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HARRY POTTER Y EL SECRETO DE LA PROFECIA


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Bueno, tardé porque me fui de puente, pero aquí está el siguiente capítulo.

 

Capítulo 7

Las dos lápidas

 

Harry tuvo que negar todas las observaciones de Hermione y los Weasley acerca de tomar medidas contra sus sueños. No le interesaba nada practicar Oclumancia, mucho menos después de los resultados que tuvo al hacerlo con Severus Snape.

A decir verdad, su último sueño le había dejado intrigado, al igual que, dos años atrás, aquellos basados en el pasillo que conducía al Departamento de Misterios del Ministerio de Magia. ¿Por qué, después de lo ocurrido, Dumbledore continuaba defendiendo a Snape? Hermione defendía la posibilidad de que se tratase de una trampa o un engaño, como ocurrió en otra ocasión. Entonces Harry había quedado destrozado, no sólo por el hecho de haber caído en la trampa: aquello le había costado la vida a su padrino, y él se había convencido a sí mismo de que la culpa era suya.

Ahí el debate: ¿de verdad estaba Dumbledore debatiendo con Voldemort sobre a cuál de los dos era leal Snape, o sería otra de las artimañas del mago tenebroso para hacerle caer en otra trampa? Fuese una u otra la respuesta, Harry no la conocía, así que dejó de pensar en ello. Había decidido que aquel día iría al valle de Godric, pero iría solo. Tal decisión hizo protestar a Ron y Hermione, pero Harry les convenció al prometerles que, lo primero que haría al salir de allí, sería ir a buscarles. Harry deseaba iniciar cuanto antes la búsqueda y destrucción de los horrocruxes. El enfrentamiento con Voldemort podía tener lugar en cualquier momento, y Harry tendría más posibilidades contra él si destruía las partes restantes de su alma.

 

Por tanto, después de comer, Harry agradeció la oferta del señor Weasley de acercarle al lugar. Todos se despidieron de él de igual manera que días atrás, cuando marchaba a casa de los Dursley. En el coche, Harry pensó en ellos. No había imaginado que su muerte abriría un vacío en él. Pequeño, pero ahí estaba. Harry sentía que, por muy odiosos que hubiesen sido con él, ¿qué culpa tenían? Harry empezaba a comprenderles, incluso llegó a pensar que actuaban así porque el hecho de que un bebé hijo de magos hubiese aparecido ante su puerta les había vuelto locos.

- Ya puedes bajar, Harry.

El chico se separó de sus pensamientos sobre los Dursley, se despidió con una débil sonrisa, y abandonó el coche. Cuando éste desapareció de su vista, Harry se percató de la soledad del lugar.

No había ninguna casa, ni parques, ni bancos. Sólo un gran campo y, en medio, la calzada. Avanzó despacio, temeroso. No sabía cómo iba a sentirle el encontrarse ante las tumbas de quienes le dieron la vida y dieron la vida por él. No sabía si estaba preparado, pero ya era tarde para echarse atrás.

Continuó avanzando. Descendió por una pequeña pendiente. Estuvo andando durante un rato, hasta que al fin lo vio.

Era un recinto pequeño, cercado. En él se alzaban sobre la tierra seca dos lápidas de piedra cubiertas de polvo. Harry se acercó, las limpió un poco con su chaqueta, y luego, se arrodilló, ante las dos, en el centro del recinto.

Sintió entonces como si pudiese hablar con ellos, y se dio cuenta de que ellos podía escucharle, porque siempre habían estado con él. Harry cerró los ojos, suspiró, y les habló. Sabía que no le iban a contestar, pero él sólo necesitaba que le escuchasen. Él sabía que lo iban a hacer, que estaban ahí. No podía verlos, como seis años atrás, a través de un espejo encantado, pero sentía de alguna manera, en su interior, en lo más profundo de su ser, que sus padres siempre le habían acompañado.

- Hola, mamá. Hola, papá –suspiró, mirando alternativamente las dos lápidas. Una de ellas decía “James Potter”; la otra, “Lily Evans”. Luego cerró los ojos, concentrándose en los rostros de sus padres-. Tengo mucho que contaros.

Estuvo toda la tarde allí, de rodillas, contándoles lo que consideraba más importante. Les contó cómo había impedido que Voldemort se hiciera con la piedra filosofal tras superar varios obstáculos mágicos. Les contó cómo se había enfrentado al basilisco en la cámara de los secretos con la espada de Godric Gryffindor, cómo había salvado a un hombre inocente del beso de los dementores, cómo Voldemort había regresado y Harry se había salvado por los pelos, cómo había visto morir a su padrino a manos de Bellatrix Lestrange. Y por último les habló de los hallazgos de Dumbledore, de cómo había llegado a debilitarse peligrosamente para recoger un horrocrux falso y, poco después, había muerto a manos de alguien a quien creía realmente fiel, Severus Snape.

Cuando terminó, Harry sintió un alivio en su interior, un plácido desahogo. Sus padres no iban a responderle, pero al habérselo contado todo se sentía mucho mejor.

 

El sol se acercaba al horizonte cuando Harry se levantó y abandonó el recinto donde reposaban Lily y James Potter. Se disponía a volver sobre sus pasos hacia la carretera, para aguardar la llegada del señor Weasley, que iría a recogerlo. Pero en la lejanía, más allá de las tumbas de sus padres, divisó lo que parecía una cabaña vieja y pequeña. No sabía por qué, pero sentía que debía ir hacia allí.

Hizo caso a su intuición, y avanzó a paso ligero hacia la cabaña. No era tan pequeña como le había parecido en un principio, pero tampoco era gran cosa. No obstante, lo que a Harry le interesaba era el interior. No había puerta, simplemente una abertura dejaba a la vista el interior e invitaba a los caminantes a curiosear. Harry entró, y le dio un vuelco el corazón. En aquella cabaña se encontraban las posesiones de sus padres.

Sentía algo extraño, como si algo en aquel lugar le hubiese estado esperando mucho tiempo.

Contempló el lugar. Las cosas estaban ordenadas en múltiples estanterías que colgaban de la pared. La primera de ellas estaba cargada de fotografías. Le llamó la atención una de ellas, en la que aparecían cuatro personas sonrientes, al parecer muy amigas entre sí. Al cogerla, reconoció a su padre con sus tres amigos: Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew. Tres de ellos le saludaban animados, pero Pettigrew le miraba con timidez y temor.

