no estaba en el camino, había llegado a su destino. Así que, tal vez, la magia podría serle útil. Sonrió de nuevo, y alzando el brazo derecho, murmuró: - Revello Seth Tombe. Entonces sintió como si sus ojos se apartasen de su cuerpo, y recorrió la Cámara Nirumath por infinidad de caminos a gran velocidad, hasta que llegó a un muro tan alto como la misma cámara, en el que había un portón cerrado de unos diez metros de altura. Entonces volvió en sí, en el lugar donde estaba en realidad. Sonrió, había memorizado (más o menos) el camino. No obstante, el viaje se le hizo eterno. Tardaba mucho más caminando que como lo había hecho con la visión mágica, le daba la sensación de que pasaba un largo rato entre cada columna y la siguiente. Pero, al fin, llegó. Ante él se alzaba un enorme muro de roca negra como el carbón, un muro que se alargaba sin fin hacia los lados y hacia arriba. También había un enorme portón de la madera más resistente, firmemente cerrado, de al menos diez metros de altura. Al situarse junto a él, le hacía sentirse insignificante, y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando pensó qué clase de criatura podría estar allí encerrada para que los dioses necesitasen tal seguridad, y sobre todo, una entrada tan inmensa. Alzó el brazo hacia el portón, aunque aún estaba intimidado y le temblaba la mandíbula, y dijo: - Aubrit. El hechizo no funcionó, el portón no se abrió, ni siquiera tembló. Aquello le hizo perder la seguridad. Pero claro, si allí se encontraba la tumba sellada de Seth, habría sido protegida por los dioses, y eso no puede romperlo la magia de un mortal. El Maestro Se acercó más al portón, y se quedó impresionado, y a la vez decepcionado. Más o menos a la mitad del portón en cuanto a altura había una cerradura en la que parecía encajar perfectamente la Llave. El Maestro escupió al suelo y maldijo a los dioses. ¿Esto es todo? Who-Fhe-Huv funda una sociedad secreta que lleva miles de generaciones venerando a los dioses, forja una llave sagrada para que los dioses sellen con ella la tumba de Seth, ¿y lo único que hacen es cerrar con ella una puerta?, pensó con odio. Entonces, los dioses habían insultado a su clan, a su gente, a su sangre, a su estirpe. La Llave del Equilibrio no era una llave normal y corriente, una llave vulgar con la que cerrar una puerta, por grande que sea. Se sentía sucio, como si su vida no hubiese tenido sentido. Y entonces, el pánico volvió a invadirle. Si la Llave sólo abría la puerta, ¿cómo iba a romper el sello, el equilibrio? Lara entró corriendo a la mansión, chocó con Zip y ambos cayeron rodando por el suelo. Se levantaron rápidamente. - Zip –saltó Lara, furiosa- ¿qué pretendes metiendo un busca en mi mochila? - ¡Eso no es importante ahora! ¡Tenemos que llevarnos todo lo que sea imprescindible y salir de aquí cuanto antes! - ¿De qué demonios hablas, Zip? ¿Y dónde está Winston? –Lara comenzaba a asustarse, Zip parecía muy nervioso. - Yo… ¡Tengo que recoger mis cosas, Lara! ¡Más te valdría a ti llevarte lo que pudieses echar de menos! Lara cogió a Zip del cuello de la chaqueta y le lanzó una mirada amenazante. - ¡¡NO PIENSO MOVERME HASTA QUE NADIE ME DIGA QUÉ ESTÁ PASANDO!! Le soltó, y Zip cayó al suelo de rodillas. Miró a Lara desesperado. - Tienes que salir de aquí, Lara… Sólo quedan unos minutos antes de que… Zip calló, y Lara no dijo nada, estaba muy asustada. Y entonces, en medio del silencio, sus horrores se confirmaron. Algo sonaba, cada segundo, algo que parecía a la vez cercano y lejano… PIP… PIP… PIP… PIP… PIP… El Maestro estaba asustado, pero no le quedaba otro remedio. Metió la mano en el único bolsillo de su túnica negra y sacó el objeto que llevaba en él, una hermosa llave dorada decorada en cerúleo, topacio, glauco y carmesí, los colores de los cuatro clanes del Ghód-Ahi. - Levetter. La Llave quedó suspendida unos centímetros sobre su mano. Hizo con ésta un movimiento ascendente, y la Llave levitó hasta la altura de la cerradura. Hizo un último movimiento con la mano, la Llave se metió limpiamente en la cerradura, y giró. Al principio no pasó nada, pero entonces el portón crujió, y otra vez, y otra más, cada vez más fuerte, y los ecos resonaban hasta perderse en la inmensidad de la Cámara Nirumath. El Maestro se alejó poco a poco del portón, y, al fin… Con un leve chasquido, el portón se fue abriendo lentamente, muy despacio, produciendo un desagradable chirrido a cada centímetro. El Maestro se quedó mirando, inmóvil, hasta que, por fin, el portón se abrió del todo, y volvió a reinar el silencio absoluto. Mantuvo la mirada fija en la penetrante oscuridad que se abría ante él, y entonces… PUM. Un golpe, y el suelo tembló levemente. PUM. Otra vez, más cerca. PUM. PUM. PUM. Algo se acercaba, algo muy grande, algo que había estado esperando durante mucho tiempo a que aquel portón se abriese y le dejase salir de nuevo. Sonaron algunos golpes más, peligrosamente cercanos, y volvió el silencio. Entonces… Dos ojos rojos se abrieron en la oscuridad, como dos puntos luminosos, en la parte más alta de la zona de oscuridad, del camino ensombrecido que el Maestro acababa de abrir. Y entonces, aquello que había despertado, que había clavado su mirada en el Maestro, lanzó un rugido desgarrador, que desgarró el silencio de una forma brutal. Un rugido ensordecedor que despertó Egipto, que resonó en las costas y en los llanos, en los montes y en los valles. Un rugido que hizo temblar el mundo, los mismos cimientos de la Tierra.
  4. ¿Se cayó y perdió el conocimiento? ¿Y ya está? Por Dios SIGUELOOOO!!!!!!
  5. Me alegro de que os guste. CAPÍTULO 2 En el Nilo El entierro y el funeral de Alister ocuparon los dos días de aquel lluvioso fin de semana. Lara no lloraba, ni siquiera se lamentaba. Estaba cegada por la rabia. Aquella persona, quien quiera que fuese, había ido a su casa, había matado a uno de sus mejores amigos y se había ido con las manos vacías. ¿Por qué? No encontraba respuestas. No le entraba en la cabeza que alguien entrase furtivamente en su mansión, con el único objetivo de matar a alguien que no había hecho nada. Pero cumpliría el juramento. El lunes por la mañana amaneció nublado, y amenazaba tormenta. A Lara no le importaba. Había lavado ella misma, a mano, la alfombra donde se derramó la sangre de Alister, y permaneció en el interior de la mansión toda la mañana, sin ir al gimnasio o hacer ejercicio, cosa que era extraña para alguien como ella. Después de comer, decidió que debía hacer algo. No iba a vengar a Alister quedándose en el sofá junto a la chimenea los días de tormenta. Haría lo que siempre había hecho: buscar pistas, resolver enigmas, explorar las tumbas. Subió a su cuarto y buscó algo cómodo para ponerse. Cogió las pistolas, el gancho, la linterna, todo. Metió algunas provisiones en la mochila, y sin despedirse de Zip ni Winston, se marchó, sin los auriculares. Cuando tuvo la ciudad ante ella, entraron las dudas en su mente. ¿Quién sería el asesino? ¿A dónde tendría que ir? La gente cruzaba la calle, ante ella, por detrás, a los lados. Era como si el mundo siguiese su rutina mientras ella se perdía en el tiempo y el espacio. - Maestro… He conseguido la Llave . Estaba arrodillada ante un altar, en una sala circular, muy oscura. - Buen trabajo. Le dio un escalofrío. La voz del Maestro era ancestral, poderosa, siniestra. El Maestro tomó la Llave y la examinó. - No cabe duda de que es auténtica. Temía por que cayeses en la tentación de quedártela, pues tendría que matarte, y eres muy valiosa –depositó la Llave sobre el altar-. Esta noche termina el plenilunio. Hemos de hacerlo hoy, de otro modo tendremos que esperar hasta el próximo. - Sí, Maestro. - Entonces, vamos. Acompañó al Maestro por el largo túnel de salida. La luz le deslumbró, y la arena quemó sus pies descalzos. Contempló la pirámide que se alzaba en la lejanía, ante ella. - No te entretengas –ordenó el Maestro. Avanzaron hasta la orilla del Nilo. El Maestro hizo un ágil movimiento con las manos, y las aguas se abrieron, igual que en un pasaje del Antiguo Testamento de la Biblia. Cruzaron el río y el Maestro volvió a cerrar las aguas. Se encontraban en una inmensa llanura de arena, a los pies del Sahara. Al norte de donde se encontraban estaba la más importante de todas las pirámides. No la más grande, sino la que más secretos albergaba en su interior. - Maestro… ¿Puedo haceros una pregunta? –dijo mientras se dirigían a la pirámide. - Habla. - ¿Qué hacía la Llave del Equilibrio en la mansión Croft? El Maestro tardó un poco en contestar. - Es una historia muy larga. - La pirámide aún está lejos. El Maestro suspiró, y asintió. - La Llave nunca ha pertenecido a los Croft, sino al Ghód-Ahi, una hermandad egipcia de hechiceros que actuaban a favor de los dioses pero en contra de los faraones. Actuaban en secreto, venerando a los dioses y conspirando contra los líderes egipcios. Su líder, Who-Fhe-Huv, fue el autor de la Llave. La forjó en oro y la adornó con cerúleo, topacio, glauco y carmesí, los colores que representaban a los cuatro clanes que formaban el Ghód-Ahi. Cuando Seth fue derrotado por Horus y encerrado en una tumba para toda la eternidad, Who-Fhe-Huv entregó la llave como último sello de la tumba de Seth. Los dioses le recompensaron, dándole a él y a toda su descendencia poderes sobrenaturales, y a los descendientes de los demás miembros del Ghód-Ahi les entregó cantidades ingentes de riquezas. Who-Fhe-Huv mató al faraón y ocupó su cargo, y usó sus poderes para crear el bien y la prosperidad en su pueblo. Se casó con Ghena, líder del Clan Carmesí, y tuvieron dos hijas, a las que llamaron Shara y Kayla. Cuando Who-Fhe-Huv y Ghena murieron, dejaron a Shara como heredera, pero Kayla se reveló, pues quería ser ella la faraona. Así, las dos hermanas pelearon en una gran guerra. Shara no quería usar sus poderes para algo tan infame, pero Kayla los aprovechó al máximo, y mató a su hermana en la batalla, dejando a su hijo Salazar huérfano de madre. Kayla se casó con Shaddre, hijo del Clan Topacio, y tuvo una hija llamada Hylia y un hijo llamado Eru. La Llave, que Shara había ocultado antes de la batalla, la encontró Salazar, y la llevó consigo a Inglaterra, donde la perdió. Veintiún mil años más tarde, una mujer llamada Amelia Croft encontró esa Llave durante unas excavaciones, la llevó a su mansión y la ocultó bajo el suelo del mismo vestíbulo, sin que su marido ni su hija de dos años conocieran su existencia. Cuando esa niña creció huérfana, convirtiéndose en la Lara Croft que es ahora, no conoció jamás la existencia de la Llave, ni se molestó en investigar por qué su madre no quería que ella anduviese demasiado por el vestíbulo. - Es una historia increíble… -comentó ella. - Pero es cierta, y no es nada bueno. Si Lara Croft la descubre, sabrá dónde tiene que buscarte. - ¿Buscarme? –se asustó- ¿Para qué querría Lara buscarme? - ¿No lo sabes? –el Maestro se detuvo y la miró a los ojos, deslumbrándola con parte de su calva perfectamente afeitada, y ocultando las manos en las gruesas mangas de la túnica negra- Has matado a uno de sus mejores amigos y robado una importante reliquia. Removerá cielo y tierra para vengarle, y si llegase a conocer la historia que acabo de contarte, y el robo que has cometido, no sólo tendrá más razones para perseguirte, sino que además sabrá dónde buscarte: aquí, en Egipto. - ¿Qué sugerís que haga, Maestro? - No tenemos mucho tiempo. Antes de que empiece a buscarte, hay que actuar. Podemos hacer una cosa. Yo me encargaré por mi cuenta de cumplir nuestro cometido en la Cámara. Me llevará tiempo llegar, pues hay infinidad de trampas, salas y magia que la protegen. Pero tú no vengas conmigo –puso la mano en su barbilla y le hizo alzar el rostro-. Harás lo siguiente: habla con Frederic y que te lleve en su helicóptero cerca de la mansión Croft, pero no demasiado. Rastrea todas las bibliotecas del perímetro y elimina todos los documentos que tengan algo que ver con el Ghód-Ahi. Luego acércate a la mansión, asegúrate de que Lara no esté y entra, y haz lo mismo en su biblioteca. Tenemos que asegurarnos de que no encuentre nada que le lleve hasta aquí. - Pero… Maestro… -parecía confusa- ¿Cómo se supone que voy a eliminarlo todo en tan poco tiempo? El Maestro se acercó más a ella y le puso las manos en los hombros. Las retiró al darse cuenta de que estaba herida. - Tú eres descendiente de Hylia. La sangre de Who-Fhe-Huv corre tanto por mis venas como por las tuyas. Usa los poderes que te ha concedido la herencia de la sangre, y así podrás hacerlo sin perder tiempo y sin que Lara Croft dé contigo. - Sí, Maestro. Regreso por donde había venido. Poco después se detuvo y volvió la mirada. El Maestro era ya un punto en el horizonte, que se acercaba a la pirámide. Suspiró, y siguió caminando. Entonces llegó al Nilo. Se dio cuenta de que ella nunca había usado sus poderes, no de manera consciente, al menos. Intentó hacer lo mismo que el Maestro: imitó el movimiento de las manos, y el agua se abrió mostrando un camino. Con cautela, avanzó. Estaba nerviosa, no sabía si sus poderes serían suficientes. A medio camino sonó un chasquido, los muros de agua se revolvieron y cayeron sobre ella, volviendo a formar el río. Lanzó un chillido desgarrador antes de ser tragada por las furiosas aguas del Nilo. Lara avanzó sin rumbo por las calles. De pronto, algo sonó en su mochila. Qué extraño, ella no recordaba haber metido nada que produjese ese pitido. Rebuscó, y encontró un busca. ¿Qué demonios…?, pensó. Había un mensaje: ¡¡Lara, regresa a la mansión!! Zip. ¿Lara maldijo por lo bajo. ¿Quién le habría metido un busca en la mochila? Quizá hubiese sido el propio Zip, o Winston. Dio media vuelta y caminó, esta vez calle arriba, de regreso a la mansión. Volvió a mirar el busca. En el mensaje había puesto un emoticone, quizá significase que estaba preocupado, o que había ocurrido algo no demasiado agradable. Aceleró el paso, ya alcanzaba a ver los muros de su hogar. El Maestro contempló la inmensa pirámide que se alzaba ante él. La entrada estaba sellada con una gran roca redonda, pero eso no era problema para él. Alzó la mano y la movió a un lado, y la roca imitó ese movimiento, dejando la oscura entrada al descubierto. Se remangó las mangas de la túnica, dio una palmada de satisfacción y entró a la pirámide. Inmediatamente, la roca se cerró tras él, dejándolo sumido en la oscuridad. - ¡Lúmina! –susurró. En la palma de la mano se materializó una esfera de luz que iluminó el largo pasillo en que se encontraba. Avanzó sin prisa, dejando resonar el eco de sus pasos, hasta que llegó a una bifurcación. Sonrió. - Mostré. Ante él apareció una flecha de luz que marcaba la ruta de la izquierda. La tomó, pero llegó al final del camino, y allí no había nada más. ¿O quizá sí? Examinó detenidamente el muro que tenía ante él, y descubrió que había unos grabados en jeroglífico egipcio. - Tradocce. Los jeroglíficos desaparecieron, y el grabado se tradujo a la lengua común. Los dioses han cerrado el camino de los muertos para que los vivos no lo encuentren. El camino no se abre con la vida, no se abre con la muerte. El camino de los muertos engaña a los magos que burlan a la muerte. Meditó unos segundos. Si lo que estaba buscando era el “camino de los muertos”, y ese camino engañaba a los magos, entonces debería haber tomado la otra ruta. Así que regresó a la bifurcación y tomó el otro camino, el de la derecha. Llegó hasta una abertura en el suelo, lo suficientemente grande como para dejarse caer. - Revello. Una esfera le mostró que, bajo aquel agujero, había una sala en llamas, llamas imperecederas que no expulsaban humo. Sonrió. Si realmente el camino de los muertos engañaba a la magia, cuando se dejase caer no ardería. Se dejó caer, convencido de sus conclusiones, y cayó al agua. Sacó la cabeza para respirar, y vio con horror cuatro aletas de tiburón nadando en torno a él.
