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** El Juicio de Idhún **


Lara Legend

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¡Muy buenas!

Tengo que decirlo. Memorias de Idhún es mi trilogía fantástica favorita, incluso arrasa con El Señor de los Anillos, que ya es decir.

 

Pero tengo que decirlo.

Me quedé con ganas cuando terminé Panteón, y quiero seguir, darle un verdadero final. Así que... ¡allá voy!

 

Nota: Si no has leído la trilogía, no sigas...

 

PRÓLOGO

Persuasión

 

Covan paseó por la antesala del trono de Vanissar, con las manos en la espalda, aguardando una noticia. No podían fallarle. Tenían que dar con ellos, y pronto, o las consecuencias podrían ser desastrosas.

De pronto, alguien irrumpió en la sala. Era un varu, relativamente joven, y tenía el aspecto de no haberse dado un baño en varios días.

- Majestad, la Venerable Gaedalu le espera en el templo.

Covan sonrió. Su plan empezaba a tener éxito. Tras la desaparición de Yandrak, Lunnaris y Kirtash, había decidido que las cosas cambiarían en Idhún, y mucho. No iba a permitir que la Madre viviese el resto de su vida sintiéndose como una amargada. Y pronto, el plan empezaría a dar sus frutos.

Sin dejar de sonreír, siguió al varu hasta el templo, un edificio lustroso que él mismo había mandado construir con una gran piscina en el interior para que Gaedalu se sintiera como en casa. No podía permitir que se marchara de vuelta a Gantadd, al menos hasta que hubiese terminado su plan.

 

 

El varu abrió las puertas del templo, y al entrar, Covan parpadeó ante la repentina oscuridad, contrastada a la luz exterior de los tres soles. En la piscina, como él esperaba, estaba Gaedalu, dándose un baño. Su rostro estaba demacrado y delataba la tristeza que inundaba su corazón. Covan pidió al varu que se marchara y se quedó a solas con ella.

- Madre -saludó con una reverencia-, ¿podemos hablar un momento?

<<Habla lo que quieras, hijo. Esta pobre anciana ya ha hablado bastante>>.

Covan entornó los ojos. Esa actitud amargada no era propia de la Gaedalu fuerte y decidida que él había conocido, una Gaedalu dispuesta a hacer lo imposible por vengar la muerte de su hija.

- Has fallado tu misión, Gaedalu. Kirtash ha huido a la Tierra. Y se ha llevado consigo al dragón y al unicornio.

<<¿Y qué?>> La Madre dejó escapar un bufido. <<He malgastado un tiempo precioso intentando acabar con él, pero el dragón y el unicornio siempre estaban allí en medio, protegiendo a ese engendro. Ni siquiera la Roca Maldita pudo con él, y todo por culpa de Lunnaris, unicornio traidor... Pero ya da igual. Gracias a esos tres los sheks se han ido para siempre, y ahora Idhún se ha convertido en un mundo aburrido lleno de sangrecaliente.>>

- Hablas como una shek, madre. Pero estáis equivocada. Los pilotos de dragones han avistado algunos sheks que se han quedado rezagados en Awinor. Al parecer no llegaron a tiempo para el exilio, y ahora están atrapados en un mundo donde no pueden dejarse ver.

<<Eso no cambia nada. Esos sheks son víctimas de las prisas de su Dios, y cualquiera puede irse a Awinor y borrarlos del mapa.>>

Covan suspiró mientras paseaba alrededor de la piscina.

- No os reconozco, Madre. Sólo hace un plenilunio de Erea, estabais dispuesta a acabar con el asesino de vuestra hija. ¿Qué os ha hecho cambiar de opinión?

<<La batalla de los dioses me ha abierto los ojos, Majestad. Ese Kirtash era sólo un instrumento en manos del Séptimo para acabar con el dragón y el unicornio. él no era dueño de su destino.>>

- ¿Estáis diciendo que le perdonáis? Realmente no estoy mirando a los ojos a la Venerable Gaedalu. ¿Quién sois?

<<Una anciana que sabe que pronto le llegará la hora, y que ha malgastado el final de su vida persiguiendo al hijo de un dios>>

Covan carraspeó y se inclinó para acercar su rostro al de Gaedalu. Veía en ella un débil atisbo del odio que le había cegado contra Kirtash, y sonrió.