Harry dejó la fotografía en su lugar y continuó observando todo lo que contenían las estanterías. Había una gran multitud de cosas de toda clase. Posó la mirada en el último estante, repleto de sobres abiertos. Los cogió y los echó sobre una mesa pequeña que había en la esquina, pasando unos y otros, mirando el remitente y el destinatario con cierto interés, aunque no sabía exactamente de qué le iba a servir aquello. Había varias dirigidas de su madre a su padre o viceversa, o incluso con los Dursley.

Pero ninguna de las cartas del montón le llamó la atención, excepto una. Cuando la tomó entre sus dedos, y leyó el destinatario, tuvo la sensación de que había algo extraño en todo aquello.

En el reverso del sobre estaba escrito el destinatario, pero sólo su nombre. Ninguna dirección. Realmente no tenía importancia, porque la carta había llegado a su destino. Decía claramente:

 

A Harry James Potter

Confidencial

 

Harry se quedó allí clavado unos momentos, meditando. No cabía la menor duda de que aquella carta no tenía que ver con las demás, y seguramente, la habría colocado allí, bien a propósito, bien sin darse cuenta, quien quiera que hubiese montado aquella cabaña con las pertenencias de los Potter.

Al dar la vuelta al sobre, los pensamientos se le borraron de la mente, y su impresión fue aún mayor.

Estaba casi seguro de que el misterio que le había atormentado desde junio se resolvería pronto. Tal vez, la solución al misterio se hallase escrita en el interior de aquel sobre. Antes de abrirlo, Harry volvió a leer lo que decía la solapa:

 

A Harry James Potter

Remite: R.A.B.

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Capítulo 8

El cáliz

 

Harry sostuvo el grueso sobre entre sus manos, perplejo. No sabía qué podía esperar de él aquel personaje misterioso que había robado el horrocrux por el que Dumbledore se había debilitado. A juzgar por el grosor, allí había muchas cosas anotadas para él. tras meditar unos instantes, Harry abrió el sobre rasgándolo con las manos, puesto que no disponía de ninguna herramienta con filo para abrirlo limpiamente. Inmediatamente, una pequeña lluvia de papeles y recortes se desparramó sobre la mesa, y alguno cayó al suelo.

Harry cogió uno de ellos al azar, un recorte de una revista local mágica en la que aparecía la foto de sus padres, vestidos con traje de boda, saludándolo muy animados. Con añoranza, Harry dejó el recorte a un lado, y buscó algún mensaje de R.A.B. En el montón había gran variedad de recortes y fotografías de sus padres, o de él mismo cuando aún no había llegado a cumplir un año. También había un sobre más, aunque no tenía nada escrito. Harry lo dejó a un lado, para abrirlo después, y continuó buscando.

 

Había más de uno. Hablaban de muchas cosas, pero Harry no les prestó atención. Su mirada cruzaba fugazmente aquellas líneas, buscando con ansiedad alguna pista sobre la identidad de aquel misterioso personaje.

Pero no le sirvió de nada: no había ninguna nota que hablase de su autor, de R.A.B. Harry echó un nuevo vistazo al montoncillo, y su vista se posó en el sobre, que era más pequeño y fino y estaba dentro del primero, junto con las notas. Lo cogió, pero cuando iba a abrirlo, su mirada se desvió hacia un trozo de pergamino que había quedado oculto bajo el sobre. En él sólo había escrita, en grande, una palabra: Horrocruxes.

 

Harry sintió una gran curiosidad, a la vez que se dejaba dominar por los nervios. Cogió el pedazo de pergamino y le dio la vuelta. Había un texto escrito en él, que decía así:

 

R.A.B. a Harry Potter

Acerca del horrocrux tercero de lord Voldemort, a 31 de agosto.

 

La fecha era muy cercana, de apenas unos días antes. Aunque no podía asegurarlo, porque no había puesto el año. Harry siguió leyendo:

 

He encontrado el horrocrux tercero, pero no puedo destruirlo. Eso corresponde a quien tiene su destino unido al del Señor Tenebroso, pues sólo él podrá destruirlo a él y a los fragmentos de su alma. Harry Potter, debe tomar el horrocrux y destruirlo. Se encuentra en esta misma cabaña. La pared de enfrente de la entrada, estantería cuarta desde la izquierda y tercera desde abajo. Contiene objetos de poco valor. Tomar lo más conveniente y abrir el sobre adjunto.

Atentamente, R.A.B., tras la pista de los horrocruxes.

 

Harry no entendía muy bien de qué iba la cosa. Al parecer, R.A.B. estaba ayudándole a destruir los horrocruxes, a acabar con lord Voldemort de una vez por todas. Pero usaba un lenguaje bastante cifrado, como si no quisiera que cualquiera pudiese llegar al final. Aquello le parecía a Harry algo similar al juego de las pistas, en el que uno iba escondiendo pistas y cada una decía dónde se encontraba la siguiente, hasta llegar al final. Pero aquello no era un juego. Si R.A.B. no le estaba engañando, en aquella misma cabaña se escondía uno de los horrocruxes de lord Voldemort, y no estaba seguro de ser capaz de destruirlo, o de saber siquiera cómo hacerlo.

 

No podía hacer otra cosa que seguirle el juego. Mirando desde la puerta, cuarta estantería por la izquierda y tercera desde abajo. Contenía, tal y como decía la nota, objetos de poco valor, utensilios comunes de los muggles, tales como una grapadora, unos alicates o... un joyero. Sí, allí, en medio de los objetos sin valor, de los estúpidos utensilios muggles, había un hermoso joyero, aunque estaba bañado en una pintura barata parecida al oro, pero sin brillo. Sin embargo, no parecía llevar allí mucho tiempo, pues apenas había polvo sobre él. Harry lo abrió con cuidado y, en efecto, allí encontró un nuevo pedazo de pergamino, con un nuevo mensaje para él. Harry dejó el joyero donde estaba y leyó:

 

R.A.B. a Harry Potter

Acerca del horrocrux tercero de lord Voldemort, a 1 de septiembre.

 

Harry Potter, el horrocrux te espera. Tú eres el único que puede destruirlo. Yo sé hacerlo, tú no. Pero yo no lo puedo destruir, y tú sí.

¿Por qué?

Atiende bien a las próximas líneas, Harry Potter. Tú sabes que un horrocrux es un fragmento de alma. Sabes, además, que lord Voldemort creó sus horrocruxes antes de intentar darte muerte.

Pero hay algo que quizá no sepas. Si los creó antes de atacarte, también fue antes de regresar, y esto implica que los horrocruxes no contienen nada de ti, no contienen tu sangre. Si una parte de lord Voldemort no contiene tu sangre, significa que con sólo tocarlo podrías aplicarle el mismo dolor que le causaste a Quirell al poner tus manos sobre su rostro.