  6. Mi primer voto ha sido para Relatos. No hay nada como leer las imaginaciones y las fantasias de los fans, las aventuras de Lara ideadas por cada uno y cada una de los users del foro de TR fans. Y es que todos son relatos espléndidos, impresionantes. Mis felicidades a todos. Mi segundo voto ha sido para Opiniones TRL, porque es bueno saber lo que opina cada uno del "revolucionario" juego, y descubrir que no es tan perfecto como piensan algunos XD.
  7. Está muy bien. Siguelo que me has dejado intrigada!!! XDD
  8. Mi crítica Tomb Raider Legend. La primera vez que oí hablar de él me quedé atónita: un juego que probablemente seguiría tras el Ángel de la Oscuridad, con una potencia gráfica nunca vista en la saga y reviviendo la melodía del TR original. ¡Creía que era un sueño! No obstante, poco a poco fui descubriendo que no era lo que yo había imaginado en un principio. Las primeras imágenes y trailers daban mucho que pensar, pero a medida que se acercaba la fecha de salida, el juego me convencía menos. No nos engañemos, le tenía ganas, pero no había llenado el vacío que AOD había dejado en mi estómago. Cuando al fin llegó el día, gasté parte de mis ahorros en la versión para PC. La carátula no estaba mal, pero eso no animó el gusanillo. Cuando llegué a casa y lo instalé (proceso que tardó horas, a diferencia de las entregas anteriores), la primera impresión no estuvo mal. El menú principal, admitámoslo, está muy bien diseñado, me gusta el hecho de que cambie el fondo y la vestimenta de la nueva Lara según el nivel en el que estés jugando. Y tras completar el juego al 100%, con todos los extras (cosa que no me llevó ni una semana), saqué mis conclusiones. Lara: La nueva Lara, hay que decirlo, me encanta. No se parece demasiado a las anteriores, pero está mucho más currada y su cuerpo mejor proporcionado. Las expresiones de su rostro según la situación son perfectas, y el fluido movimiento de su cuerpo al realizar cada salto, al dar cada paso, me parece espectacular. Se echa de menos la trenza, eso sí, y el traje de siempre, aunque he de admitir que el "atuendo Legend" le queda de maravilla. Gráficos: ¿Qué decir? Me han impresionado. No sólo es Lara, los escenarios en sí están trabajados con cuidadoso detalle, píxel por píxel, polígono a polígono. ¿Los puntos flacos? Quizá hubiesen podido emplear el tiempo que han tardado en realizar los fondos (que por cierto no están nada mal) en cuidar detalles como el hecho de que, en algunos bordillos, parece que Lara está agarrada al aire. Pero, en general, no están mal. Control y cámara: Otro punto que me impactó. Los otros TR estaban muy bien, pero les veo un pequeño "inconveniente" (a mi modo de ver) que han mejorado: el control de Lara. Tengo que decirlo, el hecho de que al pulsar una flecha hacia un lado Lara sólo girase, a veces me hacía perder los nervios. En cuanto a la cámara, está muy bien, sobre todo el poder girarla a tus anchas sin que se te autocoloque donde le dé la gana (cosa que pasa a veces). Dificultad: Este es uno de los puntos que más me avergüenzan. ¿Un TR, del que dicen ser revolucionario, en el que no me matan ni una vez y me paso la historia en tres días? No era posible. Aquí hay mucho que criticar. ¿Se están burlando de los veteranos de la saga? resumo la dificultad en estos puntos: jefes que se matan en cinco minutos, tres tipos de enemigos en todo el juego, partidas facilísimas donde el puzzle más complicado es poner una bola en un contrapeso, y unos prismáticos que te revelan qué es lo que tienes que tocar o mover. En fin, que no es un TR en su esencia, sino un juego desconocido para los que no saben de Tomb Raider. Argumento: Esto ya es lo peorcito. Lo primero que te das cuenta es, ¿qué Lara es esta? No recuerdo ningún Tomb Raider en que la madre de Lara se hubiese ido a Ávalon desde un portal de Nepal. Aparte, el argumento principal en un principio me pareció estupendo, pero luego vi que habían hecho una chapuza. ¿Qué tienen que ver el mito del rey Arturo y Excalibur con el Cayado de Viracocha? ¿Qué hace la tumba del rey Arturo en un museo ruinoso y protegido por una serpiente que despierta con el golpe de una campana y muere cuando le tiras cuatro cosas en la cabeza? Y lo mejor de todo, que ya lo dijo AnaCroft, ¿y todo esto porque estoy buscando a mi mamá? Es un argumento que me parece patético, no solo por la mezcla de dos mitos estupendos en uno chapucero, sino porque la conclusión del argumento es un absurdo tema familiar. Y para colmo de males, la absurda relación entre Amanda y James Rutland, que sólo se da a conocer vagamente en un par de puntos de la historia. Vamos, Cristal, que lo podéis hacer mejor. Extras: Claro. Cuando terminaron el juego, dijeron, ¿y ahora qué? Pensaron que se nos quedaría corto y nos pusieron un montón de extras desbloqueables, para obligarnos a matar a Takamoto, Rutland, la serpiente y el ente cincuenta veces, con el único objetivo de cambiarle la ropa a Lara, ver los objetos (que también abarcan personas) y desbloquear unos trucos un tanto absurdos. Porque claro, cuando has completado el contrarreloj de Afganistán, dices, ¿qué demonios pinta la Segadora de Almas de Legacy of Kain en un Tomb Raider? conclusión: Cristal no quería hacer un TR en su línea. Quería hacer un juego para aquellos que hubiesen visto las películas, pero que no fuesen muy aficionados a las tumbas con puzzles complicadísimos que son la esencia de la saga. Si es eso lo que queríais hacer, Cristal, haber iniciado una nueva saga, pero lo que no podéis hacer es mancillar el sagrado título de Tomb Raider, el nombre de Lara Croft, con una aventura propicia de las estúpidas películas supuestamente basadas en el videojuego.
  9. ¡Muy buenas! He conseguido regresar al mundo de Internet, y sobre todo a esta estupenda comunidad de fans de TR. Os traigo mi nuevo fic, que espero os guste. CAPÍTULO 1 La Llave Las calles estaban completamente desiertas. Lo único que se oía era, a veces, el aullido de algún gato o el paso lejano de los coches más allá de la ciudad. En el cielo plagado de estrellas, la luna llena relucía sin nubes que amenazasen con cubrir su luz plateada de oscuridad. Era el momento. Salió corriendo calle abajo, rápido como pudo. Sólo disponía de unos diez segundos hasta que el guardia que patrullaba las calles circundantes a la Mansión Croft llegase al perímetro donde ella se encontraba. Con una agilidad sobrehumana saltó a una farola, se zarandeó y, dando un impresionante salto, cayó en los jardines de la mansión. Comprobó el edificio: ninguna ventana estaba iluminada. El reloj de pulsera marcaba la una de la madrugada. Era hora de actuar. El Maestro le había dado las instrucciones necesarias para encontrarlo. Si no se equivocaba, Lara estaría acostada, posiblemente durmiendo como un tronco. Según los informes del Maestro, apenas unas horas antes Lara Croft había regresado en avión desde Bolivia con la legendaria espada del rey Arturo, Excalibur. Pero los planes del Maestro eran mucho más importantes que una espada legendaria. Si salía bien… El mundo daría un cambio radical. Pero no había tiempo para pararse a pensar en ello. Había que actuar, actuar con rapidez. Sigilosamente, se acercó a la puerta y sacó las ganzúas. No tardó más de siete segundos en abrir la puerta, que no hizo el más mínimo ruido. El vestíbulo era enorme. Las escaleras estaban a mano izquierda, y a la derecha había una sala con paredes de cristal y mesas con varios ordenadores. Enfrente suyo había una chimenea, y a cada lado de ésta, una puerta. Buscó en su mochila y sacó el papel que le había dado el Maestro con las instrucciones. Lo leyó rápidamente, memorizando lo que decía, y volvió a guardarlo. Subió las escaleras a gatas hacia la izquierda, hasta llegar a una puerta. La abrió con cuidado y accedió a un extenso pasillo, al final del cual había otra puerta. Entró con cuidado y la cerró tras él. Se hallaba en una biblioteca de dos plantas. Enfrente había una mesa con un ordenador, y allí dormía un hombre con la cabeza apoyada en el teclado del portátil. Tenía el pelo bien peinado y llevaba gafas. Acarició el cinturón, donde llevaba dos pistolas gemelas con silenciador. Avanzó con el máximo sigilo, de puntillas. Estudió la sala. A cada lado de la mesa había un pulsador en el suelo. Justo a su derecha había un hueco en la pared, bajo las escaleras, donde reposaba una mesilla móvil. Sonrió y la arrastró con cuidado hasta el pulsador. Cuando lo hizo éste emitió un leve chasquido. El hombre se revolvió. Se llevó la mano a la pistola derecha, pero se tranquilizó al ver que seguía durmiendo. Siguió buscando, y pronto se mordió el labio. La otra mesilla estaba colgada a un metro sobre ella, apoyada en un saliente metálico de las estanterías. Miró de reojo al durmiente, sacó las pistolas y disparó a los engranajes que sostenían el saliente. La mesilla cayó, produciendo un golpe sordo. Maldijo por lo bajo. - ¡Eh! ¿Quién diablos…? El hombre se había despertado. Sin dudarlo, se volvió hacia él, con las dos pistolas en alto. - Tú… -susurró. - Lo siento mucho, Alister. Los disparos no se oyeron gracias al silenciador, y la alfombra quedó manchada de sangre. Arrastró el cadáver y lo ocultó detrás de la mesa. Acto seguido colocó la mesilla sobre el segundo pulsador, y a su derecha, un pasadizo se abrió. Activó la linterna y entró. Estaba realmente oscuro, y había varias cajas obstruyendo el camino. Al final del pasillo encontró lo que buscaba: un rostro dorado sacando la lengua. Sonriendo, la acarició. Se llevó un susto cuando el pasadizo se abrió hacia el dormitorio de Lara, y al mismo tiempo, oyó un “click” más atrás. Regresó por el pasadizo y encontró otro rostro de oro. Al acariciar su lengua, al lado apareció en la pared un grabado: Sobre las aguas, las gemelas se dieron la espalda y dejaron desprotegida la senda Volvió a sacar el papel. Según el informe, el acertijo se refería a las dos estatuas que había sobre la piscina de la mansión. Con suma cautela regresó al vestíbulo y consultó el plano de la Mansión Croft que le había facilitado el Maestro. Siguió por la puerta que estaba a la derecha de la chimenea, y llegó hasta un patio donde estaba la piscina. ¿Cómo podría llegar hasta la parte superior? Se fijó en las estatuas a ambos lados de la piscina. Lanzas, bordillos… parecía todo preparado de antemano para llegar arriba. subió a un saliente, saltó a la primera lanza y se balanceó. Llegó sin problemas a una terraza superior, pero las estatuas estaban al otro lado. Hizo un par de piruetas más y llegó al lugar. Había dos estatuas idénticas, mirándose la una a la otra. “Las gemelas se dieron la espalda”, decía el grabado. Así que las giró hasta ponerlas de espaldas, y en la pared que quedaba entre ellas se dejó ver un nuevo grabado, que decía así: En la Cámara del Saber, legajos en cerúleo, topacio, glauco y carmesí revelan en orden sus arcanos Ese parecía más complicado. La Cámara del Saber debía ser la biblioteca. La palabra legajos podía referirse a libros. Siguiendo esa teoría, debería buscar en la biblioteca un libro azul, uno amarillo, otro verde y otro rojo, y accionarlos en ese orden. ¿Accionar libros? Qué extraño, pensó. Miró al cielo. La luna había descendido, y su reloj de pulsera marcaba las dos menos cuarto. Debía darse prisa, alguien podría despertarse para hacer de vientre. Cuando llegó a la biblioteca, se encontró con la grata sorpresa de que había cuatro libros que sobresalían en las estanterías, de los cuatro colores que ella necesitaba. Los metió en su sitio por el orden establecido, y una estantería se movió, dejando a la vista otro grabado. Sobre el Hogar, efigie y semblante, rozados fugazmente, agitan a la protectora Sobre el Hogar… Seguramente se refería al vestíbulo. Efigie y semblante eran dos palabras que podían usarse para referirse a un rostro. regresó al vestíbulo, pero sin bajar las escaleras. A cada lado había un rostro de oro sacando la lengua. “Rozados fugazmente”, quizá quería decir que no podía pasar mucho tiempo entre que tocase la una y la otra. Acarició la lengua del que tenía más cerca, y saltando al otro lado, la del otro. Éste giró para mostrar un nuevo grabado. Atenea alzada torna hacia el Sol, y la carga del astro revela el dorado laurel Había llegado el momento decisivo. Una estatua muy hermosa, que representaba a la diosa Atenea, se alzó en el centro del vestíbulo, y un pulsador con el Sol marcado en él se activó junto a las escaleras. Entonces sólo le quedaba rezar porque Lara Croft no hubiese descubierto ese detalle, y porque el Maestro estuviese en lo cierto. Descendió junto a la estatua. Si seguía las instrucciones del grabado, es decir, giraba la estatua hacia la ventana y pulsaba, se revelaría el “Dorado Laurel”. Pero no era eso lo que venía a buscar. Leyó con atención las últimas indicaciones de la hoja que le había dado el Maestro. Tomó aire, y giró la estatua de Atenea hasta ponerla de espaldas a la ventana, mirando a la sala acristalada de los ordenadores. Lentamente, se acercó al pulsador del Sol, y lo accionó. Y ocurrió lo que el Maestro había previsto. Si lo accionaba con la estatua mirando al Sol, Atenea bajaba y el dorado laurel subía. Al hacerlo a la inversa, la estatua de Atenea ascendió hasta rozar el techo con la punta de su lanza, y en el lugar donde tendría que alzarse un pilar con el escudo de oro, se abrió un hueco en el suelo. Tomó aire nuevamente. Había llegado el momento crucial, un momento histórico. Al fin lo tendría en sus manos. Se dejó caer por el hueco, que no era demasiado profundo (sí lo suficiente para que cupiese ella de pie). A la misma altura de sus ojos había un hueco en el muro, donde descansaba un objeto