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Todo lo publicado por James Rutland
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Yo voté por el castellano, me hace mucha gracia la risita esa de wuaaaaahahahaaa!!! XDD (Es mejor decirlo porque si no no sabeis que risa es ¬¬)
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Prince of Persia 1: Prince of Persia 2: Prince of Persia 3: http://www.e-distribuzioni.net/images/vg/pcw0483c.jpg Alguna diferencia?? Yo no se la veo, cualquiera diría que hablamos del mismo Prince of Persia, sólo cambian los argumentos pero por lo demás todo es igual
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Yo he jugado a todos los Prince of Persia, y ninguno me ha gustado, siempre trata de lo mismo
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Por fín voy a estar entretenido en las vacaciones, aunque sólo sea el último mes :cry2: !!! XD sin dudarlo lo voy a ver!! Me encanta Naruto!!
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Yo no te puedo ayudar, porque para lo único que uso los Sims 2 es para hacer masacres XD
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Pues mucho mejor!!! A sí revivimos viejos tiempos
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Yo voto por aquí no hay quien viva, me encanta!!! Alé ya he desempatado
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Sí es verdad, la empuja más bién cómo el AOD
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:'( La verdad esque es una pena, ójala lo compre Telecinco y podamos ver la próxima temporada
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Sí los de EIDOS no aceptaron este Remake, es porque el de Crytal Dynamics es mejor, y sí es mejor que este el juego va a ser espectacular ' P.D: Tránquilos, es una paranolla mía. XD
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El tren no salta de las vias, si no que choca con un tanque de combustible y se estampa contra la entrada d elos laboratorios y es cuando Lara tiene que saltar para no estamparse ella también no¿?
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No es una novela!!! Es una serie cómica, yo me meo con esa serie me encanta, estoy seguro de que si la ves un día te partes el culo
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¿Eres una Señorita,Lara? ¿O te has Vuelto una Gorrinilla?
tema responde a Tanausulord de James Rutland en Tomb Raider: Legend
Jajajaja, y ese smoking se llamaría ''lavasmoking'' XD la primera lavadora que puedes llevar encima XD, Bueno si te mojas y te vuelves a rebolcar lo primero esque te tomarían por loco y lo segundo que te enfangarías de barro XDD!! -
Jajajaja, XD, sorry no me acordaba!!! Pensaba que eras de España!!!! XD, bueno no pasa na, pero esque la serie esta buenisima y sería una pena que la quitarán :'( Bueno saludos!!
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¿Esque no vistes el último cápitulo de aquí no hay quien viva? A mí em dió a entender que había acabado y quería saber si vosotros sabeis algo... Ójala que no haya acabado :'(
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Habra terminado aquí no hay quien viva??? Espero que no.. Poned toda la información que encontreís
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------;)--.--.--.--.--Prólogo--.--.--.--.--.--.--.--.--.--.- El Robledal, o simplemente el Bosque, era una gran extensión de árboles al norte de un país sumido en la decadencia. Era una zona inhóspita habitada por lobos y curtidos montañeses que tenían demasiado apego a aquella región como para ceder frente a las inclemencias del tiempo y emigrar a zonas más cálidas y civilizadas. Los habitantes del Robledal se agrupaban en pequeñas aldeas en los escasos claros, generalmente fabricados por ellos mismos, que poseía el inmenso bosque. Estas poblaciones remotas, aunque en teoría eran colonias de algún lejano reino, sufrían en escasas ocasiones la visita de