Así es, Potter. Incluso para grandes magos, como Albus Dumbledore, destruir un horrocrux es algo muy complicado, algo que requiere un gran sacrificio. Él, al ser un mago de tan alto poder, sólo debilitó su mano, aunque en gran medida, al destruir el horrocrux del anillo de Sorvolo.

Por tanto, lo único que tienes que hacer es tocar el horrocrux, poner tu mano sobre el fragmento del alma, y debería destruirse.

Y bien, la localización del horrocrux tercero de lord Voldemort, esquina superior, izquierda de la puerta. Espero que tengas tu varita.

Atentamente, R.A.B., tras la pista de los horrocruxes.

 

Harry dejó el trozo de pergamino a un lado, confuso. ¿Así de fácil? ¿Sólo tendría que tocarlo, nada más?

De una forma u otra iba a hacerlo, así que en el fondo, le daba igual. Miro al techo, a la izquierda de la puerta. en la esquina había una gran telaraña, aunque parecía artificial, o hecha mediante magia, pues relucía débilmente en azul celeste, y era bastante gruesa. Harry sacó su varita del bolsillo.

- ¡Incendio!

Pero no ocurrió nada. El hechizo se disipó al entrar en contacto con la telaraña. Se le ocurrió entonces otra forma de eliminarla.

- ¡Diffindo!

El hechizo de corte golpeó a la telaraña, destrozándola. Del hueco abierto cayó un objeto que giró por el suelo hasta llegar a los pies de Harry.

Se trataba de un cáliz, firmemente cerrado. A Harry le impresionó que el golpe no lo hubiese abierto, pero se imaginó el por qué.

Lo recogió del suelo. Era una copa muy bella, pequeña, con dos asas finas y delicadas, y un tejón grabado en ella. Harry recordó, muchos meses atrás, en un recuerdo, cómo los ojos de Voldemort relucían con un leve destello rojo cuando una tal Hepzibah le mostraba la misma copa que tenía él entre las manos. El cáliz de Helga. Un objeto de Helga Hufflepuff, una fundadora de Hogwarts. Y la sospecha que había tenido antes Harry de por qué la copa no se abrió al tocar el suelo se confirmó.

Aquel era el horrocrux del que hablaba R.A.B. Estaba decidido a destruirlo, pero no quería mirarlo, no quería ver lo que había dentro. No quería contemplar con sus propios ojos un pedazo de alma de lord Voldemort.

Así que, lenta y cuidadosamente, abrió un poco la tapa hasta que la ranura fuese lo bastante grana para que cupiese su mano.

Cerro los ojos con fuerza, y metió la mano en el cáliz. En ese mismo momento, sintió un gran escalofrío, la frente le ardió de forma muy intensa, y el rostro de lord Voldemort se dibujó, por un instante, en sus ojos.

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Capítulo 9

La carta

 

Cuando el rostro de Voldemort se desvaneció de su mente, Harry dejó caer el cáliz al suelo. El objeto humeaba sin cesar, a pesar de que no había llama alguna ardiendo en su interior.

Harry meditó unos instantes. La destrucción del horrocrux había sido rápida, sencilla y eficaz. La frente le seguía escociendo, aunque menos que en el momento decisivo, y se sentía agotado sin fuerzas.

 

Ignoró la humareda que se levantaba hacia el techo raído de la cabaña, y miró el sobre que había cogido antes de ver la nota que hablaba del horrocrux. Lo cogió. Era pequeño, suave. Sólo parecía contener un pergamino. Aunque estaba un poco cansado, pues la letra de R.A.B. era un tanto difícil de leer, rasgó el sobre con la varita, y metió la mano para sacar un nuevo pergamino. Suspiró, lo alzó a la altura de los ojos y leyó:

 

R.A.B. a Harry Potter,

Acerca del horrocrux cuatro.

Harry Potter, quizá cuando leas estas líneas la copa ya haya sido vaciada, y ya haya un horrocrux menos por el que preocuparse. De no ser así, busca entre mis notas.

Bien, estoy investigando, y creo estar cerca del paradero de otro de los horrocruxes de lord Voldemort.

Me pondré en contacto contigo mediante el correo matutino habitual en cuanto halle lo que busco.

Una cosa más, Potter. Tengo algo que comunicarte, algo importante. Es acerca de dos personas que tú conociste, y he de darte alguna información sobre ellas que tú desconoces hasta ahora.

La primera es un mago que abandonó la oscuridad para servir a la educación mágica, te ayudó en cierta medida y consiguió controlar un odio hereditario hacia ti. Esa persona no es como tú crees, Harry Potter. De momento sólo te diré que hizo algo en el pasado que no comprendiste, pero que no tiene el sentido que tú crees que tiene, y no es algo de lo que tenga que avergonzarse.

La segunda, esta vez seré breve, es alguien que tú crees haber perdido, pero que no tiene por qué haberse perdido del todo. Es alguien que fue muy cercano a ti, y que sabe lo injusta que es la vida.

A todo esto, Potter, hasta pronto. No tardaré mucho en saber algo más, y entonces tú lo sabrás también.

Atentamente,

R.A.B.

 

Harry cerró los ojos, suspiró y se sentó sobre el frío suelo de madera vieja, que crujió. Luego pensó en lo que había leído, en aquellas dos personas. Tenía una ligera idea de quiénes podían ser, pero no entendía demasiado bien lo que querían decir aquellas líneas.

Suspiró, recogió todos los pergaminos y recortes y los metió en el sobre grande. Se lo metió en el bolsillo de la chaqueta, que era el más amplio, y abandonó la cabaña, sintiendo como si estuviera dejando atrás el pasado de sus padres, o a ellos mismos.

 

Ya había anochecido. Los últimos rayos de sol sobresalían en el horizonte, y las primeras estrellas relucían en el cielo. Harry divisó una silueta junto a las tumbas de sus padres, que le resultó familiar. Se acercó. Era el señor Weasley, que le estaba esperando. Al verle, sonrió, se acercó a él y le puso una mano en el hombro.

- ¡Has tardado! ¿Qué estabas haciendo?

- Eh... –meditó Harry, inseguro- Nada, mirar unas cosas.

- Bueno, entonces será mejor que nos marchemos ya –dijo, y echó a andar hacia la calzada seguido por Harry-. Molly ha preparado una cena deliciosa, y no creo que quieras comerla fría.

- No, claro.

 

* * *

 

Después de la cena, Harry se reunió a solas con Ron y Hermione en el dormitorio, y les contó todo lo que le había ocurrido aquella tarde.