muy valioso. Mucho más que el Emblema de Oro, que la espada Excalibur o que el cayado de Viracocha. Alargó el brazo, y al tomarlo entre sus dedos, sintió su tremendo poder. Lo extrajo y lo contempló con sus propios ojos. Era una llave. Pero no una llave cualquiera. Era más grande que la palma de su mano, tanto en alto como en ancho. Estaba tallada en oro con detalles tallados en cerúleo, topacio, glauco y carmesí. Emitía un extraño brillo, que no sabía por qué, pero le resultaba siniestro. Pero era tan hermosa… Tanto, que incluso sintió la tentación de tomarla para sí y no entregarla al Maestro, pero lo descartó de inmediato, pues el castigo por ello sería la muerte. Guardó la Llave del Equilibrio en el fondo de la mochila, se agarró al borde del agujero y saltó al vestíbulo. Automáticamente, el agujero quedó oculto de nuevo, y la estatua de Atenea se hundió para desaparecer de nuevo. Sonrió por última vez, y se dirigió hacia la puerta de salida. - ¡Alister! Oh, Dios… ¡ALISTER! ¡Maldición! Era la voz de Lara. Abrió la mochila, sacó el pasamontañas y se cubrió el rostro, acto seguido corrió y agarró el pomo de la puerta. - ¡No huyas! Volvió la mirada. Lara bajaba las escaleras, en camisón, con las dos pistolas en las manos, apuntándole directamente. Abrió la puerta de golpe y salió rodando. Lara disparó en ese momento y agujereó la puerta. Corrió hacia la verja. Maldijo por lo bajo. ¿Cómo iba a salir? Estaba muy alto. La puerta de la mansión volvió a abrirse, y Lara salió a su encuentro. Su rostro denotaba una furia que no la hacía parecer ella misma. - ¡Me las pagarás por matar a Alister! Echó a correr, y Lara la siguió. En la parte trasera había un árbol, lo suficientemente cerca del muro exterior como para poder saltar a la calle y huir. Aceleró mientras zigzagueaba para esquivar los disparos de su perseguidora, saltó al tronco del árbol y trepó. Lara no la imitó, sino que permaneció en tierra firme, disparando sin cesar. Conseguía esquivar las balas a duras penas. Cuando llegó a la punta de la rama que más fácil se lo ponía para saltar, se volvió hacia ella y dijo: - Lo siento, Lara. Lara sonrió con amargura, y aprovechó el momento. Dos disparos. Los dos acertaron, uno en cada hombro. Se tambaleó, a punto de caer de la rama. Se agarró, y el dolor de los hombros se intensificó. Sentía como la sangre se derramaba por sus brazos. Escupió, y sin usar los brazos, saltó al otro lado, cayendo sobre un contenedor de basura. Lara guardó las pistolas y regresó con lentitud a la mansión, con los ojos humedecidos y la mente corrompida por la rabia. Cuando entró, se encontró con Zip y Winston, que bajaban el cadáver. Lara miró directamente a los ojos cerrados de Alister, a su rostro empalidecido. - Juro… sobre los cimientos de mi casa… que el autor de este crimen me las va a pagar muy caras. ¡Lo juro!
  10. ¡Perdon por la tardanza! Os traigo al fin el cap15. Capítulo 15 Hagrid y Grawp Harry y Hermione, en la Saeta de Fuego, volaban a lo largo de la noche bajo el manto de estrellas. Iban cubiertos con la capa invisible, y se dirigían hacia Hogwarts. Antes de empezar una búsqueda que podía ser la última, Harry pensaba visitar a Hagrid y hacerle saber lo que iba a hacer. Porque Hagrid era su gran amigo, la primera persona de confianza con la que había vivido tras su vida infantil en el hogar de los Dursley. La Madriguera se encontraba lejos del lugar, pues tendrían que sobrevolar la vía del Expreso de Hogwarts para conocer el camino, que no era corto. Tardaban bastante, y Harry notaba que sus manos estaban entumecidas y que cada vez le costaba más mantenerlas bien agarradas al mango de la escoba, que estaba helado. Además, a causa de la velocidad la capa no paraba de golpearle la cara a causa del viento, y tenía la sensación de que saldría volando de un momento a otro y quedarían descubiertos bajo la luz de la luna. Pero llegaron a la estación sin ningún otro inconveniente. Harry tenía pensado continuar volando hasta la cabaña de Hagrid, pero un débil grito de Hermione le hizo mirar abajo. Y al ver lo que vio, descendió y los dos bajaron de la escoba. Estaban en Hogsmeade. O, al menos, en lo que alguna vez había sido el pueblo mágico al que viajaban de excursión en Hogwarts algunos fines de semana. Pero aquello no se parecía nada. Todas las casas estaban hechas ruinas, y los árboles estaban grises y secos. El ambiente era pesado y oscuro, y desde allí se podía ver una reluciente Marca Tenebrosa que se alzaba sobre el irreconocible y oscuro castillo. Harry sacó la varita y la mantuvo en alto mientras avanzaba con cautela entre las ruinas del pueblo. Cuando llegó a una de las ruinas más cercanas al camino que llevaba hacia el castillo, algo crujió bajo sus pies, y al mirar al suelo, Harry vio que había pisado y partido en dos un cartel de madera lleno de astillas desprendidas. Decía claramente: "Las Tres Escobas" Harry apretó los dientes, hizo una señal a Hermione, y cubriéndose de nuevo con la Capa Invisible, echaron a andar hacia los terrenos de Hogwarts, de un castillo que no volvería a ser el mismo. A causa del frío y de lo apretados que tenían que estar para caber en la capa invisible, tardaron algo más de una hora en llegar a las vallas, que estaban firmemente cerradas. Harry alzó la varita y murmuró: - Alohomora Para su asombro, el candado cedió al hechizo, y con un alarmante chirrido, las puertas de entrada a los terrenos de Hogwarts se abrieron. Harry tomó aire, y con Hermione a su lado, entró en los terrenos. A medida que avanzaban, Harry se sentía cada vez más inquieto. No se sentía nada bien. Los terrenos estaban oscuros, y la hierba y los árboles, muertos. Además, estar cerca de un lugar tan maldito como lo estaba Hogwarts le producía escalofríos, y dado que aquel era el escondite de lord Voldemort, le ardía la cicatriz. No recordaba haber tenido nunca tantas sensaciones negativas a la vez, y aligeró el paso, intentando liberarse de ellas. Cuando cruzaron los terrenos, sintió una punzada en el estómago. La cabaña de Hagrid estaba a oscuras, la puerta estaba abierta, y todo estaba en silencio. Harry salió de la capa, e ignorando las súplicas de su amiga, echó a correr hacia la cabaña, y entró en ella. Estaba muy oscura. - Lumos. Harry echó un vistazo alrededor, inquieto. No había señales de Hagrid, pero todo estaba patas arriba. El enorme sillón estaba tumbado sobre los restos de la mesa, y los platos y tazas donde Hagrid solía servirles el té estaban echos añicos. Además, en una esquina, yacía Fang, el perro de Hagrid, con los ojos en blanco. Harry apretó más los dientes, y salió de la cabaña con prisas. Hermione le esperaba fuera, inquieta, mirando alrededor, con la capa invisible en la mano. Harry se encaminó hacia ella cuando, de pronto, sonó una explosión en el Bosque Prohibido, y los árboles lejanos comenzaron a arder. Harry y Hermione intercambiaron miradas inquietas, y echaron a correr hacia el bosque. Hermione había dejado caer la capa, y Harry había dejado la escoba en la cabaña de Hagrid. Pero no lo recordaban, ni les importaba. Se internaron en la oscuridad del bosque, en dirección hacia las llamas que se veían entre los árboles. Iban deprisa, esquivando como podían los gruesos troncos, hasta que chocaron contra algo enorme, y cayeron al suelo. - ¡Hermy! ¡Hagy! Harry se levantó de un salto y contempló el enorme ser que se alzaba ante él. Era Grawp, el hermano de Hagrid. Tenía la cara llena de cortes y quemaduras, y la ropa estaba rasgada. - ¡Hagy! ¡Hagid escapa malos! Harry asintió, creyendo comprenderle. Ayudó a Hermione a levantarse, dirigió una última mirada al gigante, y continuó corriendo. No tardaron demasiado en llegar al lugar del incendio. Varios árboles ardían y caían quemando otros. Si seguían así, el bosque entero acabaría hecho cenizas. - ¡Aqua Eructo! Comenzaron a apagar llamas, pero había demasiado fuego, y se extendía a mayor velocidad de la que ellos podían apagarlo. Entonces, algo golpeó a Harry en la espalda, haciéndolo caer a pocos centímetros de un tronco caído ardiente. Volvió a levantarse, pero Hermione se lanzó contra él, los dos cayeron y rodaron. Hermione se incorporó y apuntó a Harry con la varita. Harry la miró a los ojos, sin comprender, y al hacer eso, entendió. Su amiga tenía los ojos en blanco, como suele tenerlos quien actúa bajo la maldición Imperius. Harry la cogió de los hombros y la agitó con fuerza, intentando hacerla reaccionar. - ¡No me dejas más remedio! ¡Desmaius! Hermione cayó al suelo, inconsciente. Entonces alguien rió, y Harry se volvió. Allí estaba. Un hombre vestido con una larga túnica de color oscuro, de cabello largo y canoso. Lucius Malfoy. - ¡Muy bien, Potter! ¡Ahora estás solo! - No, no lo está. Harry giró de nuevo. A su lado estaba un individuo encapuchado, por lo que no podía ver quien era. El extraño agitó la varita, y Lucius Malfoy saltó por los aires. Luego, se volvió hacia Harry. - Tenemos poco tiempo, Potter. He logrado levantar la protección un rato, pero no es nada fácil, así que tenemos que irnos. Harry asintió. No sabía quien era, pero era la única persona en la que parecía poder confiar en aquel momento. El individuo tocó a Harry y a Hermione a la vez con las manos protegidas por guantes de goma, y se desapareció de allí con ellos.
  11. Sigo... Este cap es un poco pequeño, pero es porque no he tenido mucho tiempo. Capítulo 4 La Leyenda del Fin Assher caminó sin prisa pero sin pausa por el infinito llano de roca rojiza, bajo aquel eterno cielo blanco, tan muerto como el mundo que reposaba bajo él. Apenas se movió cuando un shek se acercó, siseando. <<Nos estamos impacientando. Este mundo no es como nuestro Dios nos prometió. Nos ha engañado.>> Assher no respondió. Ladeó la cabeza, y se alejó del shek. Era la sexta vez que alguno de ellos se le acercaba, todos le decían lo mismo. Ni él mismo entendía lo que ocurría. Había usado el poder que corría por sus venas desde su vuelta a la vida durante la batalla de los Siete. Había abandonado el plano material, y había intentado dar algo de vida a aquel mundo. Pero entonces, de repente, poco después de alejarse de aquel shek, un recuerdo sobrevoló su mente. Un recuerdo perdido. Tiempo atrás, en los principios su existencia como Ashran, como líder de los sheks desde la torre de Drackwen, algo había ocurrido. Algo que ningún mortal había sabido, y que él había descubierto por casualidad al perderse en el plano divino. Eran ellos, los Seis. Cansados de su búsqueda del Séptimo sin resultados, comenzaron a discutir. Las Tres Diosas le echaban la culpa a Los Tres, y viceversa. La discusión fue tal que los Seis se dividieron en Los Tres y Las Tres. Los Tres (Yohavir, Aldun y Karevan) se quedaron en Idhún, y Las Tres (Wina, Neliam e Irial) se marcharon y fueron a un mundo nuevo, un mundo que aún estaba naciendo, pero que se había quedado atascado en su creación, quizá por la marcha del dios o los dioses que lo hubiesen creado en un principio. Las Tres se apropiaron de aquel mundo, y comenzaron a crearlo. Irial creó las estrellas que iluminaron el oscuro cielo, Neliam rodeó las tierras de agua, y aprovechando los ríos, Wina creó la vida. Pero sin los seis elementos, aquel mundo no podía vivir por completo, porque las plantas necesitan del viento para germinar, y Yohavir no estaba allí. Porque necesitan de la luz de los soles para crear sus alimentos, y no estaba Aldun. Porque los cimientos de la tierra necesitan de las fuerzas internas, de los terremotos, para renovarse y vivir. Por eso Las Tres comprendieron que Los Seis debían estar unidos, y el mismo día de la caída de Ashran, regresaron a Idhún, dejando muerto aquel lugar. Assher lo comprendió. Un minúsculo error. La brecha material que habían abierto Las Tres entre Idhún y aquel mundo estaba en el mismo lugar donde él había abierto la suya. No había dado a los sheks un mundo nuevo. Les había llevado a un mundo muerto, un mundo abandonado por los dioses. Ogadhún, el mundo negro, el mundo de la sombra. Victoria y Jack entraron a la vez a la biblioteca de Limbhad. Allí estaba Kirtash. Sus ojos relucían, sonreía, y miraba con atención una página de un libro muy grueso. sin apenas desviar la mirada hacia ellos, les habló. - Lo he encontrado. - ¿El qué? -replicó Jack mientras él y Victoria tomaban asiento. - La primera profecía. La primera leyenda que habla del fin. En otras palabras... El Juicio de Idhún. Se volvió hacia ellos, y sosteniendo el libro con firmeza, les leyó lo que había encontrado. Antes que los Soles y las Lunas, antes que el Primer Mundo, antes incluso que el mundo de la sombra, Idhún caerá. La sombra huirá a su propio mundo, un mundo ya creado y destruido por el tiempo y el abandono divino. Idhún caerá. Cuando los Soles abracen a las Lunas, cuando el mundo de los vivos y el mundo de la sombra sean uno, Idhún caerá. La sombra abandonará su mundo, volverá al encuentro de los muertos. La fuerza divina de la creación acabará con la serpiente, y el golpe del divino material y el material divino unidos en uno, borrará la sombra del mundo de los vivos. La muerte de la sombra será también muerte de Idhún, a menos que la serpiente sin sombra interfiera en las divinidades y caiga en el lugar de la sombra. Idhún caerá. Cuando terminó, nadie habló. Jack y Victoria estaban a la vez asustados, intrigados, emocionados y sumidos en sus propios pensamientos. Kirtash dejó el libro sobre la mesa, un libro con tres soles y tres lunas pintados en la portada. Jack fue el primero en levantarse, y en hablar. - Tenemos que volver a Idhún -dijo. Los otros dos asintieron, y corrieron a la sala del Alma. Una vez allí se tomaron de la mano, y pidieron al Alma regresar a Idhún.