- Recuérdalo, Gaedalu -volvió a perder el respeto y a tutear a la Madre, confiado-. Recuerda los fríos e impasibles ojos de Kirtash. Recuerda con qué frialdad arrancó la vida a tu hija. ¿Dices que era esclavo de su destino? No estés tan segura de ello. Recuerda que renunció a su destino por amor al unicornio. Pero no lo hizo por tu hija. ¿Por qué, Gaedalu? ¿Por qué fue capaz de matar a decenas, a cientos de idhunitas, y no a una niña cualquiera? ¿Fue por amor? Ese es el problema. Kirtash no ha cambiado. Sigue siendo el mismo, sólo que no hace daño a quienes respeta, a quienes ama. Pero no te quepa duda de que seguirá sesgando vidas, Gaedalu. Miles de niños y niñas correrán la suerte de tu hija, y todo por tu culpa. Porque no fuiste capaz de matarle cuando le tuviste en tus manos.

 

Terminado su discurso, clavó una mirada desafiante en los ojos cristalinos de la Madre, que trataba de contener la rabia.

<<¡Márchate! ¡Márchate y déjame en paz!>>

 

Covan se inclinó ante ella y salió del templo con una amplia sonrisa. Estaba consiguiendo lo que pretendía: despertar de nuevo en el corazón de Gaedalu el cegador odio hacia Kirtash. Esa era la primera parte de su gran plan. Un plan que acabaría de una vez por todas con sus rivales, y pondría a la raza humana en la cumbre del poder de Idhún.

 

Eso es todo. Pronto lo seguiré. Espero que os guste, ¡hasta pronto!

 

PD: Los capitulos serán mas largos, eso solo era el prólogo...

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  • 2 months later...
  • 2 weeks later...

Felicidades! Has logrado que la gente se enganche y siga leyendo "Idhún".

 

Yo llevo solo un año deambulando por estos foros y tmb he cosechado relatos y aportado cosas en relatos conjuntos ( si miras mi historial, veras que ya estoy terminando una triologia y acabando un relato compartido que lleva activo casi 1 año! ), no me malinterpretes, tienes un gran talento escriviendo, cuando uno lee tus relatos lee con fluidez y sin tener que imaginar como es Idhún, ya que lo descrives muy bien, lo reconozco, eres mucho más buena escritora que yo, tienes un punto de vista muy distinto al mio, pero cada uno tiene un punto distinto de ver o plasmar lo que escribe, la conclusion esta en que sea de lectura fácil, que tenga gancho y como no "un toque personal".

 

De escritor a escritora, sigue así! Lo haces genial!

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  • 2 months later...

Olatz: Lee este capítulo y júzgalo tú mismo :wink:

Juca: Gracias!!

Xavi: :D Jaja, tampoco será para tanto hombre.

 

 

Capítulo 1: Nuevo Mundo

 

Assher entornó los ojos.

Ante él, un gran número de shecks y szish se movían sin control por un extenso llano de piedra rojiza, seca. No se veía nada más, en ninguna parte.

Un sheck se acercó al joven szish.

Se trataba de Eissesh.

<<¿Dónde está Gerde?>>, preguntó el sheck, algo confuso y malhumorado.

- Gerde ya no esstá. No pudo ressisstir al ataque de loss diossess. Pero ella ya no ess Él. Él soy yo.

Eissesh clavó en el szish una mirada intimidatoria, pero él mismo se sintió intimidado por la profunda mirada del szish. Había en sus ojos una profunda oscuridad, que hacía poco había contemplado en los ojos de Gerde.

<<¿Eres el Séptimo?>>.

- Assí ess. Para essto fui entrenado por Gerde como szish hechicero. Para essto me eligió, y por esso esstoy aquí en ssu lugar.

<<Siento curiosidad por saber lo que pasó ahí fuera>>, comentó Eissesh.

- Te lo contaré -dijo Assher-. Cuando cruzasste el portal, los Sseiss continuaron acercándosse. Habían llegado el último dragón y el último unicornio, pero no para luchar contra nossotros. Intentaron pararless loss piess a loss Nuevoss Dragoness. Kirtassh sse unió a elloss, y el rey de Vanissar, aquel al que llaman Alssan y que realizó variass cruzadass contra nossotross, se ocupó de mantener abierta la puerta. Y entoncess... Los diossess llegaron. La luz de Irial alcanzó a Gerde y la dessintegró, y el Sséptimo quedó libre. Entoncess los Sseiss comenzaron a crear una nueva prissión, una ssegunda Roca Maldita de Erea, como la llamaban algunoss, y el Sséptimo comenzó a moversse dessessperado, intentando huir. Tenía que ssalvar a mi dioss, assí que cumplí mi cometido: cogí la esspada de Kirtassh con miss propiass manoss, y me la clavé en el corazón. Cassi en el missmo insstante, recobré la vida, puess el Sséptimo había penetrado en mí. Y atravessé la Puerta, al missmo tiempo que loss Sseis la golpeaban con todo ssu poder, con Alssan de Vanissar en medio.