- Pero –comenzó Hermione, extrañada- no sé si deberías dejarte llevar por ese tal R.A.B. A fin de cuentas, no sabemos quién es, y podría estar utilizándote, o tendiéndote una trampa.

- Mira, Hermione –dijo Ron-, no lo creo. ¿Tú ayudarías a alguien a destruir a su gran enemigo, si le quisieses tender una trampa o aprovecharte de él?

Hermione no respondió. Se rascó la barbilla, se sentó en la cama y cerró los ojos, pensativa. Apenas unos instantes después se levantó de golpe, excitada.

- ¡Ya está! –gritó, en un volumen tan alto como si estuviese animando a su equipo en un partido del Mundial de Quidditch. Harry y Ron se echaron hacia atrás, sobresaltados, y Ron inquirió:

- Ya está, ¿qué?

- ¡Que creo saber quién es ese tal R.A.B.! Y si estoy cerca de la respuesta, eso respondería a muchas cuestiones, aunque abriría otras...

- Hermione –interrumpió Harry-, ¿de qué hablas? ¿Vas a contarnos tu teoría o no?

- ¡Ahora no! ¡Tengo algo importante que hacer!

Salió disparada de la habitación, dando un gran portazo. Harry y Ron se miraron con incredulidad.

- ¡No hay quien la entienda! –comentó Harry mientras se dejaba caer sobre su cama. Ambos estaban muy cansados, así que se olvidaron de R.A.B. y de lo que podría haber ido a hacer a Hermione, se pusieron los pijamas y se fueron a dormir.

 

A la mañana siguiente, durante el desayuno, se percataron de que Hermione no estaba.

- Salió anoche –comentó la señora Weasley-. Creo que vinieron sus padres a recogerla, tenía algo importante que hacer. Eso es lo que me dijo.

Harry iba a responder cuando una lechuza cruzó la ventana abierta y se posó peligrosamente cerca del cuenco de los cereales, con un pergamino atado a la pata. Harry se lo quitó, e inmediatamente el ave emprendió el vuelo de regreso. Harry y Ron ya intuían de qué se trataba. Harry lo desenrolló, aprovechando que la señora Weasley había salido al jardín, y lo leyó en voz alta:

 

R.A.B. a Harry Potter

Como medida de seguridad para este correo, emplear la misma técnica que con el mapa de padre y amigos.

 

A Harry no dejaban de impresionarle los métodos de R.A.B. para no llamar la atención en caso de que el mensaje cayera en las manos equivocadas. Sacó la varita, golpeó ligeramente el pergamino y dijo:

- Juro solemnemente que esto es una travesura.

Entonces, lo que había leído se borró, para dar paso a un texto más grande. Harry leyó:

 

R.A.B. a Harry Potter

Asunto: El horrocrux cuarto de lord Voldemort

 

Harry Potter, me siento honrado de comunicarte que he hallado el paradero de otro de los fragmentos del alma de lord Voldemort.

Vayamos desde el principio. Tengo entendido que sabes que lord Voldemort sentía un interés especial hacia las posesiones de los fundadores de Hogwarts.

Pues bien, he descubierto que uno de los horrocrux está oculto en una antigua mansión a las afueras de Londres, en una zona sin edificar. Es un edificio conocido como la Mansión Ravenclaw. Perteneció a la fundadora de esa misma casa antes de la aparición de la escuela.

Bien, he estado investigando y puedo asegurarte que uno de los horrocruxes está ahí. Hay una sala donde se guardan los tesoros de los Ravenclaw. el horrocrux debería de estar ahí.

Por cierto, la sala de los tesoros está en el sótano.

Bueno, te preguntarás por qué no voy yo a por él.

Sería imprudente dejarme ver fuera de mi guarida, y además, yo no podría hacer nada. Sólo tú, Harry Potter, puedes hallar el horrocrux y destruirlo. Suerte.

Atentamente,

R.A.B.

PD: Te adjunto un mapa de Londres con la localización exacta de la mansión.

 

- ¡Está loco! –dijo Ron- ¿De verdad cree que vamos a hacerle caso? Harry –Ron miró asustado a su amigo, que le sonreía-, no me digas que... ¡No, Harry! ¿Vas a ir a una mansión tan antigua porque te lo haya dicho un coleccionista de almas? ¿Y si allí hay fantasmas?

- Ron, los fantasmas no... –ahogó su frase. Era consciente de que había estado a punto de decir algo típico de los muggles, y pidió disculpas mentalmente a Nick Casi Decapitado. Intentó corregirse- Los fantasmas no nos van a hacer nada.

- Mira, Harry...

Le cortó Hermione, que acababa de entrar, jadeando. Parecía muy excitada.

- Hermione... ¿Qué ocurre?

- ¡Hazle caso, Harry! tienes mi palabra de que puedes confiar en R.A.B. Pero creo que no debería decirte quién es... ¿O sí?

Ron hizo una mueca, y Harry le dio a Hermione la carta que había recibido.

- Bueno –dijo la chica al terminar de leerla-, ¿qué problema hay? ¿No vamos a ir a por el horrocrux?

Ron la miró, confuso.

- Esto... ¿Te ocurre algo, Hermione?

- ¡Claro que no, estúpido!

Ron meditó unos segundos antes de intentar explicarse.

- A ver... Es que llevamos siendo amigos siete años, y creo que es la primera vez que apoyas una aventura como esta.

- ¡No vale la pena vivir sin riesgos ni aventuras, Ronald! Además, confío plenamente en lo que dice R.A.B.

- Entonces, no se hable más. Esta noche nos vamos furtivamente, ¿de acuerdo?

 

Hermione asintió, y Ron, aunque parecía molesto, asintió.

Así pues, aquella noche, cuando todo el mundo estuvo acostado, los tres amigos se reunieron en la entrada de La Madriguera. A pesar de ser una noche de verano, hacía fresco, y las ramas de los árboles se agitaban débilmente.

Habían acordado que, aunque sería un poco costoso, montarían los tres en la Saeta de Fuego, y se cubrirían con la capa invisible. Mientras iban al escobero, Harry y Ron intercambiaron una leve mirada. Los dos tenían la sensación de que a Hermione le había ocurrido algo fuera de lo normal, pero no dijeron nada.

Harry sacó la escoba. Se montaron, y Harry sintió un débil escalofrío cuando Hermione, que se había sentado tras él, rodeó su cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su espalda. Harry echó la capa de invisibilidad sobre los tres, y pegó una patada al suelo. Segundos después, volaban ya sobre las calles de Londres, bajo la tenue luz de la luna y las estrellas.

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Genial... va muy bien la historia te tengo que felicitar... vas a ser escritora???

Espero con ansias el prox capitulo!!!