  12. ¡Ya voy ya voy! XD, es que no pude venir a conectarme. Bueno... Pues ahí sigo. Capítulo 3 Huzlaris La joven avanzó sonriente por el bosque. Sabía que no podía encontrarlo allí, que él ya no estaba en Idhún. Pero ella iba a esperarle, de todas formas. Él era importante para su plan. No le quedaría más remedio que ordenárselo, utilizando, si fuese necesario, los medios de convicción de las feéricas. Dio un rodeo y entró en su árbol. Era muy hermoso, pero estaba vacío, casi tan vacío como el lugar del que ella procedía. Sólo había una cama de hojas, una mesa de madera y un par de cojines de hojas muertas. Pero ella no necesitaba nada más. Sólo le necesitaba a él. Nunca había amado a nadie, pero aquella parecía la ocasión ideal para probar la experiencia. Para entregar su cuerpo y su alma a alguien. A él. Sonrió. Si su plan salía como ella esperaba, habría cumplido su parte. Si él regresaba a Idhún, y acudía a su encuentro, ella habría cumplido su parte. Y cuando sus hermanos cumpliesen sus respectivas partes, cada uno la suya, estarían muy cerca de conseguir su objetivo. Aún más feliz, salió de su árbol y echó a andar, de nuevo, por el bosque de Awa. Victoria suspiró. No llevaban mucho tiempo en la Tierra. Habían regresado a la que una vez fue la mansión de su abuela, que había resultado ser una féerica del bosque de Awa, y que se había sacrificado para destruir a todos los sheks posibles en una batalla de Idhún. Habían visitado, con Jack, el usshak de Kirtash. Habían visitado la casa de Jack. Donde éste, años atrás, había encontrado a sus padres muertos, y había descubierto a sus asesinos, Kirtash y Elrion. Y días más tarde, Kirtash les había dicho que Shizuko tenía algo que contarles, a los tres. Y fueron hacia allá, a esperarla al faro Otawa. Pero, después de oír el relato de Shizuko acerca de Shiskatchegg, habían tomado una decisión. Volverían a Idhún. Kirtash sabía lo que el relato significaba. Y tenía sospechas de lo que podía pasar. Tenía el presentimiento de que, "gracias" a Covan, el sucesor de Alsan en el trono de Vanissar, el odio hacia él, hacia Kirtash, había vuelto a despertar en Gaedalu. Y se estremeció. Sentía pánico, por aquella roca negra, sacada del Reino Oceánico por Gaedalu. La Roca Maldita que, de no ser por Victoria, le habría matado. Apartó esos pensamientos de su mente. Habían regresado a Limbhad, y pronto pedirían al Alma que les llevase de regreso a Idhún. Hasta que ese momento llegase, Kirtash se pasaba el tiempo en la biblioteca de aquel pequeño y nocturno mundo intermedio. Ni Jack ni Victoria sabían lo que buscaba, pero no le molestaban. Además, tenían que cuidar de Erik y Eva. Los dos pequeños eran como los dos polos de un imán, al igual que Jack y Christian. Erik, como decía Christian, apestaba a dragón. Lloraba cuando le tocaba, y se sentía a gusto con Jack. La pequeña Eva, en cambio, tenía los ojos azules y fríos, como los de Christian. A Jack no le acababan de gustar, pero sentía hacia ella casi tanto cariño como por Erik. Y ella actuaba al revés: se sentía a gusto con Christian y lloraba, a veces, cuando Jack la tocaba. - Nada, en este tampoco -murmuró Christian, dejando otro grueso libro sobre el montón desordenado de la mesa. Buscaba algo demasiado importante como para que no estuviera escrito en ningún libro. Pero no lo encontraba en ninguna parte. - Serpiente -dijo Jack, que acababa de entrar-, Vic dice que te dés prisa. Tenemos que irnos a Idhún... cuanto antes. Kirtash se volvió hacia él. Su rostro estaba marcado por el cansancio. - No -respondió, con su tono impasible-. No pienso irme hasta que no encuentre lo que busco. Iros vosotros si queréis. Jack no respondió. Salió de la biblioteca en silencio. Como si no hubiese pasado nada, Kirtash siguió vaciando las estanterías. - ¡Vamos, más rápido! Ydeon ya estaba cansado de oír aquello. Estaba cansado de las órdenes, del extraño, del trabajo sin descanso. Pero ya estaba acabando de dar forma a la espada. La cuestión era, ¿cómo haría que aquella espada fuese mágica? Al extraño no parecía importarle. Pero era un ser muy extraño, pensó Ydeon. Llevaba allí, mirándole, desde que había llegado, hacía más de una semana. No había comido, ni dormido. No mostraba señales de hambre, sed, sueño o cansancio. - ¡Continúa! Ydeon se apartó de los pensamientos y continuó su trabajo. Y por fin... - ¡Ya está! -dijo, agotado, limpiándose el sudor de la frente. El extraño se acercó, y tomó la espada con las dos manos. No se quemó, o al menos, no lo dio a entender. - Has hecho un buen trabajo, Ydeon, forjador de espadas -le dijo. Y era cierto. Era una espada muy bella, con la empuñadura muy bien adornada con todo tipo de formas y joyas. Y el filo era mortal, más que el de ninguna otra. - Pero... -comenzó Ydeon- Para que se convierta en una espada mágica... El extraño le hizo callar con un gesto de la mano. Entonces respiró profundamente, y comenzó a llenar la espada con su energía. Le transmitió tal cantidad que el filo comenzó a relucir con un brillo que Ydeon no pudo soportar, la caverna se iluminó como si uno de los soles hubiese entrado en ella, y las paredes temblando, haciendo caer algunas rocas y crujiendo el techo. Ydeon se apartó a una esquina, asustado. No quería que pasase lo mismo que aquella vez, cuando el paso de un dios, el dios de los gigantes, su dios, echó su cueva abajo. Pero el extraño no paraba. La espada vibraba de una manera exagerada, parecía que fuese a hacerse pedazos de un momento a otro. Y lo mismo sucedía con la cueva. Comenzó a temblar más y más, como si se tratase de un terremoto. Ah, no. Aquello era demasiado, pensó Ydeon. Había obedecido casi de forma inconsciente las órdenes de un extraño. Había pasado dos semanas forjando una espada para él. ¿Y cómo se lo agradecía? ¡Destruyendo su cueva! Ydeon no podía más. Se abalanzó sobre el extraño, con los puños cerrados, preparado para asestarle un buen golpe, partirle los huesos, desahogarse. Había llegado al extremo. La paciencia de Ydeon se había agotado. Y cuando las paredes de la cueva temblaban más que nunca, cuando la cueva estaba poco menos iluminada que el reino de Vanissar durante la visita de la diosa Irial, lanzó su golpe contra el extraño, que seguía emanando energía a la espada. Pero el golpe pareció rebotar, y cuando sus inmensos puños alcanzaron la espalda del extraño, Ydeon recibió en el pecho el golpe de una energía tan inmensa que le hizo volar hacia atrás. Ydeon chocó contra el techo de su cueva y cayó al suelo. El golpe hizo temblar la cueva aún más, y una parte del techo se desprendió y cayó sobre Ydeon, arrebatándole la vida. Apenas unos instantes después, el extraño terminó de transmitir energía a la espada, cuya hoja brillaba como ninguna otra. Lanzó una estocada contra el suelo. La cueva tembló, y donde había dado el golpe, la roca se resquebrajó, y abrió una profunda fosa. - Sencillamente perfecta -dijo, eufórico-. Huzlaris, la Espada del Juicio. Con una sonrisa de oreja a oreja, abandonó la cueva, ignorando el cadáver que había quedado sepultado bajo las rocas de su propia cueva.
  13. saludos desde méxico. a mi tambien me gustan los libros de Harry potter ! espero que estes bien bye.

  14. Bueno, no habría podido responder mejor, R.A.B. Y es un honor seguir con el fic... ¡Si quien lo lee es la mismísima diosa que desintegró el cuerpo de Gerde! Bueno, que sigo. Capítulo 2 El Ojo de la Serpiente Aunque la luz del faro dibujase tres siluetas, en realidad allí estaban cinco personas. Sólo reconoció a una de ellas. Se trataba de un joven alto, con los cabellos y el traje negros, los ojos azules, fríos y profundos. - Kirtash... -alcanzó a decir Shizuko. Entonces todos salieron a su encuentro. Había otro joven, también bastante atractivo, pero que no le gustaba, como si su mente le obligase a odiarle. Además, emitía un calor inusual. Shizuko creyó saber de quién se trataba. - Tú eres... Yandrak, el último dragón. El joven asintió. Shizuko se fijó en el bebé que llevaba en brazos, que también apestaba a dragón. Y después clavó la mirada en la chica. Era muy guapa, morena, delgada y alta, aunque no tan alta como Kirtash y Jack. También llevaba en brazos un bebé, aunque se trataba de una niña. No había olvidado el rostro de aquella joven mujer. Tiempo atrás, cuando Kirtash había conseguido abrir un espejo a Idhún con el que comunicarse con Gerde, aquella joven había ido allí, había plantado cara a Gerde, al Séptimo. Se trataba de Victoria, de Lunnaris, el último unicornio de Idhún. Kirtash avanzó hacia Shizuko y clavó en ella sus profundos ojos azules. Ella apartó la mirada, pero sonrió, y le miró de nuevo. - Me alegro de verte. Lo que no entiendo es... - Ziessel -cortó Kirtash-, yo también, pero... No hay nada que explicar. Ellos son Jack y Victoria, o Yandrak y Lunnaris. Y los pequeños son Erik y Eva. Hemos venido aquí porque hay algo importante que tú sabes, y que nosotros desconocemos. Algo que puede ser crucial para nuestra existencia, incluso para los dos mundos, Idhún y la Tierra. Habría venido solo, pero nos incumbe a todos. Shizuko no habló. No soportaba el olor a dragón, y se sentía extrañada, porque hacía mucho tiempo que nadie la llamaba por su nombre de shek. Lanzó una mirada inquisitiva a Kirtash. - Hay algo que no le he contado a nadie -dijo Kirtash-, algo que no conoce nadie más que yo y el Séptimo. No he querido contárselo a nadie hasta llegado el momento. Hasta este momento. - Dispara -dijo Jack. - Hace tiempo, unos meses antes de la batalla de los Siete en Idhún, Gerde me contó algo que me hizo replantearme si hice bien en darle a Victoria lo que lleva en el dedo. Victoria acarició levemente a Shiskatchegg. Shizuko se fijó en él, y el pánico se dibujó repentinamente en su rostro, como si acabase de recordar algo espantoso. - Me dijo -continuó Christian- que el Ojo de la Serpiente, Shiskatchegg, no es simplemente un anillo con el que pueda establecer con otra persona una conexión permanente. Es mucho más poderoso... Y oscuro. Y me dijo una cosa más: que tú conoces todos los secretos del Ojo de la Serpiente -clavó en Shizuko una mirada fría y penetrante-. Para eso hemos venido aquí. Para que nos reveles el secreto de Shiskatchegg. Shizuko sintió que un escalofrío recorría todo su frágil cuerpo humano. Había vivido mucho tiempo, tanto en Idhún como en la Tierra. Había visto en más de una ocasión el anillo en el dedo de Victoria. Pero nunca había recordado aquello que le contó Ashran casi veinte años atrás. - Está bien -respondió finalmente-, pero sugiero que vayamos a otro lugar. Aquí hace frío, y además estoy hambrienta. Jack y Victoria asintieron. Christian clavó en Shizuko una mirada confusa. Era la primera vez que oía a un shek, o a alguien con alma de shek, decir algo tan humano. Parecía que, al fin, Ziessel se estaba acostumbrando a su nueva vida. - Tienes que terminarla cuanto antes -dijo la voz. - ¡Ya lo sé! Necesito más tiempo -exclamó Ydeon, sudoroso. Llevaba más de una semana trabajando sin descanso. Y no sabía por qué aquel extraño ejercía tal poder sobre él. Ydeon había regresado a Nanhai tiempo después de la desaparición de los terremotos, las inundaciones y los huracanes. Y había abierto una nueva cueva donde volver a trabajar como forjador de espadas. Pero apenas dos días después de su regreso a Nanhai, había llegado a su cueva aquel extraño. Era un individuo alto, fornido, vestido con ropas de montañero y con el rostro cubierto por la capucha de la capa negra que llevaba. Había algo extraño en aquel personaje. Ydeon no sabía por qué, pero se sentía obligado a obeder las órdenes que le daba. Y nada más llegar le había ordenado forjar una espada mágica, más poderosa que ninguna de las que hubiese forjado jamás. Desde aquel día había trabajado en ella sin descanso, bajo la atenta mirada del extraño. No le dejaba parar, nada más que para comer. No le dejaba dormir. Ydeon no quería obedecer a un desconocido, pero se sentía obligado, y estaba seguro de que no había utilizado la magia contra él. Necesitaba más tiempo... Pero el estraño no quería esperar, y su voz sonaba cada vez más amenazadora, haciendo temblar las paredes de la cueva. Eligieron un restaurante elegante y discreto, para poder hablar sin ser escuchados. Pidieron algo para comer, y cuando el camarero les dejó los platos en la mesa y se marchó, Shizuko comenzó su relato. - Hace poco menos de veinte años, cuando vosotros dos -miró brevemente a Jack y a Victoria- aún no conocías Idhún, y yo aún tenía un hermoso cuerpo de shek -sus ojos emitieron un destello de añoranza-, mi señor Ashran me convocó. Hacía poco tiempo que había realizado la mortífera conjunción astral, eliminando de golpe a todos los dragones y unicornios de Idhún. Bueno, a casi todos. Pero, como iba diciendo, me llamó a su presencia, en la torre de Drackwen. Quería contarme algo importante. Me dijo que era una información muy valiosa que podría salvar más de un mundo en el futuro. - ¿Podrías decirnos lo que te contó? -preguntó Jack. - A eso voy -respondió Shizuko-. Me habló del Ojo de la Serpiente. Una joya que se remonta a los primeros tiempos de Idhún, a los primeros años de vida de los sheks. En concreto, a Haiass, el primer sheck de Idhún -Christian sonrió levemente, acariciando la empuñadura de su gélida espada-. Es sólo una leyenda, pero por lo que me has contado, Kirtash, la mayoría de las leyendas de Idhún parecen haberse cumplido. Bien. Se dice que el Séptimo dio forma primero a un solo shek, al único, al primero. Porque al contrario que los Seis, él amaba a sus criaturas. Él, que nació de la maldad de los Seis, amaba a sus criaturas más que ellos a los sangrecaliente. Así que creó primero a Haiass. Era una simple prueba: hacer bien al primero y hacerlos a todos así, generación tras generación. Y no se equivocó: Haiass fue el shek más hermoso y poderoso que voló nunca por los cielos de Idhún. Medía el doble que cualquier otro shek, sus ojos eran relucientes como el cristal a la luz de los tres soles, y emanaba un aliento tan gélido que cualquiera que lo respirase podría morir congelado. El Séptimo estaba contento con su creación, así que trajo al mundo toda una generación de sheks, una civilización nueva que pudiese convivir con el resto, con las criaturas de los Seis. Pero no fue tan sencillo. En cuanto se dieron cuenta de que el Séptimo había escapado de su prisión, de que había regresado a Idhún y de que había creado una nueva raza, no respondieron a nada más que al odio. Comenzaron a llenar las mentes de los sangrecaliente con historias sobre la maldad de las serpientes, a ordenarles incluso que mataran a todo shek o szish que encontrasen. Pero no era suficiente. Quizá pudiesen acabar con alguna horda de szish, pero los sheks eran demasiado poderosos para los humanos, los celestes, los