extranjeros. Debido a estas particularidades y al hecho de que estaban enclavadas en una región prácticamente improductiva, las comunidades de montañeses vivían aisladas de un feroz mundo civilizado que apenas comprendían y aún menos apreciaban. Por ello eran considerados bárbaros con los cuales era mejor no tener tratos y los comerciantes, exceptuando a los más osados, evitaban aquellas regiones. No obstante, aquellos seres incomprendidos desarrollaban su propia civilización, la cual, aunque aparentemente austera, florecía en muchos aspectos, de esos que, normalmente, son considerados por naciones supuestamente más avanzadas como intranscendentes o poco beneficiosos. Pero a esta gente ruda y tranquila les importaban poco las riquezas de los otros pueblos. Preferían su vida, con sus pequeños placeres y sus pequeños tormentos, lejos de la deshumanización de otros lugares que ya habían conocido. El placer de la caza y de las noches alrededor de grandes hogueras, el aprendizaje de las viejas costumbres y el desafío a sus viejos pero asequibles enemigos, lobos e inviernos, eran sus principales actividades y, al mismo tiempo, su medio de subsistencia. Y aunque, como todos los pueblos, tenían malos y buenos momentos, habían encontrado un equilibrio que les proporcionaba seguridad y paz de espíritu. Dado el carácter de sus actividades, estos bárbaros se veían obligados a pasar numerosas temporadas acampados en los bosques ocupados en variadas tareas, tales como la recolección de hierbas y setas, la caza o la obtención de leña. Durante estas noches en los bosques, rodeados de oscuridad y frío, con las manadas de lobos merodeando, solían reconfortar sus espíritus y los cuerpos calentándose al amor de grandes fogatas. Así, cubiertos con las pieles de sus rivales caídos y sentados alrededor de las hogueras, pasaban las largas noches fumando pipas, contando historias y tocando flautas para alegrar las veladas, consiguiendo con ello que los miedos no se apoderaran de sus pensamientos. Y así, entre nubes de vaho producidas por el cortante frío y aullidos lupinos cargados de amenaza, los mayores de entre los acampados contaban historias a los más jóvenes, transmitiendo bajo la forma de cuentos los saberes que les habían convertido en aquel pueblo de peculiares pero admirables características. Estas historias cargadas de mensaje se solían poner en boca de algún duende local, ya que por aquella zona norteña estaba muy arraigada la tradición feérica. Normalmente el relato comenzaba mencionando que, en cierta noche invernal, en cierto lugar de la comarca, tras haber ocurrido cierto suceso memorable, se había aparecido a tal antepasado de tal, o a aquel ermitaño que nunca más se había vuelto a ver, un pequeño ser, vestido de verde, con largas extremidades y mirada afable. La criatura, a la que tradicionalmente se le había adjudicado el nombre de duende, hablaba a la persona con la que trababa contacto de tierras y reinos lejanos, donde ocurrían hechos insólitos, generalmente derivados de la insólita forma de actuar de sus habitantes. Contaba sus historias a cambio de cobijo, comida o compañía; y rara era la generación en la que aparecía más de un vástago que asegurara haber visto a uno de estos personajes. Por ello, era difícil comprobar si existían o no realmente, aunque la gente toleraba de buena gana tales historias, ya por su ingenio o por su esperanza de que, en el fondo, existieran tales criaturas. De cualquier manera, toda familia conservaba en memoria varias de estas historias, y las transmitían a sus descendientes perpetuando la tradición narrativa, asegurando así una buena parte de su formación, ya que, en muchos casos, estimulaban mediante estos relatos las mentes de los pequeños, incitándoles a reflexionar sobre la vida o incluso la muerte. Uno de estos relatos llegó a oídos de un peregrino, el cual cruzaba estas inhóspitas tierras como penitencia, buscando el