 

¿Escritora? Sí, la verdad es que si.

y no lo digo de coña, porque estoy escribiendo el primer libro de una trilogía que pienso enviar a una editorial...

 

Es "La trilogía de la luna I: El palacio de la noche"

 

Pero bueno, no nos vayamos por otros temas. En un par de días como mucho os paso el capitulo siguiente.

¡Hasta pronto!

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Capítulo 10

Mansión Ravenclaw

 

Cuando, siguiendo las indicaciones del mapa de R.A.B., aterrizaron a las afueras, Harry tenía la cara helada y las manos agarrotadas. Habían elegido una noche muy fría para ir en busca del cuatro horrocrux.

Cuando Ron y Hermione bajaron de la escoba, la dejó escondida entre unos matorrales, y los tres siguieron el camino que llevaba hacia el bosque.

 

La mansión se encontraba cerca de allí, por lo que no tardaron mucho en alcanzar el inmenso portal de hierro oxidado que daba paso al gran jardín delantero.

Harry se acercó más. No había candado, ni tampoco cerradura. Lo empujó, y se abrió lentamente, causando un sonoro y desagradable chirrido sobre la piedra seca del patio. Harry miró a Ron, que parecía asustado. Hermione, sin embargo, mostraba en su rostro una alegría fuera de lo normal. Harry no dejaba de preguntarse si le habría ocurrido algo a su amiga mientras se adentraban en el territorio de los Ravenclaw.

 

Mientras avanzaban hacia la gigantesca mansión que se hallaba al final del camino, Harry se preguntó si debería hacer caso a R.A.B., y si la mansión no estaría habitada, aunque tuviese todas las luces apagadas.

Cuando estuvieron ante la puerta, Harry comprobó que el edificio era más grande aún de lo que en un principio le había parecido. Con firmeza, aunque ocultando una sensación de temor que albergaba en su interior, agarró el pomo, lo giró y abrió la puerta, que chirrió como el portal, y los ecos resonaron en el interior. Harry sacó la varita del bolsillo, por si acaso, y entró, seguido de Ron, que había sacado la suya, y de Hermione, que seguía tan feliz.

 

En cuanto sus primeros pasos hicieron crujir la madera del suelo, las luces se encendieron, y Harry pudo contemplar cuán grande era el vestíbulo. Una inmensa araña de lámparas colgaba del techo, iluminando la estancia. Había varias puertas en cada lateral, y unas anchas escaleras ante ellos cubiertas por una densa capa de polvo. Harry suspiró, y echó a andar. No sabía en qué parte exacta de la mansión se encontraba el lugar marcado por R.A.B., y podían tardar toda una eternidad en encontrarlo en un lugar tan grande como aquel.

Pero no iba a rendirse antes de empezar. Miró nuevamente alrededor, y distribuyó el trabajo.

- Bien –dijo, volviéndose hacia sus amigos-. Ron, tú podrías examinar todas las salas del lado izquierdo –temeroso, Ron asintió-. Hermione, tú las del lado derecho –ésta asintió, sonriente-. Y yo –concluyó Harry, volviéndose hacia las escaleras- iré a ver arriba.

 

Así pues cada uno fue por su lado. Cada uno de sus amigos entró por una de las puertas que le correspondían, y Harry avanzó hacia las escaleras. Las subió con paciencia, porque el crujido que producían todos los escalones al pisarlos le inquietaba.

Cuando al fin llegó arriba, se encontró con una bifurcación. A ambos lados había un pasillo y una puerta, exactamente iguales. Harry se sintió como en aquellas horribles películas de los muggles en que los héroes se aventuraban a adentrarse en mansiones encantadas. Tragó saliva, y eligió el camino de la derecha.

La puerta estaba cerrada. Harry usó el hechizo Alohomora, y la abrió. No hizo tanto ruido como las anteriores. Se adentró en la oscura sala, y con el encantamiento Lumos, la iluminó.

Se encontraba en algún tipo de dormitorio, pero de gran tamaño, y había en el cinco camas, todas ellas igual de lujosas, aterciopeladas, y cubiertas de telarañas.

Deseando que Ron no se encontrase con algo similar, Harry echó un vistazo alrededor. Había dos mesillas por cama, todas ellas cubiertas de polvo y con un candelabro de tres brazos encima.

También había dos grandes armarios pegados a la pared opuesta a donde se encontraban las camas, algo que a Harry no le llamó demasiado la atención. Después de echar un último vistazo, abandonó el dormitorio y se encaminó hacia la otra puerta.

 

* * * * * * * *

 

Por su parte, Ron entró en lo que parecía el comedor de la mansión. Era muy grande, aunque no tanto como el Gran Comedor de Hogwarts, y las paredes estaban plagadas de cuadros.

Las tres mesas que allí había estaban vacías, y como casi todo lo que había en la mansión, cubiertas de polvo. Ron miró la gran telaraña que colgaba sobre su cabeza, y se le hizo un nudo en el estómago al descubrir la considerablemente grande araña que la había tejido. Se alejó de allí, y tras dar un rápido vistazo para asegurarse de que no quedaba nada por ver, salió del comedor, sin dejar de mirar asustado al techo.

Se encontraba de nuevo en el vestíbulo, pero le quedaban dos puertas más por visitar.

 

Abrió una de ellas y entró. No le hizo falta dar luz, pues la proveniente del vestíbulo bastaba para iluminar por completo aquel pequeño escobero. Salió y cerró la puerta.

 

Sólo le quedaba una puerta, y le llamó la atención la luz que asomaba bajo ella, por la estrecha rendija que la separaba del suelo. Se encaminó hacia ella, cuando sintió cómo la puerta de entrada a la mansión se abría y, cautelosamente, la punta de una varita asomaba tras ella.

 

* * * * * * * *

 

- Entra por la puerta del medio.

La joven obedeció de forma inconsciente a la voz que daba órdenes a su conciencia, y cuando Harry comenzó a subir las escaleras, se encaminó hacia las puertas de la derecha y abrió la del medio.

- Ilumina la sala.

- ¡Lumos!

La estancia se iluminó, y Hermione se encontró en una plácida sala de estar, donde curiosamente la chimenea estaba encendida.

- A la puerta de enfrente.

La chica clavó la mirada en la puerta que le había indicado la voz. Avanzó hacia ella, la abrió, y entró.

La luz de su varita iluminó un largo pasillo lleno de cuadros.

- El número siete.

Hermione entendió. Caminó hasta el séptimo cuadro, que mostraba el retrato de un hombre fornido que alzaba una espada en cuya hoja se podía leer “Godric Griffindor”.