féericos y demás. Así que los Seis crearon a los dragones, criaturas perfectas: reptiles voladores, como los sheks, pero más corpulentos y fuertes, con cuernos y garras capaces de desgarrar de un golpe el cuerpo y las alas de un shek, y con capacidad de inmunizarse ante el veneno de los sheks. Y lo más importante de todo: los Seis les habían dotado con el odio innato, con el odio instintivo. Así, todos los dragones que viviesen jamás estarían cegados por el odio hacia los sheks, y disfrutarían matándolos y desgarrándolos, y exhalando sus llamaradas sobre ellos. - Nunca había oído algo así -comentó Victoria, cubriéndose la boca con la mano. - Déjala terminar, Vic -dijo Jack. - Al ver esto -prosiguió Shizuko-, el Séptimo tomó una decisión. Quería que sus criaturas fuesen libres, pero tampoco quería que cayesen ante el instinto asesino que el odio había despertado en los dragones. Así que les dotó a los sheks con el mismo sentimiento: un odio extremo que haría que los sheks se defendieran de los dragones como ellos les atacaban. Y así empezó todo, el odio instintivo entre sheks y dragones que ha terminado con la casi completa desaparición de unos y el exilio de otros. Shizuko interrumpió un momento el relato para comer un poco, y los otros tres le imitaron. - Lo que no entiendo -dijo Jack- es qué tiene que ver esto con Shiskatchegg. - Tiene mucho que ver, créeme -respondió Shizuko, con una mirada sombría-. Prosigo, entonces. Veréis, poco tiempo después de la creación de los dragones y los sheks, estalló la primera gran batalla entre las dos razas. La llamaron la Batalla de Awinor. Se dice que, por aquel entonces, Awinor era un frondoso bosque lleno de vida, y no un inmenso desierto, como lo conocemos ahora. Y al terminar esa batalla, gran parte del bosque quedó destruida, y Haiass, el primer shek, fue el único de todos los de su raza que quedó de una pieza. Pero contempló todos los daños que los dragones habían causado a los sheks, y decidió hacérselo pagar. Con el corazón inundado por un odio más poderoso que el que el Séptimo introdujo en él, se arrancó un ojo, y bajo la gracia del Séptimo, lo inundó con un terrible poder de destrucción, y lo lanzó contra el bosque. En cuanto el Ojo de Haiass tocó el suelo, el bosque de Awinor estalló, consumiendo a todos los dragones que quedaban allí, y transformándolo en un desierto muerto. Pero el ojo quedó intacto. Y como Haiass quería que ese poder pudiese utilizarse en el futuro, para bien o para mal, antes de morir hizo dos cosas. Primero, exhaló su gélido aliento en una Roca Perpetua, para que su aura quedase allí y pudiese ser utilizada. Y el ojo que se había arrancado mandó que lo redujeran y forjaran con él un anillo al que llamó Shiskatchegg, el Ojo de la Serpiente. El anillo en cuestión tenía el poder de controlar la mente de quien lo llevase puesto, de la misma manera que si estuviese mirando a un shek a los ojos. Y con la Roca Perpetua se hizo lo que él deseaba: hace apenas unos años, el forjado de espadas Ydeon de Nanhai usó el aura de esa roca para forjar la espada con el mismo nombre. Y sólo el portador de la espada de Haiass, su auténtico heredero, tendrá poder para controlar el anillo, y usarlo como más le plazca. Pero, si un sangrecaliente recibe el Ojo de la Serpiente sin el consentimiento del heredero, y adorna su dedo con él, el Ojo de Haiass se desprenderá del anillo, él mismo resurgirá, y sucumbirá el Juicio de Idhún con el poder de los Dos. Terminado el relato, reinó el silencio entre los cuatro. Kirtash tenía la mirada perdida, ataba cabos en su mente. Victoria miraba con temor el anillo que llevaba en el dedo, el mismo de la historia. Jack no había apartado la mirada de los ojos de Shizuko. Y entonces, al mismo tiempo, los tres se dieron cuenta de lo que podría suceder. Del error que cometería Covan de Vanissar si seguía los pasos de Alsan. No quedaba más remedio. Tenían que regresar. Volver a Idhún.
  15. Lo primero que tengo que decir es que si tú, ese o esa que está mirando esto, no se ha leído nada de MEMORIAS DE IDHÚN, no te molestes en leerlo, no vas a entender mucho. Y si estás en proceso de lectura de MEMORIAS DE IDHÚN, tampoco te lo aconsejo, porque te enterarás de cosas que pasaron al final de PANTEÓN. Y bueno, en definitiva, SPOILER. Bueno, os traigo una cosa que escribí. Como me quedé picada por como dejó las cosas Laura Gallego al final de Panteón, me he puesto a escribir yo una... continuación del final. Será relativamente corta, o al menos, los capítulos son cortos, y la acción va deprisa. No lo alargaré demasiado, no llegaréis ni por asomo a leer tanto como en los libros de la trilogía. Espero que os guste. Capítulo 1 Nuevo mundo Assher entornó los ojos. Ante él, un gran número de shecks y szish se movían sin control por un extenso llano de piedra rojiza, seca. No se veía nada más, en ninguna parte. Un sheck se acercó al joven szish. Se trataba de Eissesh. <<¿Dónde está Gerde?>>, preguntó el sheck, algo confuso y malhumorado. - Gerde ya no esstá. No pudo ressisstir al ataque de loss diossess. Pero ella ya no ess Él. Él soy yo. Eissesh clavó en el szish una mirada intimidatoria, pero él mismo se sintió intimidado por la profunda mirada del szish. Había en sus ojos una profunda oscuridad, que hacía poco había contemplado en los ojos de Gerde. <<¿Eres el Séptimo?>>. - Assí ess. Para essto fui entrenado por Gerde como szish hechicero. Para essto me eligió, y por esso esstoy aquí en ssu lugar. <<Siento curiosidad por saber lo que pasó ahí fuera>>, comentó Eissesh. - Te lo contaré -dijo Assher-. Cuando cruzasste el portal, los Sseiss continuaron acercándosse. Habían llegado el último dragón y el último unicornio, pero no para luchar contra nossotros. Intentaron pararless loss piess a loss Nuevoss Dragoness. Kirtassh sse unió a elloss, y el rey de Vanissar, aquel al que llaman Alssan y que realizó variass cruzadass contra nossotross, se ocupó de mantener abierta la puerta. Y entoncess... Los diossess llegaron. La luz de Irial alcanzó a Gerde y la dessintegró, y el Sséptimo quedó libre. Entoncess los Sseiss comenzaron a crear una nueva prissión, una ssegunda Roca Maldita de Erea, como la llamaban algunoss, y el Sséptimo comenzó a moversse dessessperado, intentando huir. Tenía que ssalvar a mi dioss, assí que cumplí mi cometido: cogí la esspada de Kirtassh con miss propiass manoss, y me la clavé en el corazón. Cassi en el missmo insstante, recobré la vida, puess el Sséptimo había penetrado en mí. Y atravessé la Puerta, al missmo tiempo que loss Sseis la golpeaban con todo ssu poder, con Alssan de Vanissar en medio. <<Así que los Seis han destruido la Puerta a este mundo, y han dejado vacante de nuevo el trono de Vanissar>>, siseó Eissesh en su mente. - Assí es. Y aquí oss he traído. Esste mundo no ess gran cossa ahora missmo, pero con el tiempo sserá mejor. No ess lo mejor que oss puedo dar, no ess algo de lo que sse pueda esstar orgullosso. Pero no importa, porque aquí esstáis a ssalvo. Eissesh bajó la cabeza y enroscó su largo cuerpo. <<Pero no es suficiente. Nuestro instinto nos dice que matemos dragones. Si vivimos en un mundo sin dragones, sentiremos que nuestra vida está vacía>>. Assher suspiró. - Tranquilo. Todo llegará. No tendréiss que ssufrir demassiado tiempo, ssólo el necessario. Quizá llegue el día en que podamoss regressar a Idhún. Quizá llegue el día en que ssuss habitantess no noss vean a loss ssangrefría como sseress que no merecen vivir. Te asseguro, Eissesh, que esse día llegará, quizá cuando no haya falssoss dragoness ssurcando los cieloss en bussca de nossotross para borrarnoss del mapa con garrass y dientess. Pero hassta entoncess... <<Hasta entonces tendremos que vivir como vivimos en Umadhún>>, terminó Eissesh, y se retiró, dejando a Assher solo, pensativo. El szish caminó un largo rato por el llano. Mirase donde mirase, fuese a donde fuese, todo era llano, un espacio sin relieve de roca roja y maciza, con un cielo blanco que no cambiaba nunca. Un mundo muerto. Assher entrecerró los ojos, y miró alrededor. Todo los sheks y szishs que habían cruzado la Puerta antes del gran golpe de los Seis se movían sin control. Podía leer la desesperanza en sus corazones. Él lo entendía. Les había prometido a sus criaturas un mundo nuevo, un mundo habitable donde huir de la ira de los Seis, donde vivir en paz. Pero les había dado un mundo muerto, un mundo sin vida. Y lo que era peor para ellos: un mundo sin dragones. Él sabía lo que podía hacer. El problema era que, como lo había pasado la última vez, en la conciencia de Gerde, podía llevar a cabo dos planes, y el más complicado y complejo resultaba ser el más tentador. Tenía mucho tiempo para pensarlo. Todo el tiempo del mundo. Pero si pensaba así, acabaría pensando como los Seis. Y él no quería ser como ellos. Él quería ser un dios más cercano, porque, a diferencia que a los Seis, a él le importaban sus criaturas, aunque en un principio las hubiese utilizado como armas de guerra contra los dragones. Pero la culpa no era suya, habían empezado ellos. Lo único que hizo él fue crear una nueva y poderosa raza que pudiera surcar los cielos, no ser dominada por ninguna otra, vivir en paz y libremente. Pero los Seis estaba cegados por el odio hacia el Séptimo, y querían acabar con él y con todas sus creaciones. Para eso crearon a los dragones. Ellos los crearon, directamente, como armas de guerra terrenales, materiales. Les dieron la vida, y al mismo tiempo, el odio. Un odio innato que les obligaba a odiar y matar a los sheks, porque para eso y nada más habían sido creados. Pero en el caso de los sheks era diferente. El Séptimo los había creado como una raza más para habitar en Idhún. Pero los Seis no lo consintieron, y él otorgó el odio instintivo hacia los dragones en sus criaturas para que se defendiesen de ellos con uñas y dientes. Y sin quererlo, los dioses habían convertido a los seres mortales en armas materiales para su batalla eterna. Assher suspiró. El Séptimo dios, que ocupaba el interior de su ser, sentía remordimientos por sus criaturas. Quizá fuese la primera vez que un dios se sentía arrepentido. O quizá fuese un sentimiento del propio Assher, mezclado con las emociones del Séptimo. Pero él, o ellos, las dos esencias que ocupaban el mismo cuerpo, el del szish Assher, no tenían tiempo para sentimientos. Tenía que empezar a hacer ese mundo, a cambiarlo, a adaptarlo a la forma de vida de los sheks. Dar vida... Al nuevo mundo. Al mundo de los sheks. <<Queda uno>> - Lo sé -respondió Covan-. Uno de los pilotos me ha informado de que hace poco se encontró con un shek, poco antes de que mandáramos a los Nuevos Dragones en busca de Jack y Victoria, de Yandrak y Lunnaris. Ese shek se lanzó contra él con los fauces abiertos, pero parece que, cuando descubrió el material del que estaban fabricadas las garras del dragón, decidió escapar. ¿Eso te dice algo? <<Que yo sepa>>, respondió Gaedalu, <<el único sangrefría que la conoce realmente es... ese asesino>>. Covan sonrió. Le había costado trabajo despertar de nuevo el odio hacia Kirtash en el corazón de Gaedalu. Después de hablar con los Seis, había quedado sumida en una gran depresión, en una gran soledad. Incluso había renunciado al puesto de Madre Venerable. Pero Covan había hecho buen trabajo. Había hecho que Gaedalu volviese a sentir hacia Kirtash un odio innato, que fuese capaz nuevamente de cualquier cosa contra él. - Gaedalu, ¿sabes dónde pueden estar ahora esos tres? <<No tengo la más remota idea, alteza. Pero tengo un mal presentimiento. No cabía duda de que se ocultaban allí, en aquel bosque, en Kelesban. O alguien les avisó a tiempo, y han huido a otro escondite... o quizá...>> - ¿Y bien? -dijo Covan, impaciente. <<O quizá... se hayan ido.>> - ¿Ido? ¿A dónde? <<A otro mundo. El mundo a donde se enviaron antaño los espíritus de Yandrak y Lunnaris. El mundo donde crecieron los humanos Jack y Victoria, donde los humanos dominan. Me refiero a la Tierra>>. - ¡Ah, la Tierra! -exclamó Covan con una sonrisa- Sí, recuerdo que Alsan, que en paz descanse, viajó hace unos años allí, a la Tierra. Fue cuando Kirtash estaba en acción. ¿Recuerdas, Gaedalu? Cuando Ashran y los sheks dominaban Idhún, y Kirtash se dedicaba a asesinar a los idhunitas exiliados a la Tierra. Sí, Alsan iba tras él, intentando evitar cuantas más muertes mejor. Salvó a Jack y a Victoria, o a Yandrak y Lunnaris, si lo preferís. Y se los llevó consigo a una especie de mundo intermedio. Sí... Alsan tenía depositada en mí suficiente confianza como para darme a conocer esos detalles. Ese pequeño mundo se llama Limbhad. Está dominado por una esencia inteligente, el Alma... Y si el Alma confía en tí, te lleva a donde quieras. <<Muy interesante>>, comentó Gaedalu, pensativa. <<¿Y cree su alteza que podríamos ir a la Tierra, o a Limbhad? Quizá pudiesemos encontrar a Yandrak y a Lunnaris, y... tal vez... a Kirtash>> - Es posible, es posible... Y puede que la respuesta esté muy cerca. Ese mago, Shail... Viajaba con Alsan a la Tierra. <<Oh, en ese caso podría sernos útil>>, sonrió Gaedalu, clavando una mirada sombría en la ventana. Cruzó la calle despacio, pensativa, entristecida como casi todo el tiempo. Había pasado bastante tiempo desde que Kirtash le dio a entender que Gerde, que su dios, el Séptimo, les había abandonado a su suerte. A ella y a los demás sheks de la Tierra, que tampoco eran muchos. Se abrazó a sí misma para matar un poco el frío, y siguió caminando. Se dirigía hacia el muelle. Quizá fuese una mera intuición, o tal vez un presentimiento, o simplemente su mente, cegada por sus ilusiones, por sus esperanzas. Pero algo en su interior le decía que tenía que ir allí, porque alguien la estaba esperando. Continuó caminando, al tiempo que el frío intensificaba, y comenzaba a nevar. Era la primera vez que el frío le dañaba, le molestaba. Pero era el inconveniente de tener un cuerpo humano. Llegó tiritando al muelle. Era cerca de medianoche, y no había nadie por los alrededores. Pero ella sentía una presencia. No era muy lejana, pero no se encontraba exactamente allí. Shizuko Ishikawa clavó la mirada en el faro, y sintió la presencia más cercana. Avanzó hacia el faro. No podía correr, porque tenía las piernas entumecidas, pero llegó, y al entrar sintió algo extraño. Sintió calor y frío, de forma simultánea, enlazados por una gran sensación de energía, de magia. Era la primera vez que sentía algo así. Intrigada, subió lo más deprisa que pudo las escaleras de caracol del faro, hasta que llegó arriba del todo, junto al foco. Y allí estaban. No había sabido quiénes eran hasta que los vio, pero se sintió como si llevase esperando aquel momento desde hacía mucho tiempo. Allí, al pie del faro, se dibujaban las siluetas de tres personas que llevaban bastante tiempo esperando su llegada.
