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Primiciaa!! Soy la mejó ajajjaja


AnaCroft

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Encontrado la primera parte de lo que sera la novela el amuleto del poder, aqui os escribo la novela, que sepais que en mi web podeis leer en noticias de donde lo saque y mas informacion sobre esta.

 

EL AMULETO DEL PODER:

 

Primera novela oficial de Tomb Raider.

 

:Prologo:

 

Al despertarse sintió un latido sordo en la base del cráneo. Intentó

tocarla con cuidado, pero descubrió que no podía mover su mano iz-quierda.

¿Qué ha pasado?, se preguntó confusa. Y, seguidamente, ¿Por qué

no puedo respirar?

Tenía la boca llena de polvo y su instinto le hizo girar ligeramente la

cabeza antes de inhalar por la nariz.

¿Dónde estoy?

Entonces, lentamente, comenzó a recordar. Casi deseó no haberlo he-cho.

Estaba enterrada entre los escombros de una tumba bajo el Templo

de Horus, en el pueblo egipcio de Edfu. Algo le apretaba el brazo izquier-do

contra el suelo, algo más grande que una simple piedra, pero más

pequeño que una roca.

¿Tenía las piernas atrapadas también? No lo sabía. No las sentía.

Intentó abrir los ojos para ver si había luz en la tumba. Consiguió

abrir el ojo izquierdo. Estaba oscuro como la boca de un lobo. El ojo

derecho se le había quedado pegado; una lágrima mezclada con el polvo

había creado una capa de barro que le impedía levantar el párpado.

De acuerdo. Nada de pánico. ¿Puedo mover el brazo derecho?

Lo intentó. Funcionaba.

Vale, no puedo liberar el brazo izquierdo. ¿Está roto? ¿Funcionan

los dedos?

Los dedos se movían.

¿Qué hago aquí?

Los recuerdos llegaron poco a poco. Set, el malvado dios egipcio al

que había liberado accidentalmente, la batalla y, finalmente, la captura

del dios.

Y después, en el momento del triunfo, el derrumbamiento del templo.

¿Qué pasa con el resto de mi cuerpo? ¿Puedo rodar sobre mi costa-do,

sentarme, moverme de alguna forma?

Tensó los músculos dispuesta a intentarlo, pero el dolor en el cráneo

se hizo tan insoportable que volvió a desmayarse.

Soñó que estaba pegada a una telaraña gigante. Cuanto más intentaba

liberarse, más inmóvil permanecía.

—¿Hay alguien ahí?

Oh, Dios mío, pensó, todavía dentro de su sueño, ¡la araña me habla!

Se retorció para intentar liberarse, pero no podía mover ni el brazo

izquierdo ni las piernas.

—¡Si estás ahí, grita!

¿Gritar para que la araña sepa que estoy aquí? ¿Es que se cree que

soy imbécil?

—¡Resiste, ya casi estoy ahí!

¡Casi aquí! ¡Tengo que soltarme!

Se revolvió desesperada, pero la red la sujetaba con fuerza.

Oyó los ruidos, rocas que arañaban otras rocas, y el aire se llenó de

nuevo de nubes de polvo. En ese momento, un rayo de luz cayó sobre

ella.

El cráneo comenzó a latirle de nuevo. Los dedos de la mano derecha

recogieron un puñado de polvo.

No te enfrentas a una hormiga o a una mosca, araña. ¡Soy Lara Croft

y no pienso morir sin luchar!

Se obligó a abrir el ojo izquierdo y vio una mano que se acercaba a

ella. Era desconcertante. Juraría que las arañas no tenían manos.

Tenía que ser una trampa, una forma de engañarla para que se confia-ra.

Esperó hasta que la mano de la araña estuvo a pocos centímetros de

distancia y lanzó el polvo hacia donde sabía que estarían los ojos.

—¡******! —gritó la araña con perfecta dicción—. ¿Por qué has he-cho

eso?

Intentó arrancar las palabras “¡Aléjate de mí o te mato!”, pero seguía

teniendo la boca llena de polvo y sólo le salió una tos débil.

Dos manos comenzaron a quitarle los escombros de encima.

Extraño comportamiento para una araña.

De repente, la cara de la araña quedó muy cerca de la suya. Era idén-tica

a un ser humano, uno bastante guapo, a decir verdad.

—Ya estás a salvo —dijo mientras la levantaba.

Mientras Lara intentaba recordar si las arañas podían mentir, volvió a

desmayarse.Primera parte - Egipto:

Esta vez pudo abrir ambos ojos y quedó casi cegada por la brillante

blancura que la rodeaba. Se preguntó si ya le funcionaría el brazo iz-quierdo.