perdón de un dios extraño a los habitantes de la región. Dicho peregrino acabó por encontrar la paz al final de sus viajes, pero antes de aquel feliz momento se encontró muchas veces en grandes peligros. Su encuentro con los montañeses fue consecuencia, precisamente, de una de estas desesperadas situaciones. Cansado, hambriento y aterido por el frío, la noche le sorprendió en el bosque, y, tras caer desfallecido en un claro, numerosos lobos se congregaron en torno a su derrotada figura. Seguramente, si la partida de caza no hubiera oído los furiosos gruñidos de la manada, hubiera sido su cena aquella noche. Pero la suerte, el azar, o tal vez el destino, le salvaron para que pudiera escuchar aquella historia y contarla fuera de los dominios de aquel pueblo. Quizá a causa de los designios de su oscuro dios, o quizá debido a los avatares del destino, tal vez por ninguna de ambas causas, el caso es que la historia narrada aquel día quedó grabada en su alma. Aún hoy, cada vez que la recuerda, llora para sus adentros, porque ya no le quedan lágrimas. Algunos opinan que la intensidad de los acontecimientos de aquella jornada y su precario estado mental se conjugaron para hacerle creer protagonista del relato. Es posible. Nadie puede negar, sin embargo, que no proviene de esta tierra, ni de ningún otro reino conocido por la gente de los alrededores. Tampoco se puede desmentir que la cicatriz que le adorna el cuello sólo puede provenir de un acero, y que ya la poseía cuando llegó a nuestras tierras. Cada uno puede creer lo que quiera, o incluso lo que más le agrade; todos somos libres de forjar nuestros propios fantasmas. Yo, por mi parte, como no me fío de los que dejo en el mundo de los vivos, consignaré por escrito su relato tal y como me lo contó por primera vez, para que las generaciones que nos sucedan puedan juzgar la historia en su conjunto teniendo como referencia la que yo considero fidedigna. No me entretendré con más preámbulos, pues la Dama de la Guadaña me aguarda y no quiero incumplir con mis tareas cuando mi vida llega ya a su ocaso. Así que, sin más dilación, comenzaré mi relato; un relato que no es mío, sino de mi mejor amigo, el cual todavía es un extraño para mí, y de un duende que habita en algún lugar de un gran bosque llamado el Robledal, un lugar que ya nunca podré visitar. Bueno este sólo es el prólogo pero en todo que me lo pidaís pondré el primer cápitulo
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Bueno aquí va otro de mís relatos, espero que os guste Capítulo I: “Un comienzo inesperado” La luz de verde enfermizo de la luna menor, Morrslieb, se filtraba a través de las aspilleras y ventanales del castillo. El aspecto lúgubre y silencioso de los pasillos del castillo hacían de él un sitio tenebroso y sacudido por el paso de cientos de años. El silencio de repente fue roto por los cascos de unos caballos. Montados en ellos, tres figuras de aspecto siniestro pero de porte noble cabalgaban majestuosamente sobre sus corceles. Las puertas del muro exterior se abrieron, dejando ver a dos poderosos guardianes equipados con una ornamentada armadura que enseguida saludaron a los tres caballeros. Los jinetes desmontaron de sus corceles y atravesaron la puerta del castillo. Por los largos pasillos, tan sólo se oía el paso firme de los tres caballeros que avanzaban imperturbables en la oscuridad reinante. Por fin, los caballeros llegaron a una puerta flanqueada por otros dos guerreros como los de antes pero equipados con pesadas alabardas. Los guardianes abrieron la puerta y los caballeros entraron. Cuando el último de ellos pasó, la puerta se cerró con un sonoro golpe y el chirriante ruido de las viejas bisagras. La estancia a la que habían entrado era oscura al igual que el resto del castillo. Tan sólo iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de sus grandes ventanales y la luz de unas pocas antorchas, que daban el aspecto a