  16. Capítulo 14 Alta traición Los días siguientes en La Madriguera fueron muy duros. La señora Weasley se pasaba el día llorando, y el resto de la familia no sonreía jamás, e incluso Fred y George acababan soltando lágrimas. Y es que todos echaban de menos a Ron Weasley. Harry, aunque también estaba entristecido -y mucho- por la pérdida de un gran amigo, estaba decidido. Encontraría a lord Voldemort y acabaría con él de una vez por todas. Sus padres, Cedric y Ron habían caído bajo aquella varita tenebrosa, y Sirius y Dumbledore, por sus compañeras. Pero no habría más. No, Voldemort había puesto el dedo en la yaga. Así pues, una semana después de los incidentes en la mansión de Rowena Ravenclaw, nada más despertar, extrañando los ronquidos que solían provenir de la cama que ahora estaba vacía, a su lado, se decidió. Lo tenía todo planeado. Bajaría a desayunar, se despediría de todos. No pensaba permitir a Hermione que le acompañase. No iba a poner en peligro a nadie más. Se marcharía, buscaría donde fuese a R.A.B. y destruiría el guardapelo de Slytherin. Y después iría a Hogwarts. Primero acabaría con Nagini, que según Dumbledore, era el último horrocrux. Y luego... Mataría a Voldemort. Sabía que no iba a ser fácil, que podría ser él quien cayera, pero no le importaba. Nada le importaba ya, salvo rendir cuentas a Voldemort. Lo mataría para vengar a todos los que quería y habían muerto. Y si no, moriría sabiendo que había intentado acabar con el más perverso, sucio y malvado mago que jamás había pisado la Tierra. Estaba decidido a hacer lo que tenía en mente, y a hacerlo solo. Así que se vistió, metió todas sus cosas en el baúl, lo dejó al pie de la cama junto con la jaula de Hedwig y bajó las escaleras. Allí se encontraban Hermione, Fleur, Bill y la señora Weasley. Harry se sentó al lado de Hermione, que le saludó con la mano. Respondió con una débil sonrisa, y cuando la señora Weasley le sirvió el desayuno entre sollozos, se puso a comerlo, decidido a contarles lo que pensaba hacer en cuanto terminase. Aún no había acabado la primera tostada cuando llegó una lechuza con un ejemplar del diario El Profeta. La señora Weasley lo cogió, dejó unas monedas en el saquito que llevaba atado a la pata, y cuando la lechuza emprendió el vuelo, la señora Weasley miró la portada del periódico. Apenas unos segundos después, aún con la mirada clavada en el titular, dejó escapar un grito de felicidad y a la vez de pánico. Fleur rompió una taza del susto, y Hermione, que tenía la boca llena, se mordió la lengua. Temblorosa, y llorando aún más, la señora Weasley dejó El Profeta sobre la mesa, entre Harry y Hermione. Y lo vieron. El por qué del grito de la señora Weasley. en la portada del periódico, en primera plana, aparecía la foto del ministro de magia, Rufus Scrimgeour. Se había arremangado la túnica en el brazo izquierdo, mostrando una calavera negra con lengua de serpiente. Harry se atragantó, y Hermione dejó escapar un gemido. Con la peor de las premoniciones, Harry cogió el periódico y leyó en voz alta. Alta traición contra el mundo mágico Rufus Scrimgeour ha sido acusado de alta traición contra el mundo mágico. Hace apenas unas horas, una auror del Ministerio de Magia, Nymphadora Tonks le sorprendió conduciendo a dos mortífagos sin identificar hacia el Departamento de Misterios. El ministro intentó maldecir a la auror, pero ésta le capturó, y los mortífagos se desaparecieron en el mismo momento en que parte del personal del Ministerio acudía al encuentro de la señorita Tonks, que ha recibido la Orden de Merlín, primera clase, y un puesto en el Wizengamot. Inmediatamente, se le ha retirado el cargo de Ministro de Magia a favor de Arthur Weasley. Asi mismo la varita de Scrimgeour ha sido partida en dos, y se le ha enviado directamente a la prisión de Azkaban, donde aguardará hasta el momento del juicio, que tendrá lugar el próximo jueves. Ese mismo día les informaremos del veredicto dado. Harry dejó caer el periódico sobre la mesa, atónito. El hecho de que Rufus Scrimgeour hubiese resultado ser un mortífago le llamaba la atención, pero no le había impresionado, porque nunca le había parecido especialmente simpático y benevolente con la sociedad mágica. Pero lo que sí le impresionaba era el hecho de que el señor Weasley hubiese sido nombrado nuevo Ministro de Magia. La señora Weasley, sin embargo, no parecía muy contenta. - ¿Ocurre algo? -le preguntó Harry. - Si... si... -comenzó ella, conteniendo las lágrimas- si... si mi Ronald estuviese... para verlo... No pudo contener más las lágrimas, y corrió escaleras arriba, a su dormitorio. Hermione suspiró, y terminó su tostada. Instantes después, rompió también a llorar. Se cubrió el rostro con las manos, y se encogió sobre sí misma, acurrucándose en la silla. Harry se acercó a ella, y la abrazó. Hermione clavó en él sus húmedos ojos. - Mira... -comenzó Harry- Sé que va a ser duro superarlo. Para mí también lo es. Ron era una gran persona y un gran amigo, y hay pocas personas como él en el mundo, capaces de hacer cualquier cosa, incluso dar la vida, por los amigos, por los lazos de la amistad. Y comprendo tu estado. Lo único que te pido es que... Intentes superarlo, porque la vida continúa, y allá arriba, Ron estará agradecido de que sigamos nuestros caminos. - Oh, Harry... Hermione no pudo contenerse más y se echó a sus brazos, le abrazó con todas sus fuerzas. Harry acarició sus cabellos, dejó que ella apoyara la cabeza sobre su hombro, que se desahogara. Cuando Hermione se tranquilizó, no se separó de él. Se secó las lágrimas y le miró a los ojos. - Siempre estás cuando te necesito, Harry. Siempre estás a mi lado cuando necesito un hombro sobre el que apoyarme, un amigo que escucha mis problemas. Pero creo que... creo que tú podrías ser... algo más que un amigo. En ese momento le besó. Harry se entregó a ella en aquel beso, le demostró su amistad, incluso su amor hacia ella. De pronto se borraron de su mente las imágenes de Ginny Weasley y Cho Chang. Hermione, la amiga con la que había compartido más de seis años, dejaba de ser su amiga y se convertía en... algo más. Cuando se separaron, sonrieron tímidamente, en el momento en que la señora Weasley regresaba de su cuarto, algo más tranquila. Al parecer, había conseguido dejar de llorar, aunque sólo fuese un rato. Así que Harry se decidió. - Tengo... algo que contaros -les dijo, a la señora Weasley y a Hermione-. Es hora de que me vaya. Tengo que hacerlo. He de cumplir con lo que Dumbledore quería que hiciese, con lo que quiero hacer, porque es una forma de vengar a los que han muerto a mi alrededor. Así que... me voy. Tengo que ajustar cuentas con alguien. Alguien a quien todos temen, alguien a quien odio. Tengo mucho que hacer. Apenas hubo terminado de hablar, la señora Weasley le abrazó con fuerza. - Lo entiendo, Harry. Además, esta no es tu casa. Vete, haz lo que tengas que hacer. Pero sabes que aquí siempre habrá un hueco para tí. - Gracias... Entonces Hermione le abrazó de nuevo, conteniendo las lágrimas. - Harry... Yo... - Tengo que hacerlo, Hermione. Tú, más que nadie, sabes por qué. Hermione asintió, le besó, y subió corriendo las escaleras. Harry no iba a ir a su cuarto, no iba a llevarse nada más que su varita. Antes de bajar a desayunar había dejado todo guardado para que no molestase, y en un rincón, había dejado la Saeta de Fuego, cubierta por la capa invisible. Sabía por qué lo había hecho. Podía hacerle falta. Se despidió nuevamente de la señora Weasley, y abandonó La Madriguera, decidido a acabar con Voldemort de una vez por todas. Pero apenas se hubo alejado un poco de la vivienda de los Weasley, la puerta se abrió de nuevo, y de ella salió Hermione, que alcanzó a Harry corriendo. - ¿Qué...? - ¡Voy contigo! -exlamó ella, decidida- Te acompaño, Harry. Voy contigo. - ¡Eh, para el carro! -cortó Harry- ¡No quiero que vengas! No me mires así, Hermione. Muchos de mis seres queridos han muerto por culpa mía. Gente inocente, gente asesinada simplemente por ocupar un espacio en mi corazón. No voy a permitir que a tí te pase lo mismo. - ¡No me vas a retener! -gritó Hermione- ¡Vi con mis propios ojos como Voldemort mataba a Ron! ¡No pienso quedarme de brazos cruzados! ¡Di lo que quieras, pero no pienso quedarme aquí! Harry comprendió que no había quien la parase. Y en el fondo, se sentía agradecido por su compañía. Así que, juntos, abandonaron La Madriguera, y se adentraron en las inmensidades del mundo mágico, en busca de R.A.B., de los horrocruxes y de lord Voldemort.
  17. Después de la batalla, Emma salió del bosque y corrió a la Mansión Croft. Tenía que llegar antes que Rem, hacer lo que había ido a hacer allí realmente, que no era acabar con Lara Croft. Llegó, como se propuso, antes que Rem, y hayó a Lara aún en el suelo, inconsciente. Tenía que darse prisa, terminar antes de que llegase Rem. Se agachó junto a Lara y comprobó que aún tenía pulso. Así Rem no iría tras ella de por vida para vengar a Lara Croft. "Tendré que matarle también y sería perder el tiempo", pensó. Metió la mano en el bolsillo del pantalón de Lara y lo sacó. Era una pieza de metal, la mitad de un medallón de plata. Sonrió. Había cumplido su trabajo. Entonces, sus poderes telepáticos Magi le indicaron que Rem andaba cerca. Sigilosa y veloz, abandonó la mansión y saltó el muro al exterior, en el mismo momento en que Rem entraba, y reanimaba a Lara. - Esta vez llege justo a tiempo, pero Emma logro escapar, pero con la paliza que nos hemos dado, estara muy devilitada y Lara sigue viva -dijo Rem suspirando de alivio. - Tú? Otra vez me salvastes la vida? -Pregunto Lara, todavia fatigada.