La joven intentó apartar el cuadro, pero éste se mantuvo firme, como si estuviese completamente adherido a la pared.

- Córtalo.

- ¡Diffindo!

El cuadro se cortó en dos pedazos, que cayeron al suelo. En el lugar donde había estado colgado, o pegado, había un hueco en la pared, que mostraba un pequeño cofre de oro con esmeraldas engarzadas.

Hermione admiró su belleza, su delicadeza.

- Cógelo y ábrelo. Guarda en un bolsillo lo que haya dentro.

La chica cogió el cofre con cuidado, y lo abrió sin dificultad. En su interior, puesta con cuidado en un pequeño cojín rojo, había una llave de plata. Hermione sonrió, la cogió y se la metió en el bolsillo del pantalón. Aguardó más órdenes.

- Yo no tengo más que decir. Espero que sepas lo que debes de hacer ahora.

La voz se apagó en su mente. Entonces Hermione parpadeó, confusa. Se palpó el bolsillo, extrañada, y sólo dijo en un susurro:

- ¿Dónde estoy?

 

Algo mareada, atravesó la puerta por la que había accedido al pasillo y caminó al vestíbulo.

Allí se encontró a Ron, en una esquina, acorralado por dos encapuchados que le apuntaban con sus varitas.

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Capítulo 11

En la oscuridad

 

Harry atravesó la puerta con cautela. Suponiendo que allí se hubiese ocultado alguien, o algo, le atacaría por sorpresa.

Pero no ocurrió nada. Se trataba de un pasillo bastante largo, con varias puertas en los laterales. Harry avanzó. No había ninguna diferencia entre cada puerta y la siguiente.

Continuó hasta llegar al fondo del pasillo. Allí no había ninguna puerta, sino que alguien había dibujado una serpiente.

 

Era muy larga, pues cubría casi toda la pared, a pesar de que no era demasiado gruesa. Enseñaba los colmillos, y la lengua bífida asomaba entre ellos. Los ojos de la serpiente le recordaron a los de Voldemort: rojos y oscuros, muy oscuros. Y entonces recordó la relación que había entre las serpientes y Voldemort: la lengua pársel.

 

A la tenue luz de la varita, miró fijamente a los ojos de aquella serpiente, concentrándose, imaginándose que se movía, que era real. Y dijo:

- Ábrete.

Pero el único sonido que emitió fue un silbido que sólo Voldemort, él y las serpientes podrían entender.

Y cuando lo dijo, la serpiente se disolvió lentamente hasta desaparecer por completo, y la pared en la que había estado se abrió en dos, como si de un portal se tratase.

 

Harry tragó saliva. Sabía que estaba muy cerca de encontrar lo que buscaba. Algo en su interior le decía que R.A.B. no le había engañado, que el cuarto horrocrux de lord Voldemort se encontraba allí dentro, en la sala en que estaba a punto de entrar. Con decisión y con la varita en alto, Harry entró.

En ese mismo momento la luz de la varita se apagó sola, y la pared volvió a cerrarse, dejándole sumido en la oscuridad.

 

* * * * * * * *

 

- ¡Expelliarmus!

La varita de uno de los encapuchados saltó por los aires, y él y su compañero se percataron de la presencia de Hermione, auto del hechizo de desarme. Ron la miró aliviado.

La persona que aún mantenía su varita en la mano rió. Era una risa femenina. Se quitó la capucha, y entonces Hermione la vio. Era ella, no cabía duda.

Ron no parecía reconocerla, aunque le sonaban de algo aquellos cabellos rubios, aquella tez pálida.

El otro encapuchado recogió su varita lo más deprisa que pudo, mientras la mujer le defendía, mirando a Hermione severamente.

Cuando el que aún no había mostrado su rostro se levantó de nuevo, apuntando a Ron con la varita, éste pudo contemplar sus ojos en la oscuridad que ocultaba su rostro.

 

Y reconoció aquella mirada.

Una mirada orgullosa, que denotaba autosuficiencia y asco.

Ron tragó saliva y volvió a clavar su mirada en aquellos ojos fríos. Y después dijo, lentamente:

- Malfoy.

Al fin se quitó la capucha.

Ron había dado en el clavo. Se trataba de un adolescente alto, rubio, con el rostro afilado y la piel pálida, como la mujer. Narcisa, su madre.

- No sabes cuánto tiempo he esperado a poder matarte, Weasley –dijo en tono burlón-. ¿Sabes? Me impresiona verte en un lugar como este. Dime, ¿has venido a vivir con las arañas? En sus telas, al menos, no te perderás.

Malfoy había cometido un grave error. No sólo por insultarle, cosa que le había echo enfurecer, sino que se había distraído y le había dado tiempo a sacar la varita.

- ¡Expelliarmus!

Lo gritaron a la vez Ron y Hermione, y las varitas de los Malfoy volaron por los aires.

- ¡Contra la pared! –ordenó Hermione.

Malfoy y su madre obedecieron. El primero comentó:

- Debes sentirte como en casa, ¿verdad, sangresucia?

- ¡Cállate! –gritó ella, furiosa, clavándole la punta de la varita en el cuello- ¡Si vuelves a dirigirte a mí con un término tan despreciable, te acordarás de mí!

Draco tragó saliva, pero sostuvo un sonrisa burlona, como si tuviese la sospecha de que no iban a hacerle nada. Pero Hermione no pensaba así. Tenía la intención de darle su merecido a Draco Malfoy, de una vez por todas.

 

* * * * * * * *

 

Con la mano que tenía libre, Harry palpó a tientas en la total oscuridad.

- ¡Lumos!

Nada, su varita no reaccionaba. ¿qué podía hacer? Lo único que le quedaba era seguir adelante.

Suspiró, y avanzó unos pasos, con el brazo alargado hacia delante.

Pisó algo blando, algo que se retorció bajo sus pies. Levantó la pierna, y ese algo se enroscó en su tobillo, con fuerza, tirando de él al suelo. Harry se resistió. Lanzó varios conjuros con la varita, pero ésta no reaccionaba, como si de repente se hubiese convertido en un simple palo de madera.

Como la varita seguía sin reaccionar, Harry se la clavó a aquello que se había enroscado en torno a su pierna.

Algo siseó con furia, pero la cosa no le soltó, sino que apretó más fuerte. Harry no pudo reprimir un grito, sintiendo que los huesos de su tobillo crujían.

 

* * * * * * * *

 

Hermione apartó su varita del cuello de Draco Malfoy. Clavó en él una mirada desafiante, inundada de odio y asco.

El chico se la devolvió, aunque por primera vez parecía intimidado.