<<Así que los Seis han destruido la Puerta a este mundo, y han dejado vacante de nuevo el trono de Vanissar>>, siseó Eissesh en su mente.

- Assí es. Y aquí oss he traído. Esste mundo no ess gran cossa ahora missmo, pero con el tiempo sserá mejor. No ess lo mejor que oss puedo dar, no ess algo de lo que sse pueda esstar orgullosso. Pero no importa, porque aquí esstáis a ssalvo.

Eissesh bajó la cabeza y enroscó su largo cuerpo.

<<Pero no es suficiente. Nuestro instinto nos dice que matemos dragones. Si vivimos en un mundo sin dragones, sentiremos que nuestra vida está vacía>>.

Assher suspiró.

- Tranquilo. Todo llegará. No tendréiss que ssufrir demassiado tiempo, ssólo el necessario. Quizá llegue el día en que podamoss regressar a Idhún. Quizá llegue el día en que ssuss habitantess no noss vean a loss ssangrefría como sseress que no merecen vivir. Te asseguro, Eissesh, que esse día llegará, quizá cuando no haya falssoss dragoness ssurcando los cieloss en bussca de nossotross para borrarnoss del mapa con garrass y dientess. Pero hassta entoncess...

<<Hasta entonces tendremos que vivir como vivimos en Umadhún>>, terminó Eissesh, y se retiró, dejando a Assher solo, pensativo.

El szish caminó un largo rato por el llano. Mirase donde mirase, fuese a donde fuese, todo era llano, un espacio sin relieve de roca roja y maciza, con un cielo blanco que no cambiaba nunca.

Un mundo muerto.

Assher entrecerró los ojos, y miró alrededor. Todo los sheks y szishs que habían cruzado la Puerta antes del gran golpe de los Seis se movían sin control. Podía leer la desesperanza en sus corazones.

Él lo entendía.

Les había prometido a sus criaturas un mundo nuevo, un mundo habitable donde huir de la ira de los Seis, donde vivir en paz.

Pero les había dado un mundo muerto, un mundo sin vida. Y lo que era peor para ellos: un mundo sin dragones.

Él sabía lo que podía hacer. El problema era que, como lo había pasado la última vez, en la conciencia de Gerde, podía llevar a cabo dos planes, y el más complicado y complejo resultaba ser el más tentador.

Tenía mucho tiempo para pensarlo.

Todo el tiempo del mundo.

Pero si pensaba así, acabaría pensando como los Seis. Y él no quería ser como ellos. Él quería ser un dios más cercano, porque, a diferencia que a los Seis, a él le importaban sus criaturas, aunque en un principio las hubiese utilizado como armas de guerra contra los dragones.

Pero la culpa no era suya, habían empezado ellos.

Lo único que hizo él fue crear una nueva y poderosa raza que pudiera surcar los cielos, no ser dominada por ninguna otra, vivir en paz y libremente.

Pero los Seis estaba cegados por el odio hacia el Séptimo, y querían acabar con él y con todas sus creaciones.

Para eso crearon a los dragones.

Ellos los crearon, directamente, como armas de guerra terrenales, materiales.

Les dieron la vida, y al mismo tiempo, el odio. Un odio innato que les obligaba a odiar y matar a los sheks, porque para eso y nada más habían sido creados.

Pero en el caso de los sheks era diferente. El Séptimo los había creado como una raza más para habitar en Idhún.

Pero los Seis no lo consintieron, y él otorgó el odio instintivo hacia los dragones en sus criaturas para que se defendiesen de ellos con uñas y dientes.

Y sin quererlo, los dioses habían convertido a los seres mortales en armas materiales para su batalla eterna.

Assher suspiró. El Séptimo dios, que ocupaba el interior de su ser, sentía remordimientos por sus criaturas.

Quizá fuese la primera vez que un dios se sentía arrepentido. O quizá fuese un sentimiento del propio Assher, mezclado con las emociones del Séptimo.

Pero él, o ellos, las dos esencias que ocupaban el mismo cuerpo, el del szish Assher, no tenían tiempo para sentimientos.

Tenía que empezar a hacer ese mundo, a cambiarlo, a adaptarlo a la forma de vida de los sheks.

Dar vida... Al nuevo mundo. Al mundo de los sheks.

 

 

<<Queda uno>>

- Lo sé -respondió Covan-. Uno de los pilotos me ha informado de que hace poco se encontró con un shek, poco antes de que mandáramos a los Nuevos Dragones en busca de Jack y Victoria, de Yandrak y Lunnaris. Ese shek se lanzó contra él con los fauces abiertos, pero parece que, cuando descubrió el material del que estaban fabricadas las garras del dragón, decidió escapar. ¿Eso te dice algo?