  18. Bueno, el capítulo 13 está listo... ¡Y el próximo, para el año que viene, que no habrá que esperar demasiado! Capítulo 13 Juramento Inquebrantable Todo pareció suceder a cámara lenta. Un rayo de luz verde recorrió la mitad del vestíbulo, rozando varias túnicas. Luego, los ojos de Ronald Weasley se iluminaban del mismo color que la maldición, y antes de poder apartarse o lanzar un grito, el hechizo de lord Voldemort le alcanzó de lleno en el estómago. Y luego, a gran velocidad, el cuerpo de Ron voló por los aires y llegó arriba de la escalera, a los pies de Harry y Hermione. Hermione rompió a llorar y se dejó caer de rodillas. Cogió la mano de quien había sido uno de sus dos mejores amigos, y continuó llorando, con el rostro sobre el pecho de Ron, que había muerto. Harry sintió como si algo muy pesado le golpeara el corazón. Sintió que su temperatura aumentaba, que su cuerpo se llenaba de rabia, una rabia y un odio que incluso superaban al sentimiento de tristeza. Clavó la mirada en los fríos ojos rojos de lord Voldemort, que sonrió. Harry lanzó un grito que hizo temblar todas las paredes de la mansión. Y sabiendo que lo que pretendía hacer era inútil, que aunque consiguiera hacerlo no acabaría con él, la cólera había cegado sus sentidos, y se sentía capaz de cualquier cosa. De cualquier cosa. Alzó la varita, y sosteniendo la mirada de su temido enemigo, dijo firmemente: - ¡Avada Kedavra! Pero el hechizo nunca llegó a alcanzar su objetivo. En el mismo momento en que él había pronunciado la maldición asesina, lord Voldemort, junto con todos sus mortífagos, se desaparecieron. El mortífero hechizo de Harry impactó contra la puerta de entrada de la mansión, haciéndola pedazos. Harry lanzó otro grito desgarrador, ante la temerosa mirada de los miembros de la Orden del Fénix. Al igual que Hermione, se dejó caer, de rodillas, apretó con fuerza la varita, y contempló el pálido rostro de Ronald Weasley, que tenía los ojos abiertos, pero no miraba a ninguna parte. Y ya no pudo contener las lágrimas. Se echó a llorar sobre el cuerpo de la primera persona en la que había depositado su confianza, de uno de los magos que habían sido más importantes para él, de su mejor amigo. No supo si pasaron segundos, minutos u horas, pero para él fue toda una eternidad. No podía hacerse a la idea de que otro de sus seres más queridos había muerto a manos de Voldemort y sus mortífagos. Pero esa sería la última, juró para sí. Tras secarse las lágrimas, se puso de pie, aún pensativo. Primero Sirius, después Dumbledore. Y ahora, Ron. Pero no habría un cuarto. A la tercera va la vencida, pensó Harry. Se juró a sí mismo que no pararía hasta acabar con lord Voldemort, hasta vengar a sus seres queridos. Jurárselo a sí mismo no era suficiente, pero había una alternativa. Y estaba dispuesto a llevarla a cabo, en cuanto le fuese posible. * * * * * * * * No fue mucho mejor en La Madriguera. Los Weasley se sentían fatal, y la madre de Ron, desde que se enteró de su muerte, no había parado de llorar. El señor Weasley se había encerrado en su dormitorio, Ginny lloraba más que su madre, y los gemelos Weasley estaban muy deprimidos. En cuanto a Percy, al parecer, aquel suceso le había hecho reaccionar. Había regresado a casa con los brazos abiertos, había hecho todo lo posible por calmar a sus padres, e incluso a él le habían vencido las lágrimas. En definitiva, el día posterior a aquella fatídica noche fue el peor que se había vivido nunca en La Madriguera. * * * * * * * * Al día siguiente se celebró el funeral. Había asistido mucha gente: los Weasley, los Delacour, los Thomas, los Finnigan... Y es que todos los compañeros de Gryffindor querían mostrar su más sentido pésame ante la muerte de un buen amigo. Había asistido también la plantilla al completo de los profesores de Hogwarts, a excepción de Severus Snape, aunque Harry no le echó de menos. El funeral fue lúgubre, y muchos de los asistentes no pudieron contener las lágrimas. También muchos dedicaron unas palabras a Ron Weasley, y Harry, que creía que su mejor amigo merecía unas palabras de despedida, dio el último discurso. - Ron –comenzó- era mi mejor amigo. Nos conocimos en el Expreso de Hogwarts, antes del primer curso. Pasamos muchas aventuras juntos, nunca nos separamos el uno del otro. Y he de deciros que Ronald Weasley es uno de los mejores amigos que uno puedo encontrar, y os voy a decir por qué. >> Durante el primer curso se guardaba en Hogwarts la piedra filosofal, un objeto que podía otorgar el regreso a lord Voldemort. Él, yo y Hermione pasamos una serie de pruebas para intentar encontrarla antes que él. Y Ron, en una partida de ajedrez mágico gigante, se sacrificó para abrirnos paso hacia la piedra. >> El segundo año, la Cámara de los Secretos fue abierta, y se realizaron varios ataques. A pesar de que todos me acusaban a mí de ello, Ron siguió a mi lado, apoyándome hasta el final, hasta el punto de entrar conmigo a la Cámara para desvelar el misterio. >> En el tercer curso, los dementores de Azkaban custodiaron Hogwarts, y un supuesto asesino acechaba la escuela. Y Ron me apoyó, me ayudó cuanto pudo, y creyó en la palabra de inocencia de Sirius Black, mi padrino. >> El cuarto año se celebró en Hogwarts el Torneo de los Tres Magos. Cuando me eligieron como cuarto participante, Ron se distanció, pero no tardó en darse cuenta de que no había sido cosa mía, y me apoyó también hasta el final, ayudándome cuanto pudo para resolver las pruebas. >> Pasamos al quinto curso. Lord Voldemort había vuelto, pero nadie me creía, salvo Ron, Hermione, la Orden del Fénix y el Ejército de Dumbledore. Ron siempre estuvo a mi lado, nunca creyó que estuviese mintiendo, y como algunos otros, me acompañó en mi intrusión al Departamento de Misterios. >> Y el año pasado, aunque fue Dumbledore quien más estuvo a mi lado, mostrándome cosas importantes que no puedo rebelar, Ron estuvo a mi lado, aunque no tanto como antes por sus relaciones, pero... hizo algo que, aunque a muchos les parezca una tontería, para mí fue importante. Aunque a él no debería importarle, le agradezco lo que hizo. Me permitió estar con su hermana, Ginny Weasley –al decir eso, le pareció ver cómo las orejas de la hermana de Ron enrojecían más de lo que lo habían hecho sus ojos-. Lo que quiero que comprendáis con todo esto es que... Es que Ron Weasley no era simplemente un amigo, una persona en quien confiar. No, él era algo más. Era... Alguien que me quería como sólo pueden quererte los hermanos. Alguien que estaba dispuesto a arriesgar la vida... por mí. Por su mejor amigo. Tras aquellas conmovedoras palabras, se hizo el silencio. Aunque sólo duró unos segundos, a Harry le pareció una eternidad. Y entonces, a la vez, la madre de Ron, Fleur Delacour y Hermione Greanger rompieron a llorar, y les acompañaron muchas otras personas, conmovidas por sus palabras. Después del discurso, Harry quería alejarse. Deseaba estar solo, pensar. Pero también era importante lo que había decidido hacer. Así que se acercó a Hermione y Ginny, y les pidió que le acompañasen al interior de la casa, donde no había nadie. Entre sollozos, ambas asintieron. Una vez dentro, Ginny y Hermione se limpiaron las lágrimas, y atendieron a Harry. - Lo que tengo que deciros es importante. No sé cómo os lo tomaréis, ni qué pensaréis, pero voy a hacerlo de todas formas –las miró, pero ellas no hablaron-. Quiero hacer un juramento inquebrantable. Hermione gimió, y Ginny se llevó una mano a la boca, pero ninguna dijo nada, porque creían comprenderlo. Asintieron. - Ginny, tú serás la Testigo –dijo con voz firme. No recordaba dónde había leído algo sobre el Juramento Inquebrantable, pero estaba decidido a hacerlo. Hermione se puso firme, y Harry se arrodilló ante ella. Ella sabía lo que tenía que preguntar, porque sabía a qué se refería Harry, qué pretendía. Harry y Hermione enlazaron sus manos, y Ginny puso su varita sobre ellas. Y Hermione comenzó. - ¿Juras que irás en busca de los horrocruxes, que no descansarás hasta encontrarlos? - Sí, juro. Una lengua de fuego emergió de la varita de Ginny y se enroscó en torno a las manos enlazadas. - ¿Juras que cuando los encuentres, los destruirás? - Sí, juro. Una segunda lengua de fuego surgió de la varita, se entrelazó con la primera y formó una fina y reluciente cadena. - Y cuando los haya destruido... ¿Juras ir en busca de lord Voldemort y matarlo, para cumplir la profecía y vengar a Sirius Black, Albus Dumbledore y Ronald Weasley? Harry suspiró, y después, con firmeza y decisión, concluyó: - Sí, juro. Una tercera lengua de fuego emergió de la varita, se enlazó con las otras dos y se cerró en torno a las manos de Harry y Hermione, cerrando el Juramento Inquebrantable.
  19. Yo, tengo que decirlo, soy alguien a quien le gusta la conducción y las carreras callejeras. ¡Me lo paso bien al volante de cacharros diseñados por mi! Y he de decir que, aunque el Most Wanted y el Carbono son la pera repera, yo a veces sigo viciándome con el clasico Underground 2. Y es que fue el más grande de los ultimos años. Y creo que, en cuanto a Tunning, supera bastante al Most Wanted. En fin, a lo que voy. Os animo a poner algun screenshot de vuestros cacharros del U2, el MW o el Carbono, para compartir y ver cómo tunea la gente. ¡Os pido opiniones y puntuaciones para mi máquina! Ahí la tenéis. http://www.subir-fotos.com/uploads3/d56c9840e6.jpg http://www.subir-fotos.com/uploads3/1661c18f31.jpg http://www.subir-fotos.com/uploads3/ad1cbafc22.jpg http://www.subir-fotos.com/uploads3/62bec4a14b.jpg ¡Venga, animaos y poned las vuestras!
  20. A Escorpio Bueno, paso a paso. El capítulo 13 aún está en desarrollo, pero ahora, aunque quien escriba sea yo, tengo una cuestión que hacerte. Tú dices que los protas no pueden morir pero... ¿Los malos a por quién van siempre, a por los buenos buenos o a por los secundarios? Esto, curiosamente, fue lo mismo que dijo Rowling a los periodistas en una entrevista. Bueno, Escorpio... En el próximo capítulo sabrás si muere un prota o no y... Lo de Hermione, tendrás que esperar más XD, y es algo importante...
  21. Capítulo 12 Ron y el Señor Tenebroso Harry siguió retorciéndose. Aquella cosa apretaba con más fuerza a cada segundo que pasaba, dejándole apenas respirar. Y él no daba con su varita. Era cierto que tuviese poca capacidad de movimiento, pero no recordaba que la varita se le hubiese caído tan lejos. Sus huesos crujieron una vez más, y la cosa siguió enroscándose cada vez más, intentando alcanzar su cuello con el abrazo. Harry tragó saliva y continuó forcejeando, ya de manera desesperada, palpando como podía con las manos en el suelo. * * * * * * * * Ron clavó la mirada en aquellos penetrantes y siniestros ojos rojos, y con gran temor, alzó la varita. Lord Voldemort soltó una carcajada. - ¿Qué pretendes? –le preguntó- ¿Vas a matarme? Oh, no, es imposible. Pero valdría la pena, ¿cierto? Si Ronald Weasley mata al Señor Tenebroso, su familia saldrá del agujero sin fondo en que se encuentra... En aquella ocasión los Malfoy rieron con su amo, y Ron apretó los dientes, inundado a la vez por la rabia y el pánico. Sabía que no tenía muchas posibilidades, pero no iba a permitir que nadie se metiera con él, con su familia, con los Weasley, nunca más. - ¡Petrific...! Voldemort le bloqueó el encantamiento antes de que terminase de formularlo, y aunque no dijo nada, un haz de luz roja salió de su varita y golpeó a Ron en el pecho, que se tambaleó y cayó al suelo, a unos centímetros de donde yacía Hermione. el chico se levantó de un salto y contempló a su amiga, atemorizado. Pero sintió que el alivio recorría su cuerpo cuando vio cómo el pecho de Hermione Greanger se movía débilmente a causa de su respiración. Apenas le dio tiempo a esquivar un nuevo hechizo de Voldemort, se volvió hacia él. Pero no tenía muchas posibilidades, y lo sabía. Ya no sólo Voldemort le apuntaba firmemente con la varita. Draco Malfoy y su madre habían recuperado las suyas, y estaban preparados para atacar, sin darse cuenta de que una chica abría los ojos, confusa, y viendo lo que sucedía ante ella, corría escaleras arriba, en busca de Harry Potter. * * * * * * * * Aquella criatura estaba a punto de alcanzar el cuello de Harry. Si lo hacía, sería el fin. Cortaría su respiración y moriría. Nunca se le habría ocurrido ser asesinado por algo que no sabía lo que era, en una sala sin luz de una mansión abandonada. El cuerpo de la criatura ya alcanzaba su cuello, y comenzaba a enroscarse, preparado para proceder al abrazo final. Desesperado, Harry extendió cuanto pudo los dedos de las manos, palpó aquí y allá, pero no dio con la varita. Sintió cómo el cuerpo de la criatura se cerraba en torno a su cuello, y apretaba. Harry no podía respirar. Se retorció, pero fue inútil. Era el fin. Y de pronto... La pared volvió a abrirse, y apareció Hermione. La sala se iluminó. Intentando respirar, Harry contempló los ojos de la serpiente que estaba a punto de matarle. Hermione reaccionó deprisa. - ¡Reducto! La serpiente siseó, con rabia, y se esfumó. Harry tosió, volviendo a respirar, y se sentó en el suelo, agotado. Hermione se acercó a él, preocupada. - ¿Estás bien, Harry? –preguntó asustada. - Eso creo... Si no llegases a venir... –tragó saliva. Intentó tranquilizarse un poco. Estuvieron en silencio un rato, hasta que algo le llamó la atención- Hermione... ¿cómo has entrado? Se necesitaba hablar pársel. - Yo... –comenzó ella- No hay tiempo para explicaciones, Harry. - Pero... –empezó él, pero la miró a los ojos y comprendió que no valía la pena insistir- No importa. Me has salvado la vida. Te lo agradezco, Hermione. Ella sonrió y, lentamente, acercó su rostro al de él. Harry sintió un hormigueo que le recorría todo el cuerpo, mientras sentía la respiración de Hermione, mientras clavaba la mirada en sus ojos humedecidos. Y la besó. Ella le correspondió, pero al poco se separó bruscamente, soltó una risita y se puso seria. - ¡Harry, no hay tiempo! Entonces Harry se dio cuenta de que la sala se había iluminado, y la pared no se había cerrado. Era una habitación pequeña. En un rincón había un cojín rojo adornado con retales de oro, y sobre él reposaba un cofre del tamaño de una caja de cereales. Era de oro y plata, con dibujos de grecas celtas y rubíes incrustados. Tenía una cerradura, y no consiguieron abrirlo de ninguna manera. Entonces a Hermione se le vino algo a la cabeza. Frunció el ceño y, lentamente, se metió la mano en el bolsillo. Sacó una llave pequeña, plateada. Se sentía confusa, pero no sabía cómo había llegado aquel objeto a su bolsillo. Extrañada, introdujo la llave en la cerradura del cofre, giró, y lo abrió. Harry la miró a los ojos, y ella se encogió de hombros. El chico se acercó al cofre. Contenía un objeto, pero no lo distinguía bien, pues la escasa luz de la sala no alcanzaba el interior del cofre. Por tanto lo cogió y lo sacó. Era un pequeño joyero, tan bien adornado como el cofre del que lo había sacado, y que tenía grabada una R dorada en la base. Harry ya sabía lo que era, y a juzgar por la mueca de miedo que se había dibujado en el rostro de Hermione, ella también. * * * * * * * * Las puertas de la mansión volvieron a abrirse. Entraron Lupin, Tonks y Moody, tres miembros de la Orden del Fénix. Inmediatamente se abrió una puerta por la que ni Ron ni Hermione habían entrado antes, y de ella salieron varios mortífagos. Todos se enzarzaron en una batalla en la que el vestíbulo de la antiquísima mansión Ravenclaw se llenó de hechizos de colores que volaban de un lado a otro, ansiosos por impactar contra su objetivo. * * * * * * * * - ¿Qué es eso? –preguntó Hermione, asustada- No será un... un... - Un horrocrux –respondió Harry-. Es uno de los fragmentos en que Voldemort dividió su alma. Puedo sentirlo. Me arde la cicatriz desde que lo saqué del cofre. Hermione le miró, aún asustada. - Pero... ¿qué vas a hacer? - Destruirlo. ¿No es a eso a lo que, supuestamente, hemos venido? Hermione asintió débilmente. Harry hizo lo mismo que con la copa de Helga Hufflepuff. Abrió lentamente el joyero, y metió la mano. Sintió que algo se desvanecía, la cicatriz le ardió con una intensidad increíble. Pero en aquella ocasión no fue el rostro de Voldemort lo que apareció en su mente. Le vio, sí. Pero tenía la varita en alto, y apuntaba con ella a un chico pelirrojo. - ¡RON! Gritó Harry. Hermione comprendió lo que quería decir, y se maldijo a sí misma por creer que lo que había visto al despertar de su inconsciencia formaba parte de sus sueños o de su confusión. Cogió a Harry de la mano. Él tiró el joyero al suelo y corrió con su amiga, de regreso al vestíbulo. * * * * * * * * Ron lanzaba hechizos a donde podía, pero estaba aterrorizado, y sabía que no podría esquivar eternamente aquellas maldiciones, de las cuales la gran mayoría le pasaban rozando. Comenzó a moverse mientras atacaba a los mortífagos, que también esquivaban sus hechizos. Continuó moviéndose, esquivando y conjurando. Y de pronto... Se topó con la mirada de lord Voldemort. Se quedó paralizado, mientras el Señor Tenebroso alzaba la varita hacia él, sonriente. - ¡Avada Kedavra! –gritó Voldemort, agitando la varita hacia Ron Weasley, mientras Harry y Hermione corrían hacia las escaleras, contemplando la escena con verdadero pánico.