la sala de una vieja capilla. Al final de la sala se encontraba medio en sombras una figura cubierta de una armadura de placas y que esperaba de espaldas mirando a través de los ventanales la llegada de los tres caballeros. La nueva figura era imponente, poseía una larga melena y rostro marfilado, cuyas facciones eran las de un guerrero curtido en innumerables batallas y combates. Los caballeros avanzaron hacia él y se arrodillaron; cuando ya se encontraban a sólo unos pasos, el guerrero dio lentamente la vuelta dejando ver a la mortecina luz unos ojos de profunda antigüedad, como si todas las eras del mundo las hubiera pasado y como si a él no le hubiera afectado. Los tres caballeros vacilaron durante un momento y al final uno de ellos habló: - Mi señor, hemos venido en cuanto nos llegó su mensaje. - Bien, hijos míos. Os he hecho llamar porque se acerca la hora. Las tinieblas se están asomando al Viejo Mundo y el Caos avanza de nuevo desde los Desiertos. - ¿Y qué ordena que hagamos mi Señor?- preguntó otro de los caballeros. - Desde esta noche convocaremos nuestras hordas y llamaremos a nuestros aliados. Cuando estemos preparados marcharemos hacia Kislev. Allí lucharemos contra las deformidades salidas de los Desiertos del Caos. Combatiremos contra los cuatro Poderes y... ¡por Abhorash que venceremos! - Bien, mi señor. Me encargaré de buscar a los nigromantes y de que desplacen sus fuerzas hacia Stirland.- dijo Lambert de Lillaz, que era el brazo derecho de su señor, Caleb. - Entonces, ve y marcha en busca de los nigromantes, Lambert. Deberéis reunir una gran horda; dentro de dos semanas nos veremos en la ciudadela. Mientras vosotros os quedáis aquí conmigo. Todavía os falta mucho por aprender y esta noche saldréis al bosque. Deberéis traerme al menos la cabeza de un minotauro… mientras tanto no volveréis a pisar el castillo. Los otros dos guerreros se quedaron un poco turbados, pero enseguida obedecieron. Sabían que pronto su señor marcharía a la guerra, y que esta vez pretendía luchar contra el mismo Caos. Había llegado la hora de demostrar ante los ojos de su Maestro la valía como guerreros; estando siempre deseosos de realizar grandes hazañas de armas... y esta guerra pretendía ser todo un desafío para el Viejo Mundo. El señor se sentó de repente en un viejo trono cubierto de ricas pieles con piedras preciosas engarzadas sobre la estructura de preciosa madera de Árbol de Luna. Desde su trono, observó como su subalterno marchaba al galope, raudo a cumplir la misión que le había sido encomendada. Sabía que Lambert no le fallaría y que sería capaz de marchar hasta el propio Reino del Caos si él se lo pidiera. Pero ahora tenía cosas más importantes en que pensar. La última semana había tenido extraños sueños en los que aparecían figuras del pasado que lo atormentaban. Figuras que antaño fueron legendarios y que él los había conocido, aunque fuera por un momento fugaz. Hacia ya tanto tiempo de eso... y aún así él lo recordaba amargamente como si hubiera pasado anoche. Mientras tanto, entre cavilaciones y pensamientos, perdió la noción del tiempo y no notó una nueva presencia en la estancia. Ésta entró con paso cuidadoso pero despreocupado, vestía largos ropajes negros que le llegaban hasta el mismo suelo de piedra. Sólo cuando la nueva figura se puso encima de la inmensa alfombra aterciopelada, que representaba escenas de una antigua batalla, el Señor alzó la mirada, y en sus ojos se reflejó la imagen de una bella criatura, más que cualquier otro ser sobre el mundo. Sus ojos eran de color azul como el mar, y su piel blanca y joven estaba coronada por finas hebras de pelo rubio que componían una hermosa melena rubia. Su cuerpo era sinuoso y perfecto y cuando ella habló, le recordó a alguien que le era familiar, que le atraía y que sin duda poseía un gran poder. - ¿Qué le ocurre mi señor?