<<Que yo sepa>>, respondió Gaedalu, <<el único sangrefría que la conoce realmente es... ese asesino>>.

Covan sonrió. Le había costado trabajo despertar de nuevo el odio hacia Kirtash en el corazón de Gaedalu. Después de hablar con los Seis, había quedado sumida en una gran depresión, en una gran soledad. Incluso había renunciado al puesto de Madre Venerable. Pero Covan había hecho buen trabajo. Había hecho que Gaedalu volviese a sentir hacia Kirtash un odio innato, que fuese capaz nuevamente de cualquier cosa contra él.

- Gaedalu, ¿sabes dónde pueden estar ahora esos tres?

<<No tengo la más remota idea, alteza. Pero tengo un mal presentimiento. No cabía duda de que se ocultaban allí, en aquel bosque, en Kelesban. O alguien les avisó a tiempo, y han huido a otro escondite... o quizá...>>

- ¿Y bien? -dijo Covan, impaciente.

<<O quizá... se hayan ido.>>

- ¿Ido? ¿A dónde?

<<A otro mundo. El mundo a donde se enviaron antaño los espíritus de Yandrak y Lunnaris. El mundo donde crecieron los humanos Jack y Victoria, donde los humanos dominan. Me refiero a la Tierra>>.

- ¡Ah, la Tierra! -exclamó Covan con una sonrisa- Sí, recuerdo que Alsan, que en paz descanse, viajó hace unos años allí, a la Tierra. Fue cuando Kirtash estaba en acción. ¿Recuerdas, Gaedalu? Cuando Ashran y los sheks dominaban Idhún, y Kirtash se dedicaba a asesinar a los idhunitas exiliados a la Tierra. Sí, Alsan iba tras él, intentando evitar cuantas más muertes mejor. Salvó a Jack y a Victoria, o a Yandrak y Lunnaris, si lo preferís. Y se los llevó consigo a una especie de mundo intermedio. Sí... Alsan tenía depositada en mí suficiente confianza como para darme a conocer esos detalles. Ese pequeño mundo se llama Limbhad. Está dominado por una esencia inteligente, el Alma... Y si el Alma confía en tí, te lleva a donde quieras.

<<Muy interesante>>, comentó Gaedalu, pensativa. <<¿Y cree su alteza que podríamos ir a la Tierra, o a Limbhad? Quizá pudiesemos encontrar a Yandrak y a Lunnaris, y... tal vez... a Kirtash>>

- Es posible, es posible... Y puede que la respuesta esté muy cerca. Ese mago, Shail... Viajaba con Alsan a la Tierra.

<<Oh, en ese caso podría sernos útil>>, sonrió Gaedalu, clavando una mirada sombría en la ventana.

 

 

Cruzó la calle despacio, pensativa, entristecida como casi todo el tiempo. Había pasado bastante tiempo desde que Kirtash le dio a entender que Gerde, que su dios, el Séptimo, les había abandonado a su suerte. A ella y a los demás sheks de la Tierra, que tampoco eran muchos.

Se abrazó a sí misma para matar un poco el frío, y siguió caminando. Se dirigía hacia el muelle. Quizá fuese una mera intuición, o tal vez un presentimiento, o simplemente su mente, cegada por sus ilusiones, por sus esperanzas.

Pero algo en su interior le decía que tenía que ir allí, porque alguien la estaba esperando.

Continuó caminando, al tiempo que el frío intensificaba, y comenzaba a nevar. Era la primera vez que el frío le dañaba, le molestaba. Pero era el inconveniente de tener un cuerpo humano.

Llegó tiritando al muelle. Era cerca de medianoche, y no había nadie por los alrededores.

Pero ella sentía una presencia. No era muy lejana, pero no se encontraba exactamente allí.

Shizuko Ishikawa clavó la mirada en el faro, y sintió la presencia más cercana.

Avanzó hacia el faro. No podía correr, porque tenía las piernas entumecidas, pero llegó, y al entrar sintió algo extraño.

Sintió calor y frío, de forma simultánea, enlazados por una gran sensación de energía, de magia.

Era la primera vez que sentía algo así.

Intrigada, subió lo más deprisa que pudo las escaleras de caracol del faro, hasta que llegó arriba del todo, junto al foco.

Y allí estaban.

No había sabido quiénes eran hasta que los vio, pero se sintió como si llevase esperando aquel momento desde hacía mucho tiempo.

Allí, al pie del faro, se dibujaban las siluetas de tres personas que llevaban bastante tiempo esperando su llegada.

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