Consiguió moverlo un poco, pero lo notaba extraño. Al mirarlo

vio que un par de tubos salían de él. Sabía que eso quería decir algo, pero

no lograba recordar el qué.

Todavía le dolía la cabeza y tenía problemas para mantener la vista

enfocada. Intentó mover los dedos de los pies. Parecían moverse. Miró

hacia ellos para asegurarse y descubrió que no podía verlos.

—¡Mis pies! —gritó con voz áspera—. ¿Dónde están mis pies?

Oyó una profunda risa masculina y, acto seguido, una mano retiró lo

que en ese momento Lara reconoció como una sábana, dejándole los pies

desnudos al descubierto.

—Se escondían de usted —añadió una voz divertida con un cultivado

acento británico. Lara miró al dueño de la voz. Era la misma cara que

había visto en la tumba. Se trataba de un hombre alto, tirando a delgado,

bronceado por una larga exposición al sol. El pelo parecía haber sido

rojizo en algún momento, pero el sol lo había aclarado hasta dejarlo prác-ticamente

blanco. Su impresión en la tumba había resultado acertada, el

hombre era guapo, aunque en esos momentos necesitara un afeitado y

una muda de ropa—. Bienvenida de vuelta al mundo. Por un momento

pensé que la perderíamos ahí fuera. Fue todo un viaje; la traje en coche

hasta aquí desde Edfu.

—¿Dónde es aquí?

—Está en el Hospital de El Cairo —ella lo miró sin decir nada—.

Perdone mis modales, permita que me presente. Me llamo Kevin Mason

—hizo una pausa—. ¿Y usted es...?

—Lara Croft.

—Lara Croft —repitió Mason—. He oído hablar de usted.

Ella siguió mirándolo mientras intentaba hacer funcionar su cerebro.

—Kevin Mason —repitió.

—Exacto.

Ella frunció el ceño.—No puede ser Kevin Mason, el arqueólogo. Lo conozco.

—Soy su hijo, Kevin Mason Junior —sonrió—. Kevin a secas para

los amigos.

—He leído todos los libros de su padre —respondió Lara—. Es uno

de mis héroes.

—También el mío —dijo Mason—. Por eso seguí sus pasos y soy

arqueólogo como él.

Lara seguía intentando apartar las telarañas de su mente.

—Me ha salvado la vida.

—Sólo fue un golpe de suerte. Escuché... bueno, mejor dicho, sentí el

derrumbe de la tumba. Y supuse que, si no se había hundido en dos mil

años, algo debía haberlo provocado. Así que hice que mis hombres me

ayudaran a abrirla —la miró con atención—. La encontré en muy malas

condiciones. Creo que no hubiera sobrevivido una hora más bajo los es-combros.

La llevé a mi coche y conduje hasta el hospital de Edfu, pero

estaban en medio de uno de sus cortes de corriente, así que la traje hasta

aquí, a El Cairo. Lleva casi cinco horas en el hospital.

—¿Y cuándo podré salir de aquí? —preguntó Lara.

Mason se encogió de hombros.

—La han golpeado a conciencia y ha sufrido una conmoción cerebral

grave, pero no creen que tenga nada roto. Probablemente estará como

nueva con un par de días de descanso... aunque tienen que asegurarse de

que sus pulmones no hayan sufrido un daño permanente por respirar todo

ese polvo —sonrió.

—¿Puede conseguirme un espejo?

—Créame —respondió Mason—, será mejor que no se mire. Todavía

no.

—Por favor —insistió.

—Como quiera —accedió él. Entró en el baño y regresó con el espejo

que colgaba de la pared—. Pero recuerde que se lo advertí.

Lara cogió el espejo y estudió la cara que la observaba desde su super-ficie.

Tenía los dos ojos morados y casi cerrados por la hinchazón. Le

habían insertado un rollo de algodón en la fosa nasal derecha para evitar

que se le hundiera. Tenía los labios secos, agrietados y cubiertos de san-gre

dura, la mandíbula estaba bastante hinchada y el pelo seguía cubierto

de polvo.

—Podría ser peor —murmuró y le devolvió el espejo a Mason.

—Increíble —dijo él—. La mayoría de las mujeres se habrían deshe-cho

en lágrimas al verse así.

—No soy como la mayoría de las mujeres.En ese momento entró una enfermera, caminó en silencio hasta la

cama, le tomó a Lara el pulso y la temperatura, garabateó las lecturas en

una gráfica y se marchó.