  22. Después de que Rem abandonase la reunión, los del "grupo magi" discutieron sobre lo que éste les había dicho, sobre la seguridad de Lara Croft y del pergamino. En esas estaban cuando Khesser, el Maestro Segundo, apareció en la sala. Era uno de los integrantes más importantes del "grupo magi", puesto que se encargaba de visualizar cosas que los otros no llegaban a ver, cosas del pasado, del presente y del futuro. - ¿Algo importante? - Más de lo que pensáis -respondió Khesser, algo alterado-. La he visto. La he visto... a ella. - ¿Ella? -preguntó uno, alzando la voz, sobresaltado- No puede ser. ¡Ella no puede estar aquí! ¡La exiliamos! - Pero ha vuelto. Y eso no es lo peor -respondió Khesser-. La he visto por los alrededores de la mansión Croft. Hijos míos, espero que Rem se dé prisa, porque si no, la señorita Croft podría pasarlo mal, pese a todas sus aptitudes. ......... Mientras tanto, Emma seguía su camino. Tras guardar el plano en el bolsillo de su pantalón baquero, dio un rodeo a la casa y se detuvo ante el portal cerrado. Lo miró, con el ceño fruncido, y sonrió. Alzó la mano hacia el portal y extendió los ojos. Murmuró unas palabras ininteligibles para cualquier otra persona. Los vientos se alzaron, los cabellos de Emma se agitaron, y el portal estalló en mil pedazos. Satisfecha, Emma entró en los jardines, y avanzó sin detenerse hacia la entrada del edificio. Abrió la puerta de un golpe, y se encontró cara a cara con una mujer joven, morena, muy atractiva, con vestimenta de exploración. Era Lara Croft, aquella a quien, según Emma tenía entendido, Rem debía proteger. Lara Croft reaccionó deprisa y desenfundó sus pistolas gemelas, apuntando directamente a los ojos de Emma. Entonces ella, Emma, con una velocidad asombrosa y usando sólo las manos, arrojó las dos armas al jardín, una a cada lado. Agarró a Lara del cuello, y la lanzó dentro. Lara chocó contra la mesa con la nuca, lo que le dejó inconsciente. Y Emma se dispuso a concluir su trabajo. Sacó la navaja que guardaba en una de las medias, y avanzó hacia la inconsciente Lara, con la navaja en alto. En el momento en que se disponía a acabar con la célebre arqueóloga, Rem entró en la sala, corriendo. ............... Frethor, el Maesto Tercero, contó a los demás la historia de Emma Khethal. - Emma Kethal es hija de Prestor Kethal y Anna Yumail, dos poderosos integrantes del grupo magi que murieron misteriosamente el día posterior a que ella aprendiera a utilizar sus poderes. Ella creció aquí, aprendiendo más. Tenía un don especial, un don que le distinguía de los demás. Podía usar sus poderes como ninguna otra persona, y sólo Rem llegaba a igualarla. Un día Emma decidió que no necesitaba saber más. Mató a su maestro y se marchó de aquí. Empezó a destruir a todos los que alguna vez la hubieran humillado o se hubieran reído de ella durante su infancia. Decidimos que lo mejor era exiliarla del mundo. Con mucho esfuerzo y pérdidas logramos capturarla y encerrarla entre las dimensiones. Pero de algún modo consiguió regresar a la Tierra, y ahora sabemos que trabaja para la organización Magi Negros, formada por otros rebeldes que comparten nuestro poder, y liderados por el poderoso David Krett.
  23. Después de que los matones y el mensajero desaparecieran, una mujer (mi personaje) apareció de entre las sombras y se situó al lado de David. Era una mujer alta y delgada, atractiva, de buen físico. Tenía los labios finos, los ojos verdes y el cabello pelirrojo y largo, tanto que rozaba su cintura. - ¿Quieres que haga algo? -le preguntó a David. - Sí -dijo él, sin pensarlo-. No creo que los matones puedan hacer mucho contra ese tal Rem. Quizá tú si puedas. Ya sabes a qué me refiero. La mujer esbozó una leve sonrisa y asintió. David la tomó de la cintura y la besó en los labios, levemente. Luego añadió: - Haz lo que tengas que hacer -le dijo a ella-, pero no te pases tampoco. No quiero que lo que hagas te pase cuenta. - Tranquilo, sé lo que hacer. - Bien, Emma. Ve. La mujer alzó la mano a modo de despedida y salió. Mientras recorría las calles, pasó junto a una inmensa mansión, y aquello la detuvo. Se trataba de la imponente mansión Croft, habitada por una ilustre arqueóloga que, si no se equivocaba, conocía a aquel tipo llamado Rem. Sonrió, pero continuó avanzando. Sacó del bolsillo un plano de las calles cercanas, lo examinó, volvió a guardarlo y se marchó, en busca de su objetivo. [todo lo que he puesto respecto a David Krett va con el permiso de R.A.B.]
  24. Capítulo 11 En la oscuridad Harry atravesó la puerta con cautela. Suponiendo que allí se hubiese ocultado alguien, o algo, le atacaría por sorpresa. Pero no ocurrió nada. Se trataba de un pasillo bastante largo, con varias puertas en los laterales. Harry avanzó. No había ninguna diferencia entre cada puerta y la siguiente. Continuó hasta llegar al fondo del pasillo. Allí no había ninguna puerta, sino que alguien había dibujado una serpiente. Era muy larga, pues cubría casi toda la pared, a pesar de que no era demasiado gruesa. Enseñaba los colmillos, y la lengua bífida asomaba entre ellos. Los ojos de la serpiente le recordaron a los de Voldemort: rojos y oscuros, muy oscuros. Y entonces recordó la relación que había entre las serpientes y Voldemort: la lengua pársel. A la tenue luz de la varita, miró fijamente a los ojos de aquella serpiente, concentrándose, imaginándose que se movía, que era real. Y dijo: - Ábrete. Pero el único sonido que emitió fue un silbido que sólo Voldemort, él y las serpientes podrían entender. Y cuando lo dijo, la serpiente se disolvió lentamente hasta desaparecer por completo, y la pared en la que había estado se abrió en dos, como si de un portal se tratase. Harry tragó saliva. Sabía que estaba muy cerca de encontrar lo que buscaba. Algo en su interior le decía que R.A.B. no le había engañado, que el cuarto horrocrux de lord Voldemort se encontraba allí dentro, en la sala en que estaba a punto de entrar. Con decisión y con la varita en alto, Harry entró. En ese mismo momento la luz de la varita se apagó sola, y la pared volvió a cerrarse, dejándole sumido en la oscuridad. * * * * * * * * - ¡Expelliarmus! La varita de uno de los encapuchados saltó por los aires, y él y su compañero se percataron de la presencia de Hermione, auto del hechizo de desarme. Ron la miró aliviado. La persona que aún mantenía su varita en la mano rió. Era una risa femenina. Se quitó la capucha, y entonces Hermione la vio. Era ella, no cabía duda. Ron no parecía reconocerla, aunque le sonaban de algo aquellos cabellos rubios, aquella tez pálida. El otro encapuchado recogió su varita lo más deprisa que pudo, mientras la mujer le defendía, mirando a Hermione severamente. Cuando el que aún no había mostrado su rostro se levantó de nuevo, apuntando a Ron con la varita, éste pudo contemplar sus ojos en la oscuridad que ocultaba su rostro. Y reconoció aquella mirada. Una mirada orgullosa, que denotaba autosuficiencia y asco. Ron tragó saliva y volvió a clavar su mirada en aquellos ojos fríos. Y después dijo, lentamente: - Malfoy. Al fin se quitó la capucha. Ron había dado en el clavo. Se trataba de un adolescente alto, rubio, con el rostro afilado y la piel pálida, como la mujer. Narcisa, su madre. - No sabes cuánto tiempo he esperado a poder matarte, Weasley –dijo en tono burlón-. ¿Sabes? Me impresiona verte en un lugar como este. Dime, ¿has venido a vivir con las arañas? En sus telas, al menos, no te perderás. Malfoy había cometido un grave error. No sólo por insultarle, cosa que le había echo enfurecer, sino que se había distraído y le había dado tiempo a sacar la varita. - ¡Expelliarmus! Lo gritaron a la vez Ron y Hermione, y las varitas de los Malfoy volaron por los aires. - ¡Contra la pared! –ordenó Hermione. Malfoy y su madre obedecieron. El primero comentó: - Debes sentirte como en casa, ¿verdad, sangresucia? - ¡Cállate! –gritó ella, furiosa, clavándole la punta de la varita en el cuello- ¡Si vuelves a dirigirte a mí con un término tan despreciable, te acordarás de mí! Draco tragó saliva, pero sostuvo un sonrisa burlona, como si tuviese la sospecha de que no iban a hacerle nada. Pero Hermione no pensaba así. Tenía la intención de darle su merecido a Draco Malfoy, de una vez por todas. * * * * * * * * Con la mano que tenía libre, Harry palpó a tientas en la total oscuridad. - ¡Lumos! Nada, su varita no reaccionaba. ¿qué podía hacer? Lo único que le quedaba era seguir adelante. Suspiró, y avanzó unos pasos, con el brazo alargado hacia delante. Pisó algo blando, algo que se retorció bajo sus pies. Levantó la pierna, y ese algo se enroscó en su tobillo, con fuerza, tirando de él al suelo. Harry se resistió. Lanzó varios conjuros con la varita, pero ésta no reaccionaba, como si de repente se hubiese convertido en un simple palo de madera. Como la varita seguía sin reaccionar, Harry se la clavó a aquello que se había enroscado en torno a su pierna. Algo siseó con furia, pero la cosa no le soltó, sino que apretó más fuerte. Harry no pudo reprimir un grito, sintiendo que los huesos de su tobillo crujían. * * * * * * * * Hermione apartó su varita del cuello de Draco Malfoy. Clavó en él una mirada desafiante, inundada de odio y asco. El chico se la devolvió, aunque por primera vez parecía intimidado. Hermione se alejó un poco, con la varita en alto. Recogió las varitas de los Malfoy del suelo y las echó al lado opuesto del vestíbulo. Ron, por su parte, tenía la mirada y la varita clavados en la madre de Draco. Había algo en ella que no le gustaba en absoluto. No sabía si era su mirada, su rostro, o simplemente el hecho de ser Malfoy. Pero no le gustaba. La mujer tenía los ojos clavados en los suyos, pero no le miraba a él. Tenía la mirada perdida. Al fin Ron apartó la mirada del rostro de Narcisa. En ese mismo momento la puerta de entrada se abrió de golpe, y antes de que Ron y Hermione pudieran volver la mirada, un haz de luz roja golpeó a la chica, que salió despedida y cayó a mitad de las escaleras, para luego bajar rodando de nuevo hasta el vestíbulo. Ron la miró, horrorizado. Hermione tenía los ojos cerrados, no reaccionaba. No, no podía ser. No podía haber muerto. Tenía que convencerse a sí mismo de que no había muerto. * * * * * * * * Al final, aquella cosa venció, y le arrojó contra el suelo. Harry cayó boca abajo. Entonces, lo que quiera que fuese aquello comenzó a extenderse, hasta enroscarse en torno a todo su cuerpo, oprimiéndole, haciendo crujir sus huesos. Harry se retorció, asustado, buscando la varita con la mano, intentando liberarse del letal abrazo de aquella criatura que intentaba quitarle la vida. * * * * * * * * Presa del pánico, Ron volvió la mirada hacia la puerta, y le vio. No le había visto nunca antes, pero le reconoció de inmediato, y el terror inundó todo su ser. En la puerta del vestíbulo de la mansión Ravenclaw, un hombre acababa de aparecer. Alguien con los ojos rojos como los de una serpiente. Alguien que no tenía nariz, sino pequeños orificios nasales. Lord Voldemort tenía la varita en alto. Sonreía con júbilo, contemplando a un chico aterrorizado, pelirrojo, de diecisiete años.
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