Hermione se alejó un poco, con la varita en alto. Recogió las varitas de los Malfoy del suelo y las echó al lado opuesto del vestíbulo.

 

Ron, por su parte, tenía la mirada y la varita clavados en la madre de Draco. Había algo en ella que no le gustaba en absoluto.

No sabía si era su mirada, su rostro, o simplemente el hecho de ser Malfoy. Pero no le gustaba.

La mujer tenía los ojos clavados en los suyos, pero no le miraba a él. Tenía la mirada perdida.

Al fin Ron apartó la mirada del rostro de Narcisa.

En ese mismo momento la puerta de entrada se abrió de golpe, y antes de que Ron y Hermione pudieran volver la mirada, un haz de luz roja golpeó a la chica, que salió despedida y cayó a mitad de las escaleras, para luego bajar rodando de nuevo hasta el vestíbulo.

Ron la miró, horrorizado. Hermione tenía los ojos cerrados, no reaccionaba. No, no podía ser.

No podía haber muerto. Tenía que convencerse a sí mismo de que no había muerto.

 

* * * * * * * *

 

Al final, aquella cosa venció, y le arrojó contra el suelo. Harry cayó boca abajo. Entonces, lo que quiera que fuese aquello comenzó a extenderse, hasta enroscarse en torno a todo su cuerpo, oprimiéndole, haciendo crujir sus huesos.

Harry se retorció, asustado, buscando la varita con la mano, intentando liberarse del letal abrazo de aquella criatura que intentaba quitarle la vida.

* * * * * * * *

 

 

Presa del pánico, Ron volvió la mirada hacia la puerta, y le vio.

No le había visto nunca antes, pero le reconoció de inmediato, y el terror inundó todo su ser.

En la puerta del vestíbulo de la mansión Ravenclaw, un hombre acababa de aparecer. Alguien con los ojos rojos como los de una serpiente. Alguien que no tenía nariz, sino pequeños orificios nasales.

Lord Voldemort tenía la varita en alto. Sonreía con júbilo, contemplando a un chico aterrorizado, pelirrojo, de diecisiete años.

Publicado

Veamos...

 

Lo primero que tengo que decir es que escribes genial, impresionante.

Habrá quien lo compare con mi versión XD.

 

A lo que iba, está muy bien. Hay algunas cosas que flojean, como el uso abusivo de exclamaciones o el tema ya comentado de Kreacher, pero vamos, tampoco está tan mal.

 

 

 

Además, me ha gustado eso que has hecho en los dos últimos capítulos.

¡Es la bomba!

Me refiero a eso de dividir el capítulo en la parte de cada prota.

¡Fantástico!

 

Sólo una cosa más... ¡SIGUE ESCRIBIENDO! ¡QUIERO SABER CÓMO SE LIBRAN DE ESTAAAA!

 

PD: Qué cansancio, me los leí todos del tirón.

Publicado

Capítulo 12

Ron y el Señor Tenebroso

 

Harry siguió retorciéndose. Aquella cosa apretaba con más fuerza a cada segundo que pasaba, dejándole apenas respirar.

Y él no daba con su varita. Era cierto que tuviese poca capacidad de movimiento, pero no recordaba que la varita se le hubiese caído tan lejos.

 

Sus huesos crujieron una vez más, y la cosa siguió enroscándose cada vez más, intentando alcanzar su cuello con el abrazo.

Harry tragó saliva y continuó forcejeando, ya de manera desesperada, palpando como podía con las manos en el suelo.

 

* * * * * * * *

 

Ron clavó la mirada en aquellos penetrantes y siniestros ojos rojos, y con gran temor, alzó la varita. Lord Voldemort soltó una carcajada.

- ¿Qué pretendes? –le preguntó- ¿Vas a matarme? Oh, no, es imposible. Pero valdría la pena, ¿cierto? Si Ronald Weasley mata al Señor Tenebroso, su familia saldrá del agujero sin fondo en que se encuentra...

En aquella ocasión los Malfoy rieron con su amo, y Ron apretó los dientes, inundado a la vez por la rabia y el pánico.

Sabía que no tenía muchas posibilidades, pero no iba a permitir que nadie se metiera con él, con su familia, con los Weasley,

nunca más.

- ¡Petrific...!

Voldemort le bloqueó el encantamiento antes de que terminase de formularlo, y aunque no dijo nada, un haz de luz roja salió de su varita y golpeó a Ron en el pecho, que se tambaleó y cayó al suelo, a unos centímetros de donde yacía Hermione.

el chico se levantó de un salto y contempló a su amiga, atemorizado. Pero sintió que el alivio recorría su cuerpo cuando vio cómo el pecho de Hermione Greanger se movía débilmente a causa de su respiración.

Apenas le dio tiempo a esquivar un nuevo hechizo de Voldemort, se volvió hacia él.

 

Pero no tenía muchas posibilidades, y lo sabía. Ya no sólo Voldemort le apuntaba firmemente con la varita. Draco Malfoy y su madre habían recuperado las suyas, y estaban preparados para atacar, sin darse cuenta de que una chica abría los ojos, confusa, y viendo lo que sucedía ante ella, corría escaleras arriba, en busca de Harry Potter.

 

* * * * * * * *

 

Aquella criatura estaba a punto de alcanzar el cuello de Harry. Si lo hacía, sería el fin. Cortaría su respiración y moriría.

Nunca se le habría ocurrido ser asesinado por algo que no sabía lo que era, en una sala sin luz de una mansión abandonada.

 

El cuerpo de la criatura ya alcanzaba su cuello, y comenzaba a enroscarse, preparado para proceder al abrazo final.

Desesperado, Harry extendió cuanto pudo los dedos de las manos, palpó aquí y allá, pero no dio con la varita. Sintió cómo el cuerpo de la criatura se cerraba en torno a su cuello, y apretaba. Harry no podía respirar. Se retorció, pero fue inútil. Era el fin. Y de pronto...

 

La pared volvió a abrirse, y apareció Hermione. La sala se iluminó. Intentando respirar, Harry contempló los ojos de la serpiente que estaba a punto de matarle. Hermione reaccionó deprisa.

- ¡Reducto!

La serpiente siseó, con rabia, y se esfumó. Harry tosió, volviendo a respirar, y se sentó en el suelo, agotado. Hermione se acercó a él, preocupada.

- ¿Estás bien, Harry? –preguntó asustada.

- Eso creo... Si no llegases a venir... –tragó saliva. Intentó tranquilizarse un poco. Estuvieron en silencio un rato, hasta que algo le llamó la atención- Hermione... ¿cómo has entrado? Se necesitaba hablar pársel.