Lara intentó sentarse para ver y conversar mejor con el hombre que la

había salvado, pero el esfuerzo le produjo un dolor intenso en la cabeza y

cayó de nuevo sobre la cama.

—Tómeselo con calma —le dijo Mason—. Se lo dije, tiene una con-moción

cerebral importante —acercó una silla a la cama—. Mejor —dijo

mientras se sentaba—. Ahora no tiene que moverse para verme.

—Leí el artículo de su padre sobre antiguas reliquias sudanesas el

mes pasado —dijo Lara cuando el dolor comenzó a remitir—. Era bri-llante.

—Se lo agradezco en su nombre. Sudán se ha convertido también en

mi campo de estudio.

—Entonces, ¿qué estaba haciendo aquí en Egipto, en el Templo de

Horus?

—Sudán es mi especialidad, pero mi campo de estudio abarca todo el

norte de África. Necesitaba un cambio, así que vine a Egipto. —Volvió a

sonreír... una bonita sonrisa, observó Lara—. Ha sido una suerte tremen-da

que lo hiciera. Han sacado el templo de las rutas turísticas mientras

reparan algunos jeroglíficos. Estaba vacío cuando se hundió la tumba.

—Decir que ha sido una suerte es demasiada modestia.

—Quizá no fuera todo suerte —corrigió él—. Se mantiene en unas

condiciones físicas excelentes. Poca gente hubiera sobrevivido.

—He sobrevivido a cosas peores.

—La creo, señorita Croft —dijo levantando una ceja.

—Creo que se ha ganado el derecho a llamarme Lara, doctor Mason.

—Kevin —dijo él.

—Dime, Kevin, ¿qué buscabas en el Templo de Horus?

—Bueno, nada en concreto —respondió con un encogimiento de hom-bros.

Nadie excava “por nada en concreto”, pensó ella mientras estudia-ba

su expresión. Bueno, no hay razón para que lo compartas conmigo.

Obviamente no pienso interrogarte. Me has salvado la vida, es más que

suficiente. Como si le leyera el pensamiento, él siguió hablando—. Uno

nunca sabe qué raros y bellos artefactos pueden aparecer en estos tem-plos

antiguos. Siempre merece la pena visitarlos. Después de todo, te

encontré a ti, ¿no? —volvió a sonreír y continuó—. Me quedaré por El

Cairo un día o dos para asegurarme de que estás bien y después volveré al

trabajo.

—Estoy bien —dijo ella—. No hay necesidad de que te quedes.—No he dejado nada a medias como arqueólogo y no pienso hacerlo

como héroe —dijo con ironía—. Mientras sea responsable de tu vida me

aseguraré que se te devuelva de la forma apropiada.

—Te lo agradezco, Kevin, pero...

—Zanjado —la interrumpió con un movimiento de la mano. Iba a

protestar de nuevo, pero el dolor regresó y se quedó quieta para esperar a

que disminuyera—. Sé por qué estaba yo en el Templo —dijo Mason al

cabo de un momento mirándola con atención—, pero no tengo ni idea de

por qué estabas tú allí.

—No te lo creerías si te lo contara —respondió ella mientras recorda-ba

cómo Set había gritado de rabia al ser devuelto a su prisión.

—No te preguntaré por lo que buscabas... es asunto tuyo. Pero si te

dejaste algo entre las ruinas, sería un placer recuperarlo. Seguiría siendo

tu descubrimiento, por supuesto —añadió rápidamente.

—Te lo agradezco, Kevin, pero no había nada, de verdad.

—Te dieron un buen porrazo en el coco. Si te acuerdas de algo, te

aseguro que no suelo robar ni reliquias ni méritos a mis colegas.

—Estoy segura de ello.

—En este lugar tienen la ridícula norma de alimentar sólo a los pa-cientes,

así que, si me disculpas, voy a salir a cenar —Mason se levan-tó—.

Volveré dentro de unas horas para ver cómo sigues.

—Ya has hecho bastante.

—No me obligues a sermonearte otra vez —dijo él con una sonrisa.

—De acuerdo. Tienes una sonrisa muy bonita.

—Tú también. Creo —parecía turbado—. Quizá algún día pueda vér-tela

de verdad. —Ella intentó sonreír, pero tenía los labios tan secos que

se le partieron y acabó gruñendo—. No hay prisa —dijo Mason—. No

adelantemos acontecimientos... ni siquiera una sonrisa.

Dicho lo cual, se fue.

 

Esto es solo un bocado de lo que será la novela. Alucinante no? :hola:

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