- le preguntó ella al fin, al darse cuenta de aunque la miraba todavía se encontraba perdido entre ensoñaciones. - ¿Por favor, dime que le ocurre mi señor?- volvió a preguntar con una voz tan dulce que incluso un guerrero curtido se hubiera echado a llorar. Entonces por fin habló. - ¿Cómo está mi pequeña? ¿Has descansado bien? Necesito hablar contigo. - Como ordene mi señor. Pero antes quisiera saber que le ocurre. Últimamente apenas le veo y noto que habla menos conmigo y me tiene preocupada. ¿Acaso he hecho algo de su desagrado, mi señor? - ¡No, por supuesto que no! No te preocupes por mi, ahora. No sois vos la que ahora me preocupáis. Al menos de momento. Pero descuida, jamás podré reprocharte nada. - Me alegra saber que no soy la culpable de tu inquietud, pero mi alma se alegraría saber qué es aquello que tanto le preocupa. - Bien mi querida muchacha, necesito hablar contigo. Acompáñame, por favor.- dijo el Señor un tanto preocupado. - Sí, mi señor. Estuvieron caminando por los largos pasillos que se dirigían al portón de salida de la fortaleza. Caminaron luego por los jardines de palacio; que un día estuvieron cubiertos de exuberante flora, y donde ahora sólo crecían flores negras y rojas. Durante el camino unas sombras se deslizaban silenciosamente por todo el castillo, y aún más allá; estas sombras hacían las veces de vigías. Por fin llegaron al lado de una fuente. Allí se pararon y se sentaron sobre un gran banco de mármol negro pulido que había a su izquierda. El sonido de la noche entonaba una canción lenta y melodiosa que bien podría haber sido creada por elfos. Mientras tanto las voces de las dos figuras se fundían en susurros del tenue céfiro que soplaba entre los árboles que se situaban por encima de sus cabezas. - Anezka, mi querida muchacha. Pronto deberé partir hacia las frías tierras de Kislev. - ¿Por qué mi señor? Porque debes ir allí. He sentido fuertes emanaciones mágicas desde el Norte, es peligroso ir a esa tierra... ¡el Caos vuelve! - Lo sé, yo también lo siento. Pero es mi destino, querida muchacha. Debo partir y luchar contra las huestes del Caos; tal vez así me reencuentre conmigo mismo y pueda por fin aclarar todas mis dudas. Además tú sabes quien soy y conoces mi lugar. Tú eres mortal; la más dulce y bella que mis ojos hayan visto, sin embargo yo... - Lo siento, mi señor. Durante todo este tiempo he aprendido de vosotros, de tu clan y del mundo de las tinieblas en que vos andáis. He estudiado vuestro arte y he descubierto cosas que me han condenado ya lo suficiente como para seguir a vuestro lado. - ¿Qué quieres decir, Anezka?- preguntó el Señor atisbando la respuesta. - Mi decisión está tomada. Quiero seguir a mi salvador, a mi Señor; ¡quiero seguir hasta el final de los tiempos a Caleb del clan Dragón Sangriento y luchar hasta que en mis venas no quede más sangre que me pueda mantener con vida! - Pero eso no puede ser, ¿por qué deberías condenarte? Acaso no ves más allá, que tú siempre perteneciste a la Dama, de que no fue hecho este mundo para ti. - Al igual que tu Caleb, recuerda. Tal vez eres tú el que no ve más allá. Es cierto que yo pertenecía a mi gente, a la Dama; como vos. Pero eso fue hasta encontrarte. Cuando te vi por primera vez supe lo que eras, y no tuve miedo. Cuando tu aceptaste mis servicios yo vi una luz en tu frente, yo... me enamoré de vos. Es por eso por lo que he condenado mi alma, y es por ello por lo cual sufro a cada momento. Porque no me correspondes, y porque tú te cierras en tus pensamientos... déjame acompañarte. De demostrar mi lealtad y de servirte como un Señor de los Vampiros se merece. Déjame...- habló Anezka sollozando. - En toda mi no-vida jamás he sentido tanta desdicha. Tal vez, por una vez en mil años, mi mente ha quedado despejada de brumas. Tus palabras son tan ciertas que me hieren y me duelen. Mi alma sufre por vos, y he de confesaros algo. Ciego he estado al no querer reconocerlo, pero dentro de mi alma oscura siempre lo supe, mas ya es tarde para rectificar. Soy un vampiro, soy un Dragón Sangriento. El ardor de la batalla recorre mis venas. Y aunque tu belleza y tu pasión hacia mí me clavan una estaca en el corazón, ten en cuenta que no puedo corresponderos. Debo seguir mi camino y mi dulce Anezka... vos el vuestro. Os libero; podéis marchar a donde vos queráis, menos seguirme. De lo contrario, serás llevada frente a los cazadores de Brujas, para que ellos decidan como juzgarte. - Señor...- dijo temblorosa- no podéis estar hablando en serio. – y al terminar de decir esto se echó a llorar. No podía soportar la idea de separarse de él, ahora que tanto lo necesitaba. Entonces el caballero rojo, la miró a los ojos y ella con ojos llorosos se llevó las manos al cuello, y torciendo la cabeza mientras dejaba entrever el cuello expuesto, Anezka dijo entre llantos.- Señor, entonces si no puedo ir con vos en vida, déjame ir por vuestro mismo camino, el de la no-vida. – Aunque tentado por un momento, Caleb no accedió a su petición. Se levantó del banco y se alejó. Antes de desaparecer en las sombras del jardín negro le dijo a Anezka. – Tres lunas tenéis antes de que yo parta. No podréis hacer nada por evitarlo. Lo siento pero debe ser así. Lágrimas de sangre surcaban el pálido rostro de Caleb. Su decisión le dolía en el alma. - Tal vez si aquella muchacha no hubiera mostrado tanto interés, las cosas hubieran sido de otra manera.- se dijo así mismo mientras echaba un último vistazo al banco donde aun se encontraba llorando la dulce Anezka. Fue en ese momento cuando el silencio inundó el patio. La música embriagadora de la noche, los arrullos del viento y el suave manar de la fuente cesaron de repente. Todo lo maravilloso se apagó como se apaga una lumbre después de echarla agua fría. Anezka se quedó a solas en el jardín durante toda la noche, sin poder dormir a causa de la angustia que sufría. Cuando a la hora tercera de la mañana el sol brillaba sobre las montañas de las Hermanas Blancas, fue entonces cuando Anezka se internó en el castillo. Espero que os guste, si os gusta haré el segundo cápitulo.
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No, porque cuando te lo paes puedes volver a jugar las mismas partidas, para pasarte las contrarrelojes y conseguir los premios, para que puedas tener el 100% del juego
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Es verdad a mí la música de la ''serpent rouge'' me desesperó, era muy repetitiva y ademas muy fea, me quedo con la BSO del TRL
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Pues con el vestido nosé puede ir nada más que al principio de la pantalla de Japón, ese traje no está ni cómo extra ni como contrarreloj, además si Lara llevará ese vestido no podría ni correr, ni saltar... A mí me gusta más el desgarrado, sale más sexi.
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Yo creo que los que tengamos sentimientos y escrupulos sí que lloraríamos por la muerte de un amigo, en mí opinión también está vivo Rutland pero no creo que sean novios, Amanda hubiera echo algo más que llorarle su muerte, digo yo que algún besito tonto o alguna escena como en el AOD con Lara y Kurtis
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El vestido sólo lo puedes utilizar al principio de la pantalla de Japón, hasta que le disparas a uno de los hombres de Takamoto, a si que si quieres jugar con ese vestido tendras que estarte dando vueltas por la fiesta, porque otra cosa con el vestido no puedes hacer Ahora si quieres el desgarrado si que t elo puedes poner en todas las partidas
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¿Eres una Señorita,Lara? ¿O te has Vuelto una Gorrinilla?
tema responde a Tanausulord de James Rutland en Tomb Raider: Legend
Jajaja, Gorrinilla, XD, bueno ha quedado mejor que Guarra, cuando leí el titulo del Post me pensaba otra cosa xD, también le habías podido poner, mmmm... nosé... cerdita, cochinilla cosas así XD