- Yo... –comenzó ella- No hay tiempo para explicaciones, Harry.

- Pero... –empezó él, pero la miró a los ojos y comprendió que no valía la pena insistir- No importa. Me has salvado la vida. Te lo agradezco, Hermione.

Ella sonrió y, lentamente, acercó su rostro al de él. Harry sintió un hormigueo que le recorría todo el cuerpo, mientras sentía la respiración de Hermione, mientras clavaba la mirada en sus ojos humedecidos. Y la besó. Ella le correspondió, pero al poco se separó bruscamente, soltó una risita y se puso seria.

- ¡Harry, no hay tiempo!

Entonces Harry se dio cuenta de que la sala se había iluminado, y la pared no se había cerrado.

Era una habitación pequeña. En un rincón había un cojín rojo adornado con retales de oro, y sobre él reposaba un cofre del tamaño de una caja de cereales. Era de oro y plata, con dibujos de grecas celtas y rubíes incrustados. Tenía una cerradura, y no consiguieron abrirlo de ninguna manera.

Entonces a Hermione se le vino algo a la cabeza. Frunció el ceño y, lentamente, se metió la mano en el bolsillo.

Sacó una llave pequeña, plateada. Se sentía confusa, pero no sabía cómo había llegado aquel objeto a su bolsillo.

Extrañada, introdujo la llave en la cerradura del cofre, giró, y lo abrió. Harry la miró a los ojos, y ella se encogió de hombros.

El chico se acercó al cofre. Contenía un objeto, pero no lo distinguía bien, pues la escasa luz de la sala no alcanzaba el interior del cofre.

Por tanto lo cogió y lo sacó.

Era un pequeño joyero, tan bien adornado como el cofre del que lo había sacado, y que tenía grabada una R dorada en la base.

Harry ya sabía lo que era, y a juzgar por la mueca de miedo que se había dibujado en el rostro de Hermione, ella también.

 

* * * * * * * *

 

Las puertas de la mansión volvieron a abrirse. Entraron Lupin, Tonks y Moody, tres miembros de la Orden del Fénix. Inmediatamente se abrió una puerta por la que ni Ron ni Hermione habían entrado antes, y de ella salieron varios mortífagos.

Todos se enzarzaron en una batalla en la que el vestíbulo de la antiquísima mansión Ravenclaw se llenó de hechizos de colores que volaban de un lado a otro, ansiosos por impactar contra su objetivo.

 

* * * * * * * *

 

- ¿Qué es eso? –preguntó Hermione, asustada- No será un... un...

- Un horrocrux –respondió Harry-. Es uno de los fragmentos en que Voldemort dividió su alma. Puedo sentirlo. Me arde la cicatriz desde que lo saqué del cofre.

Hermione le miró, aún asustada.

- Pero... ¿qué vas a hacer?

- Destruirlo. ¿No es a eso a lo que, supuestamente, hemos venido?

Hermione asintió débilmente.

Harry hizo lo mismo que con la copa de Helga Hufflepuff. Abrió lentamente el joyero, y metió la mano.

Sintió que algo se desvanecía, la cicatriz le ardió con una intensidad increíble. Pero en aquella ocasión no fue el rostro de Voldemort lo que apareció en su mente. Le vio, sí. Pero tenía la varita en alto, y apuntaba con ella a un chico pelirrojo.

- ¡RON!

Gritó Harry. Hermione comprendió lo que quería decir, y se maldijo a sí misma por creer que lo que había visto al despertar de su inconsciencia formaba parte de sus sueños o de su confusión. Cogió a Harry de la mano. Él tiró el joyero al suelo y corrió con su amiga, de regreso al vestíbulo.

 

* * * * * * * *

 

Ron lanzaba hechizos a donde podía, pero estaba aterrorizado, y sabía que no podría esquivar eternamente aquellas maldiciones, de las cuales la gran mayoría le pasaban rozando. Comenzó a moverse mientras atacaba a los mortífagos, que también esquivaban sus hechizos.

Continuó moviéndose, esquivando y conjurando. Y de pronto...

Se topó con la mirada de lord Voldemort.

Se quedó paralizado, mientras el Señor Tenebroso alzaba la varita hacia él, sonriente.

- ¡Avada Kedavra! –gritó Voldemort, agitando la varita hacia Ron Weasley, mientras Harry y Hermione corrían hacia las escaleras, contemplando la escena con verdadero pánico.

Publicado
¿Escritora? Sí, la verdad es que si.

y no lo digo de coña, porque estoy escribiendo el primer libro de una trilogía que pienso enviar a una editorial...

 

Es "La trilogía de la luna I: El palacio de la noche"

 

Pero bueno, no nos vayamos por otros temas. En un par de días como mucho os paso el capitulo siguiente.

¡Hasta pronto!

 

Uuys que bien jaja asi esta tan bien escrito como esta novela seguro que te la publican :P ;)

 

Ahora de la novela de Potter jaja :

 

 

Dios mio nooooooooooooooooooooo pon otro capitulo yaaaaaaaaaaa

 

¿¿No creo que puedan morir sus amigos no ??? ¿¿ Hermione habla parsel ??? :wink: ;) ¿¿ Herminone estaba con la maldicion Imperius ????? ;) o_O o_O :cool:

 

Muchas dudas jajaja a ver si nos la solucionas xd

 

Realmente me recuerda a las novelas originales jaja escriben muy bien te felicito ^_^

 

 

Salu2 y felices fiestas

Ahora mas educadamente xd ¿¿ Podrias poner por favor un capitulo mas si a usted no le importa ?? :thumb:

Publicado

A Escorpio

 

Bueno, paso a paso.

El capítulo 13 aún está en desarrollo, pero ahora, aunque quien escriba sea yo, tengo una cuestión que hacerte.

 

Tú dices que los protas no pueden morir pero... ¿Los malos a por quién van siempre, a por los buenos buenos o a por los secundarios?

Esto, curiosamente, fue lo mismo que dijo Rowling a los periodistas en una entrevista.

 

Bueno, Escorpio... En el próximo capítulo sabrás si muere un prota o no y...

Lo de Hermione, tendrás que esperar más XD, y es algo importante...

Publicado

Ays pero no se Ron... ha estado en los 6 libros... no se pero bueno es tu novela jajaja asi que eres tu la que decides ajaja

 

Respecto a la cuestion pues depende de cada escritor/escritora.... puede ir a por los principales y dejar los secundarios o ir primero a los secundarios y despues a por los principales xd

 

Bueno ya veremos como esta el asunto jajaja en cuanto escribas el 13 lo pones ehhh jaaja

 

Salu2 y felices